En la inmensidad de
las llanuras del norte de Mongolia y Siberia meridional se hallan esparcidos
cientos de megalitos prehistóricos que inquietan a la “Arqueología oficial”.
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Menhir o "Roca de los ciervos" en el valle de Khanuy, Mongolia. |
Las
tribus mongolas tienen leyendas de
ciudades antiquísimas, cuyos restos quedan a la vista del hombre después de
enormes tormentas de arena, y que desaparecen después de la siguiente tormenta.
Con el paso de los milenios muchos restos de culturas perdidas han
desparecido pero otros aún pueden verse.
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Enigmática "Piedra de ciervo" en Khotgor, Mongolia. |
Un
libro impreso en Inglaterra en 1876 contiene un grabado de lo que seguramente
serían los megalitos más grandes conocidos por el hombre, hoy desaparecidos. Dicho texto, The Early Dawn of Civilization,
(Howard, John Eliot. Victoria
Institute Journal of the Transactions, 1876), presenta al lector un conjunto de
cinco enormes megalitos en el valle del
río Kora, región fronteriza de Siberia con Mongolia. Estas piedras penetraban
3,7 m. bajo tierra. Con un peso estimado de casi 4.000 toneladas -serían casi
10 veces más pesadas que el monolito de Er Grah en Bretaña, y doble el tamaño
de la famosa plataforma de Baalbek (Líbano), que sigue en su cantera-.
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Fotos de menhires en Morón, en el norte de Mongolia. Existen alrededor de 700 "Piedras de los ciervos", solo en Mongolia. |
El
nombre dado a este conjunto pétreo es “las
tumbas de los genios” y supuestamente se hallaba en el valle del río Kora. Los
megalitos parecen más bien obeliscos, y no hay manera de explicar la forma
en que estructuras de tal envergadura fueron levantadas ni el propósito que
podrían servir.
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Las losas tienen renos
voladores y miden de uno
a cinco metros de altura. |
Entre
los menhires a los que se puede acceder en Mongolia se hallan “Las piedras de los ciervos”, que tienen una misteriosa inscripción que
parece representar a unos curiosos renos voladores. Y eso miles de años antes
de que Occidente inventara la figura de Papá Noel.
Estas
enigmáticas losas, conocidas como “piedras de los ciervos o Deer stones en
inglés”, se las encuentra cerca Mörön en el norte de Mongolia, tienen un tamaño
variable que oscila entre 1 y 5 metros
de altura, siempre formando pequeños grupos o coronando los viejos túmulos de
piedra de estas regiones, llamados khirigsuur.
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El propósito de estos menhires de Mongolia es desconocido. |
Se
estima que hay más de 900 piedras de los ciervos en Asia Central y del Sur de
Siberia aunque la mayor parte, unas 700,
se concentran en Mongolia. Otros de estos menhires se encuentran en las
partes más inaccesibles de China y Mongolia.
Las
piedras más antiguas tienen dibujos simples pero las más recientes presentan diseños muy elaborados, con ciervos y renos
de complicada cornamenta perfectamente detallados. Una evolución a lo largo
de 500 años que sigue siendo un misterio para los arqueólogos y una atractiva
curiosidad para los viajeros que pisan estas tierras: ¿Por qué vuelan los
ciervos?
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Menhires en el valle de Orkhon, Mongolia. |
El
propósito de las piedras es desconocido, a veces los renos sostienen un disco solar entre sus astas. Los ciervos y el
sol son una asociación muy común en el chamanismo siberiano, una imagen que
simboliza la transformación espiritual del chamán de la tierra hacia el cielo,
es decir, el paso de la vida terrenal a la vida celestial. Algunos de estos
monumentos de piedra también representan figuras humanas, que ha llevado a
algunos estudiosos a creer que ellos
representan importantes pueblos antiguos.
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Ubicación de Mongolia, en el norte de China y al sur de Siberia. |
Respecto
a estos menhires tallados con ciervos según la “Arqueología oficial” fueron
probablemente erigidos originalmente en la Edad de Bronce por nómadas de Mongolia,
aproximadamente entre el tercer milenio a.C. e inicios del I a.C. Algunos investigadores afirman que son más
antiguos pertenecientes a una cultura no catalogada aún.
Estas
piedras erguidas en las estepas de Mongolia serían restos del imperio Uigur o como quiera que se haya denominado a una avanzada
civilización antigua que floreció en Asia hace 20.000 años y negada por la
“Historia oficial”.
La “Madre roca”
Las
piedras de los ciervos actualmente son un monumento nacional en Mongolia y una
atracción turística popular. Al igual que una gran roca que existe cerca de Ulán
Bator, la capital de Mongolia, conocida como la “Madre Roca” o (Eej Khad, “Eej” significa “Madre” y “Khad” “roca”)
también llamada “la roca de la madre honorable" (Avgai Eej, traducible
como “Madre Honorable”), este nombre es mucho más antiguo.
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Santuario donde se encuentra la famosa Roca Madre, en Mongolia. |
Es
una roca con forma de una mujer embarazada y sentada mirando al frente de la
salida del sol. En Mongolia ha imperado a lo largo de su historia el culto a la figura materna antes que a la
paterna, debido a la idea básica de que «sin una madre no se puede vivir».
Además, la madre está idealizada como alguien generoso, piadoso y comprensivo. Simboliza
a la Madre Naturaleza.
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La Roca Madre o Eej Khad, cerca de Ulán Bator, Mongolia. |
Esta
roca de granito situada en Sergelen Soum, en Tuv Aimag, a 120 km de Ulán Bator,
es objeto de culto para los mongoles,
que a diario y más los fines de semana se dirigen allá a llevarles ofrendas
generalmente dulces, leche, vodka, etc.
La roca mide unos
dos metros de altura y tiene un ancho mayor. La cuestión del traje parece
indicar que se concibe a la piedra como algo con lo que el pueblo puede
“identificarse”. Cerca
de Eej Khad hay tres rocas que actúan como guardianes según los mongoles: La Roca León, la Roca Rana y la Roca Perro
(tienen estos nombres por sus formas). Dice que los espíritus las dispusieron
así para proteger a Eej Khad.
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El interior del lugar donde los mongoles veneran a la "Roca Madre". |
En
el camino se encuentran numerosos montículos de piedras llamados “ovó”, que se
arman en los cruces de caminos con pedazos de paños y otras cosas para pedir
buenos deseos. Son
muy similares a los que se encuentran comúnmente en el noroeste argentino y en
Perú y Bolivia, sobre todo en la zona andina, conocidos como “apachetas”.
Por Alberto Seoane
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