Sólo en las fuerzas
armadas y de seguridad argentinas, más de 5.000 agentes secretos (la Agencia
Federal de Inteligencia o ex SIDE, Policía Federal, Gendarmería, Prefectura, la
Policía de Seguridad Aeroportuaria, el Servicio Penitenciario Federal, Fuerza
Aérea, Marina, Ejército), patrullan la intimidad, las costumbres, conversaciones,
gastos, correspondencia y movimientos de los cuarenta millones de argentinos. Eso,
sin contar los agentes de otras naciones que también nos vigilan. Estamos
siendo monitoreados por un entramado de espías que cuentan con un presupuesto
anual de 2.500 millones de pesos.
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El Libro Espiados, de Claudio Savoia, donde denuncia la vigilancia social kirchnerista. |
Los
agentes de estos organismos se infiltran en protestas,
conferencias, presentaciones de libros, participan en Facebook, Twitter,
sindicatos, captan los mensajes de texto de empresarios poderosos, escuchan las
conversaciones telefónicas de dirigentes políticos de la oposición, periodistas
renombrados, jueces o fiscales, todo es vigilado por el kirchnerismo
haciendo realidad la novela de 1984 de George Orwell.
El
periodista Claudio Savoia acaba de
publicar el libro Espiados, en Editorial Planeta, donde realiza una exhaustiva investigación sobre el
espionaje gubernamental existente en el país.
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Edificio de la ex SIDE, ubicado en calle 25 de Mayo 11, a un costado de la Casa Rosada. |
"Siento ruido
en el teléfono, creo que está intervenido", declaró Mirtha Legrand con la liviandad
con que se enumeran las naderías que jalonan la rutina diaria. Ocurrió hace
menos de un mes, pocas horas después de que en uno de sus programas la diva calificara a la Presidenta como una
"dictadora". Dos días más tarde, el ministro de Economía Axel Kicillof perdió la paciencia
frente a un periodista que le preguntó si no eran excesivas la base y las tasas
del impuesto a las Ganancias: "No es cierto que cada vez más gente paga
Ganancias. Solo el 10 por ciento de un
total de 11 millones de asalariados. Pase por mi oficina y lo invito a ver la
lista, uno por uno, del millón de personas que pagan el impuesto a las
Ganancias". El ministro intentó morigerar el exabrupto más tarde,
asegurando que había sido una broma.
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Toda protesta o movilización pidiendo "Justicia" es considerada enemiga de los intereses del kirchnerismo. |
Las
noticias de la semana pasada trajeron más sorpresas: el periodista Jorge Lanata aseguró que el 3 de diciembre
pasado recibió en su casilla de correo electrónico un mail que contenía el
mismo virus espía que los peritos informáticos de la Policía Metropolitana
habían descubierto en el teléfono del fiscal Alberto Nisman, cuyos pasos, a
su vez, eran monitoreados por un hasta ahora desconocido equipo de prefectos
que duplicaba las funciones de su custodia policial. Según consta en el
expediente que con parsimonia alimenta la fiscal Viviana Fein, el día anterior a que el titular de la UFI AMIA
apareciera muerto en su departamento, frente a su edificio merodeaba otro
prefecto integrante del cuerpo de Inteligencia del organismo.
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El periodista Claudio Savoia revela como más de 5.000 agentes estatales monitorean a todos los ciudadanos. |
No
es una enumeración de hechos inconexos, sino las últimas escenas de una obra que se monta todo el tiempo, en
cualquier calle, en el extremo de cientos de líneas telefónicas de
desprevenidos ciudadanos o en los archivos y bases de datos que engordan en
decenas de oficinas públicas. ¿Su título? Bien podría ser: "Espionaje
para todos y todas".
Sólo en las fuerzas
armadas y de seguridad argentinas, más de 5.000 agentes de inteligencia
patrullan la intimidad, las costumbres, conversaciones, gastos, correspondencia
y movimientos de los cuarenta millones de argentinos. No están para eso,
por supuesto, pero la obsesión del gobierno por acumular información personal
sobre los ciudadanos y los cuantiosos recursos que dedicó en los últimos años a
ello –los cuerpos de inteligencia
federal gastarán en 2015 casi 2.500 millones de pesos– convirtieron a los
sigilosos agentes en antenas móviles aplicadas a seguir –literalmente– a
empresarios poderosos, dirigentes políticos de la oposición, periodistas
renombrados, jueces o fiscales.
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Los agentes del gobierno monitorean a toda
persona que el kirchnerismo considere
peligrosa para sus intereses. |
Con la capacidad de espionaje instalada se
monitorean a los más activos tuiteros que protestan contra el gobierno, a los
políticos y periodistas que no tienen miedo en denunciar la corrupción
existente, a los sindicalistas, empresarios, ecologistas que se oponen a
Monsanto o a la megaminería y a toda persona que el kirchnerismo considere
peligrosa para sus intereses, es mejor ampliar la recolección de datos a la
mayor cantidad de gente posible. Los adelantos tecnológicos y un
presupuesto abundante despejan el camino de cualquier obstáculo.
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El humor denuncia también como se nos espía. |
La guerra declarada por Cristina Kirchner contra su ex espía favorito, Antonio "Jaime" Stiuso,
enfocó los reflectores sobre viejos y conocidos vicios de la ex SIDE, ahora
remozada bajo el nombre de Agencia
Federal de Inteligencia. Pero sus 2.500 agentes, informantes, colaboradores
inorgánicos y buchones no son los únicos. La Policía Federal tiene a los "plumas", la Gendarmería a
los "sapitos" u "ojos de vidrio", la
Prefectura a los "orejas de
goma", el Ejército a los "solapas"
y la Fuerza Aérea a los "sifones".
Sin sobrenombres tan unánimes, la Armada, la Policía de Seguridad Aeroportuaria,
el Servicio Penitenciario Federal y las policías provinciales aportan otro
numeroso lote de espías estatales diseminados en todo el país.
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Muchos espías consiguen empleos formales para no despertar sospechas. |
Los "plumas", que son un
millar y espían en todas las provincias, se forman durante dos años en la
"Escuelita", un instituto secreto ubicado en los altos de la
comisaría 8°, en la porteña calle Urquiza. Cuando egresan cobran unos 17.000 pesos, que con viáticos y adicionales pueden llegar
a estirarse hasta 50.000. Con una ventaja: los espías deben conseguirse
otro empleo formal al que, casi siempre bajo otro nombre, deberán atender con
esmero para no despertar sospechas. Eso les permitirá encubrir sus tareas de
seguimiento de personas, relevamiento de actividades en un club, un barrio, una
reunión de vecinos o un consorcio: porteros, abogados y periodistas son los
empleos de superficie más elegidos por los "plumas".
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Oscar Parrilli, actual jefe de la Agencia Federal de Inteligencia o ex SIDE. |
Pero
el espionaje más vasto y capilar del país es sin duda el que con prolijidad
castrense llevan a cabo los gendarmes, con su famoso Proyecto X. Tal como releva el flamante libro Espiados, la interminable
lista de organizaciones sindicales, políticas y estudiantiles vigiladas por la
Gendarmería se mezcla con otros objetivos más curiosos y estremecedores. Sólo
algunos ejemplos, de entre cientos: taxistas de Concepción del Uruguay, padres
y docentes de la escuela 1-145 de El Algarrobal, en el departamento mendocino
de Las Heras, vecinos del peaje de la ruta nacional 8 con el cruce de la ruta
provincial 6, jubilados de la provincia de Santiago del Estero, habitantes de
Villa La Angostura. Como para que nadie se quede afuera.
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El general César milani ex Jefe del Ejército, aumentó de 33 a 120 las unidades de Inteligencia en todo el país. |
El
ascenso del ahora retirado general César
Milani como jefe del Ejército también reflejó la vocación por convalidar y
acrecentar la tarea de espionaje interno –absolutamente ilegal– por parte de
los militares. Algunos números revelan esa vocación. En 2007, cuando se
reorganizó la Inteligencia Militar, en el Ejército había 99 unidades de
inteligencia en todo el país. Tres años después se habían reducido a 33, pero el espía Milani –su especialidad
profesional era la Inteligencia– las
aumentó a 120, integradas por entre 1800 y 2000 agentes. A la Armada
también le descubrieron un complejo sistema de espionaje sobre los vecinos y
organizaciones cercanas a sus bases y dependencias, que quedó al desnudo
durante un juicio en el que terminaron condenados los ex jefes de la fuerza
bajo el gobierno de Néstor Kirchner, Jorge
Godoy y Benito Rótolo.
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Caricatura de los agentes kirchneristas con Oscar Parrilli. |
Pero
el seguimiento personal de los objetivos de la inteligencia interna y la
redacción de informes y fichas individuales y grupales es insuficiente para
cubrir las actividades de los objetivos del espionaje masivo que el Estado kirchnerista perfeccionó sobre sus
ciudadanos. En muchos casos también es necesario escuchar sus
conversaciones, y entonces hay que acudir al único organismo que hasta ahora
tenía potestad legal para pinchar
teléfonos, siempre con la orden de un juez federal: la ex SIDE. A través de
la dirección de Observaciones Judiciales (conocida como Ojota, por sus
iniciales) se tramitan los pedidos para que el juez autorice a escuchar una
determinada cantidad de líneas telefónicas, por un plazo máximo –pero
prorrogable, siempre hay un pero– de treinta días. Con la ayuda de algún
magistrado o secretario letrado poco preocupado en controlar la lista de
números que firma, y los contactos adecuados en la ex SIDE, pinchar una línea telefónica puede llegar a
costar unos 50.000 pesos por día. Los juzgados menos aprensivos a controlar
lo que firman –digamos– suelen encontrarse en el interior, sobre todo en La
Pampa, Misiones y Formosa.
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El gobierno tiene una capacidad instalada para intervenir 48.000 líneas telefónicas. |
Con
una capacidad instalada para intervenir
hasta 48.000 líneas telefónicas, la ex SIDE perdió este año esta formidable
herramienta de poder, de la que muchos agentes también hicieron un floreciente
negocio. La última reforma que Cristina aplicó al organismo llevó la Ojota a la
órbita de la Procuración General de la Nación, donde funcionará bajo la
estricta mirada de la fiscal Cristina
Caamaño. Mientras, del otro lado del supuesto Jordán de la transparencia la
nueva SIDE seguirá espiando a los argentinos. Aunque no logró evitar ni
esclarecer ninguno de los dos atentados terroristas que sufrió la Argentina, ni
pudo detener el avance de las organizaciones de narcotráfico que ya se
adueñaron de algunos barrios de Rosario y el Gran Buenos Aires, en la última
década los agentes redactaron 600.000 informes de inteligencia. Un detalle: en 2003, el año en que Néstor Kirchner
entró a la Casa Rosada, la ex SIDE produjo 1.400 informes. Al año
siguiente, bajo la nueva conducción, fueron 52.379. Y la cifra siguió creciendo, hasta estabilizarse en unos 55.000 informes anuales.
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En la ex Side se elaboran unos 55.000 informes anuales. |
El Gran Hermano K no se agota en la
febril tarea de los organismos de inteligencia. Otras oficinas públicas que por
su trabajo cuentan con información
sensible de los argentinos fueron incorporadas a la constelación de la
vigilancia del Estado. La AFIP, la Inspección General de Justicia, la Unidad de
Información Financiera, la ANSeS y la Comisión Nacional de Valores son
algunos de los organismos públicos que, al ceder sus datos con fines políticos
y sumarlos a gigantescas bases de datos ajenas a la función para la cual fueron
recolectados, comenzaron a participar del espionaje interno irregular. Otros
proyectos son más transparentes, pero no por eso menos impresionantes: el casi
desconocido Sistema de Identificación
Nacional Tributario y Social, que depende del ministerio de Desarrollo
Social, creó un ecosistema de bases de datos estatales, con información de casi 400 organismos
nacionales, provinciales y municipales de todo el país que se adhirieron
para compartir y acceder al contenido de 1695 bases de datos, "con
información de 40 millones de personas físicas y más de 1,2 millón de personas
jurídicas".
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El Gran Hermano de la novela 1984, de George Orwell ya ha llegado para vigilar a todos los argentinos. |
Podemos
seguir: un relevamiento de Clarín contabilizó unas 12.600 cámaras de seguridad que observan a los peatones en la Capital y
el Conurbano. El ministerio de Defensa avanza con la producción de tres
modelos de drones de reconocimiento e inteligencia, que podrán filmar y sacar
fotografías en alta definición desde lo alto y con enorme precisión. Los nuevos DNI y pasaportes incorporan un
chip con datos personales a los que según se anunció se sumará información médica
y previsional.
Otro proyecto que crece en el ámbito del ministerio de
Seguridad, y que se denomina SIBIOS, avanza en la conformación de una enorme
base de datos biométricos de todos los argentinos: huellas digitales y perfiles
faciales trazados electrónicamente a partir de las fotografías archivadas en el
Registro Nacional de las Personas –las mismas que aún aparecen en los padrones
electorales, aunque una causa judicial busca establecer si eso no vulnera
derechos individuales– serán incorporadas al sistema, que cuenta con la adhesión de quince provincias y del que
ya hacen uso las fuerzas de seguridad nacionales.
Ya
lo decía Juan Domingo Perón: "Todos los hombres
son buenos, pero si se los vigila son mejores". Y no es retórica. Afirma Claudio Savoia que el
fabuloso sistema de vigilancia social kirchnerista se perfecciona día a día, y si no se exige a los candidatos
presidenciales que lo desactiven, permanecerá, robusto y acechante, más allá de
las elecciones. Porque "mejor que decir, es hacer, y mejor que
prometer es realizar".
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