HUMANIDAD Y COSMOS es un programa que trata de traerle a usted eso que siempre se preguntó y nunca tuvo la oportunidad de escuchar… Hechos históricos ocultados, fenómenos insólitos, creencias, mitos y leyendas, arqueología proscripta, seres extraños, energías prohibidas, noticias curiosas, científicos censurados, el misterio de los objetos voladores no identificados, profecías y vaticinios, sociedades secretas, ecología, enigmas y soluciones para vivir física y espiritualmente sanos.


viernes, 14 de septiembre de 2018

LAS INQUIETANTES VISIONES DE HILDEGARDA DE BINGEN

La abadesa Hildegarda, fundadora de los conventos benedictinos en Bingen y Eibingen, Alemania, predijo acontecimientos como la llegada del protestantismo, la perdida de los poderes espirituales de la Santa Sede, y la secularización universal de los bienes del clero. Vaticinó la era final, la del Lobo gris donde reinará el Anticristo. Tres papas, dos emperadores, muchos obispos, santos y otras muchas personas buscaron consejo en la conocida “Sibila del Rin”.

Hildegarda la profetisa teutónica
o "Sibila del Rin".
Hildegarda nació hace 920 años, el 16 de septiembre de 1098 en Bingen, actual Alemania y falleció el 17 de septiembre de 1179 a los 81 años.

Hildegarda fue una abadesa, líder monacal, mística, profetisa, médica, compositora, escritora, y santa alemana. Es conocida como la “Sibila del Rin” y como la profetisa teutónica. El 7 de octubre de 2012 el papa Benedicto XVI le otorgó el título de doctora de la Iglesia junto a san Juan de Ávila durante la misa de apertura de la XIII Asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos.

Considerada por los especialistas actuales como una de las personalidades más fascinantes y polifacéticas del Occidente europeo, se la definió entre las mujeres más influyentes de la Baja Edad Media,​ entre las figuras más ilustres del monacato femenino y quizá la que mejor ejemplificó el ideal benedictino,​ dotada de una cultura fuera de lo común, comprometida también en la reforma de la Iglesia,​ y una de las escritoras de mayor producción de su tiempo.

Hildegarda nació en Bermersheim, en el valle del Rin (actualmente Renania-Palatinado, en Alemania), durante el verano del año 1098,​ en el seno de una familia noble alemana acomodada. Fue la menor de los diez hijos de Hildeberto de Bermersheim, caballero al servicio de Meginhard, conde de Spanheim,​ y de su esposa, Matilde de Merxheim-Nahet, y por eso fue considerada como “el diezmo para Dios”, entregada como oblata y consagrada desde su nacimiento a la actividad religiosa, según la mentalidad medieval. De esta manera, fue dedicada por sus padres a la vida religiosa y entregada para su educación a la condesa Judith de Spanheim (Jutta), hija del conde Esteban II de Spanheim y, por tanto, noble como ella,​ quien la instruyó en el rezo del salterio, en la lectura del latín —aunque no le enseñó a escribirlo o, cuando menos, no con pericia—, en la lectura de la Sagrada Escritura y en el canto gregoriano.

La abadesa Hildegarda de
Bingen tardó 10 años en
escribir el libro Scivias.
Durante algunos años maestra y discípula vivieron en el castillo de Spanheim. Cuando Hildegarda cumplió catorce años, ambas se enclaustraron en el monasterio de Disibodenberg.​ Este monasterio era masculino, pero acogió a un pequeño grupo de enclaustradas en una celda anexa, bajo la dirección de Judith. La ceremonia de clausura solemne fue celebrada el 1 de noviembre de 1112 y en ella participaron Hildegarda, Judith y otra enclaustrada más,​ también infante. En 1114, la celda se transformó en un pequeño monasterio, a fin de poder albergar el creciente número de vocaciones. En ese mismo año, Hildegarda emitió la profesión religiosa bajo la regla benedictina, recibiendo el velo de manos del obispo Otón de Bamberg. De esta manera continuó su educación monástica rudimentaria dirigida por Judith.

Judith murió en 1136, con fama de santidad tras haber llevado una vida de mucha austeridad y ascesis, que incluyó largos ayunos y penitencias corporales. Hildegarda, a pesar de su juventud, fue elegida como abadesa (magistra) de manera unánime por la comunidad de monjas.

Recibió la orden sobrenatural de que escriba sus visiones
Desde niña, Hildegarda tuvo débil constitución física, sufría de constantes enfermedades y experimentaba visiones. En una hagiografía posterior escrita por el monje Teoderico de Echternach se consignó el testimonio de la propia Hildegarda, donde dejó constancia que desde los tres años tuvo la visión de «una luz tal que mi alma tembló». Estos hechos continuaron aún durante los años en que estuvo bajo la instrucción de Judith quien, al parecer, tuvo conocimiento de ellos. Vivía estos episodios conscientemente,​ es decir, sin perder los sentidos ni sufrir éxtasis.​ Ella los describió como una gran luz en la que se presentaban imágenes, formas y colores; además iban acompañados de una voz que le explicaba lo que veía y, en algunos casos, de música.

Hildegarda recibe la iluminación
y un monje escribe.
En 1141, a la edad de cuarenta y dos años, sobrevino un episodio de visiones más fuerte, durante el cual recibió la orden sobrenatural de escribir las visiones que en adelante tuviese. A partir de entonces, Hildegarda escribió sus experiencias, que dieron como resultado el primer libro, llamado Scivias (Conoce los caminos), que no concluyó hasta 1151. Para tal fin, tomó como secretario y amanuense a uno de los monjes de Disibodenberg llamado Volmar y, como colaboradora, a una de sus monjas, llamada Ricardis de Stade.

No obstante, siguió teniendo reticencias para hacer públicas sus revelaciones y los textos resultantes de ellos,​ por lo que para disipar sus dudas recurrió a uno de los hombres más prominentes y con mayor reputación espiritual de su tiempo: Bernardo de Claraval, a quien dirigió una sentida carta pidiéndole consejo sobre la naturaleza de sus visiones y la pertinencia de hacerlas de conocimiento general.​ En dicha misiva, enviada hacia 1146, confesaba al ilustre monje cisterciense que lo había visto en una visión «como un hombre que veía directo al sol audaz y sin miedo», y al mismo tiempo que se atribuía a sí misma «debilidad» solicitaba su consejo.

La respuesta de Bernardo no fue ni muy extensa ni tan elocuente como la carta enviada por Hildegarda,​ pero en ella la invitaba a «reconocer este don como una gracia y a responder a él ansiosamente con humildad y devoción [...]». Además, parece que el abad de Claraval posteriormente intervino ante el papa Eugenio III en favor de Hildegarda, ya que tenía trato personal con el obispo de Roma porque éste era también cisterciense y antiguo discípulo suyo.

Representación de Santa
Hildegarda de Bingen.
Precisamente, el arzobispo Enrique de Maguncia bajo cuya jurisdicción se encontraba el monasterio de Disibodenberg, y que estaba enterado de las visiones y profecías de Hildegarda, mandó una comisión al papa Eugenio para informarse de lo sucedido y lograr que se declarara sobre la naturaleza de tales dones.​ El papa se encontraba por aquellos días en Tréveris para presidir el sínodo que se celebró en aquella ciudad entre 1147 y 1148.

En 1148, un comité de teólogos, encabezado por Albero de Chiny-Namur, obispo de Verdún, a petición del papa, estudió y aprobó parte del Scivias.​ El mismo papa leyó públicamente algunos textos durante el sínodo de Tréveris y declaró que tales visiones eran fruto de la intervención del Espíritu Santo. Tras la aprobación, envió una carta a Hildegarda, pidiéndole que continuase escribiendo sus visiones. Con ello dio comienzo no solo la actividad literaria aprobada canónicamente, sino también la relación epistolar con múltiples personalidades de la época, tanto políticas como eclesiásticas, tales como el ya mencionado Bernardo de Claraval, Federico I Barbarroja, Enrique II de Inglaterra o Leonor de Aquitania, que pedían sus consejos y orientaciones. Tal fue su reconocimiento, que llegó a ser conocida como la "Sibila del Rin".

También en 1148 y sin haber concluido la redacción del Scivias, una visión la hizo concebir la idea de partir de Disibodenberg y marchar a un lugar «donde no había agua y donde nada era placentero»​ inspirándola así para la fundación de un monasterio en la colina de san Ruperto (Rupertsberg), cerca de Bingen al oeste del río Rin en la desembocadura del Nahe, para trasladar a la crecida comunidad y emanciparla de los monjes de Disibodenberg.

Sin embargo, Kuno, entonces abad de Disibodenberg, se opuso a su salida, lo que contrarió a la monja en gran medida, al punto de ocasionarle trastornos físicos, que fueron atribuidos a causas divinas:​

Las ruinas del Monasterio de Disibodenberg,
están situadas en la confluencia de los ríos
Nahe y Glan, 25 Km al Suroeste de Bingen.
Ante esta situación intervino la marquesa Ricardis de Stade (Richardis von Stade),​ madre de la monja que servía de secretaria a Hildegarda, quien logró convencer a Enrique I, arzobispo de Maguncia (1142—1153), de que diera la autorización para la salida de las religiosas y la fundación del nuevo monasterio. Hacia 1150, se trasladó a Rupertsberg con cerca de veinte de sus monjas, obtuvo el permiso del conde Bernardo de Hildesheim,​ propietario del terreno elegido y fundó el monasterio de Rupertsberg, del cual se convirtió en abadesa.

La sanadora del Rin
Se decía de Hildegarda que gozaba de habilidades milagrosas, pues curaba a la gente de sus enfermedades usando el agua del río Rin. Su fama como sanadora atraía a tal cantidad de multitudes (también curaba a las personas con remedios hechos con plantas y piedras) que se dice que una de sus compañeras de claustro trató de convencer al obispo de que le ordenara a Hildegarda que parara de hacer milagros. Aunque a Santa Hildegarda von Bingen no se le conoce un patronaje específico (su día se celebra cada 17 de septiembre), algunas personas la reconocen como la santa patrona de la ecología, la medicina, la música, el arte y hasta de la cerveza, pues esta sabia visionaria, consciente que beber agua en la época medieval, debido a las pésimas condiciones sanitarias de la época, era peligroso, le aconsejaba a las monjas de su orden que tomaran cerveza para mantener las mejillas rosadas y las enfermedades alejadas.

El día de Santa Hildegarda se
celebra cada 17 de setiembre.
Hildegarda de Bingen también fue una temida predicadora. En monasterios y en plazas públicas amonestaba al clero y a los monásticos relajados para que reformaran sus vidas. Fue tan amplia su participación en la Iglesia que también realizó, supuestamente, varios exorcismos.

Por esa época, su asistente y secretaria Ricardis la abandonó para convertirse en abadesa del convento de Bassum en Sajonia. Ello causó la tristeza y oposición de Hildegarda, que luego reflejaría en serias cartas de protesta al arzobispo Hartwig de Bremen, hermano de Ricardis, quien había influido para conseguir el cargo abacial; llegó a apelar hasta al papa, sin conseguir que la monja volviera. Ricardis murió al año de la separación.​

Un año después del traslado concluyó el Scivias y de esa misma época datan sus dos libros de contenidos sobre ciencias naturales (Physica) y medicina (Cause et cure), en los cuales expuso gran cantidad de conocimientos sobre el funcionamiento del cuerpo humano, de herboristería y otros tratamientos médicos de su época basados en las propiedades de piedras y animales. Asimismo, comenzó la colección de cantos que tituló Symphonia armonie celestium revelationum, que compuso para atender a las necesidades litúrgicas de su comunidad. Según algunas cronologías, también de 1150 dataría el inicio del Liber vite meritorum.

El monasterio de Rupertsberg en el siglo XVII.
Hacia 1163, como fruto de sus constantes visiones, comenzó la escritura del Liber divinorum operum, la tercera de sus tres obras más importantes y que tardaría alrededor de diez años en concluir. Sin embargo, la abadesa alternó la vida contemplativa y de escritora con la de predicación y fundación, ya que en 1165 fundó un segundo monasterio en Eibingen, que visitaba regularmente dos veces a la semana.

Predicación e intervención política
La fama de santa y profetisa que llegó a tener la abadesa fue tal que, en 1150, el propio emperador Federico I Barbarroja la invitó a entrevistarse con él en su palacio en Ingelheim. El aprecio mutuo que generó esta entrevista manifestado en las subsecuentes cartas llegó a tal grado que, trece años más tarde, el soberano otorgó un edicto de protección imperial a perpetuidad al monasterio de Rupertsberg.

La labor de escritora de Hildegarda se vio interrumpida muchas veces por los viajes de predicación. Si bien la clausura en sus tiempos no era tan rígida como lo sería a partir de Bonifacio VIII,​ no dejó de sorprender y admirar a sus contemporáneos que una abadesa abandonara su monasterio para predicar.

Hildegarda realizó cuatro viajes de
predicación.
El contenido de su predicación giró en torno a la redención, la conversión y la reforma del clero, criticando duramente la corrupción eclesiástica, además de oponerse firmemente a los cátaros; al condenar las doctrinas de estos, proponiendo el combate de sus errores mediante la predicación y la edificación del clero.

En total fueron cuatro los viajes de predicación que realizó: el primero entre 1158 y 1159, en el que viajó a Maguncia y a Wurzburgo. En 1160 realizó el segundo a Tréveris y a Metz. En su tercera predicación, entre 1161 y 1163, viajó por el Rin hasta Colonia. En el último de sus viajes, comprendido entre 1170 y 1171, predicó en la región de Suabia.

Además de estos viajes de predicación, Hildegarda usó las cartas para hacer sentir su opinión ante personajes notables. Con motivo del cisma provocado por la elección del antipapa Víctor IV con el apoyo del emperador Barbarroja, frente al papa romano Alejandro III, alargado a la muerte de Víctor IV con la elección de los también antipapas Pascual III y Calixto III, Hildegarda hizo graves amonestaciones proféticas al primero de estos, así como al emperador mismo.

Hildegarda fundó dos conventos, el convento
Rupertsberg (montaña de Rupert) cerca de Bingen
y el convento Eibingen, al otro lado del Rin.
En el año 1173, poco antes de concluir el Liber divinorum operum, murió el monje Volmar, su más cercano colaborador y secretario, lo que la orilló a ayudarse de los monjes de la abadía de san Eucario de Tréveris para terminar dicha obra. Durante algún tiempo el monje Godofredo de Disibodenberg le sirvió como amanuense, a la vez que comenzó la redacción de una biografía de la profetisa, pero también él murió poco tiempo después, en 1176. El último de sus secretarios lo encontró en Guiberto de Gembloux, un monje flamenco, con el que había sostenido conversación epistolar iniciada por el interés de éste sobre la manera en que Hildegarda tenía sus visiones.

Sus profecías más conocidas
Entre las profecías más conocidas de Hildegarda Von Bingen se cuenta el anuncio de la crisis política causada por la irrupción del protestantismo, que dividió políticamente a su país natal y ocasionó una dura persecución al clero:

La Santa Hildegarda de Bingen fue abadesa,
líder monacal, mística, profetisa, médica,
compositora y escritora alemana.
“Vendrá el tiempo en que príncipes y pueblos rechacen la autoridad del Papa. Algunos países preferirán sus propios jerarcas religiosos al Papa. El imperio alemán será dividido. La propiedad de la Iglesia será secularizada. Los sacerdotes serán perseguidos y los herejes predicarán su falsa doctrina sin ser molestados, lo que causará que los cristianos duden de su santa fe católica. Hacia el fin del mundo la humanidad será purificada por sufrimientos, en especial el clero, al que se le robará sus propiedades. Cuando el clero simplifique su modo de vida las condiciones mejorarán”.

Una de las profecías más misteriosas de Hildegarda se relaciona con una profecía que, según algunos estudiosos, parece anticipar el fin de los Estados Unidos, vale recordar que América aún no había sido descubierta por Cristóbal Colón, y en ella se refiere a un país que está al otro lado del océano, constituido por “diferentes tribus y linajes” (Estados Unidos se caracteriza por su gran variedad étnica), el mismo país que perdería sus colonias en el este por culpa de un “tigre” y un “león” (China y Rusia, probablemente):

Hildegarda predijo la llegada de un gran cometa 
que será la antesala de una catástrofe sin 
precedentes a nivel planetario.
“Antes de la llegada del cometa, muchas naciones, excepto las buenas, serán azotadas por la necesidad y el hambre. La gran nación al otro lado del océano que está habitada por pueblos de diferentes tribus y linajes será devastada por un terremoto, huracanes y olas marinas. Será dividida, y en gran parte sumergida. Esa nación también tendrán muchas desgracias en el mar y perderá sus colonias en el Este a causa de un Tigre y un León”.

Para la vidente alemana, la llegada de este gran cometa sería sólo la antesala de una catástrofe natural sin precedentes a nivel planetario:

"Después del gran cometa, la gran nación será
devastada por terremotos, huracanes y muchas
olas de agua, que causarán gran necesidad y
plagas", declaró la vidente Hildegarda.
“El cometa, con su inmensa presión, hará salir mucho del océano, que inundará muchos países y ocasionará mucha necesidad y plagas. Después del gran cometa, la gran nación será devastada por terremotos, huracanes y muchas olas de agua, que causarán gran necesidad y plagas. El océano también inundará muchos otros países, de modo que las ciudades costeras vivirán en terror, pues muchas serán destruidas por las olas y casi todas las criaturas vivientes serán muertas; incluso las que escapen morirán de horribles enfermedades porque nadie en esas ciudades vive según las leyes de Dios”.

Una de las visiones más inusuales de este tipo fueron cinco animales o bestias. Que representan cinco períodos históricos distintos, “épocas feroces de gobierno temporal”.

Las Cinco Bestias
Los cinco animales se asemejan a un perro de fuego, un león amarillo, un caballo blanquecino, un cerdo negro, y un lobo gris.

Las 5 Bestias que vio Hildegarda:
el Perro de fuego, el León
amarillo, el Caballo blanquecino,
el Cerdo negro y el Lobo gris.
El Perro de Fuego
Se refiere al tiempo desde 1870 hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial.

Y que el pecado predominante en esta época, que vio 30 monarcas reinantes y el aumento de la industrialización y el socialismo, es la falta de justicia.

La Iglesia durante este tiempo fue despojada de los Estados Pontificios, y el Papa León XIII publicó Rerum Novarum para abordar los problemas de injusticia social y económica.

El León Amarillo
El león amarillo del segundo período representa la era de las guerras, dos guerras mundiales, 1914-1945, caracterizado por el pecado del relativismo moral, y el desprecio por la “justicia de Dios”.

Durante este tiempo, el Tratado de Letrán firmado por el dictador Benito Mussolini estableció la ciudad-estado del Vaticano.

El Caballo Blanquecino
La tercera era, simbolizada por un caballo blanquecino, se extiende desde 1945 hasta el final de la guerra fría en 1991, y está identificada por el libertinaje y la falta de virtud.

En esta era los “reinos” pierden su “fuerza”, se debilitan y palidecen, y los “corazones se romperán”.

El Cerdo Negro
La cuarta era (el Cerdo negro) es nuestra época actual, y posiblemente haya trascurrido más de la mitad.

Ilustración de Santa
Hildegarda.
Esta época trae los frutos del libertinaje, que son la impureza y la fornicación.

Esta es la descripción de Santa Hildegarda de la cuarta bestia:
“…es como un cerdo negro, esta época tendrá líderes que se ennegrecen en la miseria y se revuelcan en el lodo de la impureza. Ellos infringen la ley divina, por la fornicación y otros males, y divergen sobre la santidad de los mandamientos de Dios“.

El comienzo de esta época vio dos encíclicas de Juan Pablo II, Veritatis Splendor y Evangelium Vitae, que tuvieron como objetivo el relativismo moral y ético, y la legislación que devalúa la vida humana.

En una homilía pronunciada en 2010 el cardenal Raymond Burke advirtió sobre una “sociedad que pretende tomar el lugar de Dios haciendo sus propias leyes y dando sus sentencias.”

La sociedad se revuelca en el “barro de impureza” en cuestiones morales y por el desarrollo de la ingeniería social. Los que no están en desacuerdo con este programa global inhumano son estigmatizados como racistas, sexistas, discriminadores, intolerantes y así sucesivamente.

El Lobo Gris
La quinta y última bestia, el astuto lobo gris, será un tiempo de conflictos y saqueo, de agitación económica y de lucha de clases. Y muestra a muchos como el tiempo del anticristo se acerca.

Cuando llegue la Era del Lobo Gris será
el tiempo del Anticristo.
Esta era será introducida por un descenso significativo de la posición dominante de Estados Unidos en el mundo. Los ingenieros sociales pueden recurrir a la violencia para aplastar a la oposición a su agenda de un Nuevo Orden Mundial.

Cuatro signos se manifiestan claramente de que la época actual está por terminar y la era final, la del Lobo gris, está emergiendo:

1. Un Cambio en la Composición Geopolítica del Mundo
Los cinco períodos representan ante todo épocas históricas distintas.

La religiosa germana nos advirtió
sobre lo que sucederá en nuestra
época.
Dividiendo el siglo XX en épocas separadas es muy fácil para los historiadores comprender que los años 1914, 1945 y 1991 fueron las divisiones naturales en base a un cambio en el mapa de Europa, así como en su estructura de poder.

Europa Occidental desde 1945 ha sido protegida por Estados Unidos a través de la alianza de la OTAN y la presencia de bases estadounidenses.

Desde 1991 y la caída del imperio soviético, Estados Unidos ha sido la única potencia hegemónica en la región.

Norteamérica pronto perderá ese privilegio; esto se puede ver en el gradual fin de la hegemonía estadounidense y el avance de China y de Rusia.

2. La Agitación Política en Europa Occidental
En la descripción de Hildegarda se refiere a las revoluciones, pero no las describe en detalle.

Ella no hace mención aquí de las guerras entre países, pero tal vez alude a ellas en un capítulo posterior en Scivias.

Algunos europeos se puede esperar que giren violentamente en protestas contra sus gobiernos cuando comience la era del Lobo gris.

3. Levantamientos Violentos Contra los Ricos y Poderosos
Esto está, probablemente, conectada a la señal anterior. Hildegarda explica que el motivo aquí es económico, no político; la lucha de clases estallará en muchas ciudades.

Ella dice que la razón, y el mal particular de esta época, es la codicia. La gente va a ir contra los ricos y poderosos. Esto será evidente desde el comienzo de la era a su fin.

4. La Persecución de los Cristianos
Esto puede o no puede ocurrir en el comienzo de la era; Hildegarda no lo dice. Pero ella describe claramente un tiempo de persecución cristiana que es distinta de la persecución de más tarde por el anticristo.

La rápida radicalización de los musulmanes en Europa, junto con su creciente población debe ser una advertencia de que la persecución puede venir.

La Era del Lobo Gris y el Sionismo
Santa Hildegarda describe la era del Lobo gris en mayor detalle que lo hace con el resto de las eras.

Una de esas claves es el simbolismo del color gris.

Revela Hildegarda que luego del cometa llegará
el anticristo: "...el hijo de la perdición será una
bestia muy malvada que dará muerte a los que
se niegan a creer en él, y se asociará con
reyes, sacerdotes y ricos...".
Ella afirma que habrá gente en esta época que serán “… ni negro ni blanco, sino gris en su astucia”.

Como vimos en el simbolismo de las cuerdas, para Hildegarda, el negro se refiere al mal mientras que el blanco se refiere a la santidad.

Lo que va a identificar a las personas de esta época es que van a exhibir ambas características.

Otra pista de quién conforma este grupo es lo que nos dice con respecto a la Iglesia en esta época, que “… los que deben amarla la perseguirán violentamente”.

Existen algunos grupos sociales que desean el fin del cristianismo como los ateos, los sionistas y feministas radicales, por ejemplo.

Hildegarda hizo ilustrar su visión de
la ascención y caída del anticristo.
Después de la llegada del supuesto y misterioso cometa, según la religiosa germana, el mundo vivirá otro trance tanto o más duro, marcado por la llegada del temido anticristo:

“El hijo de la perdición (el anticristo) vendrá al final de los tiempos, justo antes de que el Sol desaparezca en el horizonte… El hijo de la perdición será una bestia muy malvada que dará muerte a los que se niegan a creer en él, y se asociará con reyes, sacerdotes y ricos… Él se ganará a las personas permitiéndoles hacer lo que quieran. El anticristo nacerá de una mujer impía que, desde su infancia, tendrá conocimientos en las ciencias ocultas y en las creencias del demonio… A la vista de estas cosas, muchos estarán aterrorizados y creerán en él; y algunos, conservando su fe primitiva, sin embargo, serán juzgados y obligados a cerrar el ojo interior de su alma.”

Última batalla
La última situación crítica a la que tuvo que enfrentarse Hildegarda aconteció en 1178, cuando su comunidad dio sepultura en el cementerio conventual a un noble supuestamente excomulgado. Por la imposición de esta pena eclesiástica, el derecho canónico prohibía su entierro en suelo sagrado. Se pidió a Hildegarda que exhumara el cadáver. Ella se negó e incluso hizo desaparecer cualquier rastro del enterramiento para que nadie pudiera buscarlo. Sostuvo que había sido reconciliado con la Iglesia antes de morir. Los prelados de Maguncia, en ausencia del arzobispo Christian, que estaba en Roma, pusieron en entredicho al monasterio. Por él se prohibió el uso de las campanas, los instrumentos y los cantos en la vida y liturgia de Rupertsberg. Hildegarda se defendió escribiendo una carta de rico contenido doctrinal, donde recogía el significado teológico de la música. Cuando regresó el arzobispo en marzo de 1179, se presentaron testigos que apoyaban la versión de Hildegarda y fue levantado el entredicho.​

Relicario con las reliquias de Santa
Hildegarda de Bingen.
A los pocos meses de ser levantado el entredicho, el 17 de septiembre de 1179, a los 81 años de edad murió Hildegarda. Las crónicas hagiográficas cuentan que a la hora de su muerte aparecieron dos arcos muy brillantes y de diferentes colores que formaban una cruz en el cielo.

Entre 1180 y 1190 el monje Teoderico de Echternach escribió la Vita (Vida) de Hildegarda, recogiendo pasajes autobiográficos que la monja había dejado y contado. Gregorio IX abrió el proceso de canonización en 1227, aunque no se concluyó. Fue reabierto por Inocencio IV en 1244, sin que tampoco en esta ocasión se llegase a concluir. Sin embargo, debido a la difusión de su culto se la inscribió en el Martirologio romano,​ incluyéndose además su nombre en algunas letanías; se extrajeron reliquias de su sepulcro; se celebró su fiesta litúrgica; se le atribuyeron milagros y sus representaciones pictóricas y escultóricas comenzaron a ser objeto de veneración.

Sus reliquias fueron conservadas en el convento de Rupertsberg hasta la destrucción de éste en 1632, durante la Guerra de los Treinta Años. Entonces fueron llevadas a Colonia y después a Ebingen donde se depositaron en la iglesia parroquial donde aún reposan.

Ilustración de Hildegarda
recibiendo la inspiración
divina.
En 1940 se aprobó oficialmente su celebración para las iglesias locales. Con motivo del 800 aniversario de su muerte, Juan Pablo II se refirió a ella como profetisa y santa. De la misma manera, en 2006, el papa Benedicto XVI también se refirió a Hildegarda como santa y la encomió como una de las grandes mujeres de la cristiandad junto con Catalina de Siena, Teresa de Ávila y la madre Teresa de Calcuta.

En el año 2010 el papa Benedicto XVI dedicó a Hildegarda las Audiencias Generales del 1 y 8 de septiembre, dentro del marco de una serie de catequesis sobre escritores cristianos, siendo la primera mujer presentada en estas catequesis; recordó, entre otras cosas, que los contemporáneos de Hildegarda la consideraron con el título de "profetisa teutónica" y puntualizó el valor teológico de sus escritos y enseñanzas.

En diciembre de 2011, el papa Benedicto XVI anunció su decisión de otorgar a santa Hildegarda el título de "Doctora de la Iglesia".​ El 10 de mayo de 2012 procedió a inscribirla en el catálogo de los santos y extender su culto litúrgico a la Iglesia universal, en una "canonización equivalente".​ El 27 de mayo de 2012 durante el rezo del Regina Caeli del día de Pentecostés, el papa determinó la fecha para la proclamación como Doctora.​ El 7 de octubre de 2012, durante la misa de apertura del Sínodo de los obispos en la Basílica de San Pedro en Roma, se realizó la proclamación oficial por el cual se le concedió el título de Doctora para la Iglesia Universal junto con san Juan de Ávila por el papa Benedicto XVI.

Xilografía de 1524 representando 
Hildegarda de Bingen, la 
abadesa y mística medieval.
Hildegarda también es venerada por algunas de las Iglesias que conforman la Comunión anglicana, entre ellas la Iglesia de Inglaterra y la Iglesia episcopal escocesa.​ Tanto en la Iglesia católica como en la Comunión anglicana se la celebra el 17 de septiembre.

La iconografía religiosa de Hildegarda es escasa, probablemente porque su culto fue local por bastante tiempo. Se la retrata con los atributos propios de una abadesa de la orden de san Benito: báculo abacial y hábito benedictino con velo negro y blanco; sus representaciones más antiguas reproducen la manera en que aparece en las miniaturas de sus escritos: sentada con un estilo en la mano en actitud de escribir sobre un par de tablillas o dictando a un monje, con cinco flamas alrededor de la cabeza representando la visión divina. Más tarde se cambia el estilo por una pluma de ave, con algún pergamino o libro en la mano — comúnmente el Scivias — y algún instrumento musical.

Obra
Las obras de esta religiosa del siglo XII fueron escritas —como la mayor parte de los escritos de su tiempo—, en latín medieval, salvo por ciertas anotaciones y palabras que podemos encontrar en algunas de sus cartas, que se encuentran en alemán medieval propio de la región media de Franconia–Renania/Mosela. En su obra, ella misma acusó en variadas ocasiones su poca preparación en latín, pero por sus propias confesiones y sus hagiógrafos se conoce que su método de escritura comenzaba al escribir sus visiones y luego pasarlas a un secretario que corregía los errores y pulía la escritura. Dos de ellos — Volmar y Gottfried — fueron monjes de Rupertsberg y el tercero, de origen flamenco — Guibert de Gembloux — era monje de la abadía de Gembloux, de ahí que todos ellos estaban bien preparados en el latín eclesiástico.

Santa Hildegarda von Bingen,
Doctora de la Iglesia.
Empleó varios estilos de escritura: el tratado teológico, el epistolar, el hagiográfico y el tratado médico; pero destacan sus obras visionarias, en las que hace un uso constante y fecundo de la alegoría ética-religiosa, que aunque era bastante común en su tiempo, llegaba a usar símbolos poco frecuentes.

Sus obras fueron legadas a la posterioridad gracias al interés de los monjes que la admiraron y la ayudaron a escribirlas, encabezados por Guibert de Gembloux, quienes tras su muerte terminaron de transcribir las obras de la abadesa, las compilaron e ilustraron con miniaturas.

Se ha comprobado la autoría de alrededor de 300 cartas, donde toca temas de lo más variado: teología, espiritualidad, política, remedios curativos, consejos sobre la vida monástica y clerical, entre otros temas que le consultaban. El estilo en sus cartas es, en ocasiones, igual de simbólico que en sus escritos visionarios, ya que llega a proporcionar consejos con la misma autoridad y en nombre de la voz divina que dictaba sus visiones.

Physicas, uno de los libros de
Santa Hildegarda donde
profundiza en las Ciencias
naturales.
En lo que se refiere a sus escritos hagiográficos, se encuentra la Vita sancti Disibodi (Vida de san Disibodo) escrita hacia 1170 a petición de Helenger, abad del monasterio de Disibodenberg, donde trata la vida y obra del eremita irlandés Disibodo que terminó su vida en las cercanías del monasterio que aquel presidía. Por las mismas fechas escribe la Vita sancti Ruperti para documentar la vida del santo patrón del monasterio fundado en la colina donde supuestamente descansaban las reliquias de Ruperto de Bingen.

Sus libros de medicina le han valido el título de 1ª médica de Alemania.

En la película Visión, filmada en
2009 por Margarethe von Trotta,
se relata la historia de Hildegarda,
interpretada por Bárbara Sukowa.
Lo prolífico de la obra musical de Hildegarda permite establecer la importancia que para la sibila del Rin tuvieron la música y el canto. Tal importancia se puso de manifiesto en la carta escrita a la curia de Maguncia, dictada tras el entredicho interpuesto con ocasión del conflicto derivado de que la abadesa diera sepultura a un hombre supuestamente excomulgado y por el cual se prohibió a su comunidad cantar el salterio y tener misa.

En dicha misiva, tras declararse dispuesta a obedecer las medidas impuestas y partiendo de una cita del salmo 150, Hildegarda explica que el canto es una manifestación del espíritu divino en el hombre, que con ello recuerda vagamente la bienaventuranza de Adán en el paraíso, quien participaba de la voz y el canto de los ángeles en alabanza a Dios. Los profetas, a quienes Dios les otorgaba una gracia extraordinaria habían compuesto cantos y creado instrumentos entreviendo el pasado beatífico de la humanidad. De hecho, los instrumentos musicales, al ser tocados con los dedos recordaban a Adán mismo creado por el «dedo de Dios».

La totalidad de las obras musicales de la profetisa teutona fueron creadas para las necesidades litúrgicas de su propia comunidad, así como para la didáctica teológico-moral en el caso del Ordo Virtutum.

Miniatura del siglo XII con
Hildegarda y su congregación.
Hildegarda compuso setenta y ocho obras musicales, entre ellas una ópera, agrupadas en Symphonia armonie celestium revelationum (Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestes): 43 antífonas, 18 responsorios, 4 himnos, 7 secuencias, 2 sinfonías (con el significado propio del siglo XII), 1 aleluya, 1 kyrie, 1 pieza libre y 1 oratorio (fascinante, pues el oratorio se inventó en el siglo XVII). Además, compuso un auto sacramental musicalizado llamado Ordo Virtutum ("Orden de las virtudes", en latín), sobre las virtudes.

El académico norteamericano Matthew Fox dijo de ella que “si hubiera nacido hombre, habría sido reconocida como uno de los artistas e intelectuales más grandes que el mundo haya visto”.

Clic aquí para ver el video sobre las profecías de Hidegarda:


Las escalofriantes profecías de Hildegarda von Bingen


Margarethe von Trotta realizó en 2009 una película biográfica de Hildegarda de Bingen, interpretada por Barbara Sukowa. Aquí el enlace a la película completa:




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