HUMANIDAD Y COSMOS es un programa que trata de traerle a usted eso que siempre se preguntó y nunca tuvo la oportunidad de escuchar… Hechos históricos ocultados, fenómenos insólitos, creencias, mitos y leyendas, arqueología proscripta, seres extraños, energías prohibidas, noticias curiosas, científicos censurados, el misterio de los objetos voladores no identificados, profecías y vaticinios, sociedades secretas, ecología, enigmas y soluciones para vivir física y espiritualmente sanos.


viernes, 22 de julio de 2016

SE CUMPLIERON 60 AÑOS DE LA ÚLTIMA APARICIÓN DEL UCUMARI

El Ucumar o Ucumari es un ser que aparecía antes de la llegada del hombre blanco, en el Noroeste argentino. Según cuenta la leyenda el ucumar es un antropoide cubierto de pelos de la cabeza hasta los pies con fisonomía humana, de un 1,60 a 1,70 metros aproximadamente, de grandes pies y grandes manos.

Así es la descripción del
Ucumar o Ucumari.
El Ucumar vive en las cuevas de las montañas y lugares alejados de los humanos. Merodea por los ríos y arroyos bañándose en ellos. Según la literatura popular, el Ucumar (una especie de hombre-oso), que a veces sale de la tupida selva de yungas para raptar una mujer con la que satisfacer sus bajos instintos.

En Bolivia, se lo conoce como Jukumari y habita las zonas boscosas del Departamento de Chuquisaca. Los jukumaris eran una raza más numerosa en la antigüedad y conocedores de la maldad de los hombres, evitaban de todas las formas posibles encontrarse con ellos. Tanto el ucumari y el jukumari están emparentados con mitos precolombinos milenarios. Ucumar en voz quichua y aimara y significa en ambos idiomas: Oso. Si bien la existencia del oso “ucumar” está confirmada, que es el único oso sudamericano, la criatura de la que hablamos nada tiene que ver con el úrsido.

Sus apariciones se producen por lo general en horas de la noche o bien a la madrugada, antes del alba, pues las sombras le sirven de camuflaje. Si los perros lo atacan, se defiende a garrotazos.

Mapa con la ubicación del Cerro Macón.
Clic para ampliar la imagen.
El 17 de julio se cumplieron 60 años desde que se dio a conocer la noticia sobre el hallazgo de huellas humanoides enormes en el cerro Macón, en la provincia de Salta.

En la década de 1950, una noticia publicada por el diario El Tribuno de Salta, sobre el hallazgo de huellas humanoides gigantes en el cerro Macón, en Tolar Grande, atrajo la atención de científicos y aventureros de todo el mundo.

De acuerdo a la descripción de los testigos,
las huellas del Ucumar son similares a las
del Yeti, Sasquatch, Pie Grande,
Almasty, etcétera.
De acuerdo a la descripción de los testigos, se trataba de rastros en el hielo y la arena similares a los del Yeti, el Hombre de las Nieves del Himalaya; o de sus primos hermanos, Sasquatch, de Canadá; Migou del Tíbet; Bigfoot de las Montañas Rocosas, en Estados Unidos; Almasty del Cáucaso y del Orang pendek, de Sumatra.

El martes 17 de julio de 1956, el ingeniero Claudio Level Spitch, a cargo de un grupo de investigadores que trabajaba en el cerro Macón a más de 5.600 metros de altura, relató: "Encontramos huellas de una dimensión formidable que se dirigían zigzagueantes hacia la imponente cumbre del nevado y que, por lógica deducción, no pertenecían a un ser humano ni a ningún animal de la región".
Testimonio del arriero Ciriaco
Taritolay, publicado el 27 de
julio de 1956 en el diario
El Tribuno.

En una entrevista realizada por El Tribuno, Spitch explicó: "Observamos enormes huellas humanas... que superan la de los elefantes".

Detallaba: "Las huellas tenían unos 40 centímetros de diámetro, con gran similitud a las que se encontraron en el Himalaya y que dieron origen a la leyenda del Yeti".

Por aquel entonces, se multiplicaron en la zona los testimonios de los lugareños que aseguraban, que por las noches escuchaban espantosos aullidos que los llenaban de terror.

Una de las historias que tuvo mayor repercusión pública fue la relatada por un arriero y transportista de nombre Ciriaco Taritolay, de 65 años, quien aseguró haberse cruzado cara a cara con un extraño ser. "Era alto, fornido, peludo y con grandes pies", recordó el hombre. Taritolay, quien portaba un arma de fuego, quiso dispararle, pero el gigante logró escabullirse ágilmente entre las enormes rocas de la montaña puneña.

El cerro Macón, de 5611 metros, en Salta,
donde se hallaron las huellas hace 60 años.
El cerro Macón, de 5.611 metros sobre el nivel del mar, se encuentra a unos 30 km de Tolar Grande. La cumbre ofrece un gran campo visual, desde la que se puede observar la inmensidad del Salar de Arizaro, el más grande de Argentina, las cumbres del Llullaillaco, Socompa y Aracar, hasta el cordón Cachi Palermo.

La cima de esta montaña es un típico santuario de altura, que constituye una valiosa fuente de estudio arqueológico sobre las culturas prehispánicas.

"Las huellas no pudieron ser de animales de la zona"
El doctor en geología Ricardo Alonso contó a El Tribuno, que efectivamente en la década del 50 surgieron una serie de relatos de la aparición de un extraño ser, caracterizado principalmente por tener pies enormes y dejar sus huellas en lugares inhóspitos, como grandes montañas y nevados. En aquellos tiempos, andinistas locales como Milenko Jurcich, Yosko Suitanich (Club Andino del Norte - Facultad de Ciencias Naturales) y el Dr. Apolo Ortiz, contaron historias al respecto. Daban cuenta de la aparición de huellas humanas enormes en el cerro Macón.

Huellas del ucumar encontradas en julio
de 1956 en el cerro Macón.
Alonso explicó: "Lo cierto es que en esa región no es habitada por una gran variedad de animales y en la zona del Macón solo pudieron dejar sus rastros algunos burros, llamas o un puma, pero este último caso sería muy raro. Ninguno de estos ejemplares pudo dejar huellas semejantes a las descriptas por los testigos".

En la Argentina, la tradición oral del ucumari se extiende por todo el Noroeste (Salta, Jujuy, Catamarca, Tucumán, parte de Formosa, Chaco y Santiago del Estero).

El nombre Valle del Uco, en Mendoza sería un recuerdo de la presencia de este humanoide en tiempos no tan lejanos, lo que probaría que su distribución geográfica fue más amplia.

Por Alberto Seoane

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