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martes, 3 de abril de 2012

LAS ISLAS GEORGIAS DEL SUR VUELVEN A SER ARGENTINAS

El 3 de abril de 1982 se produjo una acción que permitió recuperar otro archipiélago que por derecho y geográficamente pertenecía a la Argentina.

La causa del inicio de la Guerra de Malvinas se debe a una serie de circunstancias donde se mezclan los derechos de soberanía argentina sobre estos archipiélagos australes, tomados por la fuerza británica en 1833 y dominados desde entonces por el Reino Unido, algo nunca aceptado por Argentina que los sigue reclamando como parte integral e indivisible de su territorio; de hecho, considera que se encuentran ocupados ilegalmente por una potencia invasora y los incluye como parte de su Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.

El 28 de marzo de 1982, a las 10:57, el destructor ARA Santísima Trinidad zarpó como buque insignia del comandante de la Fuerza de Tareas 40, embarcando a su comandante y al comandante del Teatro de Operaciones Malvinas, general de división Osvaldo García, iniciando la Operación Rosario que concluyó con la rendición del gobernador británico de las Malvinas y de los soldados ingleses el 2 de abril. Ese mismo día fueron embarcados en Puerto Belgrano rumbo a las Georgias del Sur, 40 infantes de marina al mando del teniente de navío Guillermo Luna, en la corbeta ARA Guerrico (actual P-32), viajando precariamente y hacinados durante 4 días al no ser un buque con capacidad para el transporte de tropas y por las condiciones climáticas.

En las Georgias del Sur comenzó todo
Hay que recordar que los incidentes que desencadenaron la Guerra de Malvinas se iniciaron cuando un vendedor de chatarra argentino llamado Constantino Davidoff, a fines de 1981, había obtenido un contrato por 270.000 dólares con los propietarios escoceses de tres estaciones balleneras abandonadas. Davidoff tenía que ir a las Georgias del Sur y desmantelar las instalaciones. "Era un acuerdo comercial. Habría tenido que estar loco para permitir que me lo arruinaran", dice Davidoff. Davidoff había iniciado las gestiones de su trabajo con la Embajada de Gran Bretaña en la Argentina, posteriormente tramitó los permisos correspondientes en las islas Malvinas y concluyó los trámites en Buenos Aires, nuevamente en la Embajada británica.

Davidoff llegó a las Orcadas del Sur el 20 de diciembre de 1981 para inspeccionar y evaluar lo que había contratado con la compañía escocesa Christian Salvensen Co. de Edimburgo, tenía hasta 1983 los derechos sobre tres antiguas estaciones balleneras en Leith, Stromness y Husvik (islas Georgias del Sur). Eran galpones que debía desarmar, tras la inspección vuelve a Buenos Aires. De inmediato, el gobernador de facto en Malvinas protesta porque Davidoff supuestamente no tenía la autorización en regla, siendo que tenía una autorización de la propia embajada británica.

Davidoff previamente intentó ir con todos los operarios a las Georgias en un barco inglés pero las autoridades británicas adujeron que no disponían de ninguno ya que se encontraban realizando otras actividades.

El negocio de desmantelar las estaciones balleneras era apetecible; se estimaba que existían alrededor de 35.000 toneladas de hierro y acero que podían arrojar un ingreso de 7 millones de libras, correspondiéndole a Salvensen 115.000 libras como compensación. Es poco razonable pensar que un comerciante como Davidoff arriesgaría la oportunidad de su vida, y se iba a cruzar de brazos.

El 9 de marzo de 1982, Davidoff informó a la embajada británica que con sus operarios viajaría el 11 de marzo en el Bahía Buen Suceso, que era un transporte de la Marina argentina, dedicado a operaciones comerciales, y en el que no había personal militar ni armas de guerra.

Por lo cual, consigue llegar el 19 de marzo de 1982 en el barco argentino ARA Bahía Buen Suceso que desembarca en Puerto Leith a 39 obreros y casi inmediatamente comenzaron los incidentes con un grupo de británicos del lugar.

El gobernador de las Malvinas aseguró que los ingleses de la base científica se enteraron de la presencia argentina al escuchar disparos de armas de fuego, utilizadas para cazar renos, y que habían izado una bandera argentina. Si esto fuera cierto, no cabría duda que la provocación fue argentina. Sin embargo, los obreros atestiguaron que cuando desembarcaron, ya ondeaba la bandera en el lugar. Otra bandera que llevaban ellos, aún se encontraba a bordo del buque. Pero ocurre que, según el diario de la agencia antártica británica, capturado el 3 de abril en Grytviken, fueron el día 18 de marzo a “buscar argentinos a Leith”, lo que coincide con el hecho de haber encontrado en Bahía Buen Suceso a tres ingleses, al arribar el buque. Es evidente entonces, que la bandera fue colocada por ellos.

En el mismo diario citado, figura esta frase: “Al fin se va el Isatis (yate francés) que volvió ayer puesto que los helicópteros del Endurance lo sobrevolaron para chequearlo. Los otros franceses se están convirtiendo en una peste, ya están disparando sus rifles en Grytviken y matando ciervos. Estamos disgustados y no podemos expresar la animadversión general que provocan sin recurrir a malas palabras. Digamos que no están actuando con propiedad” (17/3/82). Fueron, por lo tanto, dichos franceses los que dispararon y no los argentinos, y no existió por parte de las autoridades nacionales intención de comenzar la guerra.

Mientras tanto, el 21 zarpó de Malvinas el barco inglés Endurance, embarcando 22 infantes de marina, y el comandante de la base británica informó a los trabajadores argentinos que su presencia era ilegal, pues no habían sellado las tarjetas blancas (Acuerdo de Comunicaciones/71).

El 22 de marzo por la mañana el ARA Bahía Buen Suceso partió de Puerto Leith. El Foreign Office ordenó al HMS Endurance que evacúe cualquier personal argentino que permaneciera en las Georgias del Sur.

El 23 de marzo el Endurance queda anclado en Grytviken, a la espera de órdenes. Ese día, el Comandante del Grupo Naval Antártico, capitán de navío César Trombetta, al mando del ARA Bahía Paraíso que se hallaba en las Orcadas del Sur, recibió órdenes del Estado Mayor General Naval de dirigirse a máxima velocidad a las islas Georgias del Sur, con la misión de evitar el desalojo del grupo de obreros argentinos de Davidoff por parte del HMS Endurance, salido a tal efecto desde las islas Malvinas. El ARA Bahía Paraíso era un buque polar desarmado como corresponde por el Tratado Antártico (Art. 1º) y como tal no era el medio más idóneo para proceder en actitud de fuerza, pero en aquel momento, en que los sucesos se precipitaban vertiginosamente, era el único elemento de la Armada Argentina más cercano en el área.

Durante el transcurso del día 23 de marzo el Canciller argentino, Dr. Costa Méndez, pidió que la expulsión se revocara si Davidoff ordenaba a sus empleados completar la formalidad de ir hasta Gritviken y hacer sellar las tarjetas. El embajador estuvo de acuerdo, pero Hunt, el gobernador inglés sostuvo que las Georgias no estaban incluidas en el acuerdo de 1971 y que debían sellarse los pasaportes.

El 24 de marzo, hubo más presión de parte de la embajada británica en Buenos Aires: "El tiempo se les está acabando", expresó el embajador Williams a las autoridades argentinas, "deben ir a Grytviken a sellar sus pasaportes" (en referencia a los operarios). El ministro de Relaciones Exteriores, Costa Méndez contesta que no hacía falta sellar pasaporte, puesto que los hombres poseían sus respectivas "tarjetas blancas", y que los obreros no serían retirados. En tanto, el gobierno argentino comunicó a la prensa la presencia de los obreros en las Georgias del Sur.

En tanto, el ARA Bahía Paraíso arribó a Puerto Leith a las 23.40 horas de la noche del 24 de marzo y desembarcó un grupo de 14 militares comandados por Alfredo Astiz (Grupo “Alfa”), con armamento individual perteneciente al buque. El ARA Bahía Paraíso permaneció en la zona y patrulló con sus helicópteros el área durante las horas subsiguientes.

El capitán inglés Nick Barker, del HMS Endurance, decide mandar uno de sus helicópteros Wasp a echar un vistazo. Desde el Bahía Paraíso se lanza inmediatamente su helicóptero Alouette con el propio capitán Trombetta a bordo. Barker retira su aeronave. Desde tierra, no obstante, dos royal marines han observado estos movimientos y se los notifican a su superior en Grytviken, el teniente Keith Paul Mills.

En la Bahía Stromness el 24 de marzo ya entrada la noche, desembarcó el grupo “Alfa”, los cuales se dirigieron a las instalaciones de la empresa “Islas Georgias del Sur S.A.” donde convivirían junto con los obreros argentinos para que no les pasara nada.

Para entonces, el HMS “Endurance” se encontraba cerca de la isla San Pedro, tenía como misión dirigirse a Puerto Leith, evacuar los obreros argentinos y ejecutar la presencia naval en la zona con el objeto de dar fin al incidente.

Por su parte, el 24 de marzo, los británicos desembarcaron los 22 infantes de marina (royal marines desde ahora), que se unieron a los poco más de una docena de civiles del “British Antartic Survey” (BAS) que constituían la población semipermanente de la isla. El HMS Endurance, una vez completado el desembarco de los royal marines, abandonó la zona e inició misiones de reconocimiento de la zona de operaciones por medio de su helicóptero Wasp HAS.Mk.1, el cual podía ser armado con misiles AS-12 de ser necesario.

El 25 de marzo, o sea, nueve días antes de que se hiciera la recuperación de las Malvinas el 2 de abril, la Primera Ministra Margaret Thatcher, sin consultar al Parlamento, deliberando solamente con dos personas, el jefe de la Marina y un ministro, decide alistar siete buques de guerra que se encontraban realizando ejercicios en Gibraltar, para que vayan a las islas Georgias del Sur. Se aprovisiona con alimentos y armamentos para 70 días a los buques ingleses de Gibraltar para enviarlos al Sur, ellos eran las fragatas y destructores: HMS Antrim, HMS Arrow, HMS Brilliant, HMS Coventry, HMS Glamorgan, HMS Glasgow, HMS Plymouth, HMS Sheffield. Se dirigirían rumbo a Ascensión el día 2 de abril.

El canciller Costa Méndez respondió al embajador el 28 de marzo que los trabajadores deben permanecer en Georgias pues se les ha otorgado la documentación idónea. También insistió en que las Georgias estaban explícitamente comprendidas en el Acuerdo de 1971, cosa que los británicos habían reconocido en la reunión de Nueva York celebrada un mes atrás. Cabe destacar que la presencia de estos argentinos no representaba ninguna amenaza: primero, porque no eran militares, y la segunda porque en Georgias no había población, sólo estaba en personal de investigaciones antárticas y en otra zona de la isla. Fueron los propios británicos quienes convirtieron el asunto de las Georgias en un incidente.

El 29 de marzo, la primera ministra Margaret Thatcher decidió el envío de un submarino nuclear a la zona de conflicto. Le comunica al Comandante de la Primera Flotilla Contraalmirante Sir John Woodward, que se preparara para retirar un grupo adecuado de buques desde Gibraltar y estar listo para dirigirse al Atlántico Sur si fuera necesario.

El 29 de marzo, la corbeta argentina Guerrico zarpa desde Puerto Belgrano con una sección de 40 infantes de marina e inicia su viaje hacia las Georgias a máxima velocidad. Para entonces, el barco Bahía Paraíso, recibió la orden de iniciar la vigilancia del patrullero británico después de haber detectado los vuelos de su helicóptero, el cual había establecido un puesto de observación para vigilar a los argentinos en Puerto Leith. Curiosamente, los ingleses habían pintado el helicóptero enteramente de negro, borrando todo tipo de marcas, y sus vuelos se hacían a máximo alcance para no delatar la presencia del buque.

El 30 de marzo la situación comienza a descontrolarse; en Londres el ministerio de Defensa decide duplicar el número de infantes de marina de la guarnición de Malvinas, y confirma la orden de enviar un segundo submarino nuclear. Ese mismo día el embajador recibió un mensaje para el Canciller que procuraba solucionar el conflicto, pero el embajador sugirió que se retuviera el mensaje un par de días esperando la reacción de Estados Unidos, y fue entregado recién a la tarde del 31, esas 24 horas fueron decisivas pues esa misma noche un informe de inteligencia indicaba al gobierno inglés que se había fijado el 2 de abril para iniciar operaciones bélicas. Ante tanta precisión en la información, puede deducirse que ya contaban con los datos satelitales norteamericanos.

Ese 30 de marzo, el gobierno británico ordenó que el destructor HMS Antrim, seguido de otros dos buques de superficie y tres submarinos nucleares, se dirigieran a las islas Georgias del Sur para apoyar al HMS Endurance. El resto de las unidades de la marina británica se puso en alerta de cuatro horas.

En Inglaterra, la situación era la siguiente. El partido Conservador, en el gobierno, tenía 75 % de imagen negativa. La Marina Real, había quedado en situación de inferioridad, pues al obtener de EU el sistema misilístico Trident, en reemplazo al Polaris, era condicionada en la OTAN al combate antisubmarino. Estaba vendido el portaaviones Invencible, y el buque Endurance terminaba su vida útil en el Atlántico sur. Debe computarse, asimismo, la actitud del Gobernador Hunt y del lobby Falklands Island Company, que presionaban por una actitud enérgica contra la Argentina. Tengamos en cuenta que el 30 de marzo, el encargado de negocios argentino en Londres, informó que la televisión inglesa dio la noticia del envío de 2 submarinos nucleares clase Hunter Killer; uno de ellos había zarpado el 25 desde Gibraltar (noticia confirmada por el New York Times), y que interpretaba que el gobierno había optado por un endurecimiento frente al caso Georgias. A su vez, en el informe Franks para dilucidar el origen de la Guerra de Malvinas, se incluye una evaluación al 30 de marzo, estimando que el desembarco en Georgias no había sido planificado por el Gobierno argentino. No caben dudas entonces que la decisión de llegar al enfrentamiento bélico surge de la actitud británica, artificialmente intransigente.

El 30 de marzo el Times de Londres anuncia el envío de dos submarinos nucleares al Atlántico Sur y del destructor tipo 42 HMS Exeter que se hallaba estacionado en la ex colonia inglesa de Belice.

El 31 de marzo los transatlánticos Canberra y Uganda reciben orden de suspender sus viajes y son afectados a operaciones militares. Son requisados varios transbordadores de línea que cubren servicio en el Canal de la Mancha.

El 31, el Dr. Costa Méndez convoca a una conferencia de prensa donde manifiesta “que la Argentina no cedería ante amenazas de fuerza y que el grupo [obreros de Davidoff] que permanecía en las Georgias del Sur se hallaba en suelo argentino”. Lo expresado por el Canciller se terminó confirmando indirectamente en la noche del mismo día (uso horario de Londres), cuando “funcionarios del Ministerio de Defensa pusieron en conocimiento al Sr. Nott de material de inteligencia recibido ese día, según el cual los argentinos habían fijado una hora en la madrugada del 2 de abril como el momento y el día para llevar a cabo la operación”. En función de esta información, Thatcher imparte instrucciones al jefe de Estado Mayor Naval para que preparara una fuerza de tareas.

A las 12:57 hs del 31 de marzo, la Fuerza de Tareas argentina puso proa al norte de Malvinas. Se iniciaba así la operación denominada Virgen del Rosario u Operación Rosario, que debía ser sorpresiva, rápida e incruenta.

En tanto, en las islas Georgias del Sur, en la mañana del 31 de marzo el HMS Endurance es avistado por el transporte argentino, el cual inicia su vigilancia y seguimiento, siendo apoyado por el helicóptero Alouette III que llevaba a bordo. Poco después, el patrullero británico volvió a ingresar a Grytviken.

El 1 de abril, a las 9:30 a.m. se reunió el Gabinete británico, en ausencia de Lord Carrington; el Sr. Atkins informó sobre los últimos acontecimientos ocurridos en las Georgias del Sur, los esfuerzos diplomáticos en curso y el despliegue de las fuerzas navales argentinas. Se difundió una evaluación preparada por el Grupo de Inteligencia de Actualidad de América Latina, que actualizaba la información relativa a despliegues militares argentinos, que permitirían a la Argentina lanzar un ataque el 2 de abril. El destino, aunque no se conocía con seguridad, parecía ser Puerto Stanley. Producía inquietud la prueba de que existía una cooperación no habitual entre las tres fuerzas armadas argentinas y de que ellas tenían participación activa en la fuerza de tareas anfibia. El informe estimaba que la fuerza argentina que se había reunido tenía ahora la capacidad y el apoyo logístico necesarios para recuperar las usurpadas Islas Malvinas y que estaría en una posición desde la cual podría lanzar un asalto hacia el mediodía del viernes 2 de abril.

Ya avanzada la mañana del 1 de abril, se reunió la Comisión de Defensa británica y la Primera Ministro informó a la Comisión que una fuerza de tareas argentina podía llegar a Puerto Stanley durante la mañana del 2 de abril, pero que no se conocían con precisión las intenciones del gobierno argentino. En el curso del debate se destacaron los despliegues navales británicos ya efectuados y se dirigió la atención al hecho de que para combatir a las fuerzas argentinas se requeriría una importante fuerza de tarea naval integrada por buques de superficie. El tamaño de la fuerza argentina, las distancias implicadas y la importancia de evitar cualquier acción que pudiera poner en peligro a los isleños significaban que por el momento no había alternativa que permitiera resolver el problema por medios diplomáticos. Se autorizó a funcionarios para que elaboraran con urgencia planes de contingencia a fin de asegurar servicios alternativos a los que proveía la Argentina, incluyendo el reemplazo del servicio aéreo semanal entre la Argentina y las Islas Malvinas, probablemente por un servicio marítimo directo al Reino Unido. El 1 de abril, Londres impartió rápidamente las órdenes de alistamiento para constituir la Fuerza de Tarea 317 (Task Force).

El 1º de abril el Estado Mayor General Naval recibió la Orden de Operaciones Nº 1/82 "S" para "ocupar Grytviken y mantener Leith a fin de asegurar el dominio de las islas Georgias", para lo que ordenó a la corbeta misilística ARA Guerrico, al mando del capitán de fragata Carlos Alfonso, unirse al ARA Bahía Paraíso, equipado con dos helicópteros de la Agrupación Antártica (1 Puma del Ejército Argentino, 1 Alouette (del Comando de Aviación Naval de la Armada Argentina) y un grupo de 40 infantes de marina al mando del teniente de navío Guillermo Luna que se unieron a las fuerzas de Astiz en Puerto Leith.
La Operación Georgias 

Por la tarde del 1º de abril, el embajador de los Estados Unidos se reunió con el general Leopoldo Fortunato Galtieri. Costa Méndez cuenta en su libro que “en ningún momento,  se afirmó, como se ha dicho alguna vez, que los Estados Unidos se alinearían con Gran Bretaña en caso de conflicto. Galtieri se refirió al tema Malvinas y señaló una vez más la disposición argentina para negociar, pero agregó que el reconocimiento de la soberanía, en forma explícita o implícita, precisa o no, inmediata o diferida, debía figurar en cualquier acuerdo”. El Embajador de los EE.UU concluyó diciendo que la Argentina llevaría a cabo su operación militar. El departamento de Estado pediría al Presidente Reagan que hablara personalmente al Presidente Galtieri.

El presidente Reagan intentó llamar al presidente Galtieri alrededor de las 21 hs. El general Galtieri pensaba que la comunicación entre los dos gobiernos debía llevarse a cabo como hasta el momento, por los canales naturales: los embajadores. Se rehusó, en principio, a conversar con el presidente Reagan. Dijo que la posición argentina había sido formalmente expresada y que, en una conversación telefónica entre dos personas que no hablaban el mismo idioma, el diálogo no tendría la fluidez ni el rigor ni la precisión que poseía cuando se hacía a través de los representantes profesionales. Finalmente, el canciller argentino termina convenciendo a Galtieri. El diálogo entre el presidente Reagan y el presidente Galtieri tuvo lugar a las 22:10. Galtieri le explicó su posición en cuanto a la afirmación de la soberanía argentina sobre las Malvinas y a la necesidad de que en alguna forma Gran Bretaña la reconociera; la afirmación de que la Argentina actuaría con total libertad e independencia; la segundad de que la Argentina garantizaría la libertad y forma de vida de los isleños. Por su parte el presidente Reagan ofreció enviar al vicepresidente para tratar de arreglar la situación, agregando ‘pero por favor eviten el conflicto’. Galtieri contestó: ‘Le agradezco pero es tarde; los hechos están lanzados’. En el curso de la conversación Galtieri dijo también: ‘Si esta noche Gran Bretaña reconoce nuestra soberanía, el gobierno argentino tiene muy buena voluntad para aceptar que la transferencia tenga lugar durante el año’.

El embajador Roca presentó una carta al presidente del Consejo de Seguridad, el 1 de abril a las 12:30 hs de Nueva York, en el cual se señalaba la preocupación argentina ante la reacción británica a los sucesos producidos por los obreros, haciendo mención específica a “la amenaza británica del uso de la fuerza mediante el envío de buques de su Marina de Guerra. Esto último ha sido reconocido expresamente por el secretario de Estado para Asuntos Exteriores de ese país ante la Cámara de los Lores”. El secretario general se reunió con ambos representantes por separado en el transcurso del día, haciendo una exhortación a ambas partes para que actúen con la máxima moderación.

El 1 de abril, Gran Bretaña convocó al Consejo de Seguridad, horas después de que el embajador Roca hiciera circular la nota argentina. Durante dicha reunión, Roca explicó la posición argentina y denunció la amenaza de que era víctima por el envío de buques de guerra y tropas de desembarco.

Gran Bretaña, sin duda alguna con la ayuda de los Estados Unidos, había conseguido que el Consejo de Seguridad se reuniera. El presidente del Consejo convocó al organismo a las 22:35 hora argentina. El organismo había recibido la nota argentina, ya mencionada, pero no había reacción aún frente a ella. Gran Bretaña presentó los hechos en forma dramática y demostró, con la ayuda de los satélites estadounidenses, que en ese momento la flota argentina navegaba hacia las islas y estaba a punto de ocuparlas. El representante de Gran Bretaña, embajador Parsons, dijo que el Incidente de las Georgias del Sur había sido urdido por el gobierno argentino; imputó a la Argentina responsabilidad no sólo en su provocación sino en su negativa a darle solución diplomática y pacífica. Olvidó deliberadamente las actitudes británicas y terminó diciendo que tenía pruebas de que la Argentina estaba a punto de lanzar una invasión. Subrayó que toda la fuerza argentina se había ‘hecho a la mar’, prueba irrefutable de que Inglaterra trabajaba con información de satélites.

El embajador Roca pidió instrucciones para actuar frente a la presentación británica y solicitó también que le envíen notas para el discurso que debía pronunciar en respuesta a las palabras del embajador Parsons.” Aquí, parte de la respuesta: “No hemos buscado el incidente de las Islas Georgias del Sur. No lo hemos inventado. No fuimos nosotros quienes lo magnificamos. El incidente ahora ha sido superado y ha dado lugar, con toda crudeza, a la verdadera razón de la crisis: la perpetuación de una situación colonial y la sistemática y racional negativa a su justa y lógica solución.” Prosigue Costa Méndez: “El Consejo no adoptó resolución alguna. Instó a los gobiernos de la Argentina y el Reino Unido a que ejercieran la máxima moderación en esta oportunidad y, en particular, a que se abstuvieran del uso y de la amenaza de la fuerza en la región y a que prosiguieran la búsqueda de una solución diplomática. La comunicación del Consejo llegó a Buenos Aires cuando las fuerzas ya habían comenzado el desembarco. No había, pues, posibilidad alguna de detener la acción. Gran Bretaña prosiguió sus preparativos bélicos y el despliegue y avance de la vanguardia de su flota. No prestó atención a ninguna posibilidad de acuerdo. Eran las primeras señales de la conducta que Gran Bretaña habría de seguir sin variantes a partir de ese momento: arrogarse el derecho de someter a la Argentina como en los mejores días del Imperio; como si no hubiera firmado la Carta de las Naciones Unidas; como si no fuera miembro permanente del Consejo de Seguridad; como si ellos por Derecho Divino pudieran considerarse exentos del cumplimiento de las normas que ordenan la comunidad internacional”.

En una reunión celebrada durante la noche del 1º de abril entre la Primera Ministro, Lord Carrington y el Sr. Nott, se decidió que debía darse aviso inmediato a tropas para que fueran destacadas al Atlántico Sur. Observaron que la fuerza de tareas naval que se estaba reuniendo en los puertos británicos podía zarpar dentro de las próximas 48 horas con un aviso previo de  cuatro horas, y que los buques que realizaban ejercicios frente a Gibraltar se estaban desplazando hacia el sur; estos no actuarían en forma independiente sino que integrarían la fuerza que se estaba reuniendo en los puertos británicos si esta zarpaba (Informe Franks, punto 251).

El 2 de Abril hacia el final de la tarde, cuando las fuerzas argentinas ya habían recuperado las Islas Malvinas, todo el gabinete británico se reunió y coincidió en el envío de la Fuerza de Tareas (hay que recordar que ya había al menos siete barcos de guerra en marcha rumbo al Atlántico Sur). Se preguntó a cada miembro, por su nombre, si apoyaba esa decisión, y de ese modo se comprometió a la totalidad del gobierno. Se afirma que sólo se opuso John Biffen, entonces secretario de Comercio. El resto consideró que no había alternativa. Si no se hubiese ofrecido una respuesta seria a la ocupación de territorio británico, habría sido posible obligar a renunciar al gobierno. La mayoría sostenía la esperanza de que el propósito fundamental de la Fuerza de Tareas fuera el de fortalecer la posición diplomática del gobierno; no preveían que fuese necesario combatir.

A las 11:20, el Estado Mayor Conjunto recibió la información de que la Operación Rosario había sido exitosa. En la ONU el Consejo de Seguridad volvió a reunirse el 2 de abril a las 11:45. El embajador Parsons condenó lo que denominó “acto de utilización abierta de la fuerza armada”. Agregó: “…tratase de una violación flagrante de la Carta de las Naciones Unidas y del derecho internacional”, y leyó un proyecto de resolución. El embajador Roca afirmó que el gobierno argentino había actuado en legítima defensa ante los recientes hechos de agresión provocados por el Reino Unido. Que había declarado la recuperación de su soberanía nacional sobre los territorios; informó que no había habido víctimas ni bajas en la población civil y destacó que se había puesto fin a una situación de tensión e injusticia que constituía un verdadero factor de perturbación constante para la paz y la seguridad internacional. Afirmó que la República Argentina ajustaría su acción a los principios y propósitos de la Carta y que haría todos los esfuerzos para llegar a una solución justa y pacífica. Finalizó diciendo que en la negociación mantendría la misma voluntad de negociación que habíamos exhibido siempre.

Recuperadas las Islas Malvinas en la madrugada del 2 de abril, tras 149 años de usurpación inglesa, la actitud triunfalista en el gobierno se extendió a todo el pueblo que apoyó con fervor y entusiasmo el desembarco de la Fuerzas Armadas argentinas en las islas. El 2 de abril, Galtieri convocó al pueblo a Plaza de Mayo. Desde el Mundial de Fútbol de 1978, los jefes militares no habían tenido otro "baño de multitud". La sociedad argentina apoyó de manera casi unánime una vieja y legítima reivindicación: la recuperación de las Islas Malvinas. Nadie pudo permanecer al margen acerca del tema; muchos se movilizaron de una u otra forma, para expresar su apoyo a la acción militar. Una encuesta registra un 90% de adhesión a los militares. El pueblo argentino dio un total apoyo a la decisión del gobierno militar, no sólo con su voz sino también ofreciéndose para combatir al enemigo, hubo más de 200.000 civiles voluntarios que se anotaron pero ni siquiera fueron considerados para participar. Pero también el pueblo colaboró donando ropa, joyas, dinero, chocolates y todo que podía ser de ayuda para ayudar a la recuperación de las Malvinas.

A las 18 horas de Londres, el Foreign Office rompió las relaciones diplomáticas con la Argentina. En tanto en las Georgias, el GT 60.1 o sea, el Grupo de Tareas 60.1, con el capitán César Trombetta como comandante, debido a la tormenta de ese día no arribó a la bahía Cumberland, en la isla San Pedro, hasta las 17 horas del 2 de abril. Para entonces, la noticia de que los argentinos habían recuperado Malvinas había sido difundida en todo el mundo. Les anunciaron a los civiles argentinos que se hallaban en Puerto Leith que su país había recuperado las Malvinas lo que generó una gran alegría.

El Grupo que iba a recuperar las Georgias estaba formado por las unidades Buque polar ARA Bahía Paraíso, al mando del capitán de Fragata Ismael J. García. La Corbeta ARA Guerrico, al mando del capitán de fragata Carlos Alfonso. La Fracción del Batallón de Infantería de Marina N° 4 (BIM 4) con 40 hombres, al mando del teniente de navío Guillermo Luna. Dos helicópteros de la Agrupación Antártica: 1 Puma del Ejército y 1 Alouette del Comando de Aviación Naval de la Armada. El Grupo de buzos tácticos y comandos anfibios (14 hombres), al mando del teniente de navío Alfredo Astiz.

La imposibilidad de iniciar el desembarco por las condiciones climáticas hizo que el capitán de navío Trombetta retrasara la recuperación de las Georgias hasta el día siguiente, informando al jefe de la base del BAS que el 3 de abril recibiría un importante mensaje.

El "Combate de Grytviken"
El 3 de abril, se produce la recuperación de las islas Georgias. Hubo 3 bajas propias en defensa de la Patria, mueren el Cabo Patricio Guanca y los conscriptos Mario Almonacid y Jorge Águila. 

Grytviken es el nombre de un viejo asentamiento en el fondo de la caleta, ya abandonado, donde en 1904 funcionaba la Compañía Argentina de Pesca dirigida por el noruego Carl Larsen y dedicada a la caza de ballenas.

A la 7:35 de la mañana, con mejores condiciones climáticas, la corbeta Guerrico trasbordó a los infantes de marina al ARA Bahía Paraíso, mientras que fueron reembarcados los comandos, quedando los obreros protegidos en tierra por hombres del ARA Bahía Paraíso a las órdenes del teniente Cortéz.

Terminada la maniobra, el buque recibe orden de dirigirse hacia la bahía de Cumberland y bahía Guardia Nacional con el objeto de detectar cualquier indicio electrónico de la presencia del patrullero HMS Endurance en la zona. A las 11.10 horas del 3 de abril, el comandante argentino solicita al jefe de la guarnición británica, por radio, la rendición de la plaza de Grytviken con un mensaje en inglés, siendo informado que las islas Malvinas habían caído y que la resistencia sería innecesaria.

El mensaje en inglés, fue repetido 3 minutos después. El mensaje afirmaba que el gobernador Rex Hunt se había rendido, no solamente en las Malvinas, sino que también en sus dependencias. El teniente Mills recibió y luego retransmitió el mensaje al HMS Endurance, con la intención de ganar tiempo. Para entonces, el Alouette sobrevolaba Grytviken informando que no se observaba posible resistencia y la ARA Guerrico hacía su primera entrada en la ensenada.

Respondiendo al aviso, el jefe británico informó que tenía órdenes de resistir y que solicitaba a la fuerza argentina no utilizar la fuerza, pues entonces la defensa de Georgias quedaría en manos de los royal marines. De inmediato, el Comandante César Trombetta ordenó iniciar la operación de recuperación de las Georgias, no podía perderse más tiempo.

A las 11:25 se ordenó a Grytviken que el personal de la base saliera a un lugar visible, avisando que habría un desembarco de infantería de marina y 10 minutos después desde la corbeta advirtieron la presencia de personal armado.

Después de enterarse de la caída de Puerto Stanley, el teniente Keith Paul Mills tomó urgentes medidas: sus hombres fortificaron la playa en King Edward Point, cerca de la entrada de la bahía, con alambre y minas terrestres y prepararon defensas alrededor de los edificios del BAS. El HMS Endurance, que se hallaba algunas millas costa afuera, proporcionaba la comunicación entre el pequeño destacamento británico y Londres. Mills fue autorizado a abrir fuego. Una declaración posterior del gobierno británico dio instrucciones a los infantes de marina a "no resistir más allá del punto en donde las vidas se pudieran perder inútilmente".

A las 11.35 de la mañana la corbeta Guerrico ingresa a la caleta Capitán Vago y detecta movimiento de los royal marines ocultándose y tomando posición para una eventual defensa. La información es transmitida al Bahía Paraíso, en tanto que el helicóptero Alouette III inicia un vuelo de observación para determinar la posición del enemigo, el cual se encontraba en las cercanías del hospital, conocido como Shakleton House.
De inmediato, el helicóptero Puma inicia el desembarco bajo la cobertura del Alouette III que buscaba movimientos de los británicos en la zona del hospital, no logrando descubrir nada.

A las 11.41 la primera tanda de soldados fue transportada y dejada por el Alouette 3 en el agua a unos metros de la playa, la segunda ya casi en la playa y posteriormente las siguientes se dejaron en tierra firme, esto permitió reducir el tiempo de vuelo entre el transporte y la playa. En el lado opuesto de la casa Shackleton, en donde los marines reales estaban atrincherados. Los primeros comandos estaban al mando del teniente Guillermo Luna. Para entonces, en la corbeta sabían que la zona de despliegue de los marines era en la orilla norte de la boca de la ensenada. De inmediato iniciaron su movimiento hacia Shakleton House cubriéndose en las instalaciones del BAS, las cuales son aseguradas una a una mientras se espera a la segunda oleada de infantes y se acercan a las instalaciones del muelle.

A las 11.47 llega la segunda oleada de infantes de marina, desde el ARA Bahía Paraíso a bordo del Puma, formada por el teniente de corbeta Giusti con otros 14 infantes y una ametralladora. El aterrizaje tuvo lugar al este de la posición de Luna, bien a la vista del destacamento británico. El helicóptero estuvo al alcance de las armas de Mills y sus hombres en ese momento. La aeronave recibió un intenso fuego de armas automáticas, pero el piloto pudo cruzar la bahía y aterrizó de emergencia el helicóptero en la costa sur de la misma, en la orilla opuesta a King Edward Point (o Punta Coronel Zelaya). Los infantes de marina Mario Almonacid y Jorge Néstor Águila murieron y otros cuatro resultaron heridos, el resto quedó fuera de posición de combate, pero se abrió fuego con la ametralladora sobre el hospital, logrando herir a un marine en un brazo. Al mismo tiempo, las tropas de Luna comenzaron su marcha hacia la casa Shackleton, pero una vez abatido el helicóptero, los británicos dispararon sobre ellos fuego pesado. En vista de eso, Luna requirió a la ARA Guerrico fuego de apoyo.

Para entonces el Alouette III llegaba a la zona donde yacía el Puma derribado y evacua las bajas. En tanto, la corbeta argentina ingresa a las cercanías de la costa tratando de atraer la atención de las fuerzas británicas y aliviar el peso de los 15 soldados de la primera oleada. Para entonces, el Alouette III llevaba soldados desde el Bahía Paraíso, los cuáles eran dejados unos metros antes de la playa con el objeto de reducir el tiempo de vuelo.

A las 11.55 horas la corbeta Guerrico se alista para atacar a las fuerzas británicas con fuego ligero, con el cañón de 20 mm se dispara contra la zona del hospital. Poco después se ordena apuntar el cañón doble de 40 mm, con el cual se logran hacer seis andanadas de disparos. Esto sirvió para atraer la atención de los marinos británicos que ahora atacaban al buque con ametralladoras y lanzacohetes. La corbeta viró dentro de la caleta abriendo fuego con sus armas ubicadas en su otra banda. Los británicos dirigieron sus disparos sobre el barco a las 11:59. La corbeta fue golpeada por el fuego de armas ligeras y por un lanzacohetes antitanques Carl Gustav de 84 mm. Según Mills, sus hombres abrieron fuego desde una distancia de 550 m. El ataque mató al cabo primero de mar Patricio Guanca e hirió a otros cinco marineros, dañando cables de electricidad, rompió la uña de extracción de vainas servidas de uno de los tubos de un cañón de 40 mm, un lanzador de cohetes Exocet y el montaje del cañón de 100 mm. Cuando la corbeta pasó nuevamente frente a la posición enemiga para alejarse, volvió a recibir intenso fuego. Fuentes argentinas reconocen que más de 200 proyectiles impactaron en la corbeta.

A esa altura el helicóptero Alouette III había traído un importante número de soldados desde el transporte, mientras que había llevado a la zona algunos del helicóptero Puma derribado, incluyendo los dos pilotos, del Ejército, que solicitaron poder unirse a los infantes de marina. El comandante de la corbeta ordena disparar con el cañón de 100 mm, pero el arma no puede hacer fuego. Entonces se recurre al de 40 mm y abre fuego, dirigido por los infantes de marina, sobre las tropas inglesas, ahora ya identificadas. Los británicos ahora son atacados por fuego más pesado y los infantes de marina argentinos estaban en condiciones de batirlos, incluso disponían de morteros en la zona, por lo que el comandante británico decide la rendición.

La rendición de los royal marines de las Georgias
A las 12.48 horas comienzan a aparecer las primeras banderas blancas en la zona del hospital. A las 13:00 el teniente Mills se acercó a las posiciones argentinas agitando una capa blanca y se entregó, recibiendo la orden de hacer salir individualmente a sus subordinados. Mills y sus hombres fueron tomados en custodia por el grupo de Astiz, quien se había mantenido en reserva durante la batalla. A las 13:35 se informó que había sido arriada la bandera británica. De inmediato, el oficial británico informó sobre dónde se ubicaban las posiciones defensivas, trampas explosivas, cargas de demolición y algunas minas, procediendo a su retiro por parte de personal británico y argentino.

El combate no fue más cruento debido a que parte del armamento de mayor calibre de la corbeta no se pudo utilizar por el exceso de sal depositada en sus mecanismos como consecuencia del temporal de casi tres días que el buque debió soportar en su navegación hacia las islas, solo se pudo utilizar el montaje doble de 40 mm. A los británicos por su parte se les trabó un cañón sin retroceso de 84 mm por un desperfecto pudiendo utilizar solamente armas menores, morteros y lanzagranadas. Es decir que los cañones de ambas partes, el de 100 mm de la corbeta y el de 84 mm de los Royal Marines quedaron fuera de servicio, de haberse podido utilizar, las bajas y la ferocidad del combate habrían sido muy superiores. Este tipo de hechos es siempre considerado por los hombres de armas como un "Acto de Dios".

Aunque se había obtenido la rendición, el helicóptero Wasp HAS.Mk.1 del HMS Endurance se aproximó a las islas y realizó un aterrizaje cerca de Puerto Leith y más tarde en las afueras de Grytviken, realizaron un reconocimiento final y se retiraron ante la posibilidad de que la corbeta pudiera actuar contra ellos.

Durante la tarde del 3 de abril se inició el desembarco de equipos, víveres y otras provisiones necesarias para mantener una guarnición de 36 infantes de marina, más cinco voluntarios de los dos buques. Todos recibieron órdenes de prepararse para una larga estancia en la zona.

En la corbeta Guerrico, se evaluaba la pérdida como consecuencia del impacto de proyectiles antitanques, del Cabo Patricio Guanca, apuntador del montaje de 40 mm, así como heridas en cinco hombres más, incluyendo dos asistentes de la pieza de 40 mm y el apuntador del cañón de 100 mm.

Por la tarde fueron apresados 13 civiles del BAS que se hallaban dispersos en las inmediaciones. A las 23 el Grupo Alfa reemplazó al teniente Cortéz y sus hombres en la protección de los obreros en Puerto Leith.

Consecuencias

La corbeta ARA Guerrico, con una pérdida de un 50% de su poder de fuego debido al combate, partió de Grytviken junto con el ARA Bahía Paraíso a las 3:15 del 4 de abril, rumbo a Río Grande. Este último trasportó a los infantes de marina británicos hasta Río Grande, desde donde fueron enviados por avión a Montevideo, llegando al Reino Unido el 20 de abril. Las fuerzas argentinas desistieron de atacar la base del BAS en la isla Bird, permaneciendo allí y en la bahía Schlieper, el glaciar Lyell y la bahía Saint Andrews, 15 británicos del BAS que se mantuvieron fuera del control argentino hasta la recuperación británica de las islas. La Armada Argentina dejó un destacamento de 55 infantes de marina en las islas, junto con los 39 obreros desmanteladores de chatarra que permanecieron en Puerto Leith.

El cabo principal artillero Francisco Solano Páez fue condecorado con la medalla de La Nación Argentina al Valor en Combate.

Como respuesta a recuperación argentina de las Malvinas y de las Georgias, el gobierno británico lanzó la Operación Corporate, comandada conjuntamente por el almirante John Woodward y el general Jeremy Moore.

La Operación Corporate en realidad había comenzado mucho antes del primer disparo en las Malvinas. Para entonces, ya siete buques de guerra ingleses navegaban hacia el Atlántico Sur. Se incorporaron los dos portaaviones Hermes e Invincible, y los dos buques de asalto Fearless e Intrepid, estaban todos en Portsmouth (puerto inglés del que partió el grueso de la Task Force 317). Más tarde, se agregaron fragatas y destructores, incluso los que se habían estado ejercitando frente a Gibraltar. El 3 de abril el Departamento de Marina obtuvo autorización para requisar naves comerciales. También se procedió a requisar trasbordadores y buques-tanque. En una operación sin precedentes, se procedió a cargar combustible, alimentos, municiones, repuestos y equipos. La rápida confirmación de que estaría disponible el puerto de anclaje y el aeropuerto de la Isla Ascensión, a medio camino entre Gran Bretaña y las Malvinas, alivió la inquietud de Gran Bretaña, pues allí sería posible clasificar y reforzar las cargas. Aunque Gran Bretaña era dueña de la isla, el aeropuerto que pronto se convertiría en uno de los más atareados del mundo, estaba dirigido por los Estados Unidos. El comandante norteamericano local manifestó su aprensión porque se le pedía que excediese el marco de sus responsabilidades, pero después de algunos llamados telefónicos, terminó por aceptar.

Pasado el mediodía del 3 de abril de 1982, la bandera argentina ondeaba sobre las islas Malvinas, las islas Georgias del Sur y las islas Sándwich del Sur (en estas últimas hacía varios años). Se suceden grandes manifestaciones de alegría patriótica por toda la Argentina. El plan de la Junta para recuperar prestigio social parecía haber dado frutos.

Respecto a las exigencias de desalojar a los obreros de Davidoff que estaban cumpliendo un contrato legalmente formulado, el gobierno argentino no podía aceptarlas ya que habían cumplido todas las formalidades establecidas. Admitir el uso de pasaportes era aceptar la pretensión británica de soberanía sobre las islas Georgias.

Si nuestro país hubiera tolerado el desalojo por la fuerza, o hubiera accedido a evacuar a los obreros bajo amenaza, o hubiera aceptado el visado de pasaportes, ello habría significado una verdadera abdicación del derecho de soberanía sobre el Atlántico sur, por aplicación de la doctrina conocida como “stopell” (reconocimiento tácito de derechos). Ya no había alternativa válida para la Argentina.

Un antecedente destacable es que en diciembre de 1976, 6 años antes de la guerra, la marina argentina instaló un observatorio en las islas Thule (Sándwich), y Gran Bretaña sólo envió una nota de protesta, sin tomar ninguna otra medida. Por lo tanto, cuando se produce el incidente de las Georgias, la Argentina se vio obligada a ejercer el derecho a la legítima defensa, previsto en la Carta de las Naciones Unidas, art. 51, en caso de ataque armado, hasta tanto el Consejo de Seguridad tome las medidas adecuadas para mantener la paz. El Fiscal de la Cámara Federal, que juzgó a los Comandantes en Jefe, afirmó que: “La Argentina, pues, no agredió, fue agredida”; concepto ratificado por la Cámara en su pronunciamiento.

Antes de partir Costa Méndez a Nueva York (sede de las Naciones Unidas), refiere en su libro que Galtieri le comentó el 2 de abril: “Usted sabe, acaso mejor que nadie, cuál es el objetivo de la Junta. Usted sabe que la operación tiene por objeto evitar que Gran Bretaña aproveche el incidente de las Georgias y los hechos que siguieron a él para afirmar su soberanía, congelar las negociaciones y convertir a las islas en una fortaleza. Nosotros debemos obligar a Gran Bretaña a negociar. No queremos el enfrentamiento militar ni la guerra.”

Los medios masivos de comunicación difundieron profusamente imágenes de la ocupación, las fotos de los soldados británicos capturados, boca abajo en el barro, daban la vuelta al mundo. Los «tercermundistas» han derrotado a la «superpotencia colonialista». También propalaron desde las Malvinas categóricas declaraciones de autoridades militares y miembros del gobierno nacional, que alimentaron en la opinión pública la convicción de una ocupación irreversible y, prácticamente, sin condicionamientos (Informe Rattenbach, punto 290). El pueblo acompañó sin retaceos la decisión de la Junta Militar. Ante esta euforia nacional, el gobierno vio disminuida su capacidad de analizar reflexivamente la realidad, lo cual habría de tener, más adelante, un peso considerable en el desarrollo de las negociaciones (Informe Rattenbach, punto 291). Por su parte, los medios de comunicación británicos hacían exactamente lo mismo que en la Argentina, aunque en un tono mucho más agresivo y teñido de un imperialismo atávico. El pueblo británico, a diferencia del argentino, apoyó una causa injusta y colonialista.

El 4 de abril, el gobierno británico obtuvo la autorización y apoyo de los EE.UU para el uso de la base aeronaval de la Isla Ascensión, que habría de convertirse en el principal punto de apoyo para todas las operaciones navales y aéreas en el teatro de operaciones, y que haría posible la presencia de la “Task Force” en el Atlántico Sur (Informe Rattenbach, punto 293).

El 4 de abril, se anuncia oficialmente la recuperación de las Islas Georgias por parte de las fuerzas argentinas. El 5 de abril los primeros barcos abandonaron los puertos distribuidos alrededor de Gran Bretaña así como Gibraltar, y una estruendosa publicidad concentró la atención en los dos portaaviones cuando abandonaron Portsmouth. El 90 % de los buques de la flota naval británica que parten hacia la guerra poseen tecnología de combate de última generación. De nada les servirá ante el coraje y valor de los argentinos. Las multitudes que vivaban a los barcos de guerra no tenían la menor idea donde quedaban las islas Malvinas. El envío de la Fuerza de Tareas había sido elevado por el gobierno de Thatcher, la oposición y los medios de comunicación a rango de causa nacional y popular. El llamado “Incidente Davidoff” fue la excusa perfecta para que la desprestigiada Margaret Thatcher encontrara el apoyo popular, en medio de una huelga de mineros de carbón y con amenazas de huelgas generales, trató de movilizar al pueblo y lograr su apoyo.

Después de la Resolución 502, el Canciller Costa Méndez y la delegación argentina dirigieron sus esfuerzos para comprometer el apoyo de la OEA y de los países “No Alineados”. El 5 de abril, en un discurso ante la OEA, el Canciller fundamentó la actitud argentina (Informe Rattenbach, punto 295). La acción argentina, provoca la renuncia del canciller inglés, Lord Carrington. La Comunidad Económica Europea, respalda la decisión inglesa de aplicar sanciones económicas a la Argentina.

Davidoff nunca pudo desmantelar los tres galpones balleneros
Respecto a Constantino Davidoff, un hijo de búlgaro y griega, se vio muy perjudicado por los ingleses, y el Dr. Pedro Trench, su abogado en el juicio contra el estado británico, afirma que la versión de su cliente está certificada por el informe del Comité Franks, de 1983, llevado a cabo por las autoridades británicas para explicar los sucesos que condujeron al conflicto.

Concluida la contienda bélica, en el ‘84 primero y en el ‘96 después, presentó dos querellas en el Juzgado 5 en lo Contencioso Administrativo, a cargo de la jueza Susana Córdoba, contra el Reino Unido y la corona por daños y perjuicios. El monto inicial fue de 31 millones de dólares. Davidoff calcula que, de ganar la demanda, en la actualidad la suma alcanzaría los 70 millones de dólares. En el primer caso, incluyó al Estado argentino como garante, para evitar que la causa prescribiera. Pero en 1987, el procurador del Tesoro nacional declaró que Argentina había actuado en “legítima defensa” con lo que la pelota quedó únicamente del lado inglés, cuyo gobierno desconoció las demandas, considerando que se trataba de una razón de Estado que no es materia judiciable. “Es falso, porque el contrato era civil, y encubrieron el despojo del que fui víctima”, sostiene Davidoff. Entonces envió una nota a la reina Isabel, en 1997, poniéndola en situación. Pero las instancias no concluyeron allí. El juicio avanzaba y el Foreign Office decidió tomar cartas en el asunto: envió una nota a la Cancillería, fechada el 13 de setiembre de este año, con el sello de la embajada británica. En medio del sello, una firma sin aclaración cierra la nota, en la que se sostiene que la documentación de las demandas será devuelta –señal de que no las reconocen–. Lo más interesante es el penúltimo párrafo, anterior a los saludos de rigor. Textualmente dice que “la Embajada (británica) agradecería que el Ministerio (de Relaciones Exteriores argentino) tome las medidas pertinentes para asegurar que las buenas relaciones entre nuestros dos países no se vean adversamente afectadas por la continuidad de estas dos causas judiciales”.

1 comentario:

  1. SI ARGENTINA HUBIERA TENIDO 100 MIRAGES F1 COMPLETOS HUBIERA GANADO ESA GUERRA FACILMENTE .......PERO BUNO SOLO TENIAN A4 AR Y MIRAGES DELTAS INTERCEPTORES POCO MANIOBREROS

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