HUMANIDAD Y COSMOS es un programa que trata de traerle a usted eso que siempre se preguntó y nunca tuvo la oportunidad de escuchar… Hechos históricos ocultados, fenómenos insólitos, creencias, mitos y leyendas, arqueología proscripta, seres extraños, energías prohibidas, noticias curiosas, científicos censurados, el misterio de los objetos voladores no identificados, profecías y vaticinios, sociedades secretas, ecología, enigmas y soluciones para vivir física y espiritualmente sanos.


domingo, 23 de septiembre de 2012

DERROTA BRITÁNICA EN LA BATALLA DE SAN JUAN DE ULÚA

Una flotilla inglesa compuesta por seis buques armados es derrotada por los españoles el 23 de setiembre de 1568. Los piratas Hawkins y Drake huyen como cobardes abandonando a sus hombres. El resultado de la batalla fue de dos barcos ingleses capturados, dos hundidos y dos averiados. Quinientos ingleses muertos y más de cien prisioneros.

La Batalla de San Juan de Ulúa significó el desastroso final de la campaña de una flotilla pirata inglesa que entre 1567 y 1568, violando sistemáticamente la tregua acordada por Felipe II de España e Isabel I de Inglaterra, se dedicó al asalto de pequeños puertos y buques mercantes españoles, la trata de esclavos negros y el comercio ilegal en las aguas de la América española.

Antecedentes de la batalla
El puerto de San Juan de Ulúa en México fue por un tiempo la primera ciudad capital y puerto del Virreinato de la Nueva España, centro comercial de primer orden donde arribaban las flotas venidas de España. Fuerte defensivo de gran valor militar contra piratas y corsarios; lugar donde se libró la batalla de San Juan de Ulúa donde fueron derrotados los corsarios ingleses Hawkins y Drake.

 

Cuando Isabel, la “Reina Virgen” ascendió al trono de Inglaterra la religión oficial mayoritaria en ese reino, era la católica, a pesar de las reformas anglicanas hechas por Enrique VIII en sus discordias con Roma. Isabel I profesaba abiertamente el anglicanismo pero no dejaba ver su anti catolicismo, de hecho, cuando subió al trono lo hizo bajo consagración de un obispo apostólico romano. Según el historiador Lucena Salmoral (1994) al decir de la Reina Virgen expone: "… mantuvo una política de asentamiento de la religión anglicana (Acta de Supremacía y Acta de Uniformidad) durante la primera parte de su reinado, que le impidió enfrentarse abiertamente con el rey de España…".

Isabel I de Inglaterra
financiaba a los piratas.
La reina Isabel I de Inglaterra fue desde su juventud muy decidida y astuta. Esa política de congraciarse con el catolicismo y, por ende, vista con buenos ojos por los españoles, le sirvió para hacer tregua con ese reino a la par de ir aprovechando la ocasión para dar inicio al fortalecimiento de su marina, apoyar con más furor el contrabando en las Indias, aumentar las prácticas del comercio ilegal y fomentar entre los suyos, muy sigilosamente, el odio contra España. Tal vez toda su personalidad se la deba en gran parte a sus progenitores Ana Bolena y Enrique VIII.

Cuando a los 18 años Enrique VIII ascendió al trono al morir su padre en 1509, se casó con Catalina de Aragón, la viuda de su hermano. Veinte años después, depuso al cardenal Wolsey, su Lord canciller, por no haber logrado persuadir al Papa de que le concediera el divorcio de Catalina de Aragón a fin de casarse con Ana Bolena. Habiendo él mismo fallado en su solicitud al Papa, entre 1532 y 1534, Enrique VIII desconoció la autoridad papal, se proclamó a sí mismo cabeza de la Iglesia en Inglaterra, rompió relaciones con Roma y se casó con Ana Bolena. En el año de 1533 nació Isabel, la hija de ambos.

La reina Isabel I antes de confrontar abiertamente a los españoles en el plano religioso, geopolítico u otros, tenía claro que debía solventar algunas situaciones internas. Por eso, mantendría una política de “sumisión” hacia la monarquía castellana. En los años iniciales de su dominio habría de dedicarle buena parte de sus años a organizar su reino, entendía que el imperio fuerte para la época, era precisamente el hispano. Así prefirió, en principio, dedicarse a contrarrestar la piratería inglesa que actuaba en el Canal de la Mancha y en el Mar del Norte para dar buena imagen ante sus vecinos europeos. Mientras que se dedicaba con sigilo a promover su propia empresa corso-pirática hacia las Indias.

La Reina Virgen (en realidad no lo era, ya que se comentaba que otorgó su “íntimo afecto” a buen número de favoritos entre los que se destacan Robert Dudley, primer conde de Leicester, el pirata sir Walter Raleigh y Robert Devereux, segundo conde de Essex, al que ordenó decapitar, y varios amantes más), tenía un objetivo específico. Darle a su país una adecuada infraestructura marítima, valiéndose para ello del lucro obtenido por la piratería y el contrabando en las posesiones novohispanas de ultramar que ella patrocinaba en secreto. A esto habría que agregarle todo el erario que confiscaba de las propiedades de los católicos, tanto en su propio territorio como los allende a estos.

La moral católica de Isabel I ante los españoles, sirvió para mantenerlos engañados varios años. En muchas oportunidades pretendió “lavar el dinero obtenido de las prácticas ilegales”, con un supuesto pudor cristiano. Toda una apostólica romana fingía ser ante el mundo del catolicismo, cuando en esencia no se había apartado nunca de la herencia religiosa dejada por sus padres.

El comercio ilegal de esclavos y la piratería habían arrojado muy buenos dividendos a las arcas de la reina Isabel I. El doble juego de la reina inglesa consistía en “pintarle una cara” al gobierno español y por detrás darle a cuentagotas el mortífero “veneno” infligido por los actos de piratería en el Atlántico.

El pirata y negrero inglés
John Hawkins.
En el negocio negrero la "Reina Virgen" invirtió, sin reserva alguna, grandes cantidades de dinero. En su reinado se inauguró la Bolsa Real de Londres y la Cámara de Comercio. Todo ello otorgó prosperidad sobre todo a la nobleza y a la alta burguesía. Muy bien provista estaba la empresa de piratería y contrabando de Inglaterra en cuanto a buques artillados, pólvora y demás pertrechos necesarios. Los más avezados marineros y capitanes piratas engrosaban en secreto la nómina real; entre ellos, por ejemplo: John Hawkins (1532-1595) maestro del contrabando inglés, corsario y comerciante de esclavos inglés. Su padre, William Hawkins, era un confidente de Enrique VIII de Inglaterra. Hawkins reunió a los principales ciudadanos de Londres, en 1555 y formó una compañía que realizó su primera expedición a la costa occidental de África convirtiéndose en el primer inglés comerciante de esclavos negros. Él argumentaba que sacando a las personas de África se los salvaría del peligro de los sacrificios paganos, a los cuales ellos podrían ser ofrecidos, como era común en esos tiempos. Era conocido por la manera de matar a sus rivales, ya que empleaba trucos de magia o fingía leerles el futuro acertando su muerte.

Con una patente de corso de la reina Isabel I de Inglaterra realizó la segunda expedición en 1564 a bordo del Jesus of Lübeck, junto con otros tres navíos, con el propósito de vender esclavos africanos en Borburata en la costa de Venezuela, Curazao, Río Hacha y Cartagena de Indias. Fue el creador de un novedoso sistema de comercio ilegal secuestrando negros en África (200 en este viaje) y vendiéndolos en su primer arribo a tierras y aguas americanas, en el año de 1565 en la ciudad portuaria de Borburata situada en las costas de la provincia de Venezuela donde vendió a 140 hombres como esclavos. Siguieron hasta la costa del río Hacha, Cartagena y otros puntos donde vendieron al resto de los infelices.  Al regresar a Inglaterra, gracias a los sustanciosos dividendos repartidos en Londres, fue honrado por la reina Isabel I con el título de Caballero.

Otro que estaba en la nómina real era el hijo de un granjero y predicador protestante, el aventurero Francis Drake (1543-1596) quien actuó bajo órdenes de su primo segundo Hawkins y después por cuenta propia. Fue considerado como un pirata por las autoridades españolas, mientras en Inglaterra se lo honró como héroe, siendo nombrado caballero por Isabel I en recompensa por sus servicios a la corona inglesa.

También Isabel I financiaba a Thomas Cavendish (1560-1592), un hombre rico que se dedicó a la piratería; Walter Raleigh (1552-1618), sanguinario pirata al que ennobleció con el título de Sir, entre otros piratas de la corte isabelina.
La Reina Isabel I, patrocinaba a otros corsarios en sus expediciones e incursiones, a pesar de que había firmado una tregua temporal con España, por lo que no reconocía oficialmente los actos de estos asesinos y ladrones, pero se beneficiaba de ellos.
Ubicación geográfica de San Juan de Ulúa.

El estratégico puerto de San Juan de Ulúa ubicado en la Nueva España (hoy México), revestía para la monarquía hispana una importancia relevante en cuanto al tráfico de productos que desde el país peninsular se despachaban para abastecer por la zona atlántica a la población de ese Virreinato americano.

Para servir al Virreinato de la Nueva España sólo existía en el Atlántico el puerto de San Juan de Ulúa. Ésta era la única entrada para las mercaderías europeas en las provincias mexicanas. Por su parte, toda Sudamérica, con excepción de la costa del Caribe, se abastecía por el Pacífico, vía el istmo de Panamá. El tráfico directo por el estrecho de Magallanes estaba prohibido.

Hacia 1535 se inició la construcción de la fortaleza de San Juan de Ulúa, sobre todo con piedra de coral del lugar, con el fin de proteger del fondo a las embarcaciones por el mal tiempo, pero principalmente y junto con el desaparecido sistema de murallas y baluartes de la ciudad de Veracruz, para proteger a este importantísimo puerto de los ataques de piratas, corsarios y filibusteros. Con el paso del tiempo, San Juan de Ulúa se convirtió en la fortaleza más formidable de su tiempo en esta parte del hemisferio.

La importancia de San Juan de Ulúa atrajo la atención de los ingleses, quienes ya, habían recorrido con anterioridad otras zonas caribeñas. El método de contrabando y asalto británico iniciado con John Hawkins, tendría seguidores por doquier y; lo que se trató de mantener a espaldas de los monarcas españoles, se había vuelto muy evidente como para que estos no descubrieran el doble juego que desde hace mucho tiempo aplicaba en el Nuevo Mundo hispano, la reina pirata Isabel, “amiga de los soberanos de España”.

A primeros de diciembre de 1567 Hawkins, financiado por la Reina Isabel I y los comerciantes más ricos de Londres, organizó una tercera expedición a la costa occidental de África en la que participó su primo segundo Francis Drake. La flotilla zarpó de Plymouth pasó por Cabo Verde, Guinea y San Jorge de Elmina, donde capturaron 400 personas de raza negra; cruzaron el Atlántico llegando a Dominica, isla de Margarita y Borburata, donde vendieron a esos hombres (vale recordar que Hawkins amenazaba con cañonear las poblaciones si no les compraban los esclavos), luego planeaban dirigirse hacia Cartagena de Indias, pero una tormenta los desvió al golfo de México, donde entraron al puerto fortaleza de San Juan de Ulúa.

Felipe II de España.
En 1568 el rey de España Felipe II convocó en Madrid a una Junta Magna de los miembros del Consejo de Indias, del Consejo de Castilla, entre otros magistrados y políticos, con el fin de tomar innovadoras medidas con respecto a la administración de los dominios de América, asunto que había sido postergado por la corona. Felipe II, hasta entonces absorbido por los problemas europeos, volcó de pronto su interés en sus colonias ultramarinas, con el fin de reforzar en ellas su poder. En dicha Junta se acordó la elección de Francisco Álvarez de Toledo como Virrey del Perú y la de Martín Enríquez de Almansa como Virrey de la Nueva España o México.

La primera acción de Martín Enríquez de Almansa sería en el puerto de San Juan de Ulúa, cuando Hawkins en su tercer viaje a América dirigió sus embarcaciones hacia aquella plaza. No sabían los piratas ingleses que en el encuentro, perderían su tesoro acumulado, cuatro barcos, más de 500 hombres y serían obligados a retirarse vergonzosamente.

En 1568 la flotilla de barcos que capitaneaba Hawkins, de 35 años de edad, junto a su compatriota y sobrino Francis Drake, próximas a las costas de Cuba con destino al canal de las Bahamas, fueron sorprendidos por vientos huracanados y una mar picada. Entre las naves más perjudicadas se encuentra el Jesus of Lübeck de unas 700 toneladas y 24 piezas de artillería, y con menores averías, el Minion de 300 toneladas, la Judith de 50 toneladas, el Ángel y el Swallow. Además les acompañaba una carabela portuguesa apresada y que habían renombrado como Grace of God.

Los intentos por salvar la armada pirata que había saqueado varias poblaciones españolas de América llevaron a los ingleses a Veracruz, en donde arribarían el 14 de septiembre de 1568. No se imaginaron los piratas isabelinos el desastre que les aguardaba; uno de mayor escala al que lograron sortear cercanos a las costas cubanas. Hawkins, antes de arribar a la ciudad de Veracruz apresó en Yucatán un barco español cargado con vino de España capitaneado por Francisco Maldonado quien orientó a los ingleses hacer puerto en San Juan de Ulúa dada las toneladas del maltrecho Jesus of Lubeck.

La batalla
Los navíos ingleses entraron en San Juan de Ulúa, el puerto de Veracruz el 14 de setiembre de 1568 e inmediatamente comenzaron las reparaciones de sus naves y el avituallamiento de agua y víveres. Nadie se opuso a su entrada porque existía una tregua entre Inglaterra y España. Además, Hawkins prometió a las autoridades que no le haría daño a la población y que pagaría por todo lo que necesitaba reponer pero pidió controlar el fuerte como señal de buena fe hasta que zarpara su flotilla. Las autoridades aceptaron deseando que se fueran rápido. Tras cerca de un año de pillajes a lo largo de las costas americanas, Hawkins vendió en San Juan de Ulúa varios negros más que aún le quedaban a bordo mientras reparaba sus naves, así como adquiría víveres para la travesía de vuelta a Inglaterra, en 1568.

Mapa de Veracruz y de la
fortaleza de San Juan de Ulúa.
La flota inglesa estaba compuesta por seis naves: el Jesus of Lübeck, una carraca de la Royal Navy, a cargo del pirata John Hawkins, el Minion, con John Hampton, el William and John, con Thomas Bolton, y el Judith, un bricbarca, capitaneado por el pirata Francis Drake, primo de John Hawkins; otras dos barcas pequeñas, el Angel y el Swallow, formaban parte de la expedición y una carabela portuguesa robada.

Coincidentemente en la ciudad se guardaban 8.000.000 millones de pesos en oro, destinados a la Corona Española, en espera de la Flota del Tesoro española la cual vendría a recogerlos y trasladarlos a la península. Desconociendo este hecho, los piratas seguían cargando víveres y agua en sus naves.

Y he aquí que estando atracados se avistó el 17 de setiembre a la flota española, compuesta por trece navíos a cargo del general Don Francisco Luján, la que arribó para recoger el envío al rey de España, encontrando que el puerto estaba ocupado por los corsarios ingleses y permaneciendo fuera del puerto hasta que se resuelva la situación.

Hawkins y Francis Drake hicieron esfuerzos inútiles por amedrentar los pocos barcos de guerra españoles que resguardaban el lugar; porque el mayor contraataque que recibirían los ingleses sería de las fuerzas venidas por tierra que terminarían tomándoles por asalto y dominando sus tripulaciones.

Vista general del fuerte de San Juan de Ulúa.
Pero, desgraciadamente para Drake y Hawkins, el general español Don Francisco Luján había sido informado de los desmanes cometidos por la flota inglesa en tierras americanas, por lo cual informados los españoles de que eran piratas ingleses, una flota de escolta de la Armada Española  al mando de Luján,  recaló en ese mismo puerto mientras los ingleses estaban en pleno avituallamiento. Dos navíos españoles de sesenta cañones y uno de 44 cerraban el paso a los corsarios en la boca de entrada del puerto.

Hubo un par de intentos de acuerdo, pero los ingleses negaban que fueran piratas y no se iban a ir hasta aprovisionar sus naves, por lo que, finalmente don Francisco Luján, hizo junta de guerra, en la que participó el nuevo virrey Martín Enríquez de Almansa, acordándose en ella seguir adelante. Se atacaría a los barcos piratas en Veracruz y se dispondría luego lo oportuno para la defensa de la plaza.

Parte de la fortaleza de San Juan de Ulúa.
El 23 de setiembre por la mañana empezaron las operaciones cuando la urca San Salvador, al mando de Juan de Ubilla, con 130 arcabuceros y vecinos armados, se aproximó a la inglesa Minion. Hawkins reclamó de inmediato al Virrey por aquellas extrañas maniobras, pero poco después sobrevino el combate. Aquello fue el desastre inglés.

En un fulminante ataque, los españoles al mando del capitán Delgadillo cayeron sobre los piratas ingleses a medianoche, tomaron los cañones del fuerte en un ataque comando, acuchillando a los piratas que estaban de guardia en la costa y luego procedieron a cañonearlos desde cuatro barcos españoles y 11 baterías costeras resultando dos barcos ingleses hundidos, dos capturados y unos 500 marineros ingleses muertos, un centenar de prisioneros y la captura por los españoles de las abundantes ganancias fruto de un año de saqueos, que hubieran debido acabar en Inglaterra.

La carraca Jesus de Lübeck.
El Jesus of Lübeck, comprado en 1544 a la Liga Hanseática, era la nave insignia de la flota y pertenecía a la Reina Isabel I, fue abordado, y apresado su personal, el Ángel y el Swallow fueron quemados y se hundieron al final del trágico día. Hawkins perdió el barco más grande de Inglaterra, fue incendiado pero luego el fuego fue sofocado. El Jesus of Lübeck  fue finalmente capturado con las bodegas llenas de oro y todo lo robado durante un año. También rescataron a 50 africanos que no habían vendido todavía.

El pirata a cargo del Grace of God viendo el mal cariz de la situación quemó su buque y escapó al Jesus of Lübbeck de Hawkins. Pero el barco insignia de la reina estaba también sentenciado porque se combatía en cubierta cuerpo a cuerpo. Haciendo caso omiso al dicho de que el capitán es el último en abandonar su barco, Hawkins escapó junto con alguna de su gente.

Batalla de San Juan de Ulúa.
Cuando Hawkins buscó ayuda en el barco de Drake, ya no estaba en el puerto. La Judith, tenía algo de oro y plata a bordo, salió huyendo en medio del fragor de la batalla, directamente hacia Inglaterra con más de 20 boquetes de los proyectiles que golpearon al barco, sesenta hombres casi todos heridos y 28 muertos a bordo, que fueron luego arrojados al mar.

Acorralado, Hawkins abandonó a más de 100 de sus hombres en la costa, la mayoría pronto fueron capturados. La Minion se salvó milagrosamente (también era propiedad de la reina de Inglaterra) y en ella logró embarcarse John Hawkins tras la toma del Lübeck, quien después de sufrir grandes penas para retornar a su patria, abarrotado de gente y escaso de provisiones, Hawkins escribió que el Judith los «abandonó en su gran miseria», y culpó a Drake, su joven pariente de 23 años, de dejarlo librado a su suerte. No fue un brillante inicio para Drake en su carrera de pirata. Respecto al navío William and John, habría sido hundido también, no se sabe nada más al respecto ni sobre su capitán Bolton.

El pirata Francis Drake
se comportó como un
cobarde en la batalla
de San Juan de Ulúa.
El primero que llegaría derrotado y en la más completa de las miserias a Inglaterra el 20 de enero 1569, sería Drake, tras un penoso viaje de regreso por falta de víveres y con el barco haciendo agua. Declaró en la Corte que su primo Hawkins había muerto, además de contar un fantasioso relato sobre el ataque español y el hundimiento de su flota en menos de una hora, triunfando él y los pocos hombres que lo acompañaban. Mucho se habla de la reputación de Francis Drake, que incluso tuvo el favor real, hasta nombrarlo "Sir", sin embargo su vida estuvo llena de un buen número de descalabros, que al final de cuentas lo dejan como un pirata, astuto, deshonesto y que muy pocas veces salió bien parado en sus encuentros bélicos. Un ejemplo de esto es la Batalla de San Juan de Ulúa, Veracruz, en México. Hawkins arribó al puerto de Plymouth (su ciudad natal), el 3 de febrero del siguiente año. Drake pasó un mal momento en Inglaterra, porque tras asegurar que Hawkins había muerto y de dar una versión a su modo de los hechos bélicos contra los españoles, menos de quince días después, apareció Hawkins sano y salvo con 15 hombres a bordo.

Casualmente, los dos barcos ingleses que consiguieron escapar al desastre fueron los comandados por Drake y Hawkins, quienes se dieron a la fuga inmediatamente, mientras sus hombres se batían con la flota española, lo que fue interpretado por los marinos españoles como un flagrante acto de cobardía.

A pesar de conseguir la huida, ambos barcos estaban tan dañados que Drake y Hawkins no dudaron en abandonar a cientos de sus hombres a su suerte en la costa sur de lo que hoy es Estados Unidos, para evitar problemas de sobrecarga durante la travesía del Océano Atlántico.

Consecuencias
Por parte española, se produce la recuperación de las abundantes ganancias fruto de un año de saqueos de los piratas, que hubieran debido acabar en Inglaterra. La flota de Luján perdió el barco del vicealmirante, el galeón Santa Clara, que se quemó y luego hundido dentro del puerto. El buque insignia San Pedro, quedó averiado. Hubo solamente 20 muertos del lado español. Este combate fue un claro antecedente de la guerra abierta que librarían Felipe II e Isabel I a partir de 1585, en la que finalmente España conseguiría un tratado de paz favorable a sus intereses, si bien ambos reinos finalizarían la contienda con graves problemas económicos.

A los piratas ingleses, como Francis Drake o John Hawkins, siempre se les ha presentado en Inglaterra como héroes nacionales y un auténtico calvario para las arcas de la corona española. Pero estudios más detallados sobre esta piratería indican que la potencia de la flota española era abrumadora sobre todas las demás. Un ejemplo está en la derrota que sufrieron a manos de cuatro barcos españoles en San Juan de Ulúa. Los piratas volvieron a duras penas a Plymouth, Inglaterra, en dos embarcaciones averiadas.

Bandera Jolly Roger.
Cerca del río Pánuco desembarcaron 114 piratas, ya que era imposible cargar con más hombres en el Minion para cruzar el Atlántico. Hawkins procedió a elegir los que menos falta le hacían e inmediatamente los puso en un bote para ir a tierra, prometiéndoles que al año siguiente regresarían por ellos. Los abandonados, aunque portaban armas, se las tuvieron que ver con los chichimecas, de los cuales sobran testimonios documentales que hablan de su bravura y odio hacia los europeos  y aunque les respetaron la vida, les quitaron casi todo lo que llevaban puesto.

Errantes en una tierra desconocida y hostil, enfermaron de paludismo y con mil problemas atravesaron la selva, hasta que llegaron a Tampico, en donde, casi gustosos, fueron hechos prisioneros por los españoles al mando de Luis de Carbajal  que los capturaron desarmados, desnudos, hambrientos y sedientos. Fueron enviados a la ciudad de México para ser juzgados. Entre los prisioneros estaba el pirata Robert Barret, que sin Hawkins quedó como capitán del Jesus de Lübeck, trabajó en un obraje durante cuatro meses, hasta que posteriormente fue ejecutado en la Ciudad de México. Otro fue William Collins, anglicano, marino del Jesus de Lübeck que fue apresado después que desembarcó en las costas de Tampico. Después de permanecer seis años preso en los calabozos españoles, finalmente se le dictó sentencia en base a 68 cargos de «herejía». El 28 de febrero de 1574 se le condenó a doscientos latigazos y a servir diez años en las galeras en España. Es muy dudoso que Collins lograra sobrevivir a su condena, pues las condiciones en las galeras eran tan inhumanas que hacían que la vida de un galeote fuese muy breve, pero de cualquier manera la sentencia se puede considerar como «benigna», ya que la Inquisición había pensado inicialmente en quemarlo.

Otra víctima que resultó de la derrota de Hawkins en 1568, fue David Alexander, un muchacho de solamente catorce años que estaba a bordo del Jesus de Lübeck. Después de pasar un breve período en la cárcel de Tampico, David fue llevado a la capital virreinal donde trabajó como paje para el virrey Martín Enríquez. Más tarde encontró empleo en Guanajuato, trabajando para un arriero de nombre Juan García, quien el 21 de diciembre de 1572 lo denunció como protestante ante el inquisidor Moya de Contreras. David Alexander fue encerrado en prisión durante tres años, y luego fue confinado a un monasterio; posteriormente, alrededor del año 1577, ya había cumplido su sentencia. Pero el Santo Oficio, que no le había permitido abandonar la Nueva España, se enteró que en 1584 se había enlistado como miembro de una expedición a las Filipinas. David fue arrestado hasta que los barcos partieron y después ya nada se supo de él.

Otro marino capturado fue George Ribley, era del Jesus de Lübeck y fue enviado a trabajar a las minas de Guanajuato; y, en 1571, el inquisidor Moya de Contreras ordenó que lo enjuiciaran. En un proceso que duró dos años, los inquisidores resolvieron que era un «hereje» obstinado que no podía ser reconciliado, y fue entregado al brazo secular para ser quemado en febrero de 1574. Los documentos del juicio demuestran que lo estrangularon antes que su cadáver fuera reducido a cenizas.

Otro inglés de nombre William Cornelius, quien aparentemente era el médico del barco Minion, el cual encalló en Tampico en 1568, logró escapar llegando hasta Guatemala. Allí practicó la medicina hasta que lo arrestaron en 1574 y lo regresaron a México. Después de negarse a retractarse y reconciliarse con la iglesia, Cornelius fue sentenciado a morir el 6 de marzo de 1575. Le aplicaron el garrote y quemaron su cadáver en la Plaza de San Hipólito en la Ciudad de México en esa misma fecha.

Fuerte de San Juan de Ulúa,
donde fueron derrotados
Hawkins y Drake.
De todos los corsarios que venían con Hawkins, se conoce más de Miles Philips, pues escribió sus memorias las cuales fueron publicadas por Richard Hakluyt en 1589. Philips, quien también era miembro de la tripulación del Minion, fue sometido a tortura antes de reconciliarse por el cargo de protestantismo en febrero de 1574. Después de sufrir tres años de trabajos forzados en un establecimiento jesuita, Philips pudo regresar a Inglaterra.

De acuerdo al testimonio de Miles Philips los castigos se distribuyeron de la siguiente forma: “El primer llamado fue un tal Roger, armero mayor del Jesús y lo sentenciaron a trescientos azotes y diez años de galeras”.

“Luego llamaron a Juan Gray, Juan Brown, Juan Rider, Juan Moon,  Santiago Collier y Tomás Browne: la sentencia de éstos fue de doscientos azotes y ocho años de galera”  “Tocóle en seguida a Juan Keyes, cuya pena fue de cien azotes y seis años de servicio”.

“Después  fueron llamando a varios, uno tras otro, en número de cincuenta y tres, y a cada cual le daba su sentencia: a unos doscientos azotes, a otros cien, y luego a galeras por seis, ocho, o diez años”.

“Llegó luego su vez a Juan Storey, Ricardo Williams, David Alexander, Roberto Cook, Pablo Horsewell, Tomás Hull: estos seis fueron condenados a servir en conventos, sin azotes, unos por tres, otros por cuatro años, y a llevar durante ellos el sanbenito”.

“Hecho esto, y acercándose ya la noche, llamaron a Jorge Rively, Pedro Monfrie y Cornelio el Irlandés, y los condenaron a ser reducidos a cenizas. En el acto los enviaron al lugar de la ejecución en la misma plaza del mercado, cerca del tablado, donde fueron prontamente quemados  y consumidos. A los demás sentenciados que éramos sesenta y ocho, nos volvieron a llevar aquella noche a la cárcel”.

Los azotes anunciados se cumplieron al día siguiente, viernes santo. Los condenados fueron conducidos desnudos del pecho en caballos, con pregoneros por delante y en una plaza fueron latigueados hasta completar el número de su sentencia. Su descripción del auto de fe es el relato más famoso de la Inquisición en la década de 1570.

La mayoría de los piratas atrapados por los españoles en la desastrosa expedición inglesa fueron condenados a la hoguera, algunos ahorcados y quemados y otros a remar en las galeras durante varios años. En San Juan de Ulúa pagaron con creces los ingleses las ganancias obtenidas por las prácticas piráticas de la que hicieron gala en los mares americanos.

 

El gobierno de Martín Enríquez de Almansa en México culminó doce años después, antes de ser promovido al Virreinato del Perú. Diversos autores concuerdan en que esta larga administración fue hábil y benéfica.

Al momento de la derrota, en 1568 se estaban preparando en los puertos ingleses 50 naves para piratear en las Indias, Isabel I, con rabia, presionada por los compromisos de paz que tenía con España, tuvo que emitir edictos condenando a la piratería y les ordenó a sus marinos restringir sus actividades y que permanecieran en el puerto por varios años.





No hay comentarios:

Publicar un comentario