Sawadogo
revivió una antigua técnica de cultivo que mejora la calidad del suelo, y como
resultado vuelve más fértil las tierras desérticas. Sólo con una azada y una
firme certeza de que todo puede cambiar, el agricultor comenzó su lucha contra
el desierto.
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Yacouba Sawadogo en la actualidad. |
La
lucha de Sawadogo contra el imparable avance del desierto del Sahara comenzó en 1974, cuando la sequía asoló el Sahel, la zona
ecoclimática y biogeográfica de transición entre el norte del desierto del
Sáhara y el sur de la sabana sudanesa.
Mientras muchos de sus vecinos abandonaban sus aldeas, rodeadas de tierras
estériles, este agricultor solo pensaba en hallar la
forma de repoblar con árboles la región de Gourga, en Burkina Faso (ex República de Alto Volta hasta 1984).
Lo tomaron por loco, pero cuarenta años
después ha conseguido recuperar más de tres millones de hectáreas de terreno
desértico en ocho países del Sahel y convertirlas en tierras de cultivo.
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Yacouba practicando la agricultura "Zaï", donde cava hoyos donde deposita estiércol y compost al lado de las semillas. |
Para lograr
su objetivo, Yacouba Sawadogo decidió
emplear una técnica de de agricultura tradicional denominada «Zaï», aunque
adaptándola a los tiempos modernos. Este método consiste en cavar
hoyos de unos veinte centímetros en
los que se deposita estiércol y compost
al lado de las semillas. Tras tres años de experimentación, este obstinado
burkinés se convence de que el «Zaï»
puede ser la solución definitiva para parar al desierto.
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Cerca de la ciudad de Ouahigouya, creó un bosque de 20 hectáreas en veinte años. |
Los
resultados parecen darle la razón. Desde las primeras lluvias, el
rendimiento de las tierras se duplica e, incluso, llegan a multiplicarse por
cuatro. Convencido de que puede revolucionar la vida de sus compatriotas, Sawadogo decide recorrer Burkina Faso en
moto para enseñar la técnica a todos los agricultores que pueda.
Este burkinés, sin utilizar ningún logro de la civilización moderna, comenzó a
plantar semillas usando la antigua técnica «Zaï», que poco a poco
mejoró expandiendo pozos para que se mantenga la humedad, añadiendo estiércol y paja para retenerla por un tiempo más prolongado.
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En ocho países del Sahel se está aplicando la olvidada agricultura "Zaï" que hizo resurgir Sawadogo. |
Los
experimentos del agricultor tuvieron éxito: la fertilidad comenzó a
aumentar. Junto con las semillas de mijo y sorgo comenzaron a crecer
árboles. Además, la mejora de los hoyos
de plantación desarrollada por Sawadogo, permitió que penetre más agua en el
suelo.
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El desierto del Sahára se expande a través de una región de transición semiárida, el Sahel.
Hacer clic en el mapa para ampliarlo. |
De
ese modo, los acuíferos de agua
subterránea en la región de Yatenga, que habían caído a causa de la sequía en
la década de los 80, comenzaron a subir. Cerca de la ciudad de Ouahigouya, capital de Yatenga, en el norte de Burkina Faso, Sawadogo creó en 20 años un bosque de 50 acres o 20 hectáreas.
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"Si cortamos 10 árboles diariamente y ni siquiera plantamos uno en un año, vamos directo a la destrucción", afirma Yacouba. |
Con
el paso del tiempo, decidió mejorar el método plantando también árboles que ayudaran a
mantener la humedad del suelo y favorecieran la infiltración natural del agua.
Cuarenta y un años después de los primeros experimentos, su método ha recuperado más de tres millones de hectáreas de terrenos
desérticos y se ha extendido desde
Burkina Faso a ocho países de la región del Sahel. Sawadogo ha protagonizado varios documentales, como
el titulado El hombre que detuvo el desierto, del año 2010, del cineasta Mark Dodd, y luego este campesino sigue su vida dedicándose a dar
conferencias para tratar de expandir aún
más los beneficios del «Zaï».
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Sawadogo en su primer bosque ganado al desierto del Sahára. Su técnica ha permitido recuperar más de 3 millones de hectáreas de tierras desérticas. |
Aquellos que
lo llamaban loco cuando lo veían plantar árboles en pleno desierto, ahora a los 67 años lo
consideran un auténtico héroe. Sin embargo, Sawadogo, se conforma con saber que gracias a su empeño miles de agricultores
son capaces de vivir del fruto de sus tierras.
Su comprensión del mundo y la
conservación son profundas: “Si cortamos
10 árboles diariamente y ni siquiera plantamos uno en un año, vamos directo a
la destrucción”, afirma.
Vea aquí el documental del año
2010 sobre su vida:
SEMBRAR ARBOLES ES SEMBRAR AGUA
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