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viernes, 27 de mayo de 2016

EL MISTERIO DE LA ESFERA DE LA FAMILIA BETZ

En abril del año 1974, una familia de la ciudad de Jacksonville, Florida, Estados Unidos, descubrió un artefacto que pesaba 9 kilos que desafió todos los intentos realizados por clasificarlo.

Antoine Betz muestra la esfera que
encontró luego de un incendio
en Fort George Island, Florida,
el 12 de abril de 1974.
El 12 de abril de 1974, Antoine Betz, un ingeniero naval y su esposa Gerri encontraron un objeto de forma esférica que pesaba unos 9 kilogramos y cuyas dimensiones eran menores que las de una bola de bowling. El extraño artefacto parecía estar hecho de un metal altamente pulido y fue encontrado en un terreno luego de un incendio cerca de la casa de los Betz.

Terry Mathew Betz, de 21 años y estudiante de medicina, su madre Gerri y su padre Antoine, fueron a inspeccionar los daños provocados en su propiedad por un incendio que se extendió a través de 88 hectáreas del bosque pantanoso de Fort George Island, que está situado al este de Jacksonville, Florida.

La familia encontró algo bastante peculiar en la región que había sido presa del fuego. Halló una esfera metálica pulida de aproximadamente 8 pulgadas de diámetro (alrededor de 20,32 centímetros).

Pese a que estaba en un área que había sido consumida por el fuego, la esfera no presentaba ninguna señal de daños, rasguños o las típicas manchas oscuras que aparecen en los metales cuando son sometidos al fuego. Terry y sus padres empezaron a sospechar que esta esfera podría ser un objeto propiedad de la NASA, o incluso parte de algún satélite soviético (recordemos en 1974 empezaba la guerra fría, y el pueblo estadounidense vivía en constante paranoia por un posible ataque soviético). El trío llegó a considerar la posibilidad de que este objeto fuera el causante del incendio, pero como se mencionó anteriormente, el objeto no presentaba señales de haber estado en contacto con altas temperaturas, ni señal de colisión en su superficie, pues el metal lucía extrañamente brillante y reluciente. Ninguno de ellos pudo encontrar signos de un cráter de impacto en la zona.

El niño Wayne, de 12 años,
uno de los primeros en ver
la esfera de los Betz.
Terry y sus padres terminaron llevándose la esfera a casa. El objeto encontró como destino la habitación del joven estudiante, y se quedó allí hasta que algo muy curioso sucedió. El día 26 de abril Terry se encontraba acompañado de su amiga Theresa Fraser haciendo improvisaciones con la guitarra, hecho que terminó provocando algunas reacciones en la extraña esfera metálica que Terry y sus padres habían encontrado en el bosque semanas antes. El objeto comenzó a “vibrar” y a emitir un sonido pulsante, en respuesta al sonido emitido por la guitarra, siempre que algunos acordes específicos eran tocados. Según el informe de Terry, momentos después de que su amiga estuvo rasgando su guitarra la bola metálica comenzó a "vibrar como un diapasón", y este sonido fue acompañado por lo que parecía ser una resonancia inaudible -al menos para el oído humano-, resonancia que con mucha preocupación captó el perro de la familia de Betz.

Gerri Betz dijo: "Deben haber ondas de alta frecuencia que emite la esfera. Cuando ponemos nuestra caniche al lado de la pelota, ella gime y pone sus patas sobre las orejas".

Terry y su madre Gerri Betz con
la extraña y reluciente esfera.
Los Betz le mostraron la esfera a un vecino, Wayne, un niño de 12 años que se encontraba fascinado con ella, en particular porque se movía sola.

Días más tarde los miembros de la familia Betz comenzaron a notar otros sucesos extraños relacionados con la esfera. Descubrieron que cuando rodaban la esfera en el suelo, podía modificar su trayectoria a voluntad para después retornar al punto de partida. Los Betz afirmaron que en cierta ocasión el objeto había permanecido alrededor de 12 minutos en movimiento, hasta que finalmente regresó al punto de origen. La esfera también parecía sensible a las condiciones climatológicas, dado que estas peculiaridades se hacían más notorias en los días de mucho sol, como si el instrumento recibiera de esta fuente su energía y emitía una vibración, algo que no sucedía en los días nublados. Aunque claramente se veía influenciada por la luz solar, la esfera no mostraba alteración alguna cuando era expuesta a la luz solar o a los rayos infrarrojos.

El globo metálico parecía emitir una vibración de baja frecuencia en determinados momentos, como si un motor estuviera operando al interior del objeto. Otro dato intrigante era que había una pequeña mancha triangular en la esfera. Esta mancha representaba la región magnética del objeto.

La esfera de los Betz publicada
en un diario de Japón.
Motivado por los extraños descubrimientos hechos en relación con el artefacto de metal, Terry comenzó a realizar varios experimentos caseros. Cuando el objeto entraba en contacto con otro objeto metálico, un martillo por ejemplo, la esfera parecía vibrar como una campana. Si se le colocaba sobre una mesa de vidrio, el objeto parecía ir “en busca” de la orilla de la mesa para luego alejarse de ella; si se inclinaba la superficie de vidrio, el objeto se desplazaba -asombrosamente- en el sentido contrario.

La extraña capacidad de la esfera para moverse como si tuviera voluntad propia, terminó preocupando a los Betz, tanto, que guardaban la esfera en un saco cerrado durante la noche, pues creían que el objeto esférico simplemente podía “escapar”.

Finalmente los Betz decidieron hacer público su hallazgo, tal vez así pudieran descubrir qué diablos era aquel artefacto. El periódico local de Jacksonville quedó intrigado con la historia, tanto, que se vieron obligados a enviar a un experimentado fotógrafo al lugar, Lon Enger, para obtener algunas imágenes. El escéptico Enger aceptó respetuosamente el trabajo, pero secretamente pensaba que se trataba de la típica familia loca que quería obtener algo de fama.

La esfera de Betz, tal vez era una sonda
de una civilización extraterrestre.
Cuando Enger llegó a la vivienda de los Betz, fue recibido ansiosamente por Gerri que no perdió el tiempo y le presentó la esfera. Enger describió el episodio el día 12 de junio de 1974, en la edición diaria del periódico St. Petersburg Times: “Desconfiaba de este tipo de cosas. Cuando llegué hasta allí, la Sra. Betz dijo: ‘no lo creerás si no lo ves’”. Fue entonces que la matriarca de la familia indicó al, aún dudoso fotógrafo, a dar un pequeño empujón a la esfera en el suelo. Así los hizo Enger, y para él nada fuera de lo común sucedió pues la esfera simplemente se detuvo cuando terminó la fuerza del impulso que había dado al inicio. Sin embargo, tras una pausa, la esfera retrocedió y se dirigió a la izquierda unos ocho metros, hizo un gran arco y luego retornó a los pies del fotógrafo. Enger examinó la esfera de metal con atención y, como la familia Betz hizo antes que él, le fue imposible encontrar marcas o señal alguna de un fabricante en la superficie, apenas un símbolo triangular estampando en la superficie. Así fue que el fotógrafo reprodujo la historia a su editor, el periódico no perdió el tiempo y publicó el informe, y en el transcurso de cinco días el caso de los Betz estalló en los medios de diversas partes del mundo. 

Docenas de periodistas de todo el
mundo llegaron a Fort George
Island para ver la esfera de Betz
.
Reporteros de prestigiadas publicaciones como el New York Times, viajaron por docenas desde lugares distantes, incluso desde Japón hasta llegar al pueblo de Fort George Island para ver con sus propios ojos esta misteriosa esfera, pero no solo despertó curiosidad entre la prensa. Las comunidades científicas y militares también solicitaron analizar el extraño objeto. Representantes del ejército de los Estados Unidos y de la NASA, se pusieron en contacto con la familia Betz, así como investigadores de Ovnis en representación de la Organización de Investigación de Fenómenos Aéreos (APRO). Los visitantes acudían escépticos, pero casi invariablemente salían perplejos por las inesperadas habilidades de la esfera. Un vocero de la Marina de los Estados Unidos llegó al punto de admitir en televisión que era incapaz de explicar su origen. En un comunicado oficial proporcionado a la prensa por la Marina, se declaró públicamente que la esfera no era propiedad del gobierno estadounidense. La familia, que intencionalmente había elegido un lugar aislado para vivir, se convirtió en un objetivo para la prensa que no los dejaron en paz.

En el auge del frenesí mediático, el renombrado astrónomo Dr. J. Allen Hynek, solicitó a la familia Betz que le enviaran la esfera a su oficina en la Universidad Northwestern en Chicago para que pudiera inspeccionarla personalmente, pero Gerri se rehusó pues creyó que un objeto de este tipo podía ser confiscado o extraviado. Para disgusto de decenas de científicos y curiosos, la esfera permaneció en la casa de la familia Betz. El objeto se mantuvo en la propiedad de los Betz hasta que algunos eventos nuevos comenzaron a suceder, y a asustar a los dueños de la esfera.

La esfera encantada
Gerri Betz informó que ella y su familia comenzaron a escuchar música de un órgano a mitad de la noche, aunque nunca hubo tal instrumento en casa. Como si eso no fuera lo suficientemente aterrador, las puertas comenzaron a abrir y cerrarse, aparentemente por voluntad propia, a cualquier hora del día y de la noche. Antoine y Gerri hasta entonces decidieron que era hora de llegar al fondo de este misterio. Tras una serie de perturbaciones nocturnas aterradoras, la familia Betz finalmente dejó la esfera a los científicos de la Estación Aérea Naval de Jacksonville. La Marina de Guerra de Estados Unidos tenía curiosidad por estudiar la esfera e informó que la pidió prestada a los Betz para someterla a una serie de pruebas. Los esfuerzos iniciales de los metalúrgicos de la Marina resultaron completos callejones sin salida, pues sus máquinas no eran lo suficientemente potentes como para penetrar el objeto.

La Marina estadounidense en Jacksonville,
Florida, estudió detenidamente la esfera
de Betz y encontraron que tenía 4 polos
magnéticos diferentes, dos positivos
y dos negativos.
Chris Berninger, el portavoz de la Marina, informó lo siguiente: “nuestros primeros intento de rayos-X nos conducen a ninguna parte. Emplearemos una máquina más poderosa sobre la esfera y también ejecutaremos una espectrografía para determinar de qué metal está hecha”. Eventualmente los científicos de la estación fueron capaces de determinar cuál era el tamaño exacto de la esfera y el peso, tenía 7,96 pulgadas de diámetro y pesaba con exactitud 21,34 libras o 9 kg. También concluyeron que el recubrimiento tenía aproximadamente un centímetro de grosor, lo que según el informe, significaba que podía resistir una presión de 120.000 libras por pulgada cuadrada.

También descubrieron que la esfera estaba constituida por un metal de acero inoxidable ferroso resistente a la corrosión, una aleación específicamente magnética. Un poderoso equipo de rayos-X reveló dos objetos redondos dentro de la esfera rodeados por un “halo”, hecho de un material con una densidad poco común. También observaron que la esfera tenía cuatro polos magnéticos diferentes, dos positivos y dos negativos, que eran concéntricos. La Marina también concluyó que, aunque la esfera fuera intensamente magnética, no mostraba señales de radioactividad y no parecía ser un explosivo. Los científicos de la Marina querían partir el objeto para echar un vistazo a profundidad, pero Gerri Betz no aceptó que se hiciera esto temiendo que la esfera pudiera ser destruida, y como no pertenecía al gobierno, solicitó que la devolvieran. La Marina cumplió su promesa y la devolvió, pero muchas preguntas quedaron sin respuesta. En este punto la familia Betz comenzó a considerar seriamente la posibilidad de que estaban en posesión de “tecnología extraterrestre” auténtica, o un dispositivo de “escucha extraterrestre” como algunos de sus vecinos lo apodaron.

Omega Minus One Institute
El 13 de julio de 1974, el Dr. Carl Willson –representante de una empresa de investigación en Louisiana conocida como Omega Minus One Institute, en Baton Rouge – examinó la esfera durante más de seis horas y descubrió que el campo magnético a su alrededor emitía ondas de radio. Willson dijo que la cubierta de metal de la esfera, cuando era comparada con el acero inoxidable, contenía un elemento desconocido que lo hacía un poco diferente. Y aparentemente él también fue testigo de las propiedades de la esfera para impulsarse a través de superficies y repentinamente cambiar de dirección. Esto, según él, desafiaba las leyes conocidas de la física.

El Dr. Carl Willson afirmó que el campo
magnético alrededor de la esfera de Betz
emitía ondas de radio y que el artefacto
desafiaba las leyes conocidas de la física.
Una de las teorías postuladas era que podría ser una sonda extraterrestre dañada o incluso algún tipo de dispositivo anti gravitacional. Al final, los resultados del Omega Minus One Institute sobre la identidad de la misteriosa esfera fueron tan concluyentes como los de la Marina, y la familia Betz nuevamente se quedó sin develar el misterio. Ese mismo año de 1974, enviaron la esfera a un gran evento de investigación ufológica, que contaría con la presencia de conocido personajes en el ámbito de la investigación. Miembros de la APRO lograron convencer a la familia para que llevasen la esfera al Congreso de ovnílogos porque era la prueba de la existencia de inteligencia extraterrestre y como tal la familia Betz podría ganar legítimamente la recompensa de 50.000 dólares ofrecida por la revista National Enquirer a quién demuestre la existencia de extraterrestres. Desde el 12 de marzo de 1972, la publicación ofrecía un premio de 10.000 dólares para la "mejor evidencia científica de la realidad de los ovnis" y 50.000 dólares a: "la primera persona que pueda probar que un objeto volador no identificado (OVNI) vino del espacio exterior y está no es un fenómeno natural”. Esta suma ya abundante se elevó hasta 1.000.000 de dólares para 1976.

Terry fue designado como mensajero y custodio personal del objeto y fue enviado a Nueva Orleans con la esfera escondida en una casa rodante. Entonces, la bola metálica se convirtió en el centro de atención nuevamente, y la sometieron a otra serie de pruebas.

Terry Mathew Betz en el congreso de Ovnis de
Nueva Orleans de 1974 con la extraña esfera.
La revista Enquirer hizo grandes esfuerzos para montar lo que ellos denominaron como un "Panel de Alto Nivel", que consistía en notables científicos como el Dr. J. Allen Hynek, el Dr. James Albert Harder, el Dr. R. Leo Sprinkle, el biólogo Frank B. Salisbury y el profesor de filosofía de la Universidad del Estado de Nueva York, el Dr. Robert F. Creegan.

Además de los especialistas citados, el panel se completó con los miembros de tan alta estima como un ex juez del Tribunal Supremo, ex Procurador General de los Estados Unidos y ex Juez del Tribunal de Apelaciones de Nueva York. Los jefes de la APRO, MUFON (Mutual UFO Network) y NICAP (Comité de Investigación Nacional sobre Fenómenos Aéreos) también estuvieron presentes para formar una especie de "mini panel de investigación" que era el encargado de decidir qué casos irían ante el panel principal.

El equipo examinó la extraña esfera en agosto de 1974 y se reunió una vez al año con la difícil tarea de designar los casos más legítimos de los encuentros OVNI reportados en el último año, así como el examen de cualquier evidencia física de dichos encuentros.

Artículo de la Mufon de mayo de
1974 sobre la esfera de los Betz.
Sería a discreción del Grupo Especial decidir si alguna de estas pruebas presentadas eran irrefutables testimonios de vida extraterrestre y por lo tanto acceder al dinero del premio. Hasta este momento el único ganador fue Durel Johnson y familiares que estuvieron involucrados en el famoso encuentro Ovni en Delphos, Kansas, lo que resultó en una intrigante serie de fotos, lo que les permitió ganar 5.000 dólares por "pruebas científicamente valiosas sobre ovnis. "

Concluyeron los expertos en todo lo que se había dicho con anterioridad sobre la esfera, incluido el hecho de que el artefacto funcionaba como un transmisor de audio. A pesar de no saber el origen del objeto y ni lo que era, no pudieron afirmar que fuera extraterrestre.

No podían discernir el origen del orbe, pero, el hecho de que no tenía ninguna conexión directa a cualquier avistamiento Ovni, la revista Enquirer le negó toda posibilidad a la familia Betz de ganar el premio de 50.000 dólares.

El Dr. J. Allen Hynek (1910-1986).
Al final, J. Allen Hynek conjeturó que el objeto era probablemente creado por el hombre, a pesar de que admitió que no tenía idea de lo que era o de dónde vino, pero la esfera también llamó la atención de uno de sus colegas del Panel de Alto Nivel y esto se señaló en la investigación del científico sobre el objeto que tomaría un giro potencialmente aterrador.

El Dr. James Albert Harder, profesor de ingeniería civil e hidráulica de la Universidad de California en Berkeley, quedó cada vez más intrigado con los reportes respecto a la esfera de Betz, y se fascinó con la oportunidad de examinar el objeto con sus propias manos. Los Betz permitieron que analizara el artefacto y los resultados fueron desconcertantes.

Una revelación atemorizante
En un anuncio hecho en el Congreso Internacional de Ufología, en Chicago, el 24 de agosto de 1974, el Dr. James Albert Harder, asesor de la APRO en ingeniería civil presentó conclusiones verdaderamente sorprendentes, y totalmente terribles, en relación con la esfera de Betz. Informó que basado en los estudios de rayos-X, las dos esferas internas estaban hechas de un elemento mucho más pesado que cualquier cosa conocida por la ciencia. Mientras que el elemento más pesado que todavía se produce en cualquier reactor atómico aquí en la Tierra tiene un número atómico de 105, y el elemento más pesado que ocurre naturalmente en la Tierra es el uranio, con un número atómico de 92, las investigaciones han determinado que la esfera Betz tiene un número atómico mayor que 140. “Si alguien intentara dividir la esfera, podría explotar como una bomba atómica”, afirmó el profesor.

El Dr. James Albert
Harder, de la Universidad
de Berkeley, California,
afirmó sobre el artefacto
de los Betz que "si alguien
intentara abrir la esfera,
podría explotar como
una bomba atómica".
La familia Betz mostró su preocupación, pero continuaron con la posesión del objeto. A partir de esa época las historias sobre la esfera difundidas por los escépticos comenzaron a hacer mella en la credibilidad de la familia que decidió mudarse lejos y nunca más supo que fue de ellos o de la misteriosa esfera. Los últimos datos sobre los Betz son de diciembre de 1987, cuando falleció Antoine Betz a los 67 años. 

Los escépticos no demoraron en hacer conocer sus críticas, alegando que la milagrosa esfera de metal no era más que una válvula de retención de una fábrica de papel, y también dijeron que era una obra del escultor James Durling-Jones que afirmó haber perdido un orbe, que se le cayó de su furgoneta Volkswagen mientras conducía a través el área de Jacksonville, cerca de la Pascua de 1971, por el camino a su casa hacia Taos, Nuevo México.

De lo que no cabe ninguna duda, es que
"la bola Betz", es un misterio más de este
planeta en que vivimos.
Durling-Jones afirmó que había conseguido las esferas de válvulas industriales de un amigo anónimo que había adquirido los objetos ilegalmente. El testimonio del artista va en contra del hecho de que ninguno de los expertos que examinaron el orbe notó ninguna marca de la soldadura que poseen las válvulas industriales y su testimonio es aún más puesto en duda debido al hecho de que el artista se negó a facilitar el nombre de la empresa que fabrica sus esferas, lo que podría haber puesto luz sobre todo el asunto de una vez por todas. Lo cierto es que a pesar de esta explicación sin fundamento alguno, la curiosidad del público se extinguió después de dicha aseveración.

De lo cabe ninguna duda es que la “bola Betz”, como se le llegaría a conocer, era capaz de realizar proezas verdaderamente asombrosas, como rodar hacia un lugar determinado por su propia cuenta y regresar a la persona que la había hecho rodar; vibraba y zumbaba como respuesta a los acordes de una guitarra y emitía ondas de radio. Un misterio más de este planeta en que vivimos.

Por Alberto Seoane

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