Desde su
descubrimiento en 1996 el esqueleto prehistórico de este hombre caucásico fue
objeto de miles de polémicas judiciales porque alteraba toda la “historia
oficial” del poblamiento de América. Finalmente sus restos fueron sepultados
para no ser investigados nunca más.
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Foto del esqueleto del Hombre de Kennewick. |
Tribus
indígenas del estado de Washington, Estados Unidos, celebraron durante las
primeras horas de la mañana del 18 de
febrero de 2017 una de sus ceremonias más memorables, según sus prácticas
tradicionales ancestrales: enterrar los
restos del “Hombre de Kennewick” de 9.200 años de antigüedad, llamado por ellos
el Anciano Uno. Pero no era de raza amarilla o mongoloide sino que todo
demuestra su origen caucásico.
Más
de 200 miembros de cinco tribus se
reunieron en un lugar secreto para hacer finalmente descansar al Anciano Uno, protagonista de uno de los
grandes debates judiciales científicos.
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A la derecha, Armand Minthorn de la tribu Umatilla junto con otros referentes de las tribus confederadas como Gerald Lewis de la Nación Yakama. |
Las
tribus confederadas de la reserva india
de Umatilla (Oregón)– del cual se desprende el comunicado– más las tribus y
agrupaciones de la Nación Yakama, tribus Nez Perce, las tribus confederadas de
la reserva Colville y la agrupación de los indios Wanapum señalaron que trabajaron juntos en la ceremonia para
enterrar de nuevo a su “antepasado”, de acuerdo a sus prácticas religiosas.
Las
comunidades indígenas tienen un gran motivo para celebrar, tal como lo revelan
sus propias palabras ya que después de muchos desafíos judiciales, finalmente
el Anciano Uno descansa en paz. “Este es un gran día y nuestro pueblo ha
llegado a ser testigo en honrar a nuestro padre”, dijo Armand Minthorn, uno de los miembros líderes, “Continuamos
practicando nuestras creencias y leyes como nuestro creador nos ha enseñado
desde tiempos inmemoriales”.
Gary Burke, líder de la
reserva india de Umatilla, destacó durante el entierro que su tribu “se enorgullece de haber trabajado con todas las partes para
repatriar el Primigenio”.
“Creemos
en forma conjunta en el respeto de nuestro pasado y de nuestros antepasados, hemos cumplido con nuestra responsabilidad
para poner fin a descansar al Anciano Uno“.
El descubrimiento
Los
restos óseos del Hombre de Kennewick
fueron encontrados en 1996, cerca del río Columbia, en el estado de Washington.
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Ubicación en el mapa del lugar del descubrimiento del Hombre de Kennewick. |
El
Hombre de Kennewick es el nombre dado a los restos de un hombre prehistórico encontrado en un banco del río Columbia
cerca de Kennewick, Washington, el 28 de julio de 1996. El descubrimiento
del Hombre de Kennewick fue accidental: una pareja de espectadores de las
carreras anuales de hidroplanos encontró su cráneo mientras observaban las
carreras.
Mientras
Will Thomas de 21 años, vadeaba el
río a 3 metros de la costa, su pie tropezó con algo redondo. "Eh, parece que encontramos una
cabeza", bromeó el muchacho, espectador de los Juegos Acuáticos, a su
amigo Dave Deacy, nativo de West
Richland, de 19 años de edad.
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Lugar en que Will Thomas, encontró el 28 de julio de 1996 la calavera de 9.200 años. |
Metió
la mano en medio metro de agua y agarró lo que parecía una gran piedra. Thomas,
también de West Richland, la sacó del agua. Era redonda y de tonos marrones. "De repente, vi los dientes",
dijo Thomas. Se trataba de una calavera.
Pero
la carrera final de hidrodeslizadores del domingo estaba por comenzar. Los dos
amigos escondieron el cráneo entre unos arbustos de la orilla del Río Columbia,
en el condado de Benton, aguas arriba del trazado de la carrera, unos 400
metros al oeste del campo de golf del Parque Columbia. "Sabíamos que no se
iba a ir de ahí", declaró el joven. Luego de la competencia, alrededor de
las 5 de la tarde, los dos muchachos
volvieron al lugar con algunos amigos y un balde, donde guardaron los restos.
Buscaron a un policía y le mostraron su descubrimiento.
La
policía lo primero que pensó es que eran los restos de un asesinato. Apenas al
día siguiente, la policía ya había abandonado la teoría del crimen violento. El
forense del condado de Benton, Floyd
Johnson, solicitó la ayuda del antropólogo forense Jim Chatters, y, entre ambos, reconocieron
de inmediato la antigüedad de los restos y su pertenencia a la raza blanca:
"Encontramos un hueso ilíaco, dos piernas y varias vértebras, que parecen
pertenecer a la misma persona que el cráneo", dijo Johnson. "Es
un poco ambiguo, pero tiene muchísimas
características europeas. La cara es larga y los dientes no demuestran estar
demasiado desgastados. Parece haber muerto alrededor de los 50 años de
edad".
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Otra vista donde se hizo la excavación y se hallaron 350 piezas óseas del Hombre de Kennewick, en la orilla del río Columbia. |
Al
mes del descubrimiento, los restos se
vieron envueltos en discusiones acerca de la relación entre los derechos
religiosos de los nativos americanos y la arqueología. Basados en el
"Acta de Protección y Repatriación de las Tumbas de los Nativos
Americanos", cinco grupos de
nativos americanos (los Nez Perce, Umatilla, Yakama, Wannapum, y Colville)
reclamaron los restos como suyos, para ser enterrados según la tradición.
Sólo los Umatillas continuaron con su petición en la corte. En febrero de 2004
La corte decidió que aún no se
encontraba un enlace cultural entre las tribus y los restos, permitiendo
realizar más estudios científicos.
Análisis revela que
tiene entre 9.200 y 9.600 años
En
el momento del hallazgo, los investigadores enviaron un pequeño fragmento de
uno de los huesos de la mano al Laboratorio
de la Universidad de California en Riverside, a fin de que fuese sometido
al análisis del carbono-14. Prueba y contraprueba fueron realizadas de
inmediato, y los resultados enviados a Chatters, Johnson y la policía de
Kennewick el 28 de agosto de 1996. El tiempo se detuvo mientras los
investigadores leían las conclusiones del estudio: ¡el método radiactivo arrojaba una antigüedad de entre 9200 y 9600
años!
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El antropólogo forense Jim Chatters, en una foto de agosto de 1996. |
Esto
colocaba al así bautizado "Hombre
de Kennewick" como el segundo esqueleto humano más antiguo jamás hallado
en los Estados Unidos. El más viejo, de 16.000 a.C., llamado el Hombre de Meadowcroft, descubierto en una
caverna de Pennsylvania y estudiado por James Adocasio, que demostraba que el hallazgo
en el río Columbia no era el del único hombre caucásico.
En
julio de 2005, científicos de todo
Estados Unidos se reunieron en Seattle durante diez días para estudiar los
restos, haciendo mediciones detalladas y determinando la causa de la muerte.
Cuando
se descubrió el esqueleto, se había sugerido que era un personaje histórico
euro-americano, pero cuando se evidenció
en la datación por radiocarbono que tenía unos 9.200 a 9.600 años, provocó una
batalla legal sobre la disposición de los restos óseos.
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Algunos huesos del Hombre de Kennewick; arriba las costillas de 9.000 años de edad. |
El
periodista Dave Schafer escribe:
"Los antropólogos que han examinado los restos afirman que muestran características mucho más cercanas
a las de los antiguos europeos que a los indios americanos, y que por ello
deben ser estudiados, no puestos en una tumba".
Pero
el reclamo de los indígenas del lugar deviene lógico, si tomamos en cuenta que
sus reclamos territoriales en los Estados Unidos se basan en el derecho de
precesión, esto es: sus tierras son suyas porque ellos llegaron primero. ¿Dónde quedarían los derechos de las tribus
a sus reservaciones si Chatters y Johnson acababan de demostrar que un hombre
blanco había vivido en Kennewick al mismo tiempo que los primeros invasores
mongoles? Sin ponernos del lado del genocida étnico como el general Custer,
tal vez todo el derecho indígena americano estaba, en realidad equivocado si se
demostraba que existió una población de hombres caucásicos antes del
“poblamiento oficial de América”.
Tal
vez, según toda esa legislación, los
indios de Norteamérica habían ocupado tierras que no les correspondían. Tal vez
los Estados Unidos habían pertenecido a los europeos desde el Neolítico.
La dura vida del
Hombre de Kennewick
Hace
9.600 años, o hace 7.600 años a.C. el hoy llamado Hombre de Kennewick (que no
era un indígena de raza amarilla como quieren desde 2015 hacernos creer), vivía probablemente solo o en una pequeña
comunidad, cazando y pescando.
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Reconstrucción del rostro del Hombre de Kennewick, todos ven un hombre blanco no un indígena mongoloide. |
La
forma de su cráneo dolicocéfalo (como
los cráneos europeos), su cara larga y estrecha como las de los caucásicos y
sus dientes sin desgastar debido al consuetudinario consumo de carnes
cocidas y otros alimentos blandos (todas características ausentes en los
nativos norteamericanos primitivos), permiten inferir que el Hombre de Kennewick era un hombre de Cromañón que no habitaba en
Europa sino en América del Norte. Algo inconcebible para la “prehistoria
oficial”.
El
Hombre de Kennewick murió cuando tenía
entre 45 y 55 años de edad. Fue un hombre blanco que pesaba entre 70 y 75
kilos, de 1,76 metros de estatura (más alto y más delgado que los indígenas de
la zona), y los científicos creen que se trataba de un cazador nómade. Tenía una gran fuerza física y una enorme,
indomable voluntad de vivir. Esto último se demuestra por el estado de sus
huesos: en su cadera derecha llevaba alojada
una punta de lanza de piedra de 6 centímetros de longitud. La herida fue
provocada por el impacto de una lanza a alta velocidad, posiblemente
arrojada por un palo de arrojar lanzas (ya que los arcos y las flechas aún no
se habían inventado). El Hombre de Kennewick debe haber intentado extraer la
lanza, lo cual no logró. Sólo podemos imaginar el dolor y el sufrimiento que
debe haber experimentado. Finalmente, optó por la solución más simple: cortó la vara y dejó la punta en el hueso.
La herida fue en vivo: el hueso se curó alrededor de la perforación de la
cadera, y siguió creciendo hasta cubrir los filos del arma casi por completo.
Ello demuestra que nuestro hombre vivió muchos años más, después de recibir su
lesión. La herida de la lanza es otra prueba de la antigüedad de los restos:
los proyectiles de ese tipo en concreto (conocidos como
"cloviscienses", por la cultura neolítica denominada "Cultura de Clovis", que se
desarrolló en el actual Nuevo México) aparecieron hace 9000 años y se dejaron
de utilizar hace 5000.
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Una punta de lanza de piedra quedó alojada en el lado derecho de la cadera del Hombre de Kennewick. El hueso cicatrizó y siguió creciendo. |
Pero
esa no fue la única herida que sufrió nuestro amigo: había sido víctima de un aplastamiento de la caja
torácica (al cual también sobrevivió) y tenía el brazo izquierdo paralítico
desde la infancia. El Hombre de Kennewick falleció de una infección o
septicemia generalizada, posiblemente producida por alguna de las múltiples
heridas que parecía propenso a sufrir.
Este
hombre duro, batallador y apegado a la supervivencia, seguramente nunca imaginó el revuelo que el
descubrimiento de sus huesos iba a provocar entre los hombres, un centenar de
siglos más tarde.
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El Hombre de Kennewick tuvo alojada en su cadera esta afilada punta de piedra de 6 cm. |
La
demanda de los aborígenes, provocó una división en las relaciones entre
antropólogos y nativos. Pero en 2004 el juez emitió un fallo a favor de un
estudio más detallado, el que se publicó en 2014. En esa oportunidad, datos
isotópicos anatómico y morfométricos concluyeron que “el hombre de Kennewick se asemeja a la población, en particular la
correspondiente a los ainu, polinesios y japoneses, y que también tiene ciertos
rasgos morfológicos “similares al europeo”. Aseguró que era anatómicamente
moderno, distinto de los nativos americanos.
El escándalo iba en
aumento y provocó un gran debate entre los indígenas, antropólogos y
científicos, que
a su vez entre ellos mismos no llegaban a un acuerdo.
La conspiración
para convertir el cráneo de un blanco en indígena siberiano
Tras
su descubrimiento del 28 de julio de 1996, los
huesos del Hombre de Kennewick permanecieron bajo la custodia del forense
Johnson, pero el investigador no quiso indicar el lugar donde estaban
almacenados para evitar que los periodistas los fotografiaran.
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Ubicación de Kennewick, en el estado de Washington. |
Lo
que sí afirmaba Johnson era que el esqueleto no mostraba signos de artritis, lo
que indicaba que debía en efecto ser un cazador, ya que no había soportado
grandes pesos o cargas durante su vida. El
buen estado de su dentadura también confirmaba su profesión, ya que señalaba
que había ingerido grandes cantidades de carne. En aquellos tiempos, sólo
quienes sabían cazar comían carne, porque la domesticación del ganado aún
estaba en el futuro.
La
polémica, apenas a un mes y medio del
descubrimiento de los restos, abandonó los límites estrechos de la comarca
donde fue encontrado y se extendió a la prensa estadounidense.
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Cinco razas humanas, el cráneo del Hombre de Kennewick puede perfectamente atribuirse a un europeo. |
El
4 de septiembre de 1996 un reportaje sobre el Hombre de Kennewick salió en las
noticias de la noche en una de las grandes cadenas televisivas, y al día siguiente, el doctor Johnson recibió
una extraordinaria visita: un gran convoy de cuatro camiones militares se
detuvo, temprano en la mañana, ante la Oficina Forense del Condado de Benton. De
él descendieron numerosos soldados armados, que, en términos no del todo
agresivos pero sin preocuparse en disimular sus fusiles, reclamaron al forense los restos "del nativo norteamericano
hallados en el Parque Columbia". Custodiado por curtidos sargentos
veteranos, el cuerpo del Hombre de Kennewick desapareció con rumbo desconocido.
Así
como no se molestaron en disimular que si
no se les entregaba los huesos harían uso de la fuerza para obtenerlos, los
militares yanquis tampoco se preocuparon siquiera de fingir que eran neutrales
en la controversia acerca de la naturaleza y propiedad del Hombre de Kennewick.
Minutos después del vergonzoso despojo —por orden del Oficial Asistente Ejecutivo
del Cuerpo de Ingenieros, Lee Turner—,
el mismo afirmó que, si bien ni él ni ningún otro oficial del Ejército había
visto los restos, tampoco tenían motivo para dudar de los indios
norteamericanos cuando decían que se trataba de uno de sus ancestros.
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El 5 de setiembre de 1996 por la mañana, cuatro camiones militares llegaron hasta la oficina del forense del condado de Benton, aparecieron numerosos soldados armados y exigieron que les entregue el esqueleto del Hombre de Kennewick. |
El
vocero del Cuerpo de Ingenieros, Dutch
Meier, fue todavía más explícito: "Los
huesos se hallan a partir de hoy bajo custodia del Cuerpo de Ingenieros de los
Estados Unidos y en un sitio secreto", dijo. "Lo hacemos así por
consideración a las tribus, y les aseguramos que están recibiendo el cuidado
debido por parte de personal competente. Los tratamos como restos de un nativo
americano y estamos esperando que los cinco grupos tribales del Noroeste
determinen cómo proceder". Y, con respecto de a quiénes apoyaba el
ejército norteamericano, continuó: "No sé de qué me hablan. Nuestra
necesidad más inmediata es satisfacer a las tribus", dijo, como para no
dejar duda al respecto. "Debemos
respetar sus deseos de honrar a este antepasado y ver pronto enterrados a sus
restos" (para evitar una investigación posterior que pueda contradecir
la “historia oficial”).
Sin
hacer ni siquiera una mención del cráneo
dolicocéfalo, los largos dientes y la nariz de tipo caucásica del Hombre de
Kennewick, Meier justifica la posición de los militares haciendo
referencias a las "conclusiones" que los indígenas sacan de unos
estudios que todavía no se habían efectuado. Esta clara muestra de malicia tendía, ciertamente, a convencer al
público de la razón que asistía a los indígenas. El ejército ya había
tomado una posición indefectible: "Sus conclusiones son que
definitivamente se trata de su antepasado. Y nosotros los apoyamos en el
sentido de que los restos son de un ancestro de los nativos americanos",
afirmó. Más clarito, échele agua. "Sí, sí, ya sé que puede haber otros
intereses que debamos considerar", dijo. Se refería a la ciencia como
"otros intereses". En otras palabras, el calvario de los científicos verdaderos
por estudiar al Hombre de Kennewick acababa de comenzar.
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La Calavera del Hombre de Kennewick. |
El
argumento legal de las tribus de la región era que los restos quedaban
comprendidos en los términos del Acta sobre Tumbas Nativas Americanas y
Repatriación (ATNAR), que dice taxativamente que los restos humanos de indios americanos pertenecen a las tribus, sin
importar su antigüedad. Extraño concepto para aplicar con los restos de un hombre que, en vida, parecía un inglés o
portugués alto y blanco, de larga nariz similar a la de un anglosajón moderno.
Las
tribus indias Umatilla, Yakama, Wanapum, Nez Perce y Colville, unidas en su
Concilio Tribal, se apresuraron a
presentar un recurso judicial para que se aplicaran los términos de la ATNAR
con respecto al Hombre de Kennewick.
Cerrando
filas en torno a los reclamos indígenas, el ejército de los Estados Unidos no
podía hacer menos que demostrarles su apoyo: decidió publicar dos edictos en
los diarios, invitando a toda tribu
norteamericana que considerara que el Hombre de Kennewick era su ancestro y por
lo tanto que tenía derecho a poseer sus restos y enterrarlos si se le antojaba,
a que se sumara a la iniciativa de las cinco tribus del noroeste y presentara
también recursos de amparos para que la justicia ordenara aplicar el Acta.
Es difícil ser más explícito respeto de con quién se alinea uno.
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Las pruebas son demoledoras, el cráneo Kennewick era de un caucásico. |
Sin
embargo, el juez en cuyo tribunal recayó el caso, se mostró bastante más
moderado que los militares norteamericanos: impuso una tregua de 30 días en los
que recabaría el consejo de los expertos. Otra falacia: salvo Chatters, Johnson y los científicos californianos que habían
efectuado el dosaje de C-14, ningún otro científico del mundo había sido
autorizado a estudiar los restos, que ahora descansaban en Walla Walla
dentro de una bóveda blindada del Cuerpo de Ingenieros, custodiada por los 1400 efectivos del mismo armados hasta los dientes. ¿Quién
iba a asesorar al juez? Los aborígenes, por supuesto.
Simultáneamente,
se impidió el acceso a toda persona al
Parque Columbia, parte del río Columbia y toda el área donde se encontraron los
restos (porque podrían encontrarse otros fósiles de caucásicos y se derrumbaría
el argumento indígena), con la excusa que forman parte de una gran área de
tierras propiedad del gobierno de los Estados Unidos y administradas por el
Cuerpo de Ingenieros del Ejército (CIE). La sede del Cuerpo en la zona se halla
en Walla Walla.
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Logo del Cuerpo de Ingenieros
de los Estados Unidos que se
había tomado atribuciones que
no le correspondían, apoderándose
de un esqueleto que tenía como
mínimo 9.200 años. |
El
vocero Meier, del CIE, expresó entonces que "la mayor parte de las decisiones que quedan por tomarse deberán
serlo por las tribus. El Cuerpo de Ingenieros quiere dejar en sus manos la
posibilidad de inhumar el esqueleto". El núcleo del asunto, como se ve
—el hecho de que si los científicos dictaminaban que el Hombre de Kennewick era
un blanco europeo, los aborígenes podían perder el derecho de precesión y la
posibilidad de explotar sus tierras— ni siquiera era mencionado por los actores
de este drama. Lo único que se consideraba es que los restos humanos son
sagrados para los indios. Con ese criterio, nadie podría hacer una autopsia a ningún
resto óseo, y la antropología y la medicina forense dejarían de existir.
El
4 de octubre de 1996 el teniente general Joe
Ballard, comandante del CIE, recibió una tajante carta del representante
(algo así como un diputado nacional) por el Estado de Washington Doc Hastings: "El entierro del
Hombre de Kennewick sin realizarle profundos estudios científicos será una
tragedia", expresa el legislador. "Como
los huesos son tan extremadamente antiguos y se sabe tan poco sobre el período
del asentamiento del Hombre en Norteamérica, deviene imprescindible aprender
mucho más sobre este esqueleto antes de determinar la custodia o propiedad del
mismo sobre la mera base de un vago e insustancial reclamo de relación
cultural", dice la carta. Otros científicos se sumaron de inmediato al
reclamo.
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Mapa del hallazgo de los restos óseos del Hombre de Kennewick. |
El
ejército reaccionó con ironía. El vocero Meier respondió con sorna: "Nadie aquí en Walla Walla sabe quién
es ni ha oído hablar de Hastings". El periodista Dave Schafer lo desasnó con no menor sorna, haciéndole saber que el
representante Hastings, primer funcionario electivo en proponerse hacer
justicia con el Hombre de Kennewick y la ciencia, era nada menos que el presidente de la Subcomisión del
Congreso de los Estados Unidos para Asuntos Nativos Americanos e Insulares,
bajo cuya jurisdicción la disputa caía de lleno. "Esos estudios pueden darnos otra mirada acerca de los orígenes
del Hombre", escribió Schafer, sin agregar los epítetos insultantes
que el militar sin duda se merece.
La
carta de Hastings a Ballard concluye diciendo que "Mientras yo comprendo
que ciertas disposiciones de la ATNAR podrían aplicarse a este caso, lo urjo a posponer cualquier acción hasta
que se determine el origen de los huesos concluyentemente o hasta que el
Congreso de los Estados Unidos haya tenido la oportunidad de revisar este
importantísimo asunto".
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Medios de comunicación de todos los Estados Unidos llegaron hasta Tri-Cities (Kennewick, Pasco y Richland). |
Pero,
como es obvio, Ballard, Turner, Meier y
el ejército norteamericano no iban a detenerse por "minucias" como el
conocimiento de la Humanidad acerca de su propio pasado, la ciencia, la
democracia, el Congreso de los Estados Unidos, la Comisión de Asuntos Indios ni
cualquiera que quisiera conocer la verdad sobre la historia de la humanidad. En este caso tenían el cuerpo de un blanco
al que se esforzaban por convertir en indio. Ni siquiera la sugerencia que
Hastings hacía en su carta —que el CIE mantuviera la custodia de los restos
mientras permitía al mismo tiempo que los científicos los estudiaran— tuvo
ningún eco: los líderes tribales le respondieron que cualquier nuevo estudio de
los huesos estaría faltando el respeto al muerto, y que su edad o sus
características étnicas no agregaban o quitaban nada al asunto. En otras
palabras, puede que el Hombre de
Kennewick haya sido noruego, escocés o checo, pero para ellos es un indio de
todos modos. Suena lógico, pero sólo en el contexto de la explotación de
sus tierras. "Los restos han de ser
enterrados por indios norteamericanos en una ceremonia especial y en un lugar
secreto", gruñeron los indios. Se comprende que esto terminará para
siempre las posibilidades de descubrir nuevos hechos acerca del poblamiento
humano de América.
A
medida que la historia del antiguo americano continuó tomando estado público,
los periodistas de todo el mundo se pusieron del lado de los científicos
profesionales: la barbaridad que los
indios norteamericanos pretendían hacer con el Hombre de Kennewick fue puesta
en evidencia en varios artículos publicados en Newsweek, el Boston Globe,
The New York Times, la red Canadian Network e incluso publicaciones
especializadas como Archeology Magazine.
Los periodistas comenzaron a trasladarse en masa a Tri-Cities (el lugar poblado
más cercano al sitio del hallazgo) y las falacias del ejército comenzaron a
quedar en evidencia.
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El representante por el estado de Washington ante el Congreso, Doc Hastings intentó por todos los medios a su alcance que el esqueleto sea estudiado por la Ciencia. |
La
presión de la prensa provocó inmediatas reacciones en los políticos, que son
muy sensibles a lo que dicen los diarios masivos. Doc Hastings, que había luchado en solitario, se vio agradablemente
sorprendido al comprobar que otros legisladores y políticos se plegaban a su
solicitud de que los científicos pudieran estudiar los restos. Una segunda
carta al comandante del CIE, enviada adecuadamente el 12 de octubre de 1996,
fue esta vez firmada no sólo por el republicano Hastings, sino también por el
senador por el estado de Washington del mismo partido Slade Gorton y los congresistas republicanos de Washington D.C. Jack Metcalf (de Langley) y George Nethercutt de Spokane. Avisados
de que el Cuerpo de Ingenieros se preparaba para devolver los huesos a las
Tribus Confederadas de la Reservación de los
Indios Umatilla de Oregón (¡Ni siquiera pertenecientes al mismo estado donde se
habían encontrado los restos, ya que fue hallado en Washington!), los
cuatro legisladores intentaron presionar un poco más al general Ballard para
conseguir, al menos, un aplazamiento de la sentencia de muerte de nuestros
conocimientos sobre el Hombre de Kennewick: "No negamos ningún derecho de
las tribus para reclamar objetos o restos humanos ancestrales en los términos
de la ATNAR", dicen los firmantes. "Sin embargo, los estudios científicos preliminares sugieren que este hombre era de
raza caucásica, o que representaba a un grupo de población —ahora extinto— que
no resulta ancestral de los actuales indios norteamericanos. Si se
demuestra cualquiera de las dos teorías, ello extinguiría cualquier derecho
legal de los Umatillas a reclamar los restos". Y siguen: "Evitar la
reinhumación de los restos puede ser de significación vital para un estudio que
está llevando a cabo el Instituto Smithsoniano, cuyos objetivos son establecer
si las primeras oleadas migratorias a América son los antepasados de nuestros
indios de hoy, o si fueron desplazados ulteriormente por otros grupos",
justamente aquello que a los indios no les interesaría ni siquiera imaginar.
En
una entrevista televisiva, Hastings afirmó que decidió intervenir cuando el
comisionado del condado de Benton, Ray
Isaacson, le advirtió que el
ejército estaba por entregar los restos a los indios para que los tiraran a un
pozo. "Los científicos se merecen una oportunidad de
estudiarles", dijo el político.
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A la izquierda, el Jefe de la División de Antropología Física del Instituto Smithsoniano, Doug Owsley analizando los restos del Hombre de Kennewick. |
Pocos
días más tarde, ocho antropólogos —dos de ellos del Instituto Smithsoniano y el
resto de diferentes universidades— firmaron una solicitud al juez para que
detuviera la repatriación de los restos del Hombre de Kennewick. "Su entierro privaría a los
científicos de cualquier derecho u oportunidad de estudiar este tesoro. El
estudio del esqueleto sería un enorme beneficio para los Estados Unidos".
El documento ingresó por Mesa de Entradas de la Corte del Distrito, e intenta
plantear una situación de equilibrio entre la búsqueda del conocimiento
científico y las creencias religiosas de los indios del curso medio del río
Columbia. "La decisión del Cuerpo
de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos es arbitraria y
caprichosa", afirma el recurso, y solicita que la justicia impida que
los restos sean entregados a los indios y que se estudien para verificar si en
verdad están relacionados étnicamente con esos mismos indios. Los antropólogos
sostienen que no hay pruebas de que exista ninguna relación y se quejan de que
una decisión que cae íntegramente dentro de la órbita de la ciencia sea puesta
en manos del ejército norteamericano, protestando a la vez por haber sido
discriminados. "Nos niegan el acceso a los huesos simplemente porque
tenemos distintas creencias religiosas a las de los indios". Los indígenas, a su vez, se quejaron de que
los ocho antropólogos fueran de raza blanca.
Uno
de los firmantes del recurso de amparo, el doctor Douglas Owsley, Jefe de la División de Antropología Física del
Instituto Smithsoniano, afirmó entonces que "no debiera existir ´ciencia
contraria a las creencias religiosas´, ni de los indios ni de nadie. Honramos
al Hombre de Kennewick porque queremos aprender de él. Hay muchos tipos de
técnicas para examinar sus restos sin causarles daño", concluyó. El
antropólogo declara que los restos presentan oportunidades de estudio que no se
han dado en otros casos de hallazgos: en realidad sabemos muy poco del
poblamiento de América. "Vinieron
varias oleadas de cazadores nómades, para morir aquí, seguir viaje,
entremezclarse o establecerse para siempre. No conocemos el destino de toda esa
gente. Y no sabemos quiénes los reemplazaron".
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Jim Chatters y Tom Stafford investigando la verdad del Hombre de Kennewick. |
El
Hombre de Kennewick pasó dos años en la
oscuridad de su caja sellada, custodiado por soldados (¿temerían que
intentase escapar?). Llegamos así al mes de enero de 1998. Durante este tiempo,
ni los indígenas ni los científicos habían permanecido ociosos.
Jim Chatters, el primer
antropólogo forense en estudiar los huesos —al día siguiente del
descubrimiento—, no se cruzó de brazos: ya que no podía estudiar los restos,
investigaría el terreno donde fueron hallados. Si el desconocido fue enterrado
en el sitio de su hallazgo por miembros de su clan, sus restos hubiesen sido
cubiertos por distintas capas de sedimentos de distintas épocas. Sin embargo, los depósitos de sedimentos en los
intersticios de los huesos, analizados por los geólogos, demostraron pertenecer
a un estrato de más o menos 9000 años de edad, cifra totalmente compatible con
la datación del C-14 obtenida por la Universidad de California dos años antes.
Chatters llegó a esta conclusión luego de entregar para su estudio 24 muestras
de diferentes estratos geológicos. Las muestras fueron estudiadas por los
geólogos del laboratorio de la Universidad del Estado de Washington, y los
resultados no dejan lugar a dudas.
Chatters
conserva las fotos y dibujos que realizó durante el breve lapso en que le fue
dado estudiar el cuerpo, y esas imágenes muestran que los huesos fueron
mordidos por coyotes. La conclusión es que, en efecto, tal vez el Hombre de Kennewick fue enterrado por sus pares pero en otro
sitio. Posiblemente los coyotes lo desenterraron y le comieron la carne. Sus
amigos o parientes recuperaron los huesos, los lavaron y lo volvieron a
enterrar en la orilla. Quien lo desenterró por segunda vez fue el propio río
Columbia, que lo arrastró quién sabe qué distancia hasta depositarlo en la zona
de la carrera de lanchas, donde fue encontrado en 1996. Curiosamente, el
CIE, "propietario" del río, sus orillas y todo lo que estos
contengan, ayudaron a Chatters y a los geólogos a obtener las muestras de
terreno.
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Posición en la que se halló el esqueleto de Kennewick, en la orilla del río Columbia. |
Encima
del estrato en que fue encontrado el Hombre de Kennewick, los geólogos descubrieron una capa de cenizas volcánicas del Monte
Mazama, ubicado en el vecino estado de Oregón. La erupción que dispersó esas
cenizas ocurrió alrededor de 4802 a. C. Si esas cenizas quedaron por encima de
los huesos, quiere decir que las fechas son totalmente coherentes con las
estimaciones de que el hombre murió hace más de 6, 7, 8 o 9 mil años.
Recordemos que el Carbono 14 arrojó 9600 años de antigüedad.
El
CIE comenzó a ponerse nervioso ante la insistencia de investigar el lugar del
hallazgo, al igual que la tribu Umatilla, ambos no deseaban que se sepa la
verdad. Mientras tanto, una multitud de
científicos recorría minuciosamente las orillas del río Columbia, en la zona
del hallazgo, en busca de otros restos que pudieran arrojar más luz sobre el
asunto. Y los militares no estaban dispuestos a permitir que se hallase una
"Mujer de Kennewick" o, menos todavía, un clan completo de hombres blancos premongoles.
Arrojan toneladas
de tierra sobre el yacimiento
La
solución que encontraron los militares y los indígenas es tan horrible, tan
espantosamente desgraciada, que cuesta incluso describirla por escrito. El Cuerpo de Ingenieros planeó una diabólica
solución para impedir el hallazgo de otros esqueletos de blancos, no tuvo mejor
idea que cubrir las orillas del río Columbia con varias toneladas de tierra y
escombros.
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Los militares lo único que lograron arrojando toneladas de escombros y tierra en el lugar fue borrar para siempre los posibles restos de otros caucásicos enterrados en el lugar y tal vez, lo que fue un poblado paleolítico al que pertenecería este hombre hace más de 9.000 años.
Clic en la ilustración. |
"Vamos a
perder para siempre datos científicos irrecuperables" dijo Thomas Stafford,
uno de los que tomaban muestras del suelo en las orillas, en una carta al
abogado Alan Schneider, de Portland,
Oregón.
Como
se lee. Los militares norteamericanos
querían bloquear para siempre cualquier intento futuro por encontrar un hombre
blanco en sus terrenos. La idea era, dijo un científico, "erigir una barrera virtualmente
impenetrable contra las investigaciones futuras". Iban a lanzar una
capa de cascotes y humus de 1,40 metros de espesor, para plantar luego este terreno neoformado con cantidades de sauces, a la
orilla del río. Schneider, representante legal de los ocho antropólogos,
envió una nueva queja al juez John
Jelderks. La única medida que tomó el magistrado fue ordenar a los quejosos
y al ejército que lo mantuvieran informado cada tres meses de las medidas que
se tomaran con los huesos. Ordenó también suspender nuevas decisiones hasta que
él estudiase el caso.
El
Director de Parques y Recreación de Kennewick, Russ Burtner, creyó en su momento que el CIE estaba "tratando de proteger el sitio".
En realidad, no podía evitarlo aunque quisiese, porque la ciudad alquila los
terrenos al ejército. "Decir que quieren ´proteger´ de esta forma el
terreno", afirmó Stafford, "es como decir que los bárbaros quisieron ´proteger´ la Biblioteca de Alejandría y por eso
la incendiaron". La realidad es que los ingenieros militares querían
destruir evidencia (acaso nuevos cuerpos) que pudiesen jugarles en contra
durante las audiencias. El jurista Schneider dijo: "Obviamente lo que quieren es aplastar nuevos huesos que
posiblemente se encuentren enterrados allí. Además, los nuevos sedimentos
agregados cambiarán la química y la física del terreno".
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Un humorista retrató a todos los que se disputaban los huesos del Hombre de Kennewick, los científicos, la Justicia, los militares, los indígenas y ahora, adoradores de los vikingos. |
Mientras
todo esto ocurría, un grupo de descendientes de nórdicos de la secta Asatru (adoradores
de los dioses nórdicos Odín y Thor), informó que quería erigir un monumento al Hombre de Kennewick en el lugar, a
quien considera su antepasado. Lo que parecía una locura, sin embargo era más lógico que los reclamos de los indígenas
norteamericanos —el Hombre de Kennewick era fenotípicamente un europeo
primitivo—. Los miembros de Asatru comenzaron a efectuar ceremonias en el
parque, muy cerca del sitio del hallazgo de los huesos.
En
marzo del ´98, los forenses del Cuerpo de Ingenieros acusaron al doctor
Chatters de no haber entregado todos los huesos del Hombre de Kennewick: según
ellos, faltaban parte de los fémures. Intentaron incluso presionar al forense
Johnson para que acusara a su colega, a lo que él se resistió. "Tengo una fe total en la honestidad
del doctor Chatters", afirmó el médico.
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Ingreso al área de recreación del Columbia Park que quedó totalmente transformado tras la destrucción perpetrada por los militares para impedir futuras investigaciones. |
La
secta Asatru, mientras tanto, se plegaba a los reclamos de los científicos e interponía un recurso de amparo ante el
Departamento de Justicia para evitar que los militares enterraran el sitio bajo
los escombros, ya que, afirman, "el Hombre de Kennewick es un europeo, un
hombre blanco, seguramente un nórdico, que llegó a esta zona en bote o
caminando a través de un puente de tierra".
A
fines de ese mes, el Senado de los Estados Unidos formó una comisión
legislativa de emergencia para estudiar
este caso y proteger el sitio del hallazgo de la agresión militar.
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La zona donde fue hallado el hombre prehistórico fue cubierta de escombros, rocas, tierra y se plantaron árboles para borrar cualquier otro vestigio arqueológico. |
La
conclusión de la comisión senatorial estuvo en línea con los conocimientos
científicos aceptados y prohibió a los
ingenieros "tomar cualquier acción para estabilizar, cubrir o alterar en
forma permanente la ribera del río, en un área de 91 metros a la redonda del
sitio del descubrimiento". La medida deja, incluso, lugar para
trabajos en las orillas "a la luz de cualquier impacto adverso potencial
en la investigación científica del sitio, si una corte determinara que eso
fuese necesario".
El
senador Gorton expresó su acuerdo con la nueva norma, diciendo además que sería una locura o una imprudencia por
parte de los militares arruinar el sitio antes de que se lo estudiase.
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Los nativos americanos de ascendencia mongoloide poco y nada tienen que ver con el Hombre de Kennewick. |
Como
se observa, los militares habían conseguido desplazar el eje de la discusión
desde la naturaleza u origen del desconocido hombre prehistórico hacia sus derechos a destruir el sitio
arqueológico. Consiguieron hacer formar una comisión de notables a nivel nacional que, el 21 de marzo, los
autorizó sin ambages a sepultar la orilla del río. En vista de esta
autorización el CIE se apresuró a formalizar un contrato de 160.000 dólares con
un contratista (Earth Construction de Orofino, Idaho) para que los proveyese de tierra, escombros, rocas de 6 metros y
árboles suficientes para cubrir unos 90 metros de orilla.
El
lunes 6 de abril de 1998 el CIE cumplió su amenaza: el intolerable ruido de un helicóptero despertó a los vecinos de
Kennewick, mientras el ejército de los Estados Unidos arrojaba desde el aparato
carga tras carga de rocas y polvo sobre el lugar del hallazgo. Inmediatamente,
comenzaron a plantar los árboles.
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La antropóloga Karin Bruwelheide y Douglas Owsley discutiendo y estudiando el esqueleto del Hombre de Kennewick, en el año 2006. |
Como
se comprenderá, Chatters fue uno de los más desilusionados: "Ahora, si yo o cualquier otro
científico, queremos investigar en el sitio, tendremos que excavar con equipos
pesados", dijo. "Y cada vez que lo intentemos, los indios se
quejarán".
Pero
no había nada que hacer. Los aborígenes norteamericanos
y el ejército acababan de poner el sitio donde se había encontrado al Hombre de
Kennewick más allá del alcance de cualquier investigación para descubrir la
verdad. Para siempre.
Poco
tiempo después de esta monstruosa actitud, el
Departamento de Justicia de los Estados Unidos (parte del gobierno federal)
comenzó a reclamar los huesos en poder del CIE. Simultáneamente, la Universidad
de California en Davis solicitó permiso para completar los análisis de ADN que
habían comenzado 19 meses antes.
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El lugar donde se halló el Hombre de Kennewick fue transformado para que
no se lo pudiera estudiar. |
El
doctor David Glenn Smith, director
del Programa de Arqueología Molecular de la Universidad, hizo una interesante
declaración: "En cierto sentido, me
alegro de haberlo perdido, porque tenemos cosas más importantes que hacer que
correr atrás de un pedacito de hueso. Pero, por otro lado, la ciencia acaba
de perder una batalla contra el gobierno, lo que establece un antecedente
horrible. A mí personalmente no me interesa probar ni descartar la teoría de
nadie. Lo que yo quería era descubrir la
verdad acerca del propietario de este hueso".
El
problema es que los análisis incompletos
del ADN llevados a cabo hasta ese momento no permitían probar la relación
genética del Hombre de Kennewick con ningún grupo humano moderno ni, por el
mismo motivo, tampoco descartarla. Smith recibió una orden del Departamento
de Justicia para que devolviera también
el gramo y medio de huesos en su poder, a lo que respondió pidiendo permiso
para conservar un pequeño fragmento. "Con él puedo terminar los
análisis", afirmó. "Propongo incluso trabajar gratis". Lo que
sucedía es que la conclusión de los análisis de ADN establecería más allá de
toda duda los derechos de los diferentes reclamantes acerca de los huesos.
"No lo entiendo", concluyó. "Hemos estudiado muchos huesos, pero
nunca sucedió nada como esto. He sido educado para respetar la teología, pero
también para seguir el método científico. Lo que pasa es que la ciencia a
menudo presenta evidencias que contradicen a las creencias religiosas". Y
da una pista científica que, como veremos luego, parece una verdadera premonición:
"Tengo miedo de que los huesos en
poder de los militares no hayan sido tratados con el cuidado debido. Si los
huesos se contaminan, podemos terminar estudiando nuestro propio ADN o el de
otros contaminantes".
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Dentadura del Hombre de Kennewick. |
Pero
la voluntad del Cuerpo de Ingenieros iba a sobrepujar las esperanzas de Smith,
Chatters o cualquier otro científico bienintencionado: el 27 de abril de 1998, un "empleado" del CIE entregó
"clandestinamente" a las tribus una caja conteniendo huesos humanos y
de animales, los que fueron enterrados en un lugar desconocido. Dutch
Meier, quien, como se recordará, era el vocero de estos militares terroristas
defensores de la “historia oficial”, afirmó que el "empleado" había
sido "separado del caso" como consecuencia de su "error". Una de las piezas óseas perdidas para
siempre era una costilla del Hombre de Kennewick. "Sería justo
describir el incidente como el resultado de un simple error humano. No debe
caracterizárselo como alguna clase de acto malicioso ni deliberado". Es
cierto.
Los
indígenas habían ido a reclamar otros huesos (mucho más recientes) para ser nuevamente
enterrados, pero el
"empleado", subrepticiamente les entregó una caja adicional
conteniendo huesos del Hombre de Kennewick para borrar las evidencias de que no
era mongoloide.
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Richland/Kennewick, lugar del noroeste de los Estados Unidos donde se encontró este esqueleto de 9.200 años como mínimo. |
A
fines de mayo del mismo año, finalmente el Hombre de Kennewick (o, al menos, lo
que quedaba de él después de la espantosa repartija de sus huesos llevada a
cabo por el CIE y los indios) estaba a punto de encontrar un nuevo hogar. El Departamento de Justicia ordenó que los
huesos se trasladasen a otro lugar donde pudieran estudiarse correctamente y se
les completaran los análisis de ADN. La intención era averiguar si el hombre en
cuestión era "legalmente" un indio americano.
Chatters
y sus compañeros deseaban que los huesos fuesen depositados en el Museo del
Hombre en San Diego, porque entendían que su
sitio actual de depósito exponía a su ADN a catastróficas contaminaciones.
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Museo Burke de Historia y Cultura Nacional en Seattle, Washington, donde estaba desde 1998 en custodia hasta que fue entregado en febrero de 2017 para ser sepultado. |
El
antropólogo fue autorizado a visitar el lugar donde el CIE guardaba los restos,
y esa fue la primera vez en que volvió a ver al Hombre de Kennewick desde que
le fuera arrebatado por la fuerza a Johnson, dos años atrás. "El tratamiento que el gobierno ha
dado a los restos fue muy pobre", dijo con tristeza. "Han permitido que los huesos se
pulvericen, se quiebren y se humedezcan. Muchos fragmentos están guardados en
una bolsa de alimentos de papel marrón", terminó.
Por
último, el juez John Jelderks ordenó que las
piezas fueran mudadas al Museo Burke de Historia Natural y Cultura en Seattle,
Washington. En él, dijo, habría lugares adecuados para que los científicos
los estudiasen. Esta medida es la primera que autoriza a la ciencia a
investigar los restos.
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Reconstrucción facial del cráneo del Hombre de Kennewick. |
Pero
la controversia sobre el lugar de descanso del ancestral cazador no había
terminado. Los antropólogos recibieron un email de un empleado del Burke
advirtiéndoles que el museo "era
hostil" a la idea de seguir estudiando al Hombre de Kennewick. El juez
no acusó recibo: "Estoy satisfecho con el Museo Burke", dictaminó.
"Es el lugar apropiado para los restos esqueléticos en cuestión".
De
modo que los huesos en efecto fueron trasladados en 1998 a Seattle y guardados en una cámara blindada de una
habitación cerrada a la que se llegaba a través de un pasillo cerrado. Una
de las puertas se abría sólo si dos empleados distintos operaban dos llaves
diferentes. Luego de estudiar concienzudamente el lugar, los antropólogos se
mostraron conformes.
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El Hombre de Kennewick antes de que comenzaran a desaparecer sus huesos. |
Sin
embargo, al revisar los huesos a poco de haber sido trasladados, hicieron un
nuevo y escalofriante descubrimiento: en efecto muchas de las piezas óseas faltaban. Era, en consecuencia, cierto que
alguien del ejército había robado fragmentos y se los había entregado a los
indios.
Si
bien los más de 350 trozos del esqueleto
del Hombre de Kennewick pertenecen a una misma persona y se encontraban en
más o menos (sin entrar en detalles) buen estado, grandes pedazos de huesos críticos habían desaparecido.
Owsley,
el conocido antropólogo del Smithsoniano, dijo el 28 de octubre de 1998, luego
de hacer un minucioso inventario de los huesos, lo siguiente: "Este aparente robo es un acto
deliberado de profanación. La mayor parte de los fémures ya no están, siendo
que los fémures ofrecen invalorable información acerca de la estatura,
robustez, tamaño, fuerza, morfología funcional y pertenencia étnica de un
cuerpo humano". Su abogado Alan
Schneider dijo que "Después del cráneo, los fémures son los elementos
más importantes de un esqueleto para
determinar las afinidades étnicas".
Cuando
Thomas descubrió el cuerpo en el río, los
fémures estaban en seis piezas. Owsley encontró ahora sólo un trozo de cada
uno.
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Vista aérea del lugar, al lado del río Columbia, donde se halló el esqueleto del Hombre de Kennewick. |
A
pesar de este desastre, el resto de los resultados del inventario que Owsley
llevó a cabo ese día no eran tan desalentadores. Por suerte, los huesos de
animal habían sido retirados totalmente. No había indicaciones de que el juego
incluyese huesos de otra persona: todos los fragmentos pertenecían al Hombre de
Kennewick. La calavera estaba rota en
ocho pedazos pero, juntándolos, permitían reconstruir la cabeza completa
(un dato clave para establecer la raza de su propietario). Treinta de los 32 dientes se encontraban aún en su sitio en las
mandíbulas, y tenían entre ellos restos de comida que podían ayudar a
reconstruir la dieta de este antiguo antepasado del hombre blanco. Los más de
100 trozos de costillas permitirían reconstruir las mismas en un 80%. Las
caderas estaban intactas en su mayor parte, así como la mayor parte de los
huesos largos de los miembros superiores, las tibias y los peronés. Sólo faltaban los fémures. ¿Por qué los
militares se ensañaron con lo fémures? Misterio.
Posiblemente para disimular la estatura del Hombre, uno de los rasgos que más
lo diferenciaba de los indios.
Así
pasaron los años, y llegamos al 19 de febrero de 2000. Dos exámenes adicionales
e independientes de radiocarbono volvieron a comprobar, en ese ínterin, que, en efecto el Hombre de Kennewick tenía más
de 9000 años de antigüedad. Sin embargo, el test radiactivo no podía
demostrar más allá de toda duda la cuestión central, a saber: que el Hombre de
Kennewick era un europeo de raza blanca. Para ello se necesitaba completar el
test de ADN mitocondrial.
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Reconstrucción del rostro del Hombre de Keenewick que vivió en el valle del río Columbia entre 9200 y 9600 años atrás. |
El
día citado, el Departamento del Interior dio por fin, luego de los cuatro años
de pesadilla que habían pasado, la luz
verde para que se efectuaran los análisis de ADN mitocondrial sobre los restos,
a efectos de determinar de una buena vez por todas a qué grupo étnico
perteneció el sorprendente antepasado.
Los
dirigentes indígenas pusieron por delante, como en todo este asunto, sus
consideraciones anticientíficas y místicas. Las Tribus Confederadas dijeron que el OK del Departamento del Interior
a los tests de ADN sentaba "un peligroso precedente". Continuaban
hablando de racismo.
Matthew Dick, dirigente indígena,
declaró: "Seremos juzgados tanto por el creador como por nosotros mismos a
causa del modo en que tratamos a nuestros ancestros". Del derecho sobre
las tierras, ni media palabra. Pero el delirio continúa: "El análisis es
también una violación de nuestras creencias, porque captura el espíritu o la
identidad de un hombre". Es lo mismo que creían los africanos primitivos a
comienzos del siglo XX respecto de las cámaras fotográficas: que "les
robarían el alma". Pero Dick insiste: "De
acuerdo con nuestro sistema de creencias, la acción destructiva del test de ADN
reducirá nuestra identidad a una mera serie de códigos genéticos" dijo
muy suelto de cuerpo, como si la identidad de uno fuese otra cosa que los
resultados de la actividad del ADN.
El
abogado de los aborígenes, David Shaw,
se sumó al absurdo en una carta imperdible: "Los análisis causarán daños
ciertos e irreparables a las tribus, a la ciencia y a la ciencia antropológica,
y representan una conducta científica y social inadecuada".
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El 3 de agosto del año 2000 se le hizo el primer análisis de ADN al Hombre de Kennewick en la Universidad de California. |
En
un paroxismo de la falacia y la demencia, el antropólogo (alineado con los
indios) Jonathan Marks comparó el
hecho de hacer el test de ADN al Hombre de Kennewick con los experimentos nazis
con judíos durante la II Guerra Mundial. "El
peligro de desconocer los principios de los derechos humanos (sic) triunfará
sobre las aspiraciones legítimas de la ciencia y desbordará el contexto del
Hombre de Kennewick para derramarse sobre la ciencia toda".
Para
el 26 de marzo de 2000, sin embargo, los
análisis de ADN sobre el desconocido cazador neolítico estaban ya en proceso,
a pesar de que los científicos sabían que no tendrían mucho con qué compararlo.
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Stephanie Hanna, vocera de la Universidad de California declaró que los restos del Hombre de Kennewick habían sido contaminados. |
Los
periodistas, por primera vez, fueron convocados como testigos mientras los
científicos de la Universidad de
California separaban los huesos uno por uno, los manipulaban con cuidado
provistos de guantes estériles, y le asignaban a cada uno un código antes de
ubicarlos en las platinas de los microscopios. Pero la última tragedia no
tardaría en hacerse evidente. El 3 de agosto de 2000, los laboratorios encargados de los test de ADNmit informaron que
ninguno de ellos había logrado éxito.
La
vocera del Departamento del Interior, Stephanie
Hanna, dijo que las muestras habían sido contaminadas. El CIE permitió a los aborígenes
hacer una "ceremonia fúnebre" sobre la caja de huesos, sin informar a
nadie. Los indígenas quemaron hojas de
árbol y diversos tipos de resinas sobre los huesos, de modo de asegurarse de
que, si alguna vez se hacían análisis genéticos sobre los mismos, los
investigadores trabajaran sobre vegetales modernos y no sobre el código
genético del Hombre de Kennewick. Y gracias a la complicidad de gobierno y
militares, habían logrado su objetivo. "El
esqueleto ha sido tan contaminado con ADN contemporáneo que todas las
reacciones de amplificación producen secuencias de ADN que no pertenecen al
Hombre de Kennewick", dijo Hanna.
Por decreto,
establecen que es mongoloide
Aceptar
que se trataba de un hombre blanco obligaba
a alterar toda la “historia oficial”, por lo tanto se resolvió terminar de
una vez con el controversial caso.
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La caja con los restos del Hombre de Kennewick es trasladada bajo vigilancia. |
Un estudio genético
en que participó la Universidad de Copenhague, en junio de 2015 confirmó en cambio
que efectivamente el genoma estudiado de los restos óseos estaba relacionado a los nativos americanos actuales (no con los
anteriores a la llegada de los anglosajones).
El
análisis genético del Hombre de Kennewick, un esqueleto de un hombre que vivió
hace 9.200 años como mínimo, con cráneo
dolicocéfalo, 1,70 a 1,75 metros de estatura, masculino, descubierto en el
río Columbia en el estado de Washington, “corresponde
al hombre indígena nativo americano de hoy” y caso cerrado. Este resultado
terminó con una larga “disputa entre los nativos americanos y los científicos
estadounidenses, e incluso dentro de la comunidad científica internacional”,
destacó la Universidad de Copenhague, el
18 de junio.
“Un
nuevo estudio basado en la secuencia del genoma muestra que el hombre de Kennewick es de hecho más
estrechamente relacionado con los nativos americanos modernos, que a cualquier
otra población en todo el mundo”, dice el documento de Copenhague.
Recordemos que los análisis realizados
en agosto del 2000 en la Universidad de California determinaron que los restos
óseos habían sido contaminados por ADN contemporáneo.
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El Dr. Eske Willerslev, a la derecha, genetista de la Fundación Lundbeck y del centro GeoGenetics de la Universidad de Copenhague. |
El
profesor Eske Willerslev, genetista
de la Fundación Lundbeck, y del Centro de GeoGenetics, de la Universidad de
Copenhague, concluyó que “es importante destacar que en la actualidad no es posible identificar a qué modernos nativos
americanos están más estrechamente relacionado el Hombre de Kennewick, ya
que nuestra base de datos de ADN comparativa es limitada, especialmente para
los grupos de nativos americanos en los Estados Unidos”.
Sin
embargo, agrega el investigador “entre los grupos para que tenemos datos
genéticos suficientes, nos encontramos con que las Tribu Confederadas de la Reserva Colville son uno de los grupos que
muestran estrechas afinidades con el hombre de Kennewick, o al menos a la
población a la que pertenecía”. Lo que no aclara el informe es que las tribus de la Reserva Colville desde la
llegada del europeo tienen sangre mestiza, ya no son puras, la prueba está en
que muchos de sus miembros tienen apellidos ingleses. Estas tribus habitan el noroeste de América del Norte.
|
Miembros de la reserva Colville. |
El
Dr. Willerslev aclaró que en la medida que sean secuenciados otros grupos
nativos americanos, esto podría identificar otras similitudes. Los
investigadores de la Universidad a su vez rechazaron
las hipótesis que surgieron de una anterior evaluación del cráneo, las cuales
habían relacionado a Kennewick con la población en Japón, Polinesia o incluso
de Europa.
La
reserva Colville está ubicada en el centro norte de Washington, en la provincia
Highlands Okanogan. Ocupa la sección sureste del condado de Okanogan y la mitad
sur del condado de Ferry, además de algunas zonas del Condado de Chelan. De acuerdo a datos históricos, hasta
mediados de la década de 1800, los antepasados de esta tribu eran nómadas en la
región. “Se desplazaban de un lugar a otro para ocupar los sitios de pesca y
las bayas de la cosecha y plantas nativas”, según el sitio Internet de la
Reserva Colville.
|
Los nenets, pueblos siberianos, son los parientes más cercanos de los pieles rojas, nada que ver con el Hombre de Kennewick. |
Con
este decreto que nadie cree, permite
mantener la “historia oficial”, que el Hombre de Kennewick y los nativos americanos
actuales proceden de poblaciones asiáticas que llegaron a América a través del
estrecho de Bering hace 12.000 años.
Esta
gente procedía del Asia, más precisamente de la actual Siberia, Mongolia o Tíbet. Correspondían a diversos subtipos de raza
amarilla, hablaban lenguas diversas y tenían distintos niveles de civilización.
No se puede
enterrar la verdad
Aunque
se hizo todo lo posible para que no se conociera la verdad sobre el Hombre de
Kennewick, hoy es más que evidente que, más allá de las lamentables
circunstancias que rodearon y aún rodean este hallazgo fascinante, el principal
eje acerca del cual deben girar todas las discusiones ulteriores es el
siguiente: ¿Cómo afecta la mera
existencia del Hombre de Kennewick a nuestros conocimientos aceptados acerca
del poblamiento “oficial” de América?
|
Ilustración de Homo Sapiens blancos cazando en América del norte. |
Convengamos
en que, hasta el 29 de julio de 1996, si cualquiera de nosotros le hubiese
planteado a un antropólogo la
posibilidad de que los hombres blancos hubiesen llegado a América hace casi 10.000
años, hubiésemos sido despedidos a los gritos. ¿Qué significa el hallazgo del
Hombre de Kennewick, entonces?
Sin
desestimar del todo las hipótesis previas, es menester reconocer que
manejábamos datos incompletos y parciales. La
teoría más aceptada acerca del poblamiento humano de América fue formulada por
Paul Rivet en 1924, y contiene ya desde su origen el germen de la teoría
más moderna, a saber: el hombre llegó al Nuevo Continente en oleadas sucesivas (posiblemente en busca de
animales de caza), mayormente desde Siberia atravesando el Estrecho de Bering.
Por cierto que los primeros pobladores (en esta teoría primigenia) tenían caracteres
étnicos mongoles y premongoles.
|
El Hombre pobló América desde todas direcciones mientras que la "Ciencia oficial" lo niega y solo acepta el cacareado poblamiento a través del Estrecho de Bering hace unos 12.000 años. |
Más
tarde, las migraciones fueron completadas por viajes de los australianos y
melanesios a otras partes de nuestro continente, lo que explica el parecido
antropométrico de los indios fueguinos con los aborígenes australianos, el
predominio (muy raro en las poblaciones mundiales) del grupo sanguíneo 0 en
ambas poblaciones, y la aparente influencia austromelanesia en las lenguas de
los onas/selknam, yaganes y alacalufes. Con mayor o menor grado de detalle, con
agregados o sustracciones, esta teoría,
apoyada por figuras de la talla del noruego Thor Heyerdahl, representa el
conocimiento que fue aceptado hasta el descubrimiento del Hombre de Kennewick.
Nadie,
ningún científico, salvo el gran antropólogo Dick Edgar Ibarra Grasso hubiese soñado incluir en estas oleadas
migratorias prehistóricas a un grupo
caucasoide de tipo europeo (con acusados rasgos anglosajones) como los que
presenta el desconocido hallado en Tri-Cities. ¡Y menos todavía imaginaron
descubrirlo en la costa pacífica de América del Norte!
|
Otra reconstrucción del rostro del Hombre de Kennewick donde aparece un caucásico, no un aborigen de rasgos mongoloides. |
¿Por
qué? Pues, sencillamente, porque siempre
se miró con desprecio e incredulidad a quienes sostenían las teorías
correspondientes a presencia de hombres blancos en América antes del 12 de
octubre de 1492. Durante décadas se ridiculizó a quienes sostenían que los
escandinavos habían descubierto América, a quienes hablaban de una influencia
lingüística griega sobre las culturas mesoamericanas (sabemos que la raíz de la
palabra "Teotihuacán" es la misma que en el griego "Teos",
por ejemplo en "teología", esto es, "Dios" y significa
“Lugar de los dioses”), a quienes decían haber visto inscripciones de tipo
rúnico en Bolivia o a los investigadores que insistían en la posibilidad de que
los fenicios y cartagineses hubiesen descubierto el Nuevo Mundo en tiempos
clásicos.
De
la presencia vikinga en Terranova o en Labrador casi nadie duda hoy en día, salvo
algunos imbéciles, pero que existieran
hombres blancos en el continente americano hace más de 10.000 años se sigue
negando a pesar de los posteriores hallazgos que existen. El Hombre de
Kennewick vino a derrumbar toda la
teoría (NEAC), siglas de “ningún europeo antes que Colón”, tan cuidadosamente
elaborada.
|
Individuos de la etnia aino, de la isla de Hokkaido en Japón, de raza blanca prácticamente pudieron llegar a América bordeando la costa. |
La
solución es muy simple: reconocer que la
ciencia oficial estaba equivocada. Mejor dicho, parece simple, pero no lo
es. Y no es tan fácil por la sencilla razón de que reconocer que el hombre blanco estuvo en América contemporáneamente (o
acaso incluso antes) que los primeros invasores mongoles, antepasados de los
indios americanos, es algo que a los científicos, antropólogos e historiadores
les parece una aberración, un tema tabú.
El
hallazgo del Hombre de Kennewick contradice todo lo enseñado desde siempre. Un pobre cazador blanco sobreviviendo hace
9.600 años en tierras infestadas de animales salvajes, era un tema muy molesto
para todos los que quieren que vivamos en una mentira permanente.
¿Cómo llegó el
Hombre de Kennewick a América?
Hay
que plantear una proposición básica: hace 10.000 años, la Tierra se encontraba
en medio de una Era glaciar; lo que significa que las masas de hielo del norte de Europa y América eran mucho mayores,
más sólidas y más extendidas que las que se observan hoy. Ello ofrecía
caminos terrestres por los que los animales (y por supuesto el Hombre) pudieron
llegar caminando, tras largas y trabajosas migraciones, hasta el continente
americano. Incluso se pudo viajar en
primitivas canoas de cuero, siempre a pocos metros de la costa, desde España o
las Islas Británicas, por ejemplo, hasta Groenlandia, Terranova, Labrador o la
Costa Este de los Estados Unidos.
|
El Hombre de Kennewick o sus ancestros, hace 10.000 años o más aún, pudieron ir caminando
desde Europa hasta América o hacerlo mediante navegación de cabotaje. |
Había
inmensas masas de hielo que cubrían el norte del planeta en aquellos tiempos. Obsérvese que se podía ir caminando desde
Inglaterra hasta Estados Unidos o mediante navegación de cabotaje. Imaginemos
por un momento que uno de éstos haya sido el camino que el Hombre de Kennewick
o sus antepasados recorrieron. Pero a él se lo encontró cerca de la costa del
Pacífico. ¿Por qué no se han encontrado
otros restos en lugares intermedios (digamos Nueva York o Chicago)? Por la
misma razón por la cual no encontramos al Hombre de Kennewick hasta 1996. Por
casualidad.
Acaso
en un futuro próximo o lejano comiencen a descubrirse más restos de europeos
prehistóricos en el continente norteamericano (dicho sea de paso, ya se han encontrado otros restos similares
de hombres blancos prehistóricos en otros lugares de Estados Unidos, dejando
sin argumentos a los detractores de la presencia de Hombres ¿de las cavernas? antes
de la llegada de las oleadas de inmigrantes asiáticos de origen mongol.
|
Es asombroso el parecido del actor británico Patrick Stewart con la reconstrucción facial del Hombre de Kennewick. |
La
reconstrucción del rostro del Hombre de Kennewick le da un origen céltico. Se ha señalado el parecido que tuvo en vida
con el rostro del actor británico Patrick Stewart (el Capitán Picard de Viaje a
las Estrellas), de ascendencia galesa (celta) e inglesa (nórdica y sajona). Otra
reconstrucción de su rostro da un rostro de un cazador caucasoide, sin parecido
con un piel roja.
Otras
teorías apuntan no a la migración desde Europa sino a la migración de comunidades o individuos blancos aislados procedentes
del Extremo Oriente. Los ainos de la isla de Hokkaido, al norte del Japón,
considerados los pobladores originales del archipiélago nipón, son de raza
blanca. Actualmente viven unos 4.000 de ellos en su isla original, y se supone que fueron paulatinamente
desplazados en tiempos prehistóricos por otros pueblos de raza mongola y
polinesia: los japoneses modernos.
Otros hallazgos de
hombres blancos
De
lo que sí, hay un hecho incontrastable, que se prueba por el mero hallazgo del desconocido cazador del río
Columbia: hace 10.000 años, cuando se suponía que sólo ancestros mongoles
habitaban Norteamérica, al menos un hombre blanco cazaba entre sus bosques.
|
Los poblamientos más antiguos de América. Hay restos de 40 mil años en Brasil, muy
lejos de los 12 mil decretados a través de
la ruta de Bering. |
Actualmente,
hay nuevas técnicas genéticas y
antropológicas que pueden permitir, a despecho de la contaminación que ex
profeso se hizo de sus huesos, determinar con mayor precisión de dónde vino,
por qué medios y con qué grupos étnicos estaba emparentado.
Se
podrían hacer pruebas genéticas como la presencia del haplogrupo X (ADNmt), que
puede ser un indicio de migraciones
desde Europa de hace unos 13.000 años a.C.
En
ese momento ya estaba en curso el poblamiento de América por la ruta del
Pacífico. En muchas regiones de América
ya existían asentamientos humanos y grupos poblacionales provenientes de Asia y
de los que se tienen registros, como la cultura Clovis, en los Estados Unidos.
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Es muy factible que los primeros colonizadores de América fueron hombres caucásicos (Cromagnon), que emigraron desde Europa. |
Algunos
autores sostienen la posibilidad de
colonización de América por una migración proveniente de Europa,
particularmente de Iberia y hace 15.000 años, la cual trajo consigo al
haplogrupo X y constituiría una conexión entre la cultura solutrense y la
cultura Clovis. Se ha equiparado la industria lítica Clovis con la de la
cultura solutrense, basados en el estilo de la fabricación de herramientas,
pero no se considera que haya evidencia concluyente. También se ha sugerido que
los restos del hombre de Kennewick, de unos 9.200 años de antigüedad y
fisonomía similar a los europeos podrían estar relacionados con una emigración europea en las primeras
etapas del poblamiento de América. Restos encontrados cerca de la ciudad de
México de hace 13.000 años con apariencia caucásica refuerzan esta hipótesis.
La
hipótesis solutrense fue propuesta inicialmente en 1998 por Dennis Stanford del Instituto
Smithsoniano (EEUU) y Bruce Bradley
de la Universidad de Exeter (Inglaterra).
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La megafauna de América fue cazada primero por hombres europeos. Miles de años después llegaron los asiáticos. |
Bradley
y Stanford, plantean una sorprendente hipótesis. Sin negar la inmigración
paleomongoloide por la ruta de Bering, sostienen que hace 18.000 años grupos de cazadores europeos habrían llegado en
embarcaciones rudimentarias cruzando el Atlántico por el lado oriental de
América del Norte.
Uno
de los hallazgos de hombres prehistóricos es el Hombre de Meadowcroft, en el suroeste de Pennsylvania datado del
16.000 a.C. Un europeo mucho más anterior al Hombre de Kennewick y los
hallazgos de herramientas líticas se asemejan a los del Paleolítico europeo. Incluso
son miles de años anteriores a las puntas de lanzas Clovis (Nuevo México) datadas
del 11.000 a.C., otros instrumentos semejantes, con una antigüedad de 13.000
años a.C., fueron ubicados en el este de los Estados Unidos, en Cactus Hill y
Topper. La Cultura Folsom de 9.000 a.C. en Nuevo México, por las puntas de
lanza líticas tendría una relación con estos hallazgos.
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Puntas de lanza del hombre prehistórico de Clovis, Nuevo México, prácticamente idénticas a las europeas. |
Otro
hallazgo, anterior al del río Columbia fue en la Cueva del Espíritu, en 1940, a trece millas de Fallon, Nevada,
donde una pareja de arqueólogos, Sidney y Georgia Wheeler encontraron dos
momias caucásicas de 9.400 años. En marzo de 1997 la tribu Paiute-Shoshone se
opuso a que se haga un análisis de ADN.
Migraciones
probables venidas de Europa no se hicieron presentes hasta la aparición del
Haplogrupo X (ADNmt) un haplogrupo mitocondrial
típico de Eurasia Occidental y de poblaciones nativas de América del Norte.
Es descendiente del macrohaplogrupo N. Se originó en el Medio Oriente hace unos
30.000 años y sus descendientes son X1 (con unos 10.000 años de antigüedad,
está restringido al Medio Oriente, así como al Norte y Este de África) y X2 (con
unos 21.000 años, presente en todo Eurasia Occidental, América y en Siberia).
El
Haplogrupo N (ADNmt) se originó probablemente en Asia Meridional. Al igual que el
Haplogrupo M (ADNmt), tiene una
antigüedad aproximada de 60.000 a 65.000 años y un origen probable en Asia
Meridional, dada la diversidad en esta región, ya sea por temprana
divergencia en la ruta de África o por subsecuentes migraciones de regreso
hacia Eurasia Occidental. En la medida
de sus frecuencias, Haplogrupo N (ADNmt) es considerado un haplogrupo
euroasiático-occidental con su centro más importante de expansión en el Cercano
Oriente.
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Mapa de la última glaciación llamada Wurm o Wisconsin que terminó hace 12 mil años. |
Es
la mutación “N” o Haplogrupo N (ADNmt) humano, la que logró hacer las adaptaciones a el frío extremo en Eurasia durante la
glaciación conocida como "Würm" en Europa o como
"Wisconsin" en América, la última que conoció la tierra y terminada en
el Pleistoceno, llamada la "glaciación antropológica", debido a que
fueron usadas por el hombre para su paso a América. Se considera que la era
glaciar comenzó hace 100.000 años y terminó hace 12.000.
Conclusión sobre el
Hombre de Kennewick
Hoy,
por más que nos insistan diciendo una y otra vez que el Hombre de Kennewick era
un hombre de rasgos mongoloides, no lo
creeremos jamás, basados en todo lo que se hizo para impedir el hallazgo de
otros esqueletos en el lugar, la desaparición de huesos del propio esqueleto y
toda la conspiración que se urdió para hacerlo desaparecer y que nunca más sea
estudiado (algo que finalmente ocurrió), el
Hombre de Kennewick era definitivamente un cazador caucásico blanco que habitó
en América del Norte antes de la llegada de los nómadas mongoloides por el
cacareado estrecho de Bering.
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El Hombre de Kennewick era un cazador caucásico que habitó en América del norte.
La Universidad de Copenhague dio su
resolución sobre muestras contaminadas. |
Han pasado casi 21
años desde el descubrimiento del Hombre de Kennewick. Habiendo fracasado los
análisis de ADN, los indígenas, los militares y el gobierno norteamericano han
conseguido su ambición de impedir que los genes del Hombre de Kennewick sean
comparados con los de distintos grupos humanos modernos para determinar a cuál
de ellos pertenecen, si es que pertenecen a alguno.
Los
huesos de este primer antepasado
conocido del hombre blanco americano fueron enterrados en un lugar oculto y no
pueden ya ser estudiados para establecer su parentesco —o ausencia del mismo—
con los diversos grupos étnicos norteamericanos modernos. Lo único que sabemos
de él es que fue contemporáneo de los grandes mamíferos americanos extintos y
que vivió, sufrió, peleó (la prueba es la punta de lanza clavada), y murió en
una América que para nosotros, desde nuestro siglo XXI, se nos antoja maravillosa,
salvaje y fantástica.
Por Alberto Seoane