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viernes, 11 de diciembre de 2015

A 50 AÑOS DE LA PRIMERA EXPEDICIÓN TERRESTRE ARGENTINA AL POLO SUR

El día 10 de diciembre de 2015 se conmemora el 50 aniversario de la llegada al Polo Sur Geográfico de la Primera Expedición Terrestre del Ejército Argentino, comandada por el entonces Coronel Jorge Edgar Leal, en cumplimiento a la "Operación 90", la que demandó 66 días de trabajo y penurias, recorriendo casi 2980 kilómetros por sobre nuestro Desierto Blanco. El presidente del país era Arturo Umberto Illia.

Jorge Leal en la Antártida
Argentina, década de 1960.
La expedición unió la Base antártica Belgrano, con el Polo Sur. La base es la más austral del Sector Antártico Argentino fundada por el ejército argentino el 18 de enero de 1955, fue la estación antártica más austral del mundo hasta ese entonces, situada sobre el hielo de la barrera de Filchner. El territorio antártico argentino posee una superficie aproximada de 1.230.000 kilómetros cuadrados.

De 6 tractores y 20 trineos de carga con oruga que salieron del punto de partida, solo seis llegarán al Polo Sur. Una marcha de 3.000 kilómetros hasta el fin del mundo. La altura del Polo sur geográfico es de 3000 metros sobre el nivel del mar.

Cabe reflexionar, que esta misión cumplida el día 10 de diciembre de 1965, es un hecho significativo de trascendencia nacional, histórica y geopolítica; porque no solo tenemos que decir que el Sector Antártico Argentino es nuestro, sino que hay que avalarlo con nuestro accionar y presencia en toda su extensión, recorrerlo y explorarlo en su inmensidad, pisar su suelo, vivir sobre nuestra tierra, llegar hasta el último confín de la misma, en este caso la latitud 90º S.

El 26 de octubre de 1965 una patrulla de hombres del Ejército partió desde la Base General Belgrano iniciando una marcha terrestre hasta el Polo Sur. Aquellos hombres alcanzaron el punto más austral de la Argentina, y de la Tierra, el 10 de diciembre de ese mismo año.

La Antártida vista desde el Polo Sur.
Comentó el coronel Leal, años después, durante una entrevista, la anécdota de se trató de una expedición secreta y que cuando habían concluido la ceremonia de plantar la bandera argentina y cantar el himno nacional, ya había pasado media hora después de llegar al Polo, vieron con sorpresa aparecer un hombre, a unos quinientos metros.

Dice Leal: “Tenía abrigo azul, y nos preguntó en inglés, con desconfianza, quiénes éramos y qué hacíamos allí. Nosotros vestíamos abrigos color naranja, casi rojos. Nos vio y pensó que estaba alucinando o que éramos rusos. Le contesté preguntando quién era él (me di cuenta que era norteamericano) y quién estaba al mando. El hombre era el radarista de turno.

Algunas de las bases más
importantes que existen
en toda la Antártida. Clic 

en el mapa para ampliarlo.
Debido a las condiciones meteorológicas adversas que había en ese momento, apenas se veía de tractor a tractor. Nos había observado por el radar y creyó que alucinaba, porque vio varios vehículos y personas en ese lugar desolado, un desierto de hielo y nieve en donde hacía una temperatura de 40 grados bajo cero y soplaba un viento de por lo menos 50 kilómetros por hora. Pensó que se trataba de un error electrónico, ya que nadie les había avisado que había una expedición hacia el Polo Sur. Me contestó que el jefe de la base dormía, porque eran las dos de la mañana. Claro, el sol brilla sobre el Polo las 24 horas durante parte de la primavera y del verano. Para nosotros era el mediodía, pero en el Polo se unen todos los husos horarios, y cualquier hora es válida. Bueno, despertó al jefe de la base norteamericana, la Base Amundsen-Scott a muy poca distancia, apenas 270 metros, construida en noviembre de 1956. Sus edificios estaban todos bajo la nieve, nos invitaron a pasar y nos dieron una buena comida, la primera buena comida en varias semanas. La Antártida despierta la hermandad entre los hombres”. Y los despidieron luego con toda clase de elogios por la hazaña que habían logrado.

Al respecto, comentó que “Desde siempre, la Argentina reclama su derecho sobre un sector del continente antártico. Reivindicar derechos no es solamente algo que se proclama, sino algo que se ejerce. La expedición fue planeada durante dos años, hasta que los diez hombres, con vehículos especiales (llamados gatos de nieve), trineos y 18 perros esquimales se pusieron en marcha. Cuando te alejás de la costa, de nuestra península, no ves ni aves, nada, ningún ser viviente, ni animal ni vegetal, nada”, dijo Leal. 

El Sector Antártico Argentino.
Leal también destacó que “la Antártida es argentina y a la vez, sudamericana. Desde la bula del papa Alejandro VI, en 1493, se reconoce el derecho de los países de América del Sud sobre el continente antártico, porque es la prolongación de Sudamérica, incluida la prolongación de la Cordillera de los Andes: en la Antártida hay montañas de 5 mil metros de altura. Digo sudamericana, pensando en los patriotas que soñaban con una gran patria sudamericana, pensando en San Martín, en Bolívar, en O’ Higgins, en Artigas. Europa, con la Unión Europea, nos está dando el ejemplo. Hay que unirse para ser más fuertes, y unirse para no desaparecer. Nuestro país, y Chile, y Uruguay, y Brasil, y Perú, y todos los países sudamericanos tienen derecho a la Antártida. Y nadie más, digan lo que digan en el Hemisferio Norte”.

Expertos en la Antártida
Leal contó que “los diez expedicionarios éramos expertos en la Antártida; yo había ido por primera vez en 1952, trece años atrás, y el equipo tenía también experiencia, pero ahora avanzábamos en territorio desconocido, con montañas de tres mil metros de altura, y en donde todo era blanco, y el Sol no se ponía nunca. Había que usar anteojos oscuros para no deslumbrarse y hasta era posible perder la vista si no se los usaba. Los perros eran para detectar las grietas, podían llegar y ver en donde los hombres no veíamos. De todos modos, cuando llegamos a la base argentina Sobral, los utilizamos para entrar al territorio antártico propiamente dicho, no ya hielo y mar, sino hielo y nieve, pero sobre tierra firme, y luego cuatro hombres que nos acompañaban regresaron con los perros a la Base Belgrano. Y no eran solamente las grietas, sino también las tormentas de nieve, que no te permitían ver a un metro de distancia. Y había que saber exactamente en dónde estábamos”.

“A medida que te acercás al Polo, la brújula ya no te sirve. No es cierto que la aguja de la brújula se ponga loca y gire; no. Pero se aplasta y ya no te sirve. Y todo a tu alrededor es blanco, sin puntos de referencia. Nos orientábamos como los navegantes, con el sol. Pero había que saber cuál era la hora exacta. Generalmente se usa el top de las radios. Hubo un hecho curioso: las radios argentinas no llegaban, de modo que escuchábamos las únicas dos cuya potencia las hacía llegar hasta la Antártida: la BBC de Londres y Radio La Habana de Cuba. Mirá vos, tener que estar agradecidos a los ingleses y a Fidel Castro... irónico, ¿no?”, dijo Leal en una entrevista.

Después de su hazaña, que se concretó el 10 de diciembre de 1965, Leal regresó a la Antártida en muchas ocasiones y comentó lo siguiente luego de uno de sus viajes:

“El clima ha cambiado. Estuve muchas veces en la Base Belgrano y en Marambio, y jamás había truenos o tormentas. Y bueno, ahora los hay. La culpa es del mal llamado agujero de ozono, porque no es un agujero, sino el adelgazamiento de la capa de ozono. La gente del hemisferio Norte, los países muy industrializados, están cambiado el clima, y están destruyendo el mundo. Te dicen: “Nosotros no vamos a destruir nuestra industria para que no haya agujero de ozono”, y se equivocan, porque el mundo es uno y en él vivimos. Yo tengo cinco nietas. Y bien. Los hijos de mis nietas tal vez no respiren oxígeno puro, aire puro, como todavía es posible en la Antártida, y en muchos lugares de la Argentina, entre ellos, en Rosario de la Frontera, mi pueblo salteño natal”.

Tras una azarosa marcha de 2980 km y a lo largo de 66 días de trabajos y penurias, la patrulla arribó de regreso a la base Belgrano el último día de 1965. Aquella expedición constituyó, tal como lo afirmó su jefe, el ahora general Jorge Edgard Leal, "la marcha hacia el sur de la República resuelta a ocupar, dominar y administrar hasta los últimos reductos de su territorio".

En cumplimiento de ese objetivo, el Ejército había decidido alcanzar por tierra el Polo Sur, el vértice más austral de la Nación.

Culminada la hazaña, se consideró completamente cumplido el objetivo político de la expedición: reforzar nuestros derechos sobre el Sector Antártico demostrando la capacidad argentina de accionar a lo largo de todo el territorio patrio.

Además, durante los dos meses de marcha se efectuaron observaciones científicas y técnicas de geología, gravimetría, meteorología, etc., observaciones que representaron para el personal un pesado recargo de sus tareas por las hostiles condiciones en que se cumplieron los estudios y porque debían intervenir en los agobiantes trabajos propios de una expedición antártica.

Los preparativos de la expedición de 1965
La Base General Belgrano que el Ejército ocupaba en la barrera de Filchner sería la base de operaciones de esa patrulla.

A fines de noviembre de 1963 el personal de Belgrano comenzó a estudiar sobre el terreno las posibles vías de acceso al interior del continente y planear la instalación de una base secundaria de operaciones, con víveres y combustibles, aproximadamente a los 83º de latitud Sur.

En el asalto al Polo se materializaba un viejo anhelo del general Hernán Pujato, fundador de las Bases San Martín, en Bahía Margarita, y Belgrano, en la barrera de Filchner, y una de las figuras más señeras de nuestras actividades polares.

Debieron elegirse el vestuario, los equipos y los vehículos, seis tractores snow-cats, capaces de transportar al personal, sus equipos y las provisiones.

Difícil fue la selección del personal. Esta selección –entre veteranos antárticos -, era de suma importancia.

En este sentido fue una designación muy importante la del segundo Jefe de la Patrulla de Asalto, el Capitán Gustavo Adolfo Giró, que fue anteriormente Jefe de las Bases del Ejército San Martín y Esperanza, y que cubrieron todas las tareas de preparación del viaje hasta los 82º de latitud Sur.

El Capitán Giró y sus hombres, en cumplimiento de las órdenes recibidas partieron en el más absoluto secreto, en marzo de 1965 hacia los 82º de latitud Sur, -al pie de las primeras estribaciones de acceso a la alta meseta polar -, jalonando la ruta y montando una construcción que fue provista con cincuenta toneladas de materiales.

Antes de comenzar la larga noche polar quedó instalado el refugio que hoy se conoce como Base de Avanzada Científica Alférez de Navío Sobral.

La estación de apoyo exigió al capitán Giró y a la Dotación de la Base Belgrano, más esfuerzos de lo esperado. Un difícil campo de grietas obligó a detenerse a los hombres con el fin de estudiar y jalonar la zona, llamada más tarde paso Saravia, que se transformó para los hombres "en un verdadero y difícil combate".

Recién el 2 de abril de 1965 se inauguró la nueva base que tuvo como primera dotación al Teniente Adolfo Eugenio Goetz, al Sargento Ayudante Julio César Ortiz, al Sargento Primero Adolfo Oscar Moreno y al Cabo Primero Leonardo Guzmán.

En este punto se debe recordar que, gracias a su tesonero esfuerzo, Giró y sus hombres, sin distinción alguna levantaron en un verano lo que estaba previsto se construiría en dos, al punto de que el Capitán Giró solicito que se adelantara la fecha del asalto al Polo Sur.

En un radiograma Giró puntualiza que la base de avanzada contaba con los equipos, víveres y combustibles para apoyar la expedición "y estando todo listo para iniciar la marcha al Polo Sur Geográfico demorar la expedición un año más es contraproducente y puede constituir un fracaso por las siguientes causas: la masa de hielo de la barrera de Filchner está en continuo movimiento y la actual ruta, reconocida y enmarcada, puede en un plazo de dos años sufrir variantes que la anulen, perdiéndose los abastecimientos ya adelantados y el esfuerzo que ello significa".

Temiendo un posible desprendimiento de hielo en la zona de Belgrano –en ese entonces a dos kilómetros del borde de la barrera -, Giró continuaba: "Si Belgrano sale a navegar para siempre perdemos la oportunidad de llegar al Polo Sur".

El personal que intervino en la Operación 90 se lo conoce como Grupo de asalto al Polo Sur y se iban a trasladar en vehículos SnowCat con trineos de arrastre.

Coronel     Jorge Edgard LEAL    Jefe del Grupo de Asalto.
Capitán     Gustavo Adolfo GIRÓ         Segundo Jefe/Jefe de Tareas Científicas.
Suboficial Principal   Ricardo Bautista CEPPI     Mecánico.
Sargento Ayudante   Julio César ORTÍZ     Mecánico.
Sargento Ayudante   Alfredo Florencio PÉREZ   Mecánico.
Sargento Primero      Jorge Raúl RODRÍGUEZ    Mecánico.
Sargento Primero      Roberto Humberto CARRIÓN    Topógrafo.
Sargento Primero      Adolfo Oscar MORENO      Topógrafo.
Sargento Primero      Domingo ZACARÍAS  Comunicaciones.
Cabo Oscar Ramón ALFONSO Patrullero.

Patrulla de reconocimiento Paralelo 82. Se trasladaron en trineos con perros hasta el paralelo 83,2ºS.

Teniente   Adolfo Eugenio GOETZ       Jefe de Patrulla.
Sargento Primero      Ramón VILLAR.        
Cabo Primero   Marcelo Enoc ÁLVAREZ.    
Cabo Primero   Leonardo Isabel GUZMÁN.        

Grupo Apoyo Base Sobral
Dio apoyo logístico y radioeléctrico a la expedición.

Teniente   Pedro Ángel ACOSTA         Jefe de Grupo.
Sargento Primero      Carlos Guido BULACIO.    
Sargento Primero      Hugo Orlando BRITOS.
          
La marcha histórica
La columna de vehículos partió hacia el Polo a las 10 horas del 26 de octubre de 1965. La misión se mantuvo en secreto hasta llegar al Polo Sur.

Dos días antes lo había hecho la patrulla de trineos del Teniente Goetz, que se adelantaba para cumplir su misión de jalonar el camino.

El primer día de marcha estuvo nublado, con mucho "blanqueo", debiéndose avanzar con suma lentitud para evitar los Snow-Cat la violencia de un posible choque contra los altos sastrugis, esos profundos surcos que el viento cava en la dura superficie del hielo.

Al día siguiente se entró en el área de la Gran Grieta, en donde a los peligros de la zona muy agrietada se sumó una hostil ventisca baja que anulaba la visibilidad y redujo la velocidad de marcha al mínimo.

Poco después se avistó a la patrulla 82 que, obligada por el temporal, vivaqueaba en plena Gran Grieta.

A partir de ese momento los Snow-Cat y los trineos de la patrulla 82 continuarían la marcha hasta el cordón Santa Fe en donde el Teniente Goetz realizaría estudios geológicos, recogiendo muestras de rocas de esas montañas jamás visitadas por el hombre.

Sobre la medianoche del 4 de noviembre se llegó a la Base Sobral, con una temperatura de 33º bajo cero pero con el Sol brillando alto sobre el horizonte Sur.

En Sobral, la columna se estacionó para efectuar tareas de mantenimiento mecánico; los trineos habían sufrido daños en sus patines y los vehículos debían ser repasados pues el tramo entre Belgrano y esta base había sido más duro de lo previsto.

Además, aquí comenzó a tomar importancia una herida en la mano sufrida por el Sargento Primero Guido Bulacio que, en definitiva, debió ser separado de la expedición. No se podía correr el riesgo de que sufriera una infección o congelamiento.

En una sencilla votación –el general Leal sostuvo que la misión era antes que nada un trabajo de equipo -, se resolvió incorporar al grupo de asalto al Sargento Ayudante Florencio Pérez, de la dotación de Base Sobral.

Hacia adelante, la ruta volvió a ser pesada y peligrosa. El frío acentuado, las grietas y los sastrugis no dejarían de estar presentes un solo momento.

En cuanto a las grietas, cubiertas a veces con débiles puentes de nieve que la disimulan u ocultan por completo, estuvieron a punto de "engullirse" a algunos de los Snow-cat; felizmente, en ellas solo se perdieron trineos con provisiones.

Los duros filos de los sastrugis orientados de E a W, obligaban a pasarlos de frente tornando la marcha peligrosamente lenta. En ningún momento la gente olvidaba que toda demora gravitaba directamente sobre las reservas de víveres y de combustibles.

Ya sobre la meseta polar también los temporales impusieron situaciones de tediosa inmovilidad. "estamos detenidos perdiendo precioso tiempo, consumiendo víveres y combustible que tenemos tan medidos", registra el coronel Leal en su diario.

El 18 de noviembre el grupo de asalto se separó de la patrulla 82 integrada por el Teniente Adolfo Eugenio Goetz; el Sargento Primero Ramón Villar y los Cabos Primeros Marcelo Álvarez y Leonardo I. Guzmán, cumplida ya la primera parte de su misión: la de actuar como punta de lanza para detectar obstáculos peligrosos para los vehículos de la expedición.

A la patrulla de perros le restaba todavía realizar tareas de cartografía y geología en el cordón de montañas Santa Fe. Pero para los hombres que terminaban su viaje les cabía el honor de ser los primeros que se habían adentrado con trineos hasta esa zona del continente, hasta los 83º2' de latitud Sur.

Campamento Desolación
Separados ya de la patrulla 82, los hombres reanudan el arduo camino. Con escasas horas de intervalo se rompen dos trineos y se puede advertir que se vive una situación de cierta gravedad. Los trineos están semidestrozados por el terreno y en una penosa tarea se debe reubicar la carga que llevaban y dejar a uno de los snow-cats como depósito de combustible para el viaje de regreso y un jalón para hallar el camino más fácilmente.

La rotura de los patines de otro trineo impone considerar la situación muy detenidamente. Sin trineos es imposible alcanzar el Polo. Sobre los 83º de latitud Sur y a 1.900 metros de altura sobre el nivel del mar se arma un campamento en el cual durante dos días se trabajara incesantemente con la soldadura autógena, reparando patines y reforzando la estructura de los vitales trineos. Fueron días en que sobre el pensamiento de la gente pesaron oscuras preocupaciones. El viento fuerte y la nevisca, que cubría poco a poco todos los objetos, gravitaba como una amenaza sobre el ánimo de todos.

Aquel campamento recibió de sus propios moradores el nombre de Campamento Desolación. Pero desde ese momento en adelante la proximidad del Polo comenzó a dar a la Patrulla una especial energía.

Desde los 86º los sastrugis fueron cada vez mayores, tan altos como los tractores. En ese mar ondulado de hielo se prosiguió la marcha agotadora hasta los 88º de latitud. Los hombres sentían la cercanía del Polo –apenas a 200 km. de distancia- y el pensamiento volaba... los esperaba el triunfo; por fin la meta tan firmemente perseguida estaba ya al alcance de la mano.

"...Ahora, y a pesar de nuestra confianza en la capacidad de los dos topógrafos – navegadores, no podemos alejar de nuestra mente la posibilidad de que un error de cálculo o instrumental -, siempre factible por la permanente agresión que significan los extremosos agentes climáticos de la zona, pudiera habernos llevado a lugares que no sean lo que creemos y tenemos marcados en nuestra carta", informa Leal.

El terreno comenzó a mejorar recién hacia el 8 de diciembre cuando los fieles Snow-Cat se arrastraban a 2.645 metros sobre el nivel del mar. Desde el inicio de la expedición, cada 20 kilómetros el grupo se detenía para hacer mediciones atmosféricas y científicas.

El 9 de diciembre, tras una última etapa de marcha de 28 horas de duración, se estima estar a 45 km. del Polo y de la base Amundsen-Scott instalada allí por Estados Unidos. Por eso se procede a ordenar cargas y vehículos: el personal se apresta física y espiritualmente para cubrir el último y breve tramo de la marcha.
Al día siguiente, 10 de diciembre, fecha inolvidable para los argentinos, el Coronel Leal desciende de su castigado tractor, el Salta, y planta la bandera de la Patria en la nieve endurecida y solitaria del vértice sur de la Argentina.

Atrás quedan 45 días de marcha, de tensiones anímicas, de pensar obsesivamente en las grietas, en mantener el rumbo correcto en una zona donde la brújula es inútil y el Sol puede ocultarse por horas o días enteros.

El 15 de diciembre, ya cercana la hora del regreso, se izó en el Polo la bandera donada por la Asociación Antártica Argentina, que quedó allí como un testimonio del operativo realizado.

El camino del regreso, ya conocido y jalonado por depósitos, no guardaba ya mayores problemas para aquellos hombres que hicieron gala de tanta entereza en todo momento.

Superados los habituales y desorientados "blanqueos", la zona peligrosamente fracturada vecina a la Gran Grieta, regresaron a Base Belgrano el 31 de diciembre de 1965.

La hazaña quedaba así cumplida tras 66 días de arduos esfuerzos sobre el casquete glacial.

El Informe oficial de la hazaña
Una vez cumplida la misión, el Jefe de la expedición elevó al Comando en Jefe del Ejército un informe cuyo encabezamiento decía:

Elevo al Señor Jefe el informe correspondiente a la "Operación 90", Primera Expedición Terrestre Argentina al Polo Sur. El suscripto se apresura a aclarar que al redactar el presente trabajo, conscientemente se evadió de los cánones e imposiciones que la Reglamentación fija o entiende como Diario de Guerra o Informe. A ello estuvo obligado por cuanto aprecia que la "Operación 90" escapó de los precisos límites de una Operación Militar –al carecer de ciertos aspectos estrictamente castrenses- y si, incursionar en otros de carácter científico y político.

Las observaciones y registros de carácter científico efectuadas están siendo evaluadas por los organismos que colaboraron con la Expedición, los cuales estudian los datos obtenidos y analizan su significado. Pero aun cuando la información recogida pueda no resultar fundamentalmente importante, se debe recordar que su valor consiste en que son o serán piezas de un panorama mucho más amplio que se irá completando con tiempo, más trabajo en esa zona y por lo tanto más información. Las citadas observaciones registradas durante la marcha al Polo Sur significaron para el personal tremendos y arduos esfuerzos por las condiciones imperantes de un clima hostil, duro y exagerado, y porque los hombres afectados a esos trabajos también debieron cumplir con las agobiantes tareas generales inherentes a la Expedición.

El teatro en donde se desarrolló la "Operación 90" forma parte de un continente extraño, que por sus condiciones geoglaciológicas, su clima, por inhóspito y falto de todo recurso, se opone terca y porfiadamente al cumplimiento de toda misión. Una tierra en donde se enseñorea una hostil naturaleza –la más fría y tempestuosa del planeta- reacia a los hombres, perros y máquinas y en donde las tormentas polares y las interferencias magnéticas anulan las comunicaciones y afectan a los instrumentos volviéndolos inexactos e influyendo, por lo tanto en la inteligente confianza que el hombre debe depositar en los mismos. Un lugar en donde los lubricantes se convierten en sebo y los metales se cristalizan, donde las mejores aleaciones se quiebran al desintegrarse la materia.

Ese último rincón del mundo en donde nos tocó actuar, es en general una blanca y dilatada llanura que se va escalonando en inmensas plataformas de barreras de hielo y nieve, quebradas de tanto en tanto por cordones montañosos y sembradas de traicioneras, torvas peligrosas grietas capaces de tragarse a una columna expedicionaria completa.

Ese escenario actúa sobre el cuerpo y el alma y hace que el hombre en patrulla –al tener que desarrollar largas y extenuantes jornadas de marcha, con un deficiente descanso y una alimentación que en la Antártida y en Patrullas siempre es incompleta y viéndose obligado a vivir en un estado de permanente sobresalto o inquietud –llegue a un advertible deterioro psicofísico. Los hombres sometidos a la agresión climática y al permanente riesgo van llegando a su límite emocional y físico, y los efectos de la tensión se conocen, entre otras manifestaciones, por una acusada disminución de peso y un inocultable debilitamiento. No se desea con estas descripciones hacer un panegírico de la Expedición, pero si se pretende pintar con orgullosa franqueza los inconvenientes que se debieron vencer para cumplir con la misión impuesta. Todo lo dicho por otra parte, son los mismos problemas a los que se vieron abocados todos los hombres del Ejército Argentino que trabajaron ruda y silenciosamente en el Sexto Continente desde el año 1951 – cuando el pionero de nuestra institución en la Antártida, el entonces Coronel D. Hernán Pujato instalara la Base General San Martín –para obtener sacrificadamente la experiencia que los 10 hombres de la Expedición al Polo habrían de aplicar para cumplir con la misión.

El "espíritu de cuerpo" común a todas las latitudes se hace presente también en la Antártida, pero él se manifiesta en forma muy especial porque fija un código no escrito pero no por ello menos estricto. El suscripto deja expresa constancia que los integrantes de la Expedición cumplieron con ese Código e hicieron aporte total de sus posibilidades como manifestación de sus respectivas calidades y capacidades. Pero sin lugar a dudas que la más importante entrega efectuada por cada hombre, como aportación para el éxito de la "Operación 90", fue la de sus respectivos "presentes y futuros". Y ello se manifestó no solamente en la larga, peligrosa, ardua y sacrificada marcha hasta el Polo Sur, sino en el previo y magnifico renunciamiento que significó el aceptar formar parte de una empresa de la cual no se estaba seguro de regresar con vida. Existieron por supuesto desinteligencias y roces –éramos hombres con nuestros defectos nuestras virtudes- pero por sobre todo nos sentimos soldados del Ejército Argentino en cumplimiento de una misión, y ese sentimiento hondamente arraigado hizo que supiéramos dominarnos y superarnos. Y que conseguimos elevarnos por sobre esas nuestras flaquezas lo demuestra el logro exitoso del objetivo fijado.

Jorge Edgard LEAL
Coronel

Jefe de la Primera Expedición Terrestre Argentina al Polo Sur.

El general Jorge Leal nació el 23 de abril de 1921 en Rosario de la Frontera, Salta, fue fundador de la Base Antártica Esperanza en 1952. Se retiró del Ejército en 2003.

Con ochenta y cuatro años, apostura todavía marcial, tres hijos, y cinco nietos, el 22 de febrero de 2015, con motivo del Día de la Antártida Argentina, Jorge Leal fue invitado al Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur de Buenos Aires para rendirle un homenaje.

Argentina pionera en la Antártida
Aquí una breve reseña de los hitos históricos de la República Argentina en la Antártida.

1904: El 22 de febrero de ese año, la Argentina por intermedio de la oficina Meteorológica Nacional del Ministerio de Agricultura, toma posesión e iza la bandera nacional en la estación científica de la isla Laurie, del grupo de las Orcadas del Sur, cedida al gobierno por el expedicionario escocés doctor W. Bruce. La ocupación argentina es la más antigua y permanente del continente antártico.

1927: Se inaugura el 30 de mayo el Observatorio de las Islas Orcadas, la primera estación radiotelegráfica oficial en la Antártida.

1942: La expedición antártica comandada por el Cap. de Fragata Alberto Oddera en el buque 1º de Mayo, cumplió tareas de expedición e hidrografía, visitando la Isla Decepción, el archipiélago Melchior y las Islas Argentinas.

1947: El 31 de marzo se instaló el Destacamento Naval Melchior, siendo el primero instalado por la Argentina en la Península Antártica.

1948: El 25 de enero se instaló el Destacamento Naval Decepción, en la bahía 1º de Mayo de la Isla Decepción. Se realiza la primera comunicación radiotelefónica con el destacamento naval de la Isla Decepción y durante este mismo año, el 13 de diciembre la Aviación Naval realizó su primera hazaña antártica al cruzar el Círculo Polar Antártico, a bordo de un avión Douglas C-54 y comandado por el contraalmirante Aviador Naval Gregorio Potillo.

1951: El 6 de abril se instaló el Destacamento Naval Almirante Brown. Es la primera base continental argentina en la Antártida. Además, durante este año el Vicecomodoro Gustavo A. Marambio realiza el primer vuelo transcontinental sobre la península antártica con un avión Avro Lincoln arrojando suministros.

Se realizó también en 1951 la Primera Expedición Científica a la Antártida Continental. Bajo el mando del Gral. Pujato, arribó a Bahía Margarita y fundó la estación Gral. San Martín, primera instalación al sur del círculo Polar.

1952: En febrero de 1952 Argentina e Inglaterra participan en un incidente armado ante la pretensión británica de desembarcar en Bahía Esperanza en donde la Argentina había instalado una base próxima a inaugurarse.

El 31 de marzo de 1952 se inauguró el Destacamento Naval Esperanza, que fuera destruido por un incendio en 1957. El 17 de diciembre se estableció la base de Ejército Esperanza, siendo su primer jefe el Capitán Jorge Leal.

1953: Se inauguró la Base Cámara, en la Isla Media Luna.

1954: Se tomó posesión formal de las instalaciones levantadas por la Expedición de Nordenskjold en la Isla Cerro Nevado.

1955: Otro logro fue la incorporación del rompehielos General San Martín a las tareas antárticas, efectuando su primer viaje.

El 18 de enero el ejército Argentino instaló la estación antártica más austral del mundo hasta ese entonces, General Belgrano, sobre el hielo de la barrera de Filchner.

1956: Por decreto del 3 de julio de 1956 se creó la Comisión Nacional del Año Geofísico Internacional con el objeto de coordinar las actividades científicas de todas las instituciones nacionales.

1957: Por decreto de fecha 28 de enero queda restablecido el territorio Nacional de la Tierra del fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, señalando los límites de su reivindicación antártica entre los meridianos 25º W y 74º W.

1958: En los meses de enero y febrero se efectuaron dos cruceros de turismo a la Antártida, organizados por el Comando de Transportes Navales.

1959: En enero, el crucero Yapeyú de la Flota Argentina de navegación de Ultramar realizó el segundo viaje de turismo a la Antártida.

1962: El 6 de enero se produce un hecho histórico: se izó por primera vez el pabellón argentino en el Polo Sur, al que se llega con dos viejos bimotores Douglas C-47 de la Aviación Naval. Es el Primer Vuelo Argentino al Polo Sur al mando del entonces Capitán de Fragata Hermes Quijada, hecho que sorprendió a la opinión mundial ya que no se contaba en esos momentos con cartografía de la zona y por ende se desconocía la existencia de referencias en tierra que pudiesen facilitar la orientación durante el vuelo directo desde el continente.

Entre el 14 de junio y el 24 de octubre personal de la base Esperanza realizó una expedición entre dicha base y la base General San Martín en Bahía Margarita y regreso. La expedición se efectuó utilizando trineos de perros y vehículos automotores, en un recorrido de 2.000 Km. El día 12 de Mayo el grupo de Avanzada cruzó el círculo Polar Antártico, siendo los primeros argentinos que los hacían por tierra. Comandó la expedición el teniente 1º Gustavo A. Giró Tapper.

1965: El destacamento Naval Brown es transferido al Instituto Antártico Argentino quien la inauguró como estación Científica Almirante Brown el 17 de febrero.

El Ejército en cumplimiento de tareas previas y necesarias para su posterior marcha hasta el Polo Sur instala una Base Avanzada de operaciones. Desde la Base Belgrano y en sucesivas patrullas el cap. Gustavo Giró plantó en los 81º de latitud lo que sería la base más austral de nuestro país: Base de ejército Alférez de navío Sobral.

En 1965 el Comodoro Mario Olezza realiza un vuelo argentino sobre el Polo.

El Ejército Argentino inició el 26 de Octubre la marcha terrestre desde la Base Belgrano hacia el Polo Sur. Al mando del Coronel Jorge Leal, la patrulla integrada por el capitán Gustavo Giró y el Suboficial Principal Ceppi entre otros, arribó luego de innumerables peligros y sacrificios al Polo Sur, vértice del Sector Antártico y extremo austral de nuestra patria, el 10 de diciembre. Cubren en 45 días 1100 kilómetros terminando con el izamiento de la bandera argentina en el Polo Sur. La expedición cumplió objetivos científicos que se llevaron a cabo exitosamente. La Argentina fue el primer país que llegó al Polo Sur partiendo y regresando del mar de Weddell. Treinta y cinco años más tarde otros grupo explorador del Ejército Argentino al mando del Teniente Coronel Víctor Figueroa reeditará la hazaña.

Los que precedieron a los argentinos en el Polo Sur
El noruego Roald Amundsen junto a sus hombres, fue el primero en llegar al Polo Sur el 14 de diciembre de 1911. El competidor de Amundsen, el británico Robert Falcon Scott, llegó al polo un mes después. En el viaje de vuelta, Scott y sus cuatro compañeros murieron de hambre e hipotermia.

El almirante Richard E. Byrd y su primer piloto Bernt Balchen se convirtieron en las primeras personas en sobrevolar el Polo Sur, el 29 de noviembre de 1929 en un avión Ford trimotor. Sobre el polo es arrojada una bandera estadounidense con lastre. El histórico vuelo concluye luego de 16 horas retornando a la base Little America.

Sin embargo, no fue hasta el 31 de octubre de 1956 cuando otro hombre pisó el Polo otra vez, cuando un grupo liderado por George Dufek, de la Marina estadounidense, aterrizó en el avión de transporte militar R4D Skytrain (Douglas C-47 Skytrain). Se convirtió en la primera persona en llegar en los últimos 41 años.

Luego de Amundsen y Scott, los siguientes en llegar al Polo Sur por tierra fueron Edmund Hillary, el (3 de enero de 1958), y el británico Vivian Fuchs, el (19 de enero de 1958), con sus respectivos grupos, en el transcurso de la «Expedición Trans-Antártica de la Commonwealth». Hubo varias expediciones subsecuentes por tierra, incluyendo la Antero Havola, Crary y Fiennes.

La marcha a pie más rápida sin soporte al Polo Sur Geográfico desde la costa duró 47 días, y fue hecha en 1999 por Tim Jarvis y Peter Treseder, quienes llevaron trineos que pesaban 200 kg, que contenían comida y combustible.

Aquí encontrará el testimonio documental de la expedición argentina que llegó por tierra al Polo Sur:

Video de la expedición argentina al Polo Sur en 1965.

Aquí un documental de 29 minutos sobre la hazaña argentina:

OPERACION 90

Para mayor información y video sobre el desarrollo de la "Operación 90", haga clic a continuación: http://www.marambio.aq/operacion90.html

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