Varias etnias indígenas amazónicas siguen defendiendo a la naturaleza frente a la codicia del gobierno brasileño y de las multinacionales.
Dilma Rousseff no muestra ninguna piedad hacia los pueblos originarios, destruirá 400 mil hectáreas de selva virgen y desalojará a más 40 mil habitantes aborígenes y 60 mil no nativos para construir la polémica 3ª represa más grande del mundo.
La destrucción del río Xingú y del pulmón del planeta ya ha comenzado irreversiblemente. Las retroexcavadoras remueven el suelo fértil, que servía para alimentar los gigantescos árboles. La población autóctona es amenazada y desplazada. Hasta 40.000 aborígenes pueden llegar a perder los lugares que habitan desde hace milenios. El hábitat de miles de especies de animales y vegetales desaparecerá para siempre.
Belo Monte que así se llama este engendro de destrucción masiva, será la tercera hidroeléctrica más grande del mundo. El proyecto no tiene nada que ver con la producción de energía limpia. Se inundarán unos 600 km² de selva, un territorio más grande que muchos países. Las plantas sumergidas, se pudrirán desprendiendo grandes cantidades de gases acentuando la contaminación de la atmósfera.
La industria de empresas multinacionales y los políticos corruptos son los se benefician de este desastre ambiental y humano. Empresas europeas recibirán cerca de 1,3 billones de euros en contrataciones. Sólo Voith Hydro, un joint venture de Voith y Siemens, ha recibe 443 millones. Alstom llega a los 500 millones, Andritz 330 millones, Daimler 86 millones. La compañía de seguros Münchener Rück recibe 16 millones de Euros de primas durante un período de cuatro años.
Belo Monte no es un caso aislado. Existen planes para otras 150 hidroeléctricas en toda la Amazonía. Los permisos para la construcción de cinco de ellas en el río Tapajós podrían ser inminentes. En todos los proyectos están involucradas empresas europeas.
La oposición indígena a la construcción de Belo Monte ha sido suficiente para paralizar el proyecto durante años. Pero ahora las obras avanzan a un ritmo frenético. Belo Monte es un proyecto que está en el plan estratégico de Brasil desde 1975. En aquella época, los militares encargados de su planificación soñaban con una reserva colosal que inundaría miles de kilómetros bañados por el río Xingú, en Pará, un gran Estado de la Amazonia, localizado en la región norte del país. Según el proyecto original, Belo Monte sería comparable a la represa de Itaipú, la mayor del mundo en esa época, en el río Paraná, al sur de Brasil. La creación de la Tres Gargantas, en China, costó US$ 15.500 millones y es actualmente la mayor del mundo, con una capacidad de generación de energía que casi dobla los 14.000 megavatios de Itaipú.
En 1994, los responsables del sector de energía del Gobierno brasileño, presionados por varias tribus indígenas, redujeron el tamaño de Belo Monte y el proyecto estuvo paralizado durante cuatro años.
Ahora, la presidente Dilma Rousseff se propone evacuar y trasladar por la fuerza a la tribu Kayapó y a todas las tribus que se verán afectadas por la presa.
La construcción de la represa hidroeléctrica de Belo Monte se libera a pesar de las numerosas protestas de grupos ambientalistas y de las más de 600.000 firmas recogidas implorando por su preservación y resguardo. Por lo tanto, la pena de muerte fue decretada para la selva y la gente de la Gran curva del río Xingú.
Es una pena de muerte decretada por gente realmente perversa, como el ministro de Minas y Energía de Brasil, Edison Lobão, un tecnócrata maniático que obedece a los intereses de las multinacionales poderosas y los “inversores” de siempre, ávidos de negocios y ganancias. Fue gobernador de Maranhao de 1991 a 1994, de 1995 hasta 2007 fue senador por su estado y Lula lo llevó al ministerio siendo reemplazada su banca por su hijo, Edison Lobão Filho, más conocido como Edinho. Permanece aferrado al Ministerio de Minas y Energía desde el 21 de enero de 2008. Ya lleva más de cuatro años en el cargo.
La represa de Belo Monte fue defendida tanto por Lula como por Dilma y ambos tuvieron como aliado al ministro Lobão, que justifican la destrucción selvática con argumentos como: “No se puede ir contra el «progreso»”, dicen. “Hay que darle electricidad a las ciudades”. O bien el trillado: “No podemos quedarnos atrás…”
Así avasallan los derechos humanos de los aborígenes, violando incluso la Constitución de Brasil. Eso sí, en el país carioca los "derechos" y seguridad son para las corporaciones, para los tecnócratas. .Dilma Rousseff jamás recibió a los indígenas para dialogar al respecto sobre lo que su gobierno está decidiendo sobre las tierras donde viven miles de años antes de que llegaran los ancestros de la presidente a Brasil.
Hace unos años, a finales del siglo XX, los kayapó de Brasil, junto con los u`wa de Colombia recibieron el premio Príncipe de Asturias por tener un entorno medioambiental maravilloso, por su cuidado de la tierra, por su respeto al ecosistema, por ser guardianes de este planeta para las generaciones futuras.
Ahora todo ese entorno paradisíaco desaparecerá para siempre bajo las aguas de la represa de Belo Monte que se está construyendo en el río Xingú, en el estado de Pará. La capacidad instalada planeada para la represa será de 11.000 MW, por lo que será la segunda mayor hidroeléctrica brasileña (después de la gigantesca Itaipú de 14.000 MW), y la tercera del mundo detrás de Tres Gargantas (China), representando 11% de la potencia instalada de Brasil. La represa tiene un costo estimado de 3 mil millones de dólares, y la línea de transmisión, 2,5 mil millones. El proyecto está siendo desarrollado por la compañía eléctrica estatal Eletronorte.
Un proyecto maldito
El proyecto es criticado por organizaciones ambientalistas y de derechos humanos como Survival International, pues anegaría una extensa área de tierra, desecaría partes del río Xingú, destruiría la selva y reduciría las reservas de peces imprescindibles para la supervivencia de distintos pueblos indígenas de la zona, como los kayapó, arara, juruna, araweté, xikrin, asurini y parakanã. También se dice que para ser viable, la represa de Belo Monte necesitaría de otras represas aguas arriba para garantizar un año de flujo circulante de agua, lo que significaría la inundación de más bosques. La afluencia de inmigrantes a la zona durante la construcción de la presa amenaza con introducir violencia en la zona y contagiar enfermedades a estos indígenas, de forma que se ponga en riesgo sus vidas.
El departamento de asuntos indígenas del Gobierno Brasileño, la FUNAI, ha afirmado que podría haber algunos indígenas no contactados en las cercanías de la presa. Para estos indígenas el riesgo sería mayor, pues tienen muy poca resistencia frente a enfermedades del exterior que podrían ser mortales para ellos.
Los indígenas kayapó y otros pueblos indígenas de la zona llevan protestando contra la presa desde que su construcción se propuso inicialmente en los años ochenta.
En una carta dirigida al presidente Lula da Silva, los kayapó declaran lo siguiente: “No queremos que esta presa destruya los ecosistemas y la biodiversidad que nosotros hemos cuidado durante milenios, y que aún podemos preservar”. Los indígenas afirman que se opondrán a la presa por todos los medios y que, si la construcción prosigue, el río Xingú se convertirá en un río de sangre.
La Oficina del Fiscal General, junto con numerosas organizaciones locales e internacionales, ha pedido que se suspenda la licencia, alegando que los estudios de impacto medioambiental estaban incompletos y que los indígenas y demás personas que se verán afectadas no han sido debidamente consultadas.
Un primer proyecto de construcción de la represa de Belo Monte fue abandonada en la década de 1990, debido a protestas internacionales y nacionales.
Además, la presa destruiría los medios de vida de miles de otras personas que dependen de la selva y del río para obtener agua y alimentos. Los pueblos indígenas necesitan sus tierras para sobrevivir y, al haberlas habitado durante siglos, guardan un profundo vínculo espiritual con ellas.
Ninguna suma monetaria o medida de compensación podrá reemplazar sus tierras ancestrales.
Comienzan las protestas
Contemporáneamente la explotación minera y maderera que amenazaron la forma de vida de muchos pueblos indígenas, éstos usaron tácticas de resistencia para expulsar a los madereros y los mineros en algunas áreas de su territorio. Posteriormente, planes del gobierno para construir una serie de represas hidroeléctricas en su tierra los amenazaron otra vez. Una gran manifestación de protesta fue organizada por los Kayapó, atrayendo la atención de los medios de todo el mundo; se efectuó en el sitio previsto para la primera represa adentro Altamira, Pará, duró varios días para presionar al Banco Mundial y gobierno brasileño. El cacique Raoni Metuktire, nacido en 1930, lideró la causa de las tribus indígenas de la Amazonia.
En 1954 Raoni y los otros miembros de la tribu Metuktire conocen a los hombres blancos por primera vez. El primer contacto es efectuado por Orlando Villas-Bôas, el mayor de los hermanos Villas-Bôas, célebres indigenistas brasileros. Ellos le enseñan portugués al joven Raoni y lo preparan a afrontar la invasión de los Kuben ("los otros", "los blancos"). En 1964, cruza el camino del antiguo rey Leopoldo III de Bélgica cuando éste se encuentra en expedición en las reservas indígenas protegidas del Mato Grosso. En 1978, fue el tema de un documental titulado Raoni.
Todo comenzó en 1989, cuando el líder de The Police se unió a Raoni para protagonizar una de las campañas más exitosas de defensa de la gran foresta sudamericana y de demarcación de tierras indígenas. Además del impulso a la ONG Rainforest Foundation y de la recaudación de fondos, el Gobierno brasileño tuvo que ceder en algunas de las demandas, ya que la gira por 17 países provocó un enorme eco y se ganó las simpatías de máximos mandatarios mundiales, como François Mitterrand.
En 1978, fue tema de um documental titulado Raoni.
(Continuará aquí, en breve). Paciencia.
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