Un 4 de noviembre de 1922, Howard Carter descubría una tumba olvidada.
El 4 de noviembre de 1922 el arqueólogo británico Howard Carter halló la tumba del faraón Tutankamón junto con 5.000 valiosos objetos. El lugar, el Valle de los Reyes y la tumba recibió el nombre de KV62, por ser la sexagesimosegunda que se encontró en la zona.
Junto con los ataúdes que guardaban la momia del faraón, Carter encontró un tesoro de incalculable valor y en perfecto estado de conservación. A través de las imágenes representadas en las piezas que atesoraba la cámara hemos podido conocer la tecnología que existía en los tiempos de Tutankamón y distintos aspectos de la vida del Antiguo Egipto.
Cuando los investigadores que habían rastreado El Valle de los Reyes creyeron que ya no se podía encontrar allí más tumbas que las que ya habían sido descubiertas, en un último intento, una expedición liderada por Howard Carter y financiada por Lord Carnarvon dio con el mausoleo de Tutankamón, el joven faraón que murió a los 19 años tras reinar sólo nueve.
La sepultura, de pequeño tamaño, guardaba en cuatro pequeñas cámaras 5.000 objetos preciosos que ahora se pueden ver en el Museo Egipcio de El Cairo. Vasijas, armas, vestidos y comida acompañarían al faraón en su paso al más allá. Dentro de un gran sarcófago de roca roja se encontraron los tres ataúdes que, uno dentro de otro, guardaban la momia de Tutankamón. Los dos mayores estaban decorados con piezas de oro, pero el más pequeño y más interior, era de oro macizo. En un lugar apartado, los arqueólogos británicos encontrarían los órganos momificados del faraón.
Poco después del hallazgo el conde Carnarvon falleció, pasando a formar parte de la conocida como «maldición de Tutankamón». Los más supersticiosos atribuyen igualmente la posterior muerte de Howard Carter a los 65 años a esta maldición.
Maldición del faraón
La maldición del faraón es la creencia de que sobre cualquier persona que moleste a la momia de un faraón del Antiguo Egipto cae una maldición por la que morirá en poco tiempo. Existía la creencia de que las tumbas de los faraones tenían maldiciones escritas en ellas o a sus alrededores, advirtiendo a aquellos que las leyeran para que no entrasen. La maldición asociada al descubrimiento de la tumba del faraón de la XVIII dinastía Tutankamón es la más famosa en la cultura occidental. Muchos autores niegan que hubiese una maldición escrita, pero otros aseguran que Howard Carter encontró en la antecámara un ostracon de arcilla cuya inscripción decía: «La muerte golpeará con sus alas ligeras a aquel que turbe el reposo del faraón».
Aunque la “Historia oficial” asocie las Pirámides de Egipto con los enterramientos de los faraones, lo cierto es que las conocidas como de Keops, Kefrén y Micerino, nunca se usaron como tumbas ni se encontró nada que lo indique.
El motivo, es que los egipcios preferían excavar grandes tumbas con varias salas en el interior de parajes escarpados como el Valle de los Reyes. Estas salas se decoraban y llenaban de valiosos objetos y en ellas se depositaba el cuerpo embalsamado de los faraones, dentro de un sarcófago.
La tumba de Tutankamón de la dinastía XVIII permaneció oculta durante más de tres mil años. La tierra desplazada por la búsqueda de otras tumbas próximas cubrió a esta y en poco más de un siglo Tutankamón y su tumba quedaron olvidados. Los ladrones de tumbas de las dinastías XIX y XX incluso llegaron a construir algunas cabañas encima de la tumba sin sospechar de su existencia.
Descubrimiento de la Tumba
En la década de los años 1920, el egiptólogo Howard Carter descubrió la existencia de un faraón de la XVIII dinastía hasta entonces desconocido, y convenció a Lord Carnarvon para que financiase la búsqueda de la tumba que se suponía intacta en el Valle de los Reyes. El 4 de noviembre de 1922 se descubrieron los escalones que descendían hasta una puerta que aún mantenía los sellos originales. El 26 de noviembre, en presencia de la familia de Lord Carnarvon, se hizo el famoso agujero en la parte superior de la puerta por el que Carter introdujo una vela y vio según sus palabras «cosas maravillosas». La tumba, permaneció prácticamente intacta hasta nuestros días hasta el punto que cuando Carter entró por primera vez en la tumba, incluso pudo fotografiar unas flores secas de dos mil años atrás que se desintegraron en seguida. Después de catalogar todos los tesoros de las cámaras anteriores, Carter llegó a la cámara real donde descansaba el sarcófago del faraón desde hacía tres mil años. Y entonces empezaron a morir personas que habían visitado la tumba, lo cual es conocido popularmente como la Maldición del faraón.
Primeras muertes
En marzo de 1923, cuatro meses después de abrir la tumba, Lord Carnavon fue picado por un mosquito y poco después se cortó la picadura mientras se afeitaba, causando que la infección se extendiese por todo el cuerpo. Una neumonía atacó mortalmente a Lord Carnarvon, que murió la noche del 4 de abril. Se cuenta que a la misma hora de su muerte, el perro de Lord Carnarvon aulló y cayó fulminado en Londres. Además, cuando Lord Carnarvon murió, en el Cairo hubo un gran apagón que dejó a oscuras la ciudad.
Poco más necesitó la prensa inglesa para airear las leyendas de la maldición de los faraones. Incluso algunos afirmaron que en un muro de las antecámaras estaba escrito: «la muerte vendrá sobre alas ligeras al que estorbe la paz del faraón», aunque en realidad esta frase nunca apareciese en las detalladas notas de Carter y el muro fue derribado para entrar en la tumba.
A la muerte de Lord Carnarvon siguieron varias más. Su hermano Audrey Herbert, que estuvo presente en la apertura de la cámara real, murió inexplicablemente en cuanto volvió a Londres. Arthur Mace, el hombre que dio el último golpe al muro, para entrar en la cámara real, murió en El Cairo poco después, sin ninguna explicación médica. Sir Douglas Reid, que radiografió la momia de Tutankamon, enfermó y volvió a Suiza donde murió dos meses después. La secretaria de Carter murió de un ataque al corazón, y su padre se suicidó al enterarse de la noticia. Y un profesor canadiense que estudió la tumba con Carter murió de un ataque cerebral al volver a El Cairo.
Al proceder a la autopsia de la momia se encontró que justo donde el mosquito había picado a Lord Carnarvon, Tutankamón tenía una herida. Este hecho disparó aún más la imaginación de los periodistas, que incluso dieron por muertos a los participantes en la autopsia. En realidad, excepto el radiólogo, los demás miembros del equipo vivieron durante años sin problemas, incluido el médico principal. El mismo descubridor de la tumba, Howard Carter, murió por causas naturales muchos años después.
A principio de la década de los 30, los periódicos atribuían hasta treinta muertes a la maldición del faraón. Aunque muchas de ellas eran exageraciones, la casualidad parecía insuficiente para explicar las demás. La falta de más escándalos y muertes extrañas disipó poco a poco el interés de los periodistas los siguientes treinta años.
La maldición reaparece
En las décadas de 1960 y 1970 las piezas del Museo Egipcio de El Cairo se trasladaron a varias exposiciones temporales organizadas en museos europeos. Los directores del museo de entonces murieron poco después de aprobar los traslados, y los periódicos ingleses también extendieron la maldición sobre algunos accidentes menores que sufrieron los tripulantes del avión que llevó las piezas a Londres.
La última víctima atribuida a la maldición fue Ian McShane: durante la filmación de la película en los años ochenta sobre la maldición, su coche se salió de la carretera y se rompió gravemente una de las piernas.
Explicaciones de la maldición
La explicación más común a la maldición de los faraones es que fue una creación de la prensa sensacionalista de la época. Un estudio mostró que de las 58 personas que estuvieron presentes cuando la tumba y el sarcófago de Tutankamón fueron abiertos, sólo ocho murieron en los siguientes doce años. Todos los demás vivieron más tiempo, incluyendo al propio Howard Carter, que murió en 1939. El médico que hizo la autopsia a la momia de Tutankamon vivió hasta los 75 años.
Algunos han especulado con que un hongo mortal podría haber crecido en las tumbas cerradas y haber sido liberado cuando se abrieron al aire. Arthur Conan Doyle, autor de las novelas detectivescas de Sherlock Holmes, especuló con que el moho tóxico había sido puesto deliberadamente en las tumbas para castigar a los ladrones de tumbas.
Aunque no hay pruebas de que tales patógenos fuesen responsables de la muerte de Lord Carnarvon, tampoco hay duda de que sustancias peligrosas pueden acumularse en tumbas antiguas. Estudios recientes de antiguas tumbas egipcias abiertas en la actualidad que no han estado expuestas a los contaminantes modernos hallaron bacterias patógenas de los géneros Staphylococcus y Pseudomonas, así como los mohos Aspergillus niger y Aspergillus flavus. Además, las tumbas recién abiertas se convierten a menudo en refugio para los murciélagos, cuyo guano puede transmitir la histoplasmosis. Sin embargo, a las concentraciones halladas típicamente, estos patógenos sólo suelen ser peligrosos para personas con sistemas inmunológicos debilitados. Las muestras de aire tomadas del interior de un sarcófago sellado mediante un agujero perforado, tenían altos niveles de amoníaco, formaldehído y ácido sulfhídrico, que si bien son gases tóxicos también resultan fáciles de detectar en concentraciones peligrosas por su fuerte olor.
Howard Carter, el principal «implicado», murió el 2 de marzo de 1939 a los 64 años, de muerte natural, 17 años después.
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