En el año en el que
morían Shakespeare y Cervantes, también fallecía Garcilaso de la Vega. Cervantes
llevó una existencia heroica y sufrida y su talento tardó en florecer. Shakespeare
(del que algunos dudan sobre su existencia, y que sería una creación de media
docena de escritores y poetas), conoció pronto el éxito en Londres pero lo
abandonó para volver a su terruño. Garcilaso era escritor, descendiente de una
princesa inca y de un español, los tres murieron hace cuatro siglos casi en la
misma fecha, el 22 y 23 de abril de 1616.
Jamás
se vieron en vida, aunque fueron contemporáneos. Tampoco hay pruebas de que se
hubieran leído, si bien es probable que
el más joven conociera la obra del más viejo. A cuatro siglos de distancia
sus nombres nos llegan unidos por la curiosa circunstancia de que los tres murieron el mismo año en la misma
fecha, aunque con calendarios diferentes (gregoriano en España, juliano en
Inglaterra). Y también porque sus áureos apellidos coronan las literaturas
de sus patrias respectivas, o incluso más, son sinónimos de los idiomas en que
fueron escritas.
Miguel de Cervantes
Saavedra, Garcilaso de la Vega y William Shakespeare, dignos hijos del siglo
XVI, el del esplendor de la España imperial y católica y el de la consolidación
de la Inglaterra isabelina y protestante. Un tiempo de descubrimientos,
expansión y conquista. Fueron años tumultuosos de guerras y rumores de guerra,
de fracturas religiosas y de lucha contra el imperio turco.
Miguel de Cervantes
Cervantes
nació en Alcalá de Henares el 29 de setiembre de 1547, diecisiete años antes que Shakespeare. De su vida han quedado muchas
más constancias que de la del inglés. Miguel
de Cervantes Saavedra murió en Madrid, el 22 de abril de 1616, fue un soldado,
novelista, poeta y dramaturgo español.
Está
considerado la máxima figura de la literatura española y es universalmente
conocido por haber escrito Don Quijote de la Mancha, que muchos
críticos han descrito como la primera
novela moderna y una de las mejores obras de la literatura universal, además
de ser el libro más editado y traducido de la historia, solo superado por la
Biblia. Se le ha dado el sobrenombre de «Príncipe
de los Ingenios».
Su
padre se llamaba Rodrigo de Cervantes
(1509-1585) nacido en Alcalá de Henares y su madre fue Leonor de Cortinas, de la cual apenas se sabe nada, excepto que era
natural de Arganda del Rey. Los hermanos de Miguel de Cervantes fueron Andrés,
nacido en 1543, Andrea (1544), Luisa (1546), que llegó a ser priora de un
convento carmelita; Rodrigo (1550), también soldado, que le acompañó en el
cautiverio argelino; Magdalena (1554) y Juan, solo conocido porque su padre lo
menciona en el testamento.
Se
ha conservado una providencia de Felipe
II que data de 1569, donde manda prender a Miguel de Cervantes, acusado de
herir en un duelo a un tal Antonio Sigura, maestro de obras. Si se tratara
realmente de Cervantes y no de un homónimo, podría ser este el motivo que le
hizo pasar a Italia. Llegó a Roma en
diciembre del mismo año. Se pone al servicio de Giulio Acquaviva, que será cardenal en 1570 y a quien probablemente
conoció en Madrid. Le siguió por
Palermo, Milán, Florencia, Venecia, Parma y Ferrara, itinerario que también
aparece admirativamente comentado en su obra El licenciado Vidriera.
Sabemos
que fue soldado en la compañía del capitán Diego
de Urbina, del tercio de Miguel de Moncada. Embarcó en la galera Marquesa. El 7 de octubre de 1571
participó en la batalla de Lepanto, formando parte de la armada cristiana,
dirigida por don Juan de Austria, y
donde participaba uno de los más famosos marinos de la época, el marqués de
Santa Cruz, que residía en La Mancha, en Viso del Marqués. A la batalla naval
contra los turcos, Cervantes la llamó "la
más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver
los venideros". Allí se batió con heroísmo y fue herido en la mano
izquierda, que no le fue cortada sino que le quedó anquilosada, pese a lo cual
pasaría a la historia como el
"manco de Lepanto".
Aquellas
heridas no debieron ser demasiado graves pues, tras seis meses de permanencia
en un hospital de Messina, Cervantes reanudó su vida militar, en 1572. Tomó
parte en las expediciones navales de Navarino (1572), Corfú, Bizerta y Túnez
(1573). En todas ellas bajo el mando del capitán Manuel Ponce de León y en el aguerrido tercio del famoso Lope de Figueroa, personaje que aparece
en El alcalde de Zalamea, de Pedro
Calderón de la Barca. Después recorrió las principales ciudades de Sicilia,
Cerdeña, Génova y la Lombardía. Y permaneció finalmente dos años en Nápoles,
hasta 1575. Cervantes siempre se mostró muy orgulloso de haber luchado en la
batalla de Lepanto.
Prisionero durante
cinco años
Durante
su regreso desde Nápoles a España a bordo de la galera Sol, una flotilla turca hizo
presos a Miguel y a su hermano Rodrigo, el 26 de septiembre de 1575. Fueron
capturados a la altura de Cadaqués de Rosas o Palamós, en una zona que
actualmente recibe el nombre de Costa Brava, y llevados a Argel. Cervantes es
adjudicado como esclavo al renegado griego Dali Mamí. El hecho de habérsele
encontrado en su poder las cartas de recomendación que llevaba de don Juan de
Austria y del duque de Sessa hizo pensar a sus captores que Cervantes era una
persona muy importante y por quien podrían conseguir un buen rescate. Pidieron quinientos escudos de oro por su
libertad.
En
los cinco años de cautiverio, Cervantes, hombre nada acomodaticio y con un
fuerte espíritu y motivación, trató de
escapar en cuatro ocasiones organizando él mismo los cuatro intentos. Para
evitar represalias en sus compañeros de cautiverio, se hizo responsable de todo
ante sus enemigos y prefirió la tortura a la delación. Gracias a la información
oficial y al libro de fray Diego de
Haedo, Topografía e historia general
de Argel (1612), tenemos posesión de noticias importantes sobre el
cautiverio. Tales notas se complementan con sus comedias Los tratos de Argel, Los
baños de Argel y el relato conocido como «historia del Cautivo» insertado en la primera parte del Quijote,
entre los capítulos 39 y 41.
Sin
embargo, desde hace tiempo se sabe que la obra publicada por Haedo no era suya,
algo que él mismo ya reconoce. Según Emilio Sola, su autor fue Antonio de Sosa, benedictino compañero
de cautiverio de Cervantes y dialoguista de la misma obra. También se afirma
que la obra de Haedo es uno más de los
escritos del mismo Cervantes que ensalzan su heroísmo.
El
primer intento de fuga fracasó, porque el moro que tenía que conducir a
Cervantes y a sus compañeros a Orán los abandonó en la primera jornada. Los
presos tuvieron que regresar a Argel, donde fueron encadenados y vigilados más
que antes. Mientras tanto, la madre de Cervantes había conseguido reunir cierta
cantidad de ducados con la esperanza de poder rescatar a sus dos hijos. En 1577
se concertaron los tratos, pero la cantidad no era suficiente para rescatar a
los dos. Miguel prefirió que fuera
puesto en libertad su hermano Rodrigo, quien regresó a España. Rodrigo
llevaba un plan elaborado por su hermano para liberarlo a él y a sus catorce o
quince compañeros más. Cervantes se reunió con los otros presos en una cueva
oculta, en espera de una galera española que vendría a recogerlos. La galera,
efectivamente, llegó e intentó acercarse por dos veces a la playa; pero,
finalmente, fue apresada. Los cristianos escondidos en la cueva también fueron
descubiertos, debido a la delación de un cómplice traidor, apodado El Dorador.
Cervantes se declaró como único responsable de organizar la evasión e inducir a
sus compañeros. El bey (gobernador turco)
de Argel, Azán Bajá, lo encerró en su «baño» o presidio, cargado de cadenas,
donde permaneció durante cinco meses. El tercer intento lo trazó Cervantes
con la finalidad de llegar por tierra hasta Orán. Envió allí a un moro fiel con
cartas para Martín de Córdoba, general de aquella plaza, explicándole el plan y
pidiéndole guías. Sin embargo, el mensajero fue preso y las cartas
descubiertas. En ellas se demostraba que era el propio Miguel de Cervantes
quien lo había tramado todo. Fue condenado a recibir dos mil palos, sentencia
que no se cumplió porque muchos fueron los que intercedieron por él. El último
intento de escapar se produjo gracias a una importante suma de dinero que le
entregó un mercader valenciano que estaba en Argel. Cervantes adquirió una fragata capaz de transportar a sesenta cautivos
cristianos. Cuando todo estaba a punto de solucionarse, uno de los que debían
ser liberados, el ex dominico doctor Juan Blanco de Paz, reveló todo el plan a
Azán Bajá. Como recompensa el traidor recibió un escudo y una jarra de
manteca. Azán Bajá trasladó a Cervantes a una prisión más segura, en su mismo
palacio. Después, decidió llevarlo a Constantinopla, donde la fuga resultaría
una empresa casi imposible de realizar. De nuevo, Cervantes asumió toda la responsabilidad.
En
mayo de 1580, llegaron a Argel los padres trinitarios (orden religiosa que se
ocupaba de tratar de liberar cautivos, incluso se cambiaban por ellos) fray
Antonio de la Bella y fray Juan Gil. Fray Antonio partió con una expedición de
rescatados. Fray Juan Gil, que únicamente disponía de trescientos escudos,
trató de rescatar a Cervantes, por el cual se exigían quinientos. El fraile se
ocupó de recolectar entre los mercaderes cristianos la cantidad que faltaba. La
reunió cuando Cervantes estaba ya en una de las galeras en que Azán Bajá
zarparía rumbo a Constantinopla, atado con «dos cadenas y un grillo». Gracias a los 500 escudos tan arduamente
reunidos, Cervantes es liberado el 19 de septiembre de 1580. El 24 de octubre
regresó, al fin, a España con otros cautivos también rescatados. Llegó a
Denia, desde donde se trasladó a Valencia. En noviembre o diciembre regresa con
su familia a Madrid.
Cervantes,
en mayo de 1581 se trasladó a Portugal, donde se hallaba entonces la corte de Felipe II, con el propósito de
encontrar algo con lo que rehacer su vida y pagar las deudas que había contraído su familia para rescatarle de
Argel. Le encomendaron una comisión secreta en Orán, puesto que él tenía
muchos conocimientos de la cultura y costumbres del norte de África. Por ese
trabajo recibió 50 escudos. Volvió a Lisboa y a finales de año volvió a Madrid.
En febrero de 1582, solicita un puesto de trabajo vacante en las Indias, sin
conseguirlo. En estos años, el escritor tiene relaciones amorosas con Ana
Villafranca de Rojas, la mujer de Alonso Rodríguez, un tabernero. De la
relación nació una hija que se llamó Isabel
de Saavedra, que él reconoció.
Se
casó en 1584 con Catalina de Salazar y
Palacios. No tuvieron hijos. Poco después, quien hasta entonces había sido
(en palabras de Martín de Riquer) un "mero aficionado a la poesía",
publicó su primera obra literaria de consideración, La Galatea, novela
pastoril de evidente influjo italiano.
Asentado
en la vida matrimonial, entre 1587 y 1600 Cervantes se radicó en Sevilla donde se ganó la vida como humilde comisario de
abastecimiento: su tarea era proveer a las galeras reales y, en particular, a
la expedición de Felipe II contra Inglaterra, aquella Armada Invencible que
en 1588 una porción de ella fue destruida por una tormenta en alta mar cuando
navegaba para conquistar el país de Shakespeare.
A
partir de 1594, será recaudador de impuestos atrasados (tercias y alcabalas), empleo que le acarreará numerosos problemas
y disputas, puesto que era el encargado de ir casa por casa recaudando
impuestos, que en su mayoría iban destinados a cubrir las guerras en las que
estaba involucrada España.
Se publica El
Quijote
En
1604 Cervantes se instala en Valladolid (por aquel entonces Corte Real —desde
1601— de Felipe III. El mismo año
1604 Antonio de Herrera y Tordesillas,
Cronista de Indias y Censor de la obra de Miguel de Cervantes, autorizó la
impresión. Y en enero de 1605 publica la
primera parte de la que será su principal obra: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Ello marcó el
comienzo del realismo como estética literaria y creó el género literario de la
novela moderna, la novela polifónica, de amplísimo influjo posterior, mediante
el cultivo de lo que llamó «una escritura desatada» en la que el artista podía mostrarse «épico, lírico,
trágico, cómico» en el crisol genuino de la parodia de todos los géneros.
La
primera parte del Quijote cosechó un éxito inmediato. Ese mismo año se hicieron cinco ediciones y doce en total hasta 1615.
La buena recepción de la obra estimuló la carrera literaria de un Cervantes ya
sexagenario, que ahora por fin podía escribir y ser publicado en abundancia. La
segunda parte no aparece hasta 1615: El ingenioso caballero don Quijote de la
Mancha.
Ambas
obras le ganan un puesto en la historia de la literatura universal y convierten a su autor, junto con Dante
Alighieri, William Shakespeare, Michel de Montaigne y Goethe en un autor
canónico de la literatura occidental. Un año antes, aparece publicada una
apócrifa continuación de Alonso Fernández de Avellaneda. Una novela escrita, al
parecer, por un discípulo y amigo de Lope de Vega de origen aragonés o por un
grupo de amigos de Lope.
Entre
las dos partes del Quijote aparecen en 1613 las Novelas ejemplares, un
conjunto de doce narraciones breves, compuestas algunas de ellas muchos años
antes. Su fuente es propia y original. En ellas explora distintas fórmulas
narrativas como la sátira lucianesca (El coloquio de los perros), la
novela picaresca (Rinconete y Cortadillo), la miscelánea (El licenciado vidriera),
la novela bizantina (La española inglesa, El amante liberal)
o, incluso, la novela policíaca (La fuerza de la sangre). Solo esta
colección de novelas habría podido en sí misma haberle creado un puesto muy
destacado en la historia de la literatura castellana.
Un
año después de su muerte, aparece la novela Los trabajos de Persiles y
Sigismunda, cuya dedicatoria a Pedro
Fernández de Castro y Andrade, VII conde de Lemos, su mecenas durante años,
y a quien están también dedicadas la segunda parte del Quijote y las Novelas
ejemplares, y que firmó apenas dos días antes de morir.
Cervantes
fallece en Madrid a causa de la diabetes, a la edad de 68 años, en la conocida
Casa de Cervantes, situada en la esquina
entre la calle del León y la calle Francos, en el ya citado barrio de las
Letras o barrio de las Musas, en el entorno del conocido Madrid de los
Austrias.
Lo
sepultaron en el convento de las Trinitarias Descalzas. Shakespeare lo acompañó a la tumba once días más tarde, porque en
Inglaterra también era 23 de abril puesto que allí no se había adoptado aún el
calendario Gregoriano.
La
influencia de Cervantes en la literatura universal ha sido tal, que la misma lengua española suele ser llamada “la
lengua de Cervantes”.
Principales
creaciones de Cervantes:
La Galatea (1585)
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
Novelas ejemplares (1613)
El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615)
Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617)
El misterioso Shakespeare
Los
primeros años del inglés permanecen en el misterio. Se supone que nació en 1564
en Stratford-upon-Avon, Warwickshire, en una familia católica. Y que falleció el 23 de abril del calendario Juliano
o el 3 de mayo de 1616 del calendario Gregoriano. Fue un dramaturgo, poeta
y actor inglés. Conocido en ocasiones como El
Bardo de Avon (o simplemente El Bardo).
Existen
muy pocos hechos documentados en la vida de Shakespeare. Se dice que fue el tercero de
los ocho hijos que tuvieron John
Shakespeare, un próspero comerciante que llegó a alcanzar una destacada
posición en el municipio, y Mary Arden,
que descendía de una familia de abolengo.
Cuando
tenía 18 años de edad, Shakespeare contrajo matrimonio con Anne Hathaway, de 26, originaria de Temple Grafton, localidad
próxima a Stratford. Tuvieron tres hijos. Por motivos que se desconocen marchó a
Londres en algún momento de su juventud.
Solo a partir de
1592 existen documentos que llevan el apellido de Shakespeare. Hay constancias de
que fue socio de la compañía teatral del Lord Chamberlain que más adelante, con
la ascensión de Jacobo I tras la muerte de la reina Isabel, se convertiría en
la King"s Men (Hombres del Rey). Su primer poema autorizado a publicarse, "Venus
y Adonis", data de 1593 y fue inmensamente popular, al punto de
que se hicieron nueve reimpresiones en pocos años. Shakespeare era por entonces
un actor y dramaturgo en ejercicio, y varias de sus piezas habían empezado a
representarse con gran popularidad, a razón de una o dos por año.
Su
contemporáneo, el dramaturgo y poeta Robert
Greene, lo retrata como «un grajo
arribista, embellecido con nuestras plumas, que con su corazón de tigre
envuelto en piel de comediante se cree capaz de impresionar con un verso blanco
como el mejor de vosotros».
Entre
1596 y 1597 escribe la obra El Mercader de Venecia, donde retrata a
la perfección el mundo de los usureros inspirándose en un judío de su época, Shylock,
que reclama la libra de carne, la exigía a su deudor Antonio. En esa línea,
el mercader Shylock confesaba “le odio
porque es cristiano, pero mucho más todavía, porque presta dinero gratis y hace
así descender la tasa de la usura en Venecia”.
Shakespeare
retrata a Shylock como “un diablo cruel”
que se niega a la clemencia, clemencia que a lo largo del drama, le piden de
mil maneras distintas y a todas rechaza.
En
marzo de 1613 Shakespeare compra en Londres, por 140 libras una casa con corral
cerca del teatro de Blackfriars, de cuya suma sólo pagó en el acto sesenta
libras, pues al día siguiente hipotecó la casa por el resto al vendedor. Por cierto que Shakespeare no hizo la
compra a su solo nombre, sino que asoció los de William Johnson, John Jackson y
John Hemynge (se sospecha todos ellos serían los creadores de las obras de
Shakespeare).
Pero
pocos meses después aconteció un desastre: se
incendió el Teatro del Globo, erigido en las orillas del Támesis y con él todos
los manuscritos del dramaturgo, junto con su comedia Cardenio, inspirada en un episodio de Don Quijote de La Mancha; se sabe de esta obra porque el 9 de
septiembre de 1653 el editor Humphrey Maseley obtuvo licencia para la
publicación de una obra que describe como Historia
de Cardenio, por Fletcher y Shakespeare.
Títulos
como La
comedia de las equivocaciones, Los dos hidalgos de Verona, Enrique VI (en
tres partes), La fierecilla domada, Tito Andrónico, Ricardo III, Sueño de una noche
de verano, El mercader de Venecia y Romeo y Julieta, la más popular de
su tiempo y la primera de las obras maestras shakesperianas.
Shakespeare
falleció el 23 de abril de 1616 y siempre se ha tendido a asociar su muerte con
la bebida, —murió, según los comentarios
más difundidos, como resultado de una fuerte fiebre, producto de su estado de
embriaguez—. Al parecer, el dramaturgo se habría reunido con sus amigos Ben
Jonson y Michael Drayton para festejar con sus colegas algunas nuevas ideas
literarias.
¿Shakespeare el
autor de sus obras?
Se
ha discutido incluso si Shakespeare es el verdadero autor de sus obras, atribuidas por algunos a Francis Bacon, a
Christopher Marlowe (quien, como espía, habría fingido su propia muerte) o a
varios dramaturgos y poetas; la realidad es que todo es posible, por el simple
hecho de que los datos de que se dispone
sobre el autor son muy pocos y contrastan con la desmesura de su obra genial,
que fecunda y da pábulo a las más retorcidas interpretaciones.
Casi
ciento cincuenta años después de la muerte de Shakespeare en 1616, comenzaron a
surgir dudas sobre la verdadera autoría de las obras a él atribuidas. Los críticos se dividieron en
"stratfordianos" (partidarios de la tesis de que el William
Shakespeare nacido y fallecido en Stratford fue el verdadero autor de las obras
que se le atribuyen) y "anti-stratfordianos" (defensores de la
atribución de estas obras a otro autor). La segunda posición fue muy fuerte
durante siglos y en la actualidad es minoritaria.
Los
documentos históricos demuestran que entre
1590 y 1620 se publicaron varias obras teatrales y poemas atribuidos al autor
William Shakespeare, y que la compañía que representaba estas piezas teatrales,
Lord Chamberlain's Men (luego King's Men), tenía entre sus componentes a un
actor con este nombre. Se puede identificar a este actor con el William
Shakespeare del que hay constancia que vivió y murió en Stratford, ya que este
último hace en su testamento ciertos dones a miembros de la compañía teatral
londinense.
Los
llamados "stratfordianos" opinan que este actor es también el autor
de las obras atribuidas a Shakespeare, apoyándose en el hecho de que tienen el
mismo nombre, y en los poemas encomiásticos incluidos en la edición de 1623 del
First Folio, en los que hay referencias al "Cisne de
Avon" y a su "monumento de Stratford". Esto último hace
referencia a su monumento funerario en la iglesia de la Santísima Trinidad, en
Stratford, en el que, por cierto, aparece retratado como escritor, y del que
existen descripciones hechas por visitantes de la localidad desde, al menos, la
década de 1630. Según este punto de vista, las obras de Shakespeare fueron
escritas por el mismo William Shakespeare de Stratford, quien dejó su ciudad
natal y triunfó como actor y dramaturgo en Londres.
El
First Folio, es el libro que reagrupa
la mayor parte de su producción literaria, fue publicado por dos actores de su
compañía, John Heminges y Henry Condell,
en 1623, ocho años después de la muerte del autor. De aquí parte casi todo lo
que se conoce sobre Shakespeare y muy bien pudieron ser estos dos actores con
algún dramaturgo los autores de las obras de Shakespeare. De este libro que dividía
su producción dramática en Historias, Comedias y Tragedias, se hicieron 750 copias.
Los
llamados "anti-stratfordianos" discrepan de lo anteriormente
expresado. Según ellos, el Shakespeare
de Stratford no sería más que un hombre utilizado para encubrir la verdadera
autoría de otro dramaturgo que habría preferido mantener en secreto su
identidad. Esta teoría tiene diferentes bases: supuestas ambigüedades y lagunas
en la documentación histórica acerca de Shakespeare; el convencimiento de que
las obras requerirían un nivel cultural más elevado del que se cree que tenía
Shakespeare; supuestos mensajes en clave ocultos en las obras; y paralelos
entre personajes de las obras de Shakespeare y la vida de algunos dramaturgos.
Durante
el siglo XIX, el candidato alternativo
más popular fue sir Francis Bacon. Muchos "anti-stratfordianos"
del momento, sin embargo, se mostraron escépticos hacia esta hipótesis, aun
cuando fueron incapaces de proponer otra alternativa. El poeta estadounidense
Walt Whitman dio fe de este escepticismo cuando le dijo a Horace Traubel, "Estoy con vosotros, compañeros,
cuando decís “no” a Shaksper (sic): es a lo que puedo llegar. Respecto a
Bacon, bueno, veremos, veremos.". Desde los años 80, el candidato más popular ha sido Edward de Vere, decimoséptimo conde de
Oxford, propuesto por John Thomas Looney en 1920, y por Charlton Ogburn en
1984. El poeta y dramaturgo Christopher
Marlowe se ha barajado también como alternativa, aunque su temprana muerte
lo relega a un segundo plano. Otros muchos candidatos han sido propuestos, si
bien no han conseguido demasiados seguidores.
Recientemente
el rumor sobre la autoría de Shakespeare se ha acrecentado tras las
declaraciones de los actores Derek Jacobi y Mark Rylance. Ambos han divulgado
la denominada "'Declaración de Duda
Razonable" sobre la identidad del famoso dramaturgo. La declaración cuestiona que William
Shakespeare, un plebeyo del siglo XVI criado en un hogar analfabeto de
Stratford-upon-Avon, escribiera las geniales obras que llevan su nombre. El
comunicado argumenta que un hombre que apenas sabía leer y escribir no pudo
poseer los rigurosos conocimientos legales, históricos y matemáticos que
salpican las tragedias, comedias y sonetos atribuidos a Shakespeare.
A
lo largo del tiempo han existido teorías que subrayan que William Shakespeare era tan sólo un "alias" tras los que
podían esconderse otros ilustres nombres como Christopher Marlowe (1564-1593),
el filósofo y hombre de letras Francis Bacon (1561-1626) o Edward de Vere
(1550-1604), decimoséptimo conde de Oxford. Jacobi asegura inclinarse por
Edward de Vere, que frecuentó la vida cortesana en el reinado de Isabel I
(1533-1603), y lo califica como su "candidato" preferido, dadas las
supuestas similitudes entre la biografía del conde y numerosos hechos relatados
en los libros de Shakespeare.
¿Cuál
es una de las razones principales por la que se cuestionó la autoría de
Shakespeare? El World Book Encyclopedia
señala “la negativa a creer que un actor de Stratford on Avon hubiese podido
escribir tales obras. Su origen rural no cuadraba con la imagen que tenían del
genial autor”. La citada enciclopedia añade que la mayoría de los supuestos
escritores “pertenecían a la nobleza o a otro estamento privilegiado”. Así
pues, muchos de los que ponían en tela de juicio la paternidad literaria de
Shakespeare creen que “solo pudo haber
escrito las obras un autor instruido, refinado y de clase alta”.
Jorge Luis Borges escribió sobre él:
«Shakespeare es el menos inglés de los
poetas de Inglaterra. Comparado con Robert Frost (de New England), con
William Wordsworth, con Samuel Johnson, con Chaucer y con los desconocidos que
escribieron, o cantaron, las elegías, es casi un extranjero. Inglaterra es la
patria del understatement, de la reticencia bien educada; la hipérbole, el
exceso y el esplendor son típicos de Shakespeare».
Se suele decir que
Miguel de Cervantes y William Shakespeare fallecieron el mismo día, aunque el
primero murió el 22 de abril y el segundo el 23. Sin embargo,
aunque los dos hubieran fallecido el 23 en sus respectivos países, las muertes
no habrían coincidido en el tiempo, ya que, aunque la fecha fuese la misma, en
Gran Bretaña se usaba el calendario Juliano, mientras que en España ya se había
adoptado el calendario Gregoriano, y cuando Shakespeare murió, en España era 3
de mayo. Este día, el 23 de abril, ha
sido nombrado Día Internacional del Libro por la Unesco en 1995.
A
continuación las tragedias completas atribuidas
a Shakespeare, ordenadas según la fecha aproximada de su composición:
Tito Andrónico (1594)
Romeo y Julieta (1595)
Julio César (1599)
Hamlet (1601)
Troilo y Crésida (1602)
Otelo (1603-1604)
El rey Lear (1605-1606)
Macbeth (1606)
Antonio y Cleopatra (1606)
Coriolano (1608)
Timón de Atenas (1608)
Debió
transcurrir casi una centuria en Inglaterra para que, luego de su rescate por
Dryden, Shakespeare fuera elevado a la
categoría de genio supremo del idioma inglés, y otro más hasta que
Coleridge, quien se rendía ante su poesía, lo llamara "el hombre de las mil mentes" y Carlyle escribiera de él
que era "lo más grande que hemos
hecho (en Inglaterra)".
Cervantes
y Shakespeare. Con cada relectura
vuelven a renovarse el asombro de cuatro siglos transcurridos ante la majestad
de sus ingeniosas creaciones.
El Inca Garcilaso
de la Vega
Su
nombre real era Gómez Suárez de Figueroa, apodado Inca Garcilaso de la Vega, nació en Cuzco, Gobernación de Nueva
Castilla, el 12 de abril de 1539 y falleció en Córdoba, España, el 23 de abril
de 1616.
Era
hijo del conquistador español capitán Sebastián
Garcilaso de la Vega, de la nobleza extremeña, del linaje del Marqués de
Santillana, y de la ñusta o princesa inca Isabel
Chimpu Ocllo, nieta del Inca Túpac
Yupanqui y sobrina del Inca Huayna
Cápac, emperador del "reino de las cuatro partes o suyos" o
Tahuantinsuyo (nombre del Imperio incaico en su lengua nativa quechua). Su nombre de bautismo fue Gómez Suárez de
Figueroa, fue bautizado con los apellidos ilustres del mayor de sus tíos
paternos y de otros antepasados, pero tiempo después, radicado en España, se lo
cambiaría por el de Inca Garcilaso de la Vega.
Su
adolescencia estuvo ensombrecida por las cruentas guerras civiles del Perú, y él y su padre padecieron la persecución de
los rebeldes Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal. Su padre optó por
enrolarse en el bando de Pizarro, aunque forzadamente, según contaría más tarde
el Inca Garcilaso, pero retornó al bando real sumándose al ejército del
presidente Pedro de la Gasca durante la batalla de Jaquijahuana, por lo que fue
conocido despectivamente como el “leal de tres horas”. Este episodio tendría
luego mucha repercusión en la vida posterior del Inca Garcilaso.
Hacia 1550, el
todavía pequeño Garcilaso fue enviado a Charcas, para volver después al Cuzco,
donde fue testigo de la rebelión de Francisco Hernández Girón, ocasión en la
cual ayudó a su padre, entonces alcalde ordinario de la ciudad, a huir por los
tejados de las casas (1553). Su padre le tuvo en gran estima, como
demuestra el hecho del cariño que le demostró su hijo en sus escritos y el
hecho de que le legara en su testamento (1559) tierras en la región de
Paucartambo y cuatro mil pesos de oro y plata "ensayados" (es decir,
de la más probada calidad) para que el joven mestizo cursara estudios en
España.
El
20 de enero de 1560, a los veintiún años de edad y poco después del
fallecimiento de su padre, Garcilaso salió del Cuzco rumbo a la Ciudad de los
Reyes (Lima), dispuesto a embarcarse hacia España. Este viaje se mostraría
particularmente arriesgado. Partió del puerto del Callao, estuvo a punto de
naufragar, cruzó a lomos de acémila el istmo de Panamá, llegó a Cartagena de Indias, para tomar la ruta de los galeones hasta
La Habana y las Azores, donde un marinero portugués le salvó la vida antes de
llegar a Lisboa.
Como
su padre, logró el grado de capitán, y
tomó parte en la represión de la Rebelión de las Alpujarras de los moriscos de
Granada bajo el mando de don Juan de Austria (1569). Entre 1570 y 1571 se
enteró de la muerte de su madre y de su amado tío Alonso de Vargas; este último
le adjudicó bienes en su testamento que hicieron que en el futuro no tuviese
que preocuparse de su sustento y aún disfrutase de cierta holgura. En 1586
falleció su tía doña Luisa Ponce, viuda de su tío Alonso, cuyos bienes
acrecentaron aún más su bienestar económico y le posibilitaron entregarse a la
cultura. En 1590, muy probablemente dolido por la poca consideración en que
se le tenía en el ejército por su condición de mestizo, dejó las armas y entró
en la religión.
Se
le considera como el "primer
mestizo biológico y espiritual de América", o en otras palabras, el
primer mestizo racial y cultural de América que supo asumir y conciliar sus dos herencias culturales: la indígena
americana y la europea, alcanzando al mismo tiempo gran renombre intelectual.
Fue
un escritor e historiador peruano de ascendencia española e inca. Se le conoce
también como el «príncipe de los
escritores del Nuevo Mundo», pues su obra literaria, que se ubica en el
período del Renacimiento, se destaca por
un gran dominio y manejo del idioma castellano, tal como lo han reconocido
críticos como Menéndez y Pelayo, Ricardo Rojas, Raúl Porras Barrenechea y José
de la Riva Agüero y Osma.
Su
padre fue sobrino del célebre poeta Garcilaso de la Vega del Siglo de Oro de
España, por lo que el Inca Garcilaso de
la Vega sería sobrino-nieto por parte de la familia de su padre del famoso
poeta renacentista castellano.
En
su obra cumbre, los Comentarios Reales de los Incas, publicada en Lisboa, en 1609, expuso
la historia, cultura y costumbres de los Incas y otros pueblos del antiguo
Perú, libro que luego del levantamiento
de Túpac Amaru II sería prohibido por la Corona española en todas sus colonias
de América, al considerarla sediciosa y peligrosa para sus intereses, pues
alentaba el recuerdo de los incas. Esta prohibición rigió desde 1781,
aunque la obra se siguió imprimiendo en España.
Otras
obras importantes del Inca Garcilaso son La Florida del Inca (Lisboa, 1605),
que es un relato de la conquista española de Florida; y la Segunda parte de los Comentarios
Reales, más conocida como Historia General del Perú (Córdoba,
1617), publicada póstumamente, donde el autor trata sobre la conquista del Perú
y el inicio del Virreinato.
Garcilaso
inició un ambicioso y original proyecto
historiográfico centrado en el pasado americano, y en especial en el del
Virreinato Perú. Considerado como el padre de las letras del continente, en
1605 dio a conocer en Lisboa su Historia de la Florida rescatando lo
que hizo el gobernador Hernando de Soto,
título que quedó sintetizado en La Florida del Inca. La obra
contiene la crónica de la expedición de aquel conquistador, de acuerdo con los
relatos que recogió él mismo durante años, y defiende la legitimidad de imponer
en aquellos territorios la soberanía española para someterlos a la jurisdicción
cristiana.
El
título más célebre de Garcilaso el Inca, sin embargo, fueron los Comentarios
Reales de los Incas, la primera parte de los cuales apareció en 1609,
también en Lisboa publicada por Pedro Craasbeck. Escrito a partir de sus
propios recuerdos de infancia y juventud, escuchado directamente de sus
parientes, de contactos epistolares y visitas a personajes destacados del
Virreinato del Perú, el relato
constituye, pese a los problemas de sus fuentes orales y escritas y a las
incongruencias de muchas fechas, uno de los intentos más logrados, tanto
conceptual como estilísticamente, de salvaguardar la memoria de las tradiciones
de la civilización andina. Por esta razón es considerada su obra maestra y
se la ha reconocido como el punto de partida de la literatura latinoamericana. La
segunda parte fue publicada en Córdoba, en 1617, con el título de Historia
General del Perú.
Esta
obra que es la más extensa que ha producido su pluma, desarrolla con estilo
vibrante la conquista del Perú, las guerras civiles entre los conquistadores y
la instauración del Virreinato del Perú, así como la resistencia de los incas
de Vilcabamba, que culmina con la ejecución del último de estos, Túpac Amaru I,
en la plaza del Cuzco en 1572. Incluye
en sus páginas una rehabilitación de su padre, el capitán Sebastián Garcilaso
de la Vega, desprestigiado ante la Corona por haber militado forzadamente en el
bando del rebelde Gonzalo Pizarro.
El
23 de abril de 1616, el Inca
Garcilaso de la Vega muere a los 77 años en su casa de Córdoba. Cervantes ha muerto también, el día
anterior, y Shakespeare morirá dentro de una semana.
El
Inca era descendiente, no sólo cultural sino literal, de los emperadores de
Perú y de la gran tradición literaria española. Los albaceas testamentarios
contabilizan en su biblioteca «Quinientos
libros, poco más o menos», dice el registro. Ciento ochenta y ocho títulos,
la mayoría en varios cuerpos. Apenas un
tercio de los que hubo un día. Casi el arquetipo de una abstracta
Biblioteca Renacentista Española. Se citan La
Antigüedad, Italia, España, la incipiente América. Están Virgilio, Plutarco,
las «Etiópicas» de Heliodoro, Tito Livio, los «Comentarios» de César, Suetonio,
los «Problemata» pseudoaristotélicos. Están Petrarca, Marsilio Ficino,
Bembo, Dante, Ariosto, Tasso, «El
cortesano» de Castiglione –la traducción de Boscán y el original italiano–.
Están «La Celestina», Huarte de San
Juan, la «Silva de varia lección», «Guzmán de Alfarache», Fray Luis de
Granada, «El laberinto de amor» de
Cervantes. Hay también libros devocionales, tratados sobre caballos, libros de
arquitectura (Vitrubio, Alberti, Palladio) y de astronomía («De sphaera mundi», de Johannes de
Sacrobosco, llamado John of Hollywood) y, por supuesto, crónicas de Indias.
Libros, sueños, recuerdos. Polvo bailando en la luz de la tarde. Los nombres y
los títulos flotan un instante en el aire y después se firma el registro. Los hombres cierran y se van y la casa
vuelve a quedar vacante y oscura.
En
cierto sentido, el Inca Garcilaso de la Vega fue esencialmente un traductor.
Traductor de culturas, de mundos, el intérprete autorizado de una tradición
secreta. Siendo niño, en Cuzco, le dice a un pariente: «Inca, tío, pues no hay
escritura entre vosotros, que es la que guarda la memoria de las cosas pasadas,
¿qué noticia tenéis del origen y principio de nuestros Reyes?». La escritura eran los quipus, en cuyos
nudos, los quipucamayoc cifraban las crónicas de los emperadores. Él era el
último quipucamayoc.
Por Alberto Seoane
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