El 26 de abril de
1986 el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernóbil explotó y dejó
escapar una radiactividad que permanecerá durante siglos. Se calcularon más de
200.000 muertos. Con flores, velas y lágrimas, Ucrania conmemora el 30
aniversario de la explosión en un reactor de la planta de Chernóbil, el peor
desastre nuclear de la historia.
Foto tomada a la central nuclear de Chernóbil, pocas horas después de la explosión. Los vapores se elevan liberando radiación. |
La decisión de
evacuar a la población de la zona no llegó hasta 36 horas después de explotar
el reactor. Las autoridades soviéticas evacuaron a 129.000 personas que vivían
en 2.600 kilómetros cuadrados en un radio de 30 kilómetros. Es la zona de
aislamiento o de exclusión, que desde entonces se declaró cerrada y muerta.
El
26 de abril se provocó el accidente más grave en la historia de la industria
nuclear civil. Han pasado tres décadas,
pero todavía no se conocen en profundidad las secuelas.
Como si fuera una ironía del destino, en ucraniano, el nombre Chernóbyl, proviene de "cherno, chorni o chorno" que significa "negro" y "byl" es "hierba amarga". Muy probablemente es un nombre dado hace cientos de años por la abundancia en el lugar de hierbas de hojas oscuras que son muy amargas y producen dolores estomacales. La hierba no es otra que la Artemisia absinthium, más conocida como ajenjo. El nombre de Chernóbil aparece citado por primera vez en 1193, en referencia a un coto de caza.
Como si fuera una ironía del destino, en ucraniano, el nombre Chernóbyl, proviene de "cherno, chorni o chorno" que significa "negro" y "byl" es "hierba amarga". Muy probablemente es un nombre dado hace cientos de años por la abundancia en el lugar de hierbas de hojas oscuras que son muy amargas y producen dolores estomacales. La hierba no es otra que la Artemisia absinthium, más conocida como ajenjo. El nombre de Chernóbil aparece citado por primera vez en 1193, en referencia a un coto de caza.
Las primeras
víctimas: los bomberos
Los
operarios y los bomberos trataron de impedir el escape de radiactividad. Cerca de 600 personas lucharon para
combatir los incendios, y quedaron expuestos así a unas dosis de radiación
desorbitadas. Dos personas murieron inmediatamente, a causa de la explosión, y
otras 28 murieron en los cuatro meses siguientes, a causa del síndrome de
irradiación aguda. Los afectados sufrían náuseas, vómitos y diarrea, además de
pérdida de leucocitos y de daños en la médula ósea que les dificultaban
producir glóbulos rojos.
Chernóbil: cementerio de vehículos soviéticos usados en las tareas de descontaminación de la central nuclear. |
En
el reactor 4, el calor era tan intenso que el combustible nuclear se fundió y
derritió el armazón de hormigón que protegía la parte inferior. Como resultado de las reacciones, se formó
una especie de lava volcánica extremadamente radiactiva que seguía liberando
material contaminado. Las autoridades soviéticas trataron de enterrar el
núcleo, vertiendo 5.000 toneladas de arena, grava y arcilla con la ayuda de
helicópteros, pero con ello también aislaron el corazón ardiente de la central
y ralentizaron su enfriamiento.
Infografía de lo sucedido en Chernóbil. Clic para aumentarla. |
Víctor Zajárchenko,
de
74 años, era entonces el jefe de la unidad de bomberos enviada a apagar las
llamas. «No era la primera vez que
teníamos que extinguir un fuego en la central, pero lo que no pude imaginar es
que esa vez se trataba del propio reactor», comentó en Kiev tras recibir
una nueva condecoración. «En lugar de
los 15 días que duraba cada turno estuve 45 en Chernóbil», aseguró.
Un piano de cola se descompone lentamente en medio de una sala de conciertos en Chernóbil. |
El
accidente tuvo su origen en un experimento con el que se pretendía comprobar si, en el caso de un corte total del fluido
eléctrico, la inercia de la turbina del generador principal podría ser suficiente
para alimentar los sistemas de seguridad, control y refrigeración del reactor
hasta la puesta en funcionamiento de los generadores de emergencia.
Una joven coloca flores en el monumento a los Héroes de Chernóbil. |
El 27 de abril,
cuando el reactor aún estaba ardiendo y estaba abierto al exterior, la nube
radiactiva soltaba su carga mortal sobre Alemania Oriental. El 30 de abril
llegaba al norte de Italia, y el 5 de mayo, los vientos provenientes del Sur
llevaban el aire contaminado hasta Gran Bretaña, esquivando así a España y a
Portugal. Pero,
a medida que pasaban los días, los incendios y la actividad del núcleo del
reactor 4 seguían elevando ingentes cantidades de material radiactivo hasta la
atmósfera, con lo que el viento pudo seguir formando nubes contaminadas que
dispersaron el material aún más.
Foto del reactor número 4 de Chérnóbil luego de la explosión, obsérvense los escombros. |
Se extiende la
plaga radiactiva
Todas
estas partículas que fueron arrastradas por el viento llegaron al suelo en
algún momento. Se depositaron sobre las hojas de las plantas, en los edificios
y en los vehículos, y en otras ocasiones descendieron junto a la lluvia, que
las sumergió en el suelo, donde las raíces, los microorganismos y los animales
entraron en contacto con ellas. La parte
más peligrosa quedó en los alrededores de Chernóbil, donde las partículas más
pesadas, grandes y dañinas, quedaron desperdigadas en lo que hoy en día es una
zona de exclusión de 30 kilómetros. Más allá de esta zona, Ucrania, Bielorrusia
y Rusia sufrieron la acumulación de depósitos altamente activos. En total, una
región de más de 150.000 kilómetros cuadrados, en la que vivían 5 millones de
personas, quedó contaminada.
Foto de la planta nuclear de Chernóbil, pocos días después del accidente. |
De
acuerdo con el informe de 2007 de la UNSCEAR, en los primeros veinte días tras el accidente, murió un número
desconocido de ejemplares de las especies más sensibles a la radiación:
mamíferos, aves, árboles, anfibios, reptiles, crustáceos e insectos. Los
niveles de radiación en aquel momento en las cercanías de la central nuclear
eran capaces de dañar el ADN y las proteínas de las células, produciendo
mutaciones, enfermedades y, en ocasiones, la muerte.
Un soldado acomoda fotos de las víctimas de Chernóbil en el 30 aniversario de la tragedia. |
Los
habitantes de la ciudad de Prípiat, situada a poco más de dos kilómetros al
norte de la planta atómica, fueron los primeros en enterarse que algo grave
había sucedido. Allí precisamente vivían los trabajadores de la central nuclear
de Chernóbil y en la oscuridad de la noche pudieron ver perfectamente el
resplandor del incendio. El reactor
había empezado a escupir a la atmósfera abundante material radiactivo. La
dirección comunista trató de fingir normalidad y ocultar lo sucedido. De ahí
que la decisión de evacuar Prípiat no se adoptase hasta el mediodía del día 27.
En ese momento, la gente llevaba ya expuesta a la radiación casi 36 horas.
Hacia las dos de la tarde, llegaron tres trenes de pasajeros y más de 1.200
autobuses. Los casi 50.000 habitantes fueron desalojados en poco más de tres
horas, portando consigo sólo lo que llevaban puesto. La fuga radiactiva no pudo
ser detenida hasta diez días después.
La ciudad de Prípiat situada a unos dos kilómetros al norte de la planta atómica quedó convertida en una ciudad fantasma. |
Cuando el reactor
número 4 hizo explosión, liberó una cantidad de radiación 200 veces superior a
las de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. En ese momento, 200.000 militares y
400.000 civiles de todas las repúblicas soviéticas se dirigieron a Chernóbil
para luchar contra un enemigo al que la humanidad no se había enfrentado antes:
la radiación. Fueron
los llamados liquidadores, que con un traje que apenas cubría las necesidades
básicas de seguridad, expusieron sus
vidas para descontaminar y evitar el cataclismo nuclear. Muchos de esos
hombres han muerto ya, el resto están enfermos. Su legado: una estructura de 35 metros de altura llamada «El Sarcófago», que cubre
el cráter del reactor y que evita que haya fugas radiactivas del interior. (La
fecha de caducidad del Sarcófago fue en enero del 2014).
La ciudad de Prípiat y la central nuclear de Chernóbil al fondo. |
La zona contaminada
se extiende a través de 150.000 kilómetros cuadrados e incluye unos 200 centros
de población, entre ellos el pueblecito de Chernóbil, enclavado a 12 kilómetros
al sureste de la central y del que ésta tomó el nombre. De toda el área
tuvieron que ser evacuadas casi 120.000 personas en los días siguientes. Pero
lo cierto es que en los territorios contaminados hay hoy día cinco millones de
habitantes. El mayor impacto radiactivo
se lo llevó la vecina Bielorrusia y la región rusa de Briansk. La nube tóxica
llegó también a una gran parte de Europa. Suecia fue la primera en dar la voz
de alarma, dos días después del accidente.
Así quedó el parque de diversiones de la ciudad ucraniana de Prípiat, que tenía 50 mil habitantes. |
El verdadero
alcance de Chernóbil
La
ausencia de estudios o de resultados concluyentes sobre el alcance de la
catástrofe de Chernóbil no es prueba de que la fuga de los productos
radiactivos no aumentaran la incidencia de cáncer u otras enfermedades, o de
que produjera miles de muertes: es prueba de que los científicos no han llegado
a un acuerdo ni han podido demostrar que así fuera. Tal como destacan algunos
investigadores, en gran parte la
controversia se debe a la complejidad de medir el alcance de los efectos
perjudiciales a largo plazo en poblaciones expuestas a múltiples factores de
riesgo, sin contar con las consideraciones políticas de partidarios y
detractores de la energía nuclear.
Un grafiti de denuncia en una pared de Prípiat, al fondo se observa la central de Chernóbil. |
Lejos
de la escasez de víctimas reconocidas oficialmente, la familia de Shmagailo
parece representar un escenario distinto:
«Mi primo y mi madre murieron de cáncer, mi hermano tiene cáncer. Mi madrina y
mi hijo tienen enfermedades inmunológicas y mi hermana y yo tenemos problemas
de tiroides».
Una tienda abandonada en Prípiat. |
El
accidente, y la vida en una zona contaminada y deprimida económicamente, junto
a la incertidumbre y la desesperanza, provocaron un aumento no mesurable de
casos de depresión, ansiedad y cambios en el alcoholismo y en el tabaquismo,
según la UNSCEAR. En este sentido,
Svitlana Shmagailo explicó que junto a los problemas económicos, que impiden a
muchas personas marcharse a otros lugares o dejar de consumir comida
contaminada, hay familias con problemas de alcohol, divorcios y peleas.
De catástrofe
nuclear a reserva natural
Actualmente, viven
en la zona de exclusión al menos 400 especies de vertebrados, 50 de ellas
dentro de la lista roja europea de especies amenazadas. Allí se alimentan y
viven raras especies como el águila de cola blanca o el águila moteada. Hay
cientos de familias de castores y el caballo salvaje de Prezewalski, en peligro
de extinción, ha logrado asentarse allí.
Sin actividades como la caza, la
agricultura, la construcción de carreteras o la tala de árboles, la naturaleza
parece florecer con fuerza, incluso a pesar de la radiactividad.
El caballo salvaje Prezewalski se multiplica en la zona vedada, atrás la central de Chernóbil. |
Lejos
de todo problema humano, la zona de exclusión, a 30 kilómetros de la difunta
central nuclear de Chernóbil, bulle de actividad. «Allí hemos tomado imágenes de tejones, lobos grises, mapaches,
martas, comadrejas, zorros rojos, jabalíes, bisontes, ardillas rojas,
ciervos...», explicó a través de correo electrónico James Beasley, un investigador de la Universidad de Georgia
(Estados Unidos), que dirige una investigación cofinanciada por la National
Geographic Society para estudiar los efectos a largo plazo de la radiación
sobre los lobos grises y otros mamíferos.
En
este sentido, varios estudios científicos han sorprendido al mostrar la
abundancia y el aparente buen estado de salud de los animales que viven en la
zona de exclusión, que lleva 30 años libre de la presencia humana. Junto a los
árboles creciendo en ciudades, las
manadas de caballos y de lobos se extienden por allí como si se tratara de un
peculiar edén post-radiactivo. «Una vez que entras en la zona no tienes que
viajar más de unos kilómetros para darte cuenta de que hay poblaciones muy
abundantes con muchas especies viviendo ahí. Allá donde mires hay huellas de
vida salvaje. No es una sensación que haya tenido en ningún otro lugar, con la
excepción de otras grandes reservas naturales como el Parque Nacional de
Yellowstone», dijo Beasley.
Alces habitan en los bosques que rodean Chernóbil. |
Bacterias mutantes
El
biólogo español Mario Xavier Ruiz González
publicó un marzo de este año un artículo en la revista Scientific reports en el que presentaba a otro ser vivo que parece
vivir mejor de lo previsto en Chernóbil: las bacterias. En concreto, encontraron a 20 tipos de bacterias que
parecen haberse adaptado a vivir en ambientes sometidos a un nivel intermedio
de radiación.
Bisontes fotografiados en la zona de exclusión de 30 kilómetros alrededor de Chernóbil. |
Entre
otras cosas, se sabe que tanto plantas como microorganismos pueden favorecer la
mutación de ciertos genes esenciales y relacionados con las condiciones
desfavorables (estrés) que, en teoría,
podrían dar lugar, con el paso de las generaciones, a plantas y bacterias más
resistentes a la radiación.
180 personas siguen
habitando en la zona radiactiva
Sigue
la controversia en torno al número real de personas afectadas y la fuerte
contaminación presente en el suelo mantiene la zona prácticamente cerrada,
aunque no totalmente. Algunos usaron
triquiñuelas para no hacer caso de las órdenes oficial de evacuación, o
lograron volver poco después. Son 180 personas quienes viven de forma
permanente en una decena de aldeas afectadas por la radiación. Allí vive un
puñado de ancianos que no pudieron encontrar un lugar mejor.
Mapa de la radiación de Chernóbil en 1996, diez años después de la tragedia. Hacer clic en la imagen para ampliarla. |
Iván
Shamiánok, de 90 años de edad, es uno de los pocos ancianos que todavía viven
en la zona cerrada en torno a la central y su salud aguanta. «El secreto de la longevidad está en vivir
en el lugar en donde uno nació y creció», asegura.
Liquidadores dirigiéndose en autobús a la central de Chernóbil para limpiar los escombros, en abril de 1986. La mayoría murieron pocos meses después. |
Ciudad fantasma
La ciudad más
grande de la Zona era Prípiat, construida en 1970 para los trabajadores de la
central y que llegó a albergar a 47.000 personas. En su hospital nació hace 33
años Vitali Otroshchenko, uno de los niños que evacuaron el día de la
catástrofe con sus abuelas. Hoy Prípiat, típica ciudad soviética es una
población fantasma. Está a menos de un kilómetro del reactor maldito y sus
bulevares fueron lo primero que se contaminó tras la explosión.
Dispersión de las nubes radiactivas de la planta nuclear de Chernóbil. |
Vitali,
que vive y trabaja como plomero en Kíev, viaja con frecuencia al pueblo de
Párishiv, a unos diez kilómetros del reactor y dentro de la zona de exclusión.
Allí le encontramos, porque ha venido a cuidar de su abuela, María Semeniuk, de 79 años, mientras
su abuelo se encuentra en el hospital. “Aquí
siempre hemos vivido bien. Tenemos un cerdo y doce gallinas con su gallo”,
explica la mujer, que invita a té al periodista en la cocina de su modesta casa
de madera.
Un helicóptero MI-8 se dirige al reactor 4 rociando las inmediaciones con químicos para contrarrestar la radiación. |
Les
pregunto si han tenido problemas de salud. Respuesta rotunda: “Mire qué vieja soy”, dice ella entre
sorbo y sorbo. “Nunca. Mi abuelo siempre ha estado en forma. Desde que se
jubiló, normalmente se va de pesca, o a buscar setas”.
–Pero los bosques
de aquí están contaminados.
–Hay lugares a los
que no hay que ir. Pero en Kíev hay muchas industrias y seguro que está más
sucio.
Una escuela abandonada del pueblo de Smersk, cerca de Chernobyl. |
“En los años
noventa, de las personas que controlamos sólo desarrollaron cáncer de tiroides
64. Pero ahora se dan mil casos cada año”, informa Teréshchenko, quien apunta
que su estudio se refiere a la población general, y no a los liquidadores que
se expusieron a la radiación en los años siguientes.
Monumento en memoria de los fallecidos por el escape de radiación, ubicado a pocos metros de la planta de energía nuclear de Chernóbil. |
La
radiactividad de Chernóbil asustó un poco a
Alexánder Zubko cuando en el 2010 le propusieron ir a trabajar a la zona de
aislamiento. “Pero ahora me encanta
estar aquí. Ya sabe lo que dicen: ‘Si te da miedo el lobo, no vayas al bosque’.
Pero yo me formé para esto. Y podría trabajar aquí hasta la jubilación”.
De
37 años, es uno de los bomberos de la brigada antiincendios de Chernóbil,
instalada en Párishiv. “No hay nada que
temer, si se observan las normas de la zona. Hay un comedor en el que nos dan
alimentos limpios. Claro que hay sitios muy contaminados. No se puede excavar
donde hay chatarra... Te empieza a doler la cabeza”. Zubko trabaja 15 días
seguidos y otros 15 descansa, cuando se va a Shpola, una ciudad de la provincia
de Cherkasy, a 380 kilómetros de distancia, donde vive su mujer.
El bosque rojo, la zona prohibida que rodea a Chernóbil. |
“Fuera de aquí, la
norma de la naturaleza es de 10 micro-roentgen por hora. La radiación segura es
de 30”, explica Antón Yujíbenko, dosímetro en mano, encargado por la
administración de la zona de acompañar a La
Vanguardia.
Markévich
llegó a esta tierra tras la Segunda Guerra Mundial, mucho antes de que la
radiactividad se convirtiera en el vecino más importante de Chernóbil. “La vida no era fácil, pero lejos de la
ciudad se podía cultivar un huerto, ir de pesca y no morirse de hambre”, dice
en su casa de Chernóbil, junto a un piano que hace años tocaba su segunda
mujer. Aquí estudió, se hizo un hombre, se casó y tenía un trabajo que llenaba
su vida como profesor. Así que no se quería ir. “Tras las vacaciones escolares, algunos profesores se quedaron en
Odessa, donde habían llevado a los niños. Pero otros decidimos volver. Yo tenía
un amigo policía, que me prestó un uniforme y una gorra para pasar el control”.
Máscaras de gas abandonadas en los alrededores de Chernóbil. |
Pero
este enemigo invisible sigue causando estragos. «El 90% de los habitantes del distrito de Ivankiv tiene el estatus de
víctimas de las consecuencias del accidente nuclear», explica la doctora Oksana Kandun, directora del hospital
local. «La tasa de mortalidad de las personas en edad de trabajar ha aumentado 10
veces en comparación con los años anteriores a la catástrofe y la discapacidad de la población infantil
es causada en el 30% por defectos de nacimiento».
Interior de la planta nuclear de Chernóbil. Se observa material fundido altamente radiactivo mezclado con hormigón, conocido como "pata de elefante". |
En
Orane, una aldea perteneciente a Ivankiv, con 500 habitantes, vive Vladimir Snidco, que con solo 12 años
ya acumula cinco veranos en San Sebastián y dos operaciones de estómago. Es un
niño rubio, sin brío, anémico. Fanático del Athletic de Bilbao, sueña con ser camionero «para viajar lejos
de Ucrania». El historial médico de su familia no es muy alentador: su madre
nació el año de la catástrofe y ahora tiene en su mejilla derecha una
protuberancia del tamaño de un huevo, su tío y su abuelo fallecieron recientemente
de cáncer de tiroides y su padre y sus dos hermanos sufren enfermedades
relacionadas con el corazón. Ninguno tiene empleo. Subsisten con las hortalizas
que cultivan, los animales de corral y el único ingreso económico que entra en
casa es la pensión de la octogenaria abuela, Hanna.
Los liquidadores de Chernóbil, miles de héroes anónimos. |
Cabe recordar que en el reactor N° 4 en abril de 1986 los niveles de
radiación en el edificio del reactor eran de 20.000 roentgens por hora. Una
dosis letal es de alrededor de 100 roentgens por hora, por lo que en
algunas zonas, los trabajadores que no tenían protección adecuada recibieron
dosis mortales en menos de un minuto. Aún así, en periodos máximos de dos minutos más de 3.000 personas, sobre todo
soldados, realizaron la mortal tarea. El gobierno soviético ofreció permutar
los dos años de servicio militar obligatorio por dos minutos trabajando en el
reactor. Muchos soldados aceptaron.
Protegidos, por llamarlo de alguna manera, con improvisadas corazas de plomo, como si de guerreros medievales se tratase, y que pesaban unos 30 kg, cada grupo de liquidadores, llamado irónicamente de «Bio-robots» salía a la azotea y arrojaba uno o dos bloques o paladas de restos contaminados al fondo del reactor. A día de hoy, el 50% de ese grupo particular de liquidadores, ha fallecido y, el resto, presentan en casi la totalidad de los casos, daños irreversibles.
Protegidos, por llamarlo de alguna manera, con improvisadas corazas de plomo, como si de guerreros medievales se tratase, y que pesaban unos 30 kg, cada grupo de liquidadores, llamado irónicamente de «Bio-robots» salía a la azotea y arrojaba uno o dos bloques o paladas de restos contaminados al fondo del reactor. A día de hoy, el 50% de ese grupo particular de liquidadores, ha fallecido y, el resto, presentan en casi la totalidad de los casos, daños irreversibles.
Los liquidadores ofrendaron sus vidas y evitaron que el desastre fuera mucho mayor. |
El Sarcófago
A
unos cientos de metros de la central nuclear clausurada, un grupo de personas
se encarga del proyecto más delicado del país: sustituir el 'sarcófago' del reactor donde se produjo la explosión (el
número 4) por una nueva cubierta.
Vista aérea del nuevo sarcófago que se está construyendo en Chernóbil. |
Para
proteger a los trabajadores, el arco ha sido levantado a 180 metros del reactor
averiado, que tras aquella noche de 1986 estuvo ardiendo durante 10 días. Unos rieles de teflón servirán para mover
la cúpula hasta tapar por completo la 'zona cero'.
El nuevo sarcófago que durará hasta el 2065 cuando sea colocado el año que viene. |
El
viejo recubrimiento se construyó deprisa y corriendo en los días posteriores a
la catástrofe y el nuevo, que empezó a ser levantado en 2010, está todavía sin
terminar. Tendrá un coste previsto de
más de 2.000 millones de euros y en su financiación participan la Unión
Europea, Estados Unidos y distintos organismos internacionales. Sin
embargo, faltan todavía aportaciones para cerrar la cifra.
En el fondo la planta de energía nuclear de Chernóbil y al lado el nuevo sarcófago visto desde la ciudad de Prípiat. Es tan grande como un estadio de fútbol. |
Sobre
la nueva cubierta los obreros se mueven como liliputienses intentando dominar
al gigante. Son más de 1.000 contratados
del consorcio internacional Novarka, encargado del proyecto. El montaje de
estructuras concluirá en noviembre próximo, tras lo cual se podrá instalar el
nuevo 'sarcófago' sobre el reactor, explica Yulia Marusich, especialista
integrada en la plantilla de Chernóbil. Toda el área de construcción fue
descontaminada exhaustivamente antes de comenzar, para evitar riesgos al
personal. Incluso se sustituyó el suelo por otra superficie. Pero el
peligro es una mala hierba imposible de arrancar. "La radiación ahí es unas 20 veces superior a la de Kiev",
afirma Marusich.
Para
llegar hasta esta zona tan peligrosa hace falta recorrer pasillos de 600 metros
por todo el interior de la central. Antes, en la puerta, el periodista recibe
un dosímetro y tiene que firmar un papel en el que se compromete, entre otras
cosas, a no tocar el suelo y a no pulsar ningún botón. De esto último se
encargan los 1.500 trabajadores que se ocupan del programa de desmantelamiento
de la planta. En 2015 comenzó la segunda
fase: desconexión total de la central nuclear y almacenamiento del combustible
radiactivo y otros materiales altamente tóxicos.
Petro Poroshenko, presidente de Ucrania se santigua tras colocar unas flores el 22 de abril en el memorial levantado en la capital, Kiev en recuerdo de las víctimas. |
En
1991 se produjo un incendio en una turbina del reactor 2 durante unos trabajos
de reparación. Y en 2013, parte del techo cayó sobre la sala de turbinas debido
al peso de la nieve. Chernóbil sigue
siendo un lugar peligroso, donde a la entrada y la salida uno es sometido a un
riguroso examen de radiación. Así será hasta 2065, señala Anton Pobor, del
Departamento de Relaciones Internacionales de la central. Todos los trabajadores
hablan de esa fecha en primera persona, como si el tiempo dentro se detuviese y
fuesen ellos mismos los que, a finales de este siglo, van a cortar la cinta del
parque de estudios y experimentos técnicos que el nuevo gobierno ucraniano
quiere construir en aquel lugar.
Liquidadores de Chernóbil, héroes y víctimas de la radiación. |
En 2017 comenzará a
operar este segundo 'sarcófago', y en 2023 se espera completar la destrucción
de la vieja estructura, la tarea más delicada de todo el proyecto pues implica
trabajar en el interior del reactor. Preguntada por los riesgos, Marusich no
puede evitar encoger los hombros:
"Se llevará a cabo con la menor implicación posible del ser humano".
Cuando todo haya acabado, cientos de personas de los alrededores se quedarán
sin trabajo. El gigante nuclear que les estropeó la vida hoy les sigue dando de
comer.
Un ucraniano enciende velas en el monumento a los héroes de Chernóbil. |
En
Moscú, mientras tanto, en el cementerio de Mítino, casi un millar de personas
acudieron para depositar flores en las tumbas de los «liquidadores» enviados a
Chernóbil para extinguir el incendio y sellar el reactor. Allí hay también hay un monumento conmemorativo así como una treintena
de tumbas de aquellos heroicos bomberos, muchas de ellas aisladas con cámaras
de plomo para evitar que la radicación de los cadáveres contaminen el lugar.
Ucranianos colocan flores en la conmemoración de las víctimas de la tragedia de Chernóbil. |
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