El
19 de febrero de 1942, el presidente Franklin Roosevelt firmó la orden
ejecutiva Nº 9066, autorizando al Departamento de Guerra para que creara áreas
militares donde la permanencia de las personas civiles sería decidida por el
Secretario de Guerra Henry Stimson. Las zonas serían en lugares desérticos de la
costa del Pacífico, Washington, Oregón, Arizona y California; unos 120.000
japoneses o sus descendientes serían internados en campos de concentración.
Stimson le aclaró al
teniente general John L. De Witt, comandante general de la defensa del oeste de
los Estados Unidos, que los descendientes de italianos
no deberían ser molestados, y que solamente algunos inmigrantes alemanes debían
recibir ser considerados.
Luego
de la orden emanada por F. D. Roosevelt,
el 19 de febrero, el FBI comenzó a detener a todos los líderes japoneses por
ser "sospechosos". Ninguno estuvo jamás acusado por crimen alguno. Casi todos eran simples miembros de la
comunidad japonesa: sacerdotes sintoístas o budistas, periodistas, profesores
de idioma japonés o sindicalistas. Los líderes de la colonia japonesa fueron
liquidados así en una rápida operación.
Los hombres fueron
deportados sin avisar. La mayoría de las familias no sabían por qué habían
desaparecido, adónde habían sido llevados o cuándo serían excarcelados. La mayoría de ellos fueron transportados
secretamente a campos de internamiento por todo el país. Muchas familias
supieron sólo más tarde lo que había ocurrido con sus familiares. La
operación incluyó también la congelación de cuentas bancarias, la incautación
de bienes, drásticas limitaciones en los viajes y los desplazamientos, toques
de queda y otras medidas restrictivas. Sin embargo, esta operación del FBI
apenas anunciaba la siguiente etapa, de la evacuación en masa.
Ciudadanos de origen japonés esperan con sus pertenencias que los trasladen a un campo de concentración en abril de 1942. |
Una apelación presentada por organismos de defensa de
los derechos humanos intentó impugnar el
derecho del gobierno a encerrar personas por razones étnicas, pero la Suprema
Corte de los Estados Unidos rechazó la petición.
Mapa de los "Campos de reubicación" en los Estados Unidos. Clic para ampliarlo. |
Luego de la Orden Nº 9.066,
un mes más tarde el Presidente Roosevelt firmó la Orden Nº 9.102 estableciendo la "Autoridad Militar de períodos de
guerra" que operaba en los campos de internamiento. Roosevelt nombró a
Milton Eisenhower, hermano del
futuro presidente, para aplicar y dirigir esta ley excepcional.
Niñas hijas de japoneses saludan a la bandera norteamericana en abril de 1942. |
El 31 de marzo de 1942 la Zona 1 se declaró fuera de límites para cualquier persona de
ascendencia japonesa. De inmediato se ordenó que aquellos japoneses o
descendientes de japoneses residentes que se preparasen para partir, sin
especificarse su destino final y limitándose su equipaje a un bolso de mano. Aunque 7 de cada 10 étnicos japoneses
afectados por la medida habían nacido en los Estados Unidos, la orden no hacía
distinción sobre nativos o extranjeros.
Mayo de 1942, la familia Mochida esperando ser llevada a un campo de concentración. |
La evacuación, establecida
teóricamente contra sabotajes y espías, alcanzó e incluyó a bebés huérfanos, niños adoptados y aún a ancianos e
impedidos. Los niños mestizos, si procedían de internados, también eran
internados. El coronel Karl Bendetsen,
que dirigía la operación, declaró: "Si
tienen una sola gota de sangre japonesa irán a los campos de
concentración. Esa es mi determinación".
Japoneses formando fila en San Francisco en 1942 para informarse donde serán relocalizados. |
Los campos de “reubicación” (así fueron bautizados)
Los campos de concentración de Estados Unidos utilizaron
el nombre oficial de "Relocation Camps" o Campos de Reubicación. Para
los efectos prácticos, el uso fue el mismo que los campos rusos, alemanes o
ingleses. Aparte de los más grandes, hubo decenas de centros de detención más pequeños en otros estados.
Tule Lake, en California.
Poston, en Arizona.
Gila River, en Arizona.
Granada, en Colorado.
Heart Mountain, en Wyoming.
Minidoka, en Idaho.
Topaz, en Utah.
Rohwer, en Arkansas.
Jerome, en Arkansas.
Crystal City, en Texas.
Los japoneses étnicos, unos 110 a 120 mil, fueron obligados a mal vender sus viviendas y
negocios en ocho días, aunque en algunas partes este tiempo se rebajó a
cuatro días o se elevó a dos semanas. Al enterarse de esta medida, aparecieron
compradores hostiles, que compraron las
posesiones japonesas a precios muy bajos. En aquellos días, los japoneses
étnicos poseían un 0.02% de la tierra cultivable de la Costa Oeste, pero el valor de sus tierras, en promedio, era
siete veces superior al del promedio regional. Cuando a un afectado por la
medida se le negaron unos días adicionales para recolectar su cosecha, la
destruyó. Inmediatamente fue arrestado acusado de sabotaje, este fue el
mayor caso de sabotaje japonés reportado en Estados Unidos durante la guerra.
Campo de Reubicación de Manzanar, California, en julio de 1942. |
Una vez finalizado el tiempo para la preparación, los
japoneses étnicos fueron llevados a
centros de reunión en trenes o autobuses, vigilados por guardias armados. En la
mayoría de los casos, estos centros eran hipódromos, y los evacuados tenían que
dormir en los establos.
Japoneses en uno de los campos de concentración de Estados Unidos. |
En los campos, a cada familia se le entregaron placas
con un número grabado para cada miembro, que fueron utilizadas para
identificarse. Un campo de internamiento fue el de Crystal city en Texas, donde se albergó
entre otros a japoneses, japoneses-latinos y alemanes (en total fueron internados en distintos lugares 11.000 inmigrantes alemanes). En dicho campo los internados recibieron un trato agradable por parte de
las autoridades estadounidenses. Por otro lado el campo de Tule Lake estuvo
bajo un régimen más severo; se reservó para los descendientes de japoneses y
sus familias que eran sospechosos de espionaje, traición o deslealtad, así como
para líderes comunitarios, como sacerdotes o maestros. Otras familias fueron
llevadas a Tule Lake al solicitar ser repatriadas a Japón.
Niños japoneses detenidos en un campo de concentración, probablemente en Manzanar, California. |
Obligan a países de América a capturar japoneses
Los 23.000 japoneses que vivían en la
costa oeste del Canadá, de los cuales tres cuartas partes eran ciudadanos
canadienses, fueron perseguidos también. Canadá implementó 40 campos de concentración en todo el país donde vivieron 35.000 personas. En unos había inmigrantes alemanes, en otros italianos fascistas, en otros comunistas (a pesar que la URSS era aliada de Canadá). No
se les permitió a los japoneses volver a la Columbia británica hasta marzo de 1949, siete
largos años después de la evacuación y tres y medio después del fin de la
guerra.
En la foto, agricultores japoneses en Perú. |
De este modo, el Departamento
de Estado obligó a los países de la América Latina para que acorralaran a "sus" japoneses.
De estos “japoneses latinos”, unos 860 fueron enviados
desde los campos de concentración hacia Japón, como parte de un intercambio de
prisioneros. Al finalizar la guerra, 900 fueron deportados al Japón, 360 fueron
objeto de órdenes condicionales de deportación, 300 permanecieron en los
Estados Unidos, 200 regresaron a países de América Latina, y solo unos 79 recibieron autorización para
regresar al Perú.
Japoneses procedentes de Sudamérica llegan a Panamá en 1942. |
A inicios de 1943, DeWitt ya no contaba con
credibilidad en el Departamento de Guerra, y fue relevado del mando en el
Comando Oeste. En su reporte final, DeWitt aseguró que la evacuación forzosa de
los japoneses hacia campos había sido necesaria, ya que aseguró haber recibido
cientos de reportes sobre apariciones de luces en la costa y transmisiones de
radio de origen desconocido. Hoover se
mofó de la División de Inteligencia Militar de DeWitt, ya que mostraba
"histeria y falta de juicio".
El fotógrafo Ansel Adams fue perseguido por denunciar los campos de concentración para ciudadanos de origen japonés. |
Sin embargo, no fue hasta la primavera de 1944 que el Departamento de Guerra recomendó la disolución de los campos al Presidente Roosevelt. Sin embargo, debido a que ese año Roosevelt buscaba la reelección, la decisión fue aplazada.
De esta manera, en la primera reunión de gabinete
después de la reelección de Roosevelt, se decidió soltar a todos los evacuados
que habían demostrado ser leales. Pero esta
decisión tardó un año en llevarse a cabo completamente. A la salida, a fines de 1945, los
evacuados recibieron un boleto de tren y 25 dólares. El último japonés en ser liberado fue en diciembre de 1946.
El gobierno estadounidense prometió que ofrecería
compensaciones a las víctimas a partir de 1951, pero se disculparía sólo en 1988, afirmando que la concentración de
prisioneros se debió a "los prejuicios raciales, la histeria bélica y la
deficiencia del liderazgo político". El Presidente Ronald Reagan firmó además un acta,
donde ofrecía 20 mil dólares a las
víctimas sobrevivientes.
Mayo de 1942, un grupo de japoneses llega al campo de concentración al que fueron destinados. |
Japoneses mueren por Estados Unidos
Al aumentar el número de bajas aliadas durante la
guerra se decidió llevar a la guerra a todos
los jóvenes japoneses recluidos en los campos de concentración. Pero en vez
de enviarlos a luchar al Pacífico, se decidió que fueran destinados a la guerra
en Europa. Se los envió a misiones prácticamente suicidas o casi irrealizables.
El 442º Regimiento de Infantería integrado por japoneses-estadounidenses fue la unidad militar más condecorada de toda la historia de los Estados Unidos. |
Cuando fueron a la guerra eran 1432 hombres bajo el mando del coronel Farrant L. Turner, todos sus oficiales eran descendientes de japoneses. Entraron en combate en Salerno, Italia, el 27 de setiembre de 1943, donde habían desembarcado un día antes. Luego participaron en las batallas del cruce de Volturno y Montecassino. El 26 de marzo de 1944 estuvieron en la cabeza de playa en la batalla de Anzio. Los nisei avanzaron hacia la capital italiana y combatieron entre Lanuvia y La Torretto, luego de fieros combates que duraron 36 horas quebraron la línea alemana y avanzaron triunfantes hacia Roma pero recibieron la orden del general Mark Wayne Clark de detenerse 11 kilómetros antes de ingresar a la ciudad porque el Alto Mando no quería que los italianos y el mundo vieran a japoneses como libertadores de Roma. Luego fueron enviados a Los Vosgos en Francia.
Veteranos del 442º regimiento en Washington, durante un homenaje. |
Se anuló el poderío económico de los inmigrantes japoneses
Antes del
ataque de Pearl Harbor, los japoneses establecidos en los Estados Unidos eran
muy apreciados. Desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial se
extendió el mito que hoy no es tal sino una realidad, ya que los
inmigrantes japoneses perdieron todos
sus bienes en pocos días, de que fueron
poderosos grupos antijaponeses de cierta colectividad minoritaria que todos ya conocen, los
que planearon la evacuación forzada para anular su poderío económico. La realidad
demostró que el poderío del ciudadano japonés residente en Estados Unidos, sus
ahorros, terrenos, casas, fueron arrasados en pocos días por una orden presidencial.
Japoneses son registrados al llegar al campo de concentración de Heart Mountain, Wyoming. |
“La Comisión se ha abstenido por lo general de
modificar los términos y frases empleados, intentando con ello reflejar
adecuadamente la terminología de la época y evitar la confusión que podría
provocar la introducción de terminología novedosa. Dejamos al lector mismo que
decida hasta qué punto la retórica de la época confirma la sentencia de George Orwell de que en nuestra época, el idioma de la política consiste por lo general en la
defensa de lo indefendible; para hacerlo, debe consistir sobre todo en
eufemismos, peticiones de principio y pura y simple vaguedad.
La mayoría de los historiadores actuales utilizan la
expresión campos de internamiento
por considerarla relativamente neutral”.
Mujeres japonesas conversan en una barraca de un campo de "reubicación" en algún lugar de los Estados Unidos. |
Lo cierto es que eran muy parecidos a los de los de los alemanes. William
Denman, juez jefe de la Novena Corte de Apelación, describió
así el Campo de Lago Tule:
Japoneses llegan al campo de concentración de Lago Tule donde vivían hacinadas en barracas 18.000 personas. |
El Ejército utilizó seis
vehículos blindados y un batallón de policía militar (31 oficiales y 899
suboficiales y soldados) para la custodia de este Campo de Lago Tule, en
California. Otros campos poseían cercas
electrificadas, un sin sentido si tenemos en cuenta que todos estaban situados
en desiertos y zonas desoladas. Cada campo contaba con potentes focos que por
la noche iluminaban hacia los barracones.
Monumento conmemorativo a los ciudadanos muertos en el campo de reubicación de Manzanar. |
A menudo tres generaciones de una misma familia vivían
en una habitación de 6 x 7 metros. Algunas veces eran dos o
tres familias distintas las que se alojaban en la misma habitación. Una
bombilla era el único mobiliario, excepción hecha de aquel que los internados
pudieron construirse. En otros casos las
familias fueron enviadas a establos recién "reconvertidos", donde el
hedor se volvía insoportable en verano.
El campo de concentración de Crystal City, en Texas, uno de los principales destinos de los japoneses latinoamericanos. |
Uno de los aspectos más
significativos de esta represión racista es el hecho de que no fue
protagonizada por fascistas, nazis y militares de extrema derecha, sino que --
por el contrario -- fue propagada,
justificada y administrada por hombres bien conocidos por su apoyo al
liberalismo y la democracia.
La vida en los campos de concentración norteamericanos era tan dura que hubo japoneses desesperados que se suicidaron. |
La primera demanda pública
pidiendo el internamiento de los japoneses parece que fue hecha a comienzos de
enero de 1942 por John B. Hughes,
importante locutor de la Mutual Broadcasting Company. Poco después, Henry McLemore, columnista de la red de
periódicos Hearts, decía a sus lectores: "Estoy por el traslado inmediato de todo japonés de la costa oeste de los EE.UU. a
algún lugar lejano, en el interior; y no quiero decir tampoco a un lugar
bonito. Que los reúnan como a un rebaño y que los despachen a lo más hondo de
las regiones yermas. Dejémosles que palidezcan, enfermen, tengan hambre y
mueran. Personalmente, odio a los japoneses. Y esto va por todos, sin
excepción". (Ten Broek, pág. 75).
Japoneses a la hora de comer en el Centro de reubicación de Manzanar, California. |
En febrero, una delegación
de congresistas de la Costa Oeste escribió al Presidente pidiendo "una evacuación inmediata de todas las
personas de ascendencia japonesa... ya sean extranjeras o ciudadanos de los
Estados Unidos, de la costa del Pacífico."
Japoneses detrás del alambrado de un campo de concentración de Estados Unidos. |
Campo de concentración de Granada, Colorado. |
Sólo una semana después del
ataque a Pearl Harbor, el congresista por Misisipí, John Rankin, afirmaba en la Cámara de Representantes: “Propongo
que se capture a todos los japoneses de América, Alaska y Hawái y se les interne
en campos de concentración; y se les envíe cuanto antes hacia Asia. Esto es una
guerra racial. La civilización del hombre blanco ha entrado en guerra con el
barbarismo japonés. Uno de los dos habrá de ser destruido. ¡Condenémosles!
¡Deshagámonos de ellos ahora!" (Ten Broek, pág. 87). Otro miembro
del Congreso propuso la esterilización
de todos los japoneses. Todas estas manifestaciones estaban en consonancia
con el sentimiento popular inmediatamente
después de Pearl Harbor los japoneses fueron excluidos de varios sindicatos.
Entre el 8 de diciembre y el 31 de marzo la
ira antijaponesa produjo 36 agresiones, además de 7 muertes. Una encuesta
realizada en enero de 1942 arrojaba cifras de un 93% de encuestados favorables
a la evacuación de japoneses con pasaporte extranjero, mientras que un 59%
quería que se expulsara también a los que tenían pasaporte norteamericano y sólo un 25% desaprobaban expresamente esta
medida.
Ilustración norteamericana de 1942 sobre los japoneses. |
Los japoneses fueron
deportados en un momento en que la nación apoyaría cualquier tipo de medida
tomada por el gobierno federal en nombre de la victoria. El hecho de que los japoneses fueron enviados a campos de
concentración, y no por grupos de recalcitrantes racistas para hundir el
poderío económico de los nipones, sino por un gobierno poderoso y populista,
dirigido por demócratas y liberales es bien revelador. En la cúspide de la
lista de los responsables -- no sólo de autorizar, sino también de llevarlo a
término -- estaba el presidente F. D.
Roosevelt.
Foto del Campo de "Reubicación" de Heart Mountain, en Wyoming en 1942. |
El decano de los
historiadores revisionistas americanos, Prof. James J. Martin, calificó el programa de evacuación como una "transgresión
de los derechos humanos tan importante como para ridiculizar a todas las
violaciones de los derechos humanos ocurridas desde el comienzo de los Estados Unidos hasta hoy". (Weglyn, pág. 67) Roosevelt autorizó, apoyó y mantuvo una acción que sabía racista y
descaradamente anticonstitucional. Pero este no es sino otro ejemplo de la
enorme hipocresía con que siempre se condujo.
Camp Road, uno de los campos de reubicación para los japoneses canadienses. |
Otra persona bien conocida
por sus amplias miras liberales que ayudó
a la organización de la evacuación y al internamiento fue el Subsecretario de
la Guerra, John J. McCloy, que
durante cuatro años sirvió de enlace entre el Ministerio de la Guerra y la WRA
(Autoridad Militar especial en tiempo de guerra), la agencia que gobernaba los
campos de concentración. Después de la guerra, McCloy fue nombrado alto
comisionado en Alemania y como máximo cargo aliado de la ocupación, McCloy
trabajó arduamente para imponer la democracia al vencido pueblo germano.
Campo de concentración de Manzanar, California, el costo de cada comida por persona y por día era de 15 centavos. |
Abe Fortas fue otro liberal de la
Corte Suprema de Justicia que tomó parte activa en la campaña contra los
japoneses. Quizá fue Earl Warren el
más sorprendente abogado de esta causa. Considerando su larga carrera de
liberal vocinglero es paradójico cuando menos que él, más que ninguna otra
persona, liderara el sentimiento popular antijaponés, que hiciera más que nadie
para que los japoneses fueran deportados y encarcelados. Como fiscal general de
California Warren azuzó el racismo, en manifiesto esfuerzo por promover su carrera
política. Era, además, miembro de la xenófoba organización "Hijos del país
del dorado Oeste" dedicada a conservar California "como ha sido
siempre y Dios entiende que debe ser: el paraíso del hombre blanco". Los
miembros de esta organización pretendían "Salvar
California de la invasión amarilla y de sus compañeros renegados blancos".
Campo de concentración de Topaz, en Utah. |
Después de la evacuación
muy pocos quisieron a los japoneses nuevamente en California. Un periodista, Robinson, amenazó con degollar a cualquier
deportado que osara volver. La congresista por California, Clair Engle, declaró: "No queremos
a esos japoneses de vuelta y cuanto antes nos deshagamos de ellos mejor".
Un sondeo realizado por un periódico de Los Ángeles a finales de 1943 mostraba
que los californianos, en una proporción
de 10 a 1, votarían por impedir que los ciudadanos de origen japonés se
reintegraran en sus vidas normales. En los seis meses siguientes al fin del
programa de evacuación se produjeron más de treinta agresiones contra la vuelta
de los internados. En Fresno y en otros
lugares cercanos, las casas de las familias recién regresadas fueron atacadas.
Las organizaciones antijaponesas se multiplicaron en California y en la costa
Noroeste.
Soldados del Ejército vigilan a los japoneses que son obligados a subir a los trenes para ser internados en los campos de concentración en abril de 1942. |
Por su parte el predecesor
de Warren, el Gobernador liberal de California Culbert L. Olson, tenía un motivo muy especial para oponerse a la
evacuación. Propuso que, en vez de internar a los japoneses adultos en campos
de concentración, se les llevara a las
áreas rurales donde se localizaban las principales cosechas. Si los japoneses
no se ocupaban de esas duras tareas -- temía Culbert -- "la avalancha de
chicanos y negros será inevitable". (Weglyn, pág. 94).
Norman Thomas denunció los campos de concentración norteamericanos cuando todos callaban. Aquí en una foto de 1937. |
Este raro y honesto liberal y pacifista norteamericano se consternaba ante la
general tolerancia del Programa y así lo escribió: "Con mi experiencia
de casi treinta años nunca encontré más difícil el hacer despertar al pueblo
norteamericano en un asunto tan importante. Los hombres y mujeres que no
conocen los hechos (a excepción de la versión de color de rosa de la prensa)
niegan vehemente que haya campos de concentración; aparentemente es un término
sólo utilizable cuando los guardianes hablan alemán". (Weglyn, págs.
111-112).
Dillon Myer, encargado de los Campos de Reubicación, acompañado de la Primera Dama Eleanor Roosevelt, visitando el campo de Concentración de Gila River, Arizona, el 23 de enero de 1943. |
Japoneses del campo de concentración de Poston, ubicado dentro de una reserva indígena en Colorado. |
Se han hecho a menudo
comparaciones entre los campos de concentración alemanes y los norteamericanos.
Aunque los de Topaz, Poston y Rio Gila no fueron nunca tan conocidos como los
europeos. El hambre y las epidemias no llegaron nunca a los campos
norteamericanos; a los alemanes sí. En
los Estados Unidos la vida social y económica permaneció prácticamente intacta durante
la Segunda Guerra Mundial. Las ciudades no fueron destruidas por los
bombardeos. Nunca hordas de invasores amenazaron sus fronteras. El Gobierno
americano pudo, pues, dirigir sus campos de concentración como en tiempos de
paz.
Típica barraca del campo de concentración de Manzanar, en California. |
En los juicios de Núremberg
los abogados defensores alemanes
comparaban la evacuación de los judíos de Europa con la deportación de los
japoneses de la costa oeste norteamericana. En ambos casos las deportaciones
estaban justificadas -- según las autoridades de cada país -- por
"necesidades militares". Los abogados defensores citaron los
fallos del Tribunal Supremo norteamericano en los Casos Hirabayashi y Korematsu. En el fallo del primero se hacía
constar que la decisión estaba basada "en el reconocimiento de hechos y
circunstancias que indican que un grupo
de una extracción determinada puede amenazar la seguridad nacional más que
otros".
Niños japoneses de 5º y 6º grado detenidos en el Campo de concentración de Jerome, en Arkansas. |
Además, los alemanes tenían
mayor justificación legal para su política. La gran mayoría de los internados japoneses eran ciudadanos
norteamericanos, con derecho a ser protegidos por la ley en un plano de
igualdad; mientras que los judíos de Alemania y la Europa ocupada no eran, en
su inmensa mayoría, ciudadanos alemanes. La mayoría de los judíos evacuados
hacia el Este procedían de territorios ocupados o de países aliados de
Alemania.
Soldados norteamericanos vigilando a los civiles japoneses internados en el campo de Manzanar, obsérvese la ametralladora en el medio. Aquí fueron asesinadas 135 personas. |
Desde el fin de la guerra mundial
los alemanes han pagado más de 10
billones de dólares en indemnizaciones a organizaciones judías, al Estado de
Israel y a muchos judíos individualmente, en todo el mundo, a causa de
"haber sufrido física o psíquicamente, o haber sido privados injustamente
de su libertad". Sin embargo, ningún internado de los campos de
concentración norteamericanos ha recibido hasta ahora ni un solo dólar por
todas las humillaciones, privaciones e ingresos económicos perdidos en los años
de cautiverio. Apenas recibieron 40 millones de dólares que eran bienes propios que les fueron reintegrados a
algunos sobrevivientes japoneses presentando los comprobantes.
Familias japonesas rumbo a los campos de concentración convenientemente vigiladas por soldados en abril de 1942. |
'¡Ay de los
vencidos!'
dijo Breno o Brenno, jefe del pueblo celta de los senones, que vencieron a los romanos en la Batalla de Alia, en el 390 a. C. (40.000 romanos contra más de 70.000 galos). Tras la victoria marcharon sobre Roma, saquearon la ciudad a excepción de la colina Capitolina, la más alta de las siete colinas, que estaba amurallada y fue sitiada.
Breno negoció con los romanos a que paguen 1.000 libras romanas de oro (unos 327 kilos) para terminar el asedio y hacer las paces. Según cuenta la historia, los romanos descubrieron que Breno usaba pesas falseadas en la balanza para medir el oro. Cuando se quejaron, se dice que Breno exclamó: "¡Vae victis!" (¡Ay de los vencidos"), y desenvainando su espada, la arrojó a la balanza. Dando a entender que los vencedores pueden falsear lo que quisieran sobre los vencidos.
La frase sobrevive hasta nuestros días, usándose para hacer notar la impotencia del vencido ante el vencedor, sobre todo en las negociaciones entre ambos. Pretender juzgar a unos vencidos por lo que digan los vencedores es siempre una estupidez. Por ello, hay que ser muy prudentes en aceptar las 'verdades oficiales' de los vencedores de una guerra. Sean quienes sean.
Breno negoció con los romanos a que paguen 1.000 libras romanas de oro (unos 327 kilos) para terminar el asedio y hacer las paces. Según cuenta la historia, los romanos descubrieron que Breno usaba pesas falseadas en la balanza para medir el oro. Cuando se quejaron, se dice que Breno exclamó: "¡Vae victis!" (¡Ay de los vencidos"), y desenvainando su espada, la arrojó a la balanza. Dando a entender que los vencedores pueden falsear lo que quisieran sobre los vencidos.
La frase sobrevive hasta nuestros días, usándose para hacer notar la impotencia del vencido ante el vencedor, sobre todo en las negociaciones entre ambos. Pretender juzgar a unos vencidos por lo que digan los vencedores es siempre una estupidez. Por ello, hay que ser muy prudentes en aceptar las 'verdades oficiales' de los vencedores de una guerra. Sean quienes sean.
Todo pais tiene su lado bien oscuro
ResponderEliminarSE HAN CUIDADO MUY BIEN DE QUE EL MUNDO NO SEPA ESTO
ResponderEliminarGran trabajo de documentación.
ResponderEliminarMe gustaría exponer una reflexión al respecto: Alemania, al día de hoy, tiene que vivir con el "reproche de los que todavía los apuntan con el dedo" por haber creado campos de concentración para judíos inocentes; mientras a Estados Unidos se le aplaude en la ignorancia de dichos acontecimientos. Venga, sigamos alimentándonos del pan y circo estadounidense, veamos hasta donde nos dura esta "felicidad superflua"
ResponderEliminarEEUU Y UK SON AMOS SEÑORES Y DUEÑOS DEL MUNDO AL MENOS POR AHORA SE HACE Y SE CREE LO QUE ESOS DOS PARASITOPS SATANICOS ORDENEN Y LES DE LA REAL GANA
EliminarEstan equivocados. Al menos en Santiago, varias familias japonesas fueron expropiadas de sus negocios y casas y enviadas a campos de confinamiento al norte. Chile era gobernado por Juan Antonio Rios que no dudo en seguir a la pata lo solicitado por Estados Unidos
ResponderEliminarTenía entendido que Argentina, Chile y Paraguay no siguieron el plan antijaponeses de los estadounidenses.
EliminarLA HISTORIA DESDE SIEMPRE ES COMO LA CUENTAN LOS VENCEDORES LES GUSTE O NO LES GUSTE ESA ES LA VERDAD
ResponderEliminarEl publo y gobierno de los estados unidos de norteamerica estan condenados a seguir sufriendo las consecuencias de sus abusos a los derechos de otros paises, pues no predica con el ejemplo, seguiran cosechando lo que siembran, mientras no lo quieran entender
ResponderEliminarExelente trabajo, lastima que no lo lei antes, lo hubiese citado en mi tesis doctoral
ResponderEliminar"fueron poderosos grupos antijaponeses de cierta colectividad minoritaria que todos ya conocen, los que planearon la evacuación forzada para anular su poderío económico"; no sé de donde sacaste esa conclusión; no vi a ningún apellido judío entre los que planificaron la evacuación. En todo caso la prosperidad japonesa no iba a ser competencia para los negocios judíos; no había tantos japoneses. Una cosa es mostrar lo malo que hicieron los aliados y otra muy distinta es ponerse del lado de los nazis.
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