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miércoles, 7 de marzo de 2012

VICTORIA ARGENTINA EN CARMEN DE PATAGONES

En 1827 se produjo la Batalla de Carmen de Patagones donde cuatro barcos brasileños con capitanes británicos llevando a bordo 650 hombres (250 eran británicos) atacaron una población argentina a mil kilómetros de Buenos Aires y los invasores fueron bochornosamente derrotados.

Este enfrentamiento ocurrió el 7 de marzo de 1827 entre milicias de las Provincias Unidas del Río de la Plata y tropas de la marina del Imperio del Brasil, durante el transcurso de la Guerra del Brasil, conflicto que continuó hasta el 28 de agosto de 1828, cuando durante el gobierno de Manuel Dorrego se llegó a una Convención Preliminar de Paz, donde se disponía la independencia de la Provincia Oriental del Uruguay y el cese de las hostilidades.

Ubicación de Carmen de
Patagones en el
territorio argentino.
En ese tiempo existía en el sur de la provincia de Buenos Aires una población fundada por los españoles en 1779, era el fuerte de Carmen de Patagones (situado en la orilla norte del Río Negro, a pocos kilómetros de su desembocadura con el océano Atlántico), que era en ese tiempo la población más austral del territorio argentino y su posesión implicaba una importante ventaja estratégica para las fuerzas imperiales invasoras.

Por este motivo, los imperialistas brasileños y sus socios ingleses, esbozaron un plan atacar el fuerte por sorpresa y tomar la ciudad, con el fin de abrir un segundo frente para atacar a Buenos Aires desde el sur, dividiendo de esta forma a los ejércitos republicanos.

Con el fin de cumplir el objetivo de la toma del poblado, la Marina Imperial de Brasil envió una división al mando del capitán de fragata inglés James Shepherd.

Esta fuerza invasora estaba compuesta por los siguientes buques:
La corbeta Duqueza de Goiás, al mando de Shepherd. La corbeta Itaparica, al mando del inglés Guillermo Eyre. El bergantín Escudeiro comandado por el francés Luis Clemente Pouthier. La goleta Constanza, al mando de Joaquim Marques Lisboa, más conocido como Marqués de Tamandaré (este último es considerado actualmente un héroe en Brasil). La fuerza invasora estaba compuesta por un poco más de 600 hombres, de los cuales 250 eran británicos.

Las defensas del fuerte de Carmen de Patagones
Al encontrarse Carmen de Patagones demasiado lejos del teatro principal de operaciones, no se disponía de tropas en buen número para defender la plaza. El comandante del fuerte Martín Lacarra y Toledo (1777-1858) consiguió reclutar unos 80 hombres a caballo, en su mayoría gauchos, más un grupo de marinos de cinco embarcaciones que había en el puerto, y un piquete de artillería de la corbeta Chacabuco, buque que participó en la campaña del general San Martín en Chile y Perú y ahora estaba en reparaciones. A esto se sumó luego un centenar de negros voluntarios y un escuadrón de vecinos. En total unos quinientos hombres. Además se proveyó a los pobladores de Patagones, la mayoría mujeres, con palos, gorros y vestimentas de milicianos, procurando simular una columna en retaguardia.

Esa "retaguardia" ocupó puestos visibles en el fuerte, aparentando que las fuerzas argentinas resistirían en ese lugar, sin salir a dar batalla. Esto coadyuvó de modo fundamental al efecto sorpresa utilizado por las tropas argentinas, ya que los espías enviados por los brasileños informaron de esta situación a sus jefes, que fueron sorprendidos al querer superar el pequeño Cerro de la Caballada, bautizado así por la carga de a caballo con que los argentinos derrotaron al invasor.

Coronel de Marina
Francisco Fourmantin.
En cuanto a la flota patriota, estaba compuesta por:
La sumaca Bella Flor, al mando del galés Santiago Jorge Bynnon (1798-1883). El bergantín Oriental Argentino, al mando del corsario francés Pedro Dautant. Los balleneros corsarios Hijo de Mayo e Hijo de Julio, comandados por el inglés James Harris y el francés Francisco Fourmantin (1799-1861), respectivamente. Las goletas Emperatriz y Chiquita; éstas habían sido recientemente capturadas a los brasileños. La Chiquita estaba al mando de Juan Soulin. En total, el número de hombres embarcados era de 330, aproximadamente.

Primeras acciones
A fines de febrero de 1827, justo en el momento en que el ejército brasileño era destrozado en tierra firme por los argentinos en la batalla de Ituzaingó, cuatro buques imperiales aparecieron frente al río Negro y remontaron el mismo, con más de 600 hombres embarcados.

El 25 de febrero de 1827, el práctico Guillermo White le informó al comandante Lacarra de la presencia de una goleta situada sobre la boca del río en una actitud que consideraba sospechosa debido a que no enarbolaba ningún pabellón. Con posterioridad a este hecho, fue enviado a observar el barco a Sebastián Olivera que manifestó que tenía la bandera de los Estados Unidos.

Era la mañana del 28 de febrero de 1827, cuando el bergantín Escudeiro ingresó al río Negro enarbolando la bandera de los Estados Unidos para engañar a los defensores. A la entrada del estuario se ubicaba una batería de 4 cañones al mando del coronel Felipe Pereyra, comenzando el intercambio de disparos. Luego de superar las defensas en la escaramuza, vencieron a los cuatro cañones que intentaban cerrar la boca del río, y luego ingresaron al mismo. Primero el Escudeiro franqueó la entrada, seguido por la corbeta Itaparica.

El 3 de marzo naufragó la nave insignia Duqueza de Goiás, que había quedado varada días antes debido a la naturaleza del río y el gran calado de la nave. Esto produjo 38 bajas entre los invasores. Vale destacar que los brasileños desconocían la zona.

La Escudeiro y la Constanza abrieron fuego sobre las viviendas y su fuerte. Debido a las dificultades para navegar el río, el comandante Shepherd deliberó con los demás capitanes y decidieron atacar Carmen de Patagones por tierra. A la madrugada del 6 de marzo de 1827 se produjo el desembarco general de las fuerzas brasileñas, más de 400 hombres, con el objeto de marchar sobre la población para tomarla en forma definitiva.

Fernando Alfaro, uno
de los defensores de
Carmen de Patagones.
A todo esto, una partida de hombres desembarcados en la margen sur reclamaron carne fresca a un grupo explorador criollo, pero el Juez de paz Fernando Alfaro dio órdenes de negarles apoyo. Alfaro tenía además un establecimiento ganadero en la zona, en la bahía de San Blas.

La columna brasileña inició la marcha en la calurosa noche del día 7 de marzo, debiéndolo hacer por terrenos arenosos y cubiertos de espesos matorrales espinosos, que obligaban a transportar a los oficiales sobre los hombres de sus soldados. Además tuvieron la dificultad adicional de no contar con un guía competente, lo que llevó a que la columna, compuesta por cuatrocientos efectivos y trece oficiales, se extraviara durante la marcha, alejándose del río y las fuentes de agua. Este hecho, sumado al calor asfixiante y el terreno desértico, comenzó a minar las fuerzas y resistencia de los soldados imperiales. Caminaron más de 18 kilómetros mal guiados por un negro brasileño que había vivido un tiempo en Patagones luego de ser tomado en una de las presas del barco corsario Lavalleja, pagaba con la traición tras haber sido liberado de la esclavitud, llevando al enemigo al lugar donde lo recibieron.

Las fuerzas invasoras llegaron a las 6:30 horas al Cerro de la Caballada, situado a un kilómetro de la población, completamente extenuados y sin haber podido beber agua por 24 horas, con el agravante de que el único alimento que pudieron consumir fue carne salada.

Combate en el Cerro de la Caballada
Los defensores, eran muy inferiores en número y en pertrechos bélicos, además desconocían la ubicación e intenciones de la columna invasora. Dos hombres que salieron a buscar reses para llevar al fuerte, descubrieron las huellas de la avanzada brasileña y aprestaron los preparativos para la defensa. Los invasores iban hacia el Cerro de la Caballada (situado detrás de la población) donde sería el combate.

Las milicias republicanas conducidas por el subteniente Sebastián Olivera (1796-1845) eran 114 jinetes y se le agregaron 22 gauchos a caballo del baqueano José Luis Molina que los alcanzaron y presentaron batalla inmediatamente. En el combate cayó muerto el comandante inglés Shepherd, quien fue suplantado por su segundo, Guillermo Eyre. Pronto se vieron rodeados por guerrillas que procedieron a cercar a los imperiales incendiando la vegetación, hecho que obligó a Eyre a ordenar la retirada hacia los navíos, sin advertir que los mismos ya se encontraban copados por los argentinos.

Toma de la flota y fin de la batalla
Santiago Jorge Bynnon,
su valor fue decisivo en
el abordaje de los tres
buques enemigos.
En efecto, una flotilla de naves al mando del valiente Santiago Jorge Bynnon (era el comandante de la Chacabuco que estaba en reparaciones) abrió fuego sobre el Escudeiro, que resistió hasta que su esforzado capitán cayó herido. Tomado ese buque, los argentinos atacaron la goleta Constanza, que se había separado del Escudeiro para unirse a la corbeta Itaparica, Joaquim Marques Lisboa comandante de la Constanza también se rinde y luego se tomó la nave Itaparica.

Esta última nave fue hundida frente a la población de Carmen de Patagones. Restos de su casco aún permanecen enterrados en el lecho del río Negro en ese lugar, y su enorme bandera fue expuesta durante más de un siglo y medio, siendo en los últimos años en un lateral del atrio de la Iglesia de la ciudad. En la década de 1990 el gobierno argentino decidió devolver al del Brasil ese pabellón perteneciente a la Itaparica, en señal de buena voluntad.

Ante la confirmación de la rendición de su escuadra, El inglés Eyre que  estaba a cargo de las fuerzas brasileñas finalmente se rindió al Juez de Paz Fernando Alfaro (1791-1859), quien luego fue elegido junto con otros hombres para llevar la noticia de la victoria a Buenos Aires.

Las consecuencias
Fue una victoria total. Los brasileños perdieron todas las tropas y sus armamentos.

Como resultado de los combates, quedaron en poder de los argentinos 3 buques, 28 cañones y numerosas armas. La tropa de desembarco perdió 40 de los suyos y se rindieron en las naves 10 oficiales y 306 hombres de tropa. En total, las fuerzas brasileñas sufrieron 100 muertes y se tomaron 579 prisioneros, entre los cuales había 200 experimentados combatientes británicos. Respecto al inglés a cargo de la fracasada invasión, el capitán de Fragata Shepherd, que murió en combate. Según las crónicas, era conocido como de "férrea disciplina pero carente de imaginación".

En tanto que los argentinos que habitaban en Carmen de Patagones, solo sufrieron 4 muertos, 13 heridos y tuvieron 4 cañones destruidos.

A esta derrota brasileña (que contaron con ayuda inglesa) hay que añadirle las victorias del Almirante Brown en las batallas de Juncal y Los Pozos, las de César Fournier persiguiendo a la flota imperial, y la victoria de Carmen de Patagones equilibraron una situación naval con el imperio esclavista de Brasil.

Los buques capturados fueron renombrados y pasaron a integrar la escuadra del almirante Guillermo Brown. El Itaparica se denominó Ituzaingó, el Escudeiro se convirtió en el Patagones y la Constanza pasó a llamarse Juncal.

En la Iglesia Nuestra Señora del Carmen se conservan dos de las 7 banderas imperiales brasileñas que se conquistaron el 7 de marzo de 1827.

Al ser transportado Eyre a la estación naval en el Salado, en el bergantín Anna, la masonería le brindó ayuda y logró fugar con otros 93 prisioneros, varios de ellos oficiales (2 tenientes 1°, 5 tenientes 2°, entre ellos Joaquín Marques Lisboa, futuro almirante Tamandaré, y el teniente Joaquín José Ignacio, 1 guardiamarina, 8 oficiales de caballería y 2 de artillería).

Guillermo Eyre comunicó a sus superiores que en la bahía de San Blas (cerca de Carmen de Patagones), se estaban equipando para el corso varios buques, y el imperio brasileño dispuso entonces enviar una nueva expedición y Eyre fue puesto al mando. Con la corbeta Maceio y los bergantines Caboclo (Inglis) e Independencia ou Morte (Claire) el 21 de octubre de 1827, intentó el ingreso a la embocadura de la bahía de San Blas. Tras varar la Maceio y el Independencia ou Morte, ambos buques se hundieron: cincuenta hombres se ahogaron y 80 debieron desembarcar y rendirse a los mismos defensores de Patagones, Eyre entre ellos. Otro fracaso anglo-brasileño sin disparar un tiro.

Por Alberto Seoane

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