Una empleada de 47 años de edad que vive en Long Island, Estados Unidos, se solidarizó con su jefa y le donó uno de sus riñones. Comenzó a sentirse mal por el trasplante y se ausentó del trabajo por unos días. Eso fue motivo suficiente para que su superior, aún internada, la echara del empleo.
Los actos altruistas se hacen sin esperar nada a cambio, o cuando menos, sin esperar ser recompensados con un despido. Eso es lo que le pasó a Debbie Stevens, una trabajadora de una concesionaria de automóviles de Long Island, según publica el New York Post y otros diarios estadounidenses. La mujer supo que su jefa padecía una grave enfermedad que requería un trasplante de riñón y se ofreció a ayudarla.
Debbie Stevens, madre de dos hijas y divorciada, primero fue castigada trasladándola a 50 kilómetros de su casa y luego fue despedida por su jefa tras donarle un riñón. |
Aunque la jefa, Jackie Brucia, de 61 años de edad, ya tenía previsto el trasplante, Debbie le aseguró que si lo necesitaba, ella le donaría ese riñón.
Meses después, según publica el diario, la trabajadora recibió una llamada de su jefa diciéndole que su donante se había echado atrás y que si la oferta seguía en pie. Le dijo que sí, por lo que jefa y empleada pasaron por el quirófano.
Sin embargo, su órgano no era totalmente compatible con el de Brucia, por lo que los médicos lo ingresaron a la lista de donantes y se lo dieron a un paciente de St. Louis, Missouri que sí era compatible con su organismo. A cambio, su jefa obtuvo un riñón compatible proveniente de San Francisco. Si Debbie no hubiera donado el suyo, su jefa no hubiera obtenido el riñón que llegó desde San Francisco.
Jackie Brucia había salvado la vida gracias a su empleada. Sin embargo, tras recibir el alta médica la empleada comenzó a sentir molestias postoperatorias, por lo que tuvo que quedarse unos días en casa, faltando al trabajo.
Fue en esos días cuando recibió otra llamada de su jefa (que aún estaba convaleciente y no se había incorporado al trabajo) preguntando por qué no estaba en el trabajo. “¿Qué estás haciendo? ¿Por qué no estás en el trabajo? No se puede entrar y salir cuando plazca. La gente va a pensar que tienes un tratamiento especial”, le dijo la insensible jefa.
Debbie, madre de dos hijos y divorciada, declaró que Brucia, su jefa empezó a reprocharle supuestos errores en el trabajo, en la concesionaria de autos donde ambas trabajaban.
La cosa se resolvió con el traslado de Debbie a otro local, a 50 kilómetros de su casa y en un barrio conflictivo. Al parecer, ese lugar, apodado “Siberia” es considerado un destino de castigo por los empleados de la compañía.
Ante tales presiones, la empleada acudió a un psicólogo, que remitió una carta a la empresa. La respuesta fue el despido.
“Decidí convertirme en un donante de riñón para mi jefa, y ella se llevó mi corazón”, se queja ahora Debbie Stevens. “Me siento muy traicionada. Esta ha sido una experiencia muy dolorosa y horrible para mí. Ella tomó mi regalo, lo puso en el suelo y lo pateó”, explicaba. Sin embargo, no se arrepiente de su acto. "Salvé la vida de un hombre en Missouri", afirma Debbie.
Stevens ha presentado su caso a la Comisión Estatal de Derechos Humanos.
QUE MUJER MAS MALA LA JEFA
ResponderEliminarNO POR NADA SE DICE QUE LOS NORTEAMERICANOS SON UNOS ESTUPIDOS DESCEREBRADOS CON UN CI DE 125 PUNTOS
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