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lunes, 6 de agosto de 2012

JAPÓN RECORDÓ LA BOMBA ATÓMICA SOBRE HIROSHIMA

Algo más de 50 mil personas se reunieron en el Parque de la Paz, en Hiroshima, para recordar a las víctimas del bombardeo atómico sobre la ciudad hace 67 años.

El 6 de agosto de 1945 Hiroshima quedó radiactiva y reducida a escombros, y se estima un número total aproximado de 200.000 muertos. El 9 de agosto, tres días después, los norteamericanos arrojaron una segunda bomba, esta vez en Nagasaki y la muerte volvió a reinar, llevándose a 100.000 inocentes más.

Kazumi Matsui, el alcalde de
Hiroshima durante el acto en el
Parque de la Paz.
Representantes de 71 naciones participaron en la solemne ceremonia, presidida por el alcalde de la ciudad, Kazumi Matsui, quien exhortó a encabezar los esfuerzos nucleares por el desarme nuclear.

El funcionario rindió un homenaje a las víctimas con un minuto de silencio a las 08.15 hora local, la misma a la que la bomba impactaba sobre la ciudad. Se refirió al accidente de la central de Fukushima y dijo que tal hecho demuestra los grandes peligros de ese tipo de tecnología, aún cuando se emplee con fines pacíficos.

A raíz de la catástrofe, el 11 de marzo de 2011, se generó en todo el Japón un amplio movimiento contra el uso de la energía nuclear como fuente generadora de electricidad.

Matsui ratificó que creía firmemente en la exigencia de liberarse de las armas nucleares y que ese clamor se extiende por todo el mundo para conducir a la paz en el planeta.

El único edificio que quedó en pie en
Hiroshima luego del ataque nuclear. Hoy
forma parte del Parque de la Paz.
El Parque de la Paz está ubicado muy cerca del lugar donde explotó el seis de agosto de 1945 la bomba atómica sobre Hiroshima y que causó 140 mil víctimas, en su casi totalidad civiles, dejando un saldo de casi 360.000 heridos.

Poco después, el nueve del mismo mes, el entonces presidente de Estados Unidos, Harry Salomón Truman, ordenó lanzar otra bomba sobre la ciudad de Nagasaki, donde murieron más de 50 mil personas.

'Little Boy', es el nombre con el que Estados Unidos bautizó el primer artefacto nuclear de la historia, redujo a cenizas una urbe hoy reconvertida en una activa ciudad de más de un millón de habitantes que, cada 6 de agosto, pide al mundo que la tragedia no caiga en el olvido.
"Little Boy", la bomba de uranio
que fue arrojada sobre Hiroshima.

En su discurso, Matsui ha exhortado a que las experiencias de los ancianos supervivientes de la bomba atómica sean compartidas con el mundo y ha pedido que Japón lidere el movimiento para la abolición total de las armas nucleares.

Ante un público entre el que se encontraba también el primer ministro japonés, Yoshihiko Noda, el alcalde ha pedido al Gobierno nipón más ayudas para los 'hibakusha', como se conoce en Japón a las víctimas de las bombas atómicas, que durante años tuvieron que soportar el estigma de la discriminación.

El país "está inmerso en un debate nacional sobre su política energética, con voces que insisten en que la energía nuclear y la humanidad no pueden coexistir", ha recordado Matsui, y ha pedido al Ejecutivo "una política energética que garantice la seguridad de los ciudadanos".

Planes para el futuro
El desastre desatado por el tsunami de marzo de 2011 en el noreste nipón llevó a paralizar gradualmente los 50 reactores atómicos de Japón, aunque el mes pasado dos de ellos fueron reactivados en el centro del país ante la amenaza de cortes en el suministro eléctrico en verano.

Noda, que respaldó esa puesta en marcha, ha insistido en Hiroshima en que su política es la de reducir a medio-largo plazo la dependencia de Japón de las centrales atómicas, de las que antes de la crisis de Fukushima el país, tercera potencia mundial, obtenía el 30% de su electricidad.

Sin embargo, el movimiento antinuclear considera insuficiente el discurso de Noda y pide un apagón nuclear total, con concentraciones cada viernes frente a la oficina del primer ministro en las que semana a semana crece la participación, en un país poco habituado a las manifestaciones.

Durante la conmemoración del 67 aniversario de la tragedia atómica de Hiroshima hubo también protestas de algunos grupos antinucleares contra las centrales y contra el Gobierno de Noda, que entre una estrecha vigilancia policial marcharon por las inmediaciones del Parque de la Paz.

Harry Salomon Truman,
un verdadero criminal
de guerra que nunca
fue juzgado.
En la ceremonia estaba presente este año el nieto del presidente estadounidense Harry S. Truman, quien ordenó el lanzamiento de las bombas de Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente, en el capítulo final de la II Guerra Mundial y por su crimen de guerra jamás fue juzgado.

Clifton Truman Daniel, de 55 años, viajó a Japón invitado por una ONG para la paz a fin de asistir a las ceremonias en las dos ciudades y reunirse con supervivientes de ambas tragedias.

En unas declaraciones el fin de semana en Tokio, antes de viajar a Hiroshima, Truman Daniel subrayó que para su familia es muy importante entender qué pasó y las "consecuencias totales" de las decisiones que tomó su abuelo.

El día fatal
Unos 57 segundos después de que el Enola Gay dejará caer a 'Little Boy', una bomba de uranio 235, de 60 kilos de peso y un potencial destructivo de 13 quilotones, se produjo la primera detonación nuclear oficial (ya hubo una anterior, experimental y secreta en Álamo Gordo, Nuevo México, el 16 de julio de 1945 a las 5.30 de la mañana).

El coronel Paul Thibbets y el Enola Gay.
La bomba, lanzada por el coronel Paul Thibbets, piloto y comandante del bombardero B-29 bautizado Enola Gay, explotó a 600 metros de altura, cerca del centro de Hiroshima, que se convirtió en un enorme cráter de polvo en cuestión de segundos. No existen unas cifras exactas sobre las víctimas que provocó la explosión. Se calcula que unas 80.000 personas murieron de forma inmediata, y que otras 50.000 y 100.000 más fallecieron los días posteriores a causa de las heridas, o en los años siguientes como consecuencia de las radiaciones a las que estuvieron expuestas.

Entre las víctimas de Hiroshima figuran 11 prisioneros de guerra norteamericanos, y unos 3.200 ciudadanos norteamericanos nacidos en Estados Unidos de familias japonesas, datos que el Gobierno mantuvo en secreto durante más de 35 años.

Momento de la explosión de la
bomba de uranio en Hiroshima.
La fotografía fue tomada desde
el avión que lanzó la bomba.
Otro dato que se ocultó por muchos años fue que la primera comunidad católica de Japón, se hallaba precisamente en Hiroshima. También que la primera comunidad protestante y segunda cristiana, en número de practicantes, tras Hiroshima, se hallaba precisamente en Nagasaki. Por ende, hoy se puede inferir que el genocidio nuclear fue planificado para borrar al cristianismo en Japón.

Hiroshima tenía entre 350.000 y 400.000 habitantes antes de que la bomba convirtiera la mayoría de la ciudad en una masa de escombros radiactivos.

Tres días después, el 9 de agosto, llegó el segundo mazazo nuclear, esta vez sobre la ciudad de Nagasaki, ambas ciudades no tenían instalaciones militares. En principio, el bombardeo estaba previsto para el día 11, pero la previsión de mal tiempo obligó a adelantar la misión. El primer objetivo militar era la ciudad japonesa de Kokura. Sin embargo, una vez allí, los pilotos decidieron cancelar el bombardeo debido a que una gran nube cubría ya la ciudad y limitaba la visibilidad a sólo el 30%.

Aquella nube salvó la vida de miles de habitantes de Kokura, pero condenó a otros miles del segundo objetivo de la misión: la ciudad portuaria de Nagasaki. En total, se estima que murieron cerca de 100.000 personas, entre 45.000 y 70.000 de forma inmediata tras la explosión. Esta vez la bomba, bautizada como 'Fat Boy', estaba compuesta de plutonio y su potencial fue de 21 kilotones. Unos tres días después de la detonación, el emperador Hirohito decidió capitular. El 14 de agosto, un mensaje de radio informaba a la población de que el país se rendía.

Nadie fue juzgado por el
genocidio de Hiroshima
y Nagasaki.
Con la ocupación de Japón por unos 350.000 norteamericanos se ponía fin a la II Guerra Mundial, pero se iniciaba un debate inconcluso sobre la necesidad y moralidad del bombardeo nuclear. Los defensores de la acción —entre ellos políticos, militares e historiadores como Robert Newman— señalan que permitió salvar la vida de decenas de miles de soldados norteamericanos. La estimación de bajas que habría provocado la invasión de Japón varía en función de la fuente —el presidente Truman habló de entre 250.000 y 1.000.000 hombres; el Estado Mayor, de 370.000 muertos y más de un millón de heridos—. Es decir, los defensores sostienen que los bombardeos permitieron salvar vidas.

En el otro lado del debate, se situaron reputados intelectuales que trabajaron en el Proyecto Manhattan que desarrolló la bomba con James Franck a la cabeza. Denunciaron el bombardeo como un acto «inmoral» y acusaron a quienes lo autorizaron de cometer «crimen contra la Humanidad».

Sumiteru Taniguchi, sobreviviente de
Hiroshima, fotografía tomada en enero de
1946, cinco meses luego de la explosión.
En mayo de 1945, unos días después de la capitulación de Alemania, Suzuki, el nuevo Presidente del Consejo de Ministros de Japón, ofreció retirar todas las tropas japonesas de Birmania, China, Malasia y todas las islas que aún conservaban en el Pacífico. Sólo pidió la no-ocupación de la metrópoli y que fuera respetada la Familia Imperial. El ofrecimiento se hizo a través de los servicios diplomáticos del Vaticano, especificando que es “una base de negociación”, lo que equivale a decir que se trata de un mínimo, y que otras exigencias norteamericanas podían ser discutidas y, consiguientemente aceptadas. Pero el nuevo Presidente Truman siguió los pasos de su predecesor Roosevelt, y rechazó la oferta japonesa. Así lo confirma Robert E. Theobald en el libro Last secret of Pearl Harbour (El último secreto de Pearl Harbour).

Algunos historiadores, como Howard Zinn, basan sus críticas en el hecho de que el bombardeo no era necesario y que Japón se habría rendido igualmente. Un informe del Departamento de la Guerra realizado en 1946 a partir de entrevistas a funcionarios japoneses parece darles la razón al concluir que «con toda probabilidad Japón se habría rendido antes del 1 de noviembre  de 1945 aunque no se hubieran lanzado las bombas», sostiene Zinn.

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