El Papa
inauguró su Ministerio Petrino con una gran misa solemne en la plaza de San
Pedro.
El papa Francisco este
martes fue aclamado desde su papamóvil en la plaza de San Pedro por cerca
de un millón de fieles en la misa de inauguración de su pontificado, a
la que asisten dignatarios políticos y religiosos de todo el mundo.
Jorge Bergoglio saluda a la multitud desde el nuevo "Papamóvil". |
Sonriente, saludó con
cariño a los fieles entusiastas que aclamaban a este popular papa argentino en
medio de un mar de banderas de todos los
países, muchas de ellas argentinas, y pancartas en español con lemas como
"Siempre junto al Papa".
Antes de iniciar esta histórica
jornada, el Papa se dirigió de manera inesperada a los numerosos fieles que
realizaban en la madrugada una vigilia frente a la catedral de Buenos Aires, y les pidió que dejen de lado los
"odios" y las "envidias", y "no teman a Dios, que
"siempre perdona", en unas palabras que fueron difundidas por
altavoces en la Plaza de Mayo.
La ceremonia de la investidura papal
Antes de volver a
presentarse ante los peregrinos, Francisco -el primer iberoamericano y
primer jesuita- rezó ante la tumba de
San Pedro, el padre de la Iglesia, situada debajo del altar mayor de la
basílica, acompañado por una decena de representantes de las iglesias
católicas orientales.
El Sumo Pontífice se reunió
a continuación con sus 180 concelebrantes, con quienes se dirigieron
todos juntos en procesión hacia el altar erigido en el exterior de la plaza
cantando el "Laudes Regiae", una letanía de invocación en honor a
Cristo.
El decano del colegio
cardenalicio, Angelo Sodano, le puso
acto seguido el anillo del Pescador
-que ha querido sea de plata y no de oro como su predecesor- en el dedo anular
de la mano izquierda.
Hacia las 9.30 comenzó por
último el servicio religioso propiamente dicho de "inicio del
ministerio petrino del obispo de Roma", su título oficial.
Francisco recibió
los saludos de 132 delegaciones diplomáticas
El papa
argentino Francisco, instó este martes en la misa de inauguración de su
pontificado en la plaza de San Pedro a defender el medio ambiente y
pidió a los numerosos dirigentes que asisten a la ceremonia a no dejar que
"los signos de destrucción y muerte" guíen al mundo.
Pidió que el mundo no oiga a “los Herodes que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer".
El nuevo
pontífice, que se definió un "humilde" servidor,
inició su pontificado con un fuerte llamamiento a favor de la defensa de
"la creación, la belleza", el "respeto
de las criaturas de Dios y el entorno en que vivimos", inspirado en
san Francisco de Asís, el santo de los pobres y defensor de la naturaleza y la
paz.
"Quisiera
pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad
en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres
y mujeres de buena voluntad: seamos 'custodios' de la creación, del designio de
Dios, inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y
muerte acompañen el camino de este nuestro mundo", dijo desde el altar
instalado en el centro de la explanada.
Francisco
llevó el hábito talar blanco, sin la capa bordada de armiño usada en
similares ocasiones por los pontífices precedentes. Junto a Francisco
estuvieron el secretario de Estado vaticano, Tarcisio Bertone,
el sustituto de Asuntos Generales, Giovanni
Angelo Becciu, el secretario de relaciones con los estados, Dominique Mamberti, y el prefecto de la
Casa Pontificia, Georg Gaenswein.
El Papa
Francisco saludó a las 132
delegaciones diplomáticas entre las que se encontraban 31 jefes de Estado y de
Gobierno, en la Basílica de san Pedro, de pie
delante del sillón colocado en el altar central. Previo a esto, los
representantes de los Gobiernos presenciaron en su mayoría emocionados la misa
de inicio del mandato papal desde la Plaza de San Pedro.
Entre los
saludos, el papa Francisco dedicó uno cordial a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, estrechándole la mano y
sonriendo. También fue muy cordial el saludo al presidente de Ecuador, Rafael
Correa y también para el vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden y su
esposa.
La
transmisión oficial mostró a Cristina
Kirchner al frente de la delegación
argentina, superior
a las 140 personas (la más numerosa), y se observó también al
presidente de la Cámara de Diputados, Julián
Domínguez, al canciller Héctor
Timerman y al titular de la Unión Industrial Argentina, José de Mendiguren, entre otros.
El papa
Francisco tras una hora y media de recibir el saludo de las delegaciones, se pasó un dedo por la frente como
diciendo: "finalmente, lo logramos hacer". Sin embargo, nunca cedió
al cansancio y sólo al llegar a la final de la ceremonia protocolar hizo este
gesto en broma.
Durante
los saludos solo pidió un par de vasos de agua y nunca se
sentó. Por último, se acercó a una valla donde se encontraban algunos
religiosos y los custodios de la Basílica y los saludó. Luego de la bendición
impartida a la Plaza por el Papa, los fieles corearon "Viva el Papa"
y aplaudieron con fervor y emoción.
La
seguridad
La ceremonia religiosa estuvo
rodeada de un estricto dispositivo de seguridad, formado por unos 3.000 funcionarios del Estado italiano,
mientras que varios helicópteros sobrevolaron la plaza. También había policías
de civil diseminados entre la multitud.
El
dispositivo incluyó tiradores de élite en los tejados, helicópteros
sobre el Vaticano, embarcaciones de la policía en el río Tíber,
así como la prohibición de sobrevolar la capital, convirtiendo por horas a Roma
en una ciudad paralizada.
Reconstrucción del cónclave
Jorge Mario Bergoglio es el mayor de
los cinco hijos del matrimonio formado por Mario José Bergoglio (contador,
empleado en el ferrocarril) y Regina María Sívori (ama de casa), ambos
inmigrantes italianos, procedentes del Piamonte. El papa Francisco habla fluidamente el
español, latín, italiano, alemán, francés e inglés.
Jorge Bergoglio fue
elegido Papa el 13 de marzo en la quinta votación del cónclave que se realizó
en la Capilla Sixtina, a raíz de la renuncia al pontificado de Benedicto
XVI por "falta de fuerzas".
Fuentes vaticanas dejaron trascender que el cardenal argentino obtuvo más de 90
votos, después de que el cardenal italiano Angelo Scola le cedió los sufragios para destrabar el escrutinio.
"¿Quo nomine vis vocari?", le preguntó el cardenal Giovanni Battista Re al arzobispo
argentino dentro de la intimidad de la Sala de las lágrimas de la capilla
Sixtina."Vocabor Franciscus" (“me llamaré Francisco”), respondió el
primer pontífice oriundo del continente americano.
Su elección,
auspiciada por el bloque estadounidense, se produjo con una mayoría que un
diario italiano sitúa por encima de los
90 votos. Más amplia que la obtenida por Joseph Ratzinger en 2005.
Dos días y
cinco escrutinios. Así se resume el cónclave que concluyó el miércoles pasado con
la elección del 266º pontífice de la
Iglesia católica. Un cónclave rápido, con un resultado sorprendente, fruto
de los juegos de poder en lo más alto de la cúpula vaticana.
Ninguno de los
papables citados una y otra vez por sus expertos, y repetidos por el resto de
los medios ha tenido mucho que hacer en este cónclave. Pero esta vez les avalan
las declaraciones de muchos cardenales que estuvieron en la Capilla Sixtina, y
han contado el rápido y abrumador apoyo recibido por el argentino Jorge Bergoglio. El arzobispo
de Milán, Angelo Scola, el favorito
número uno de los italianos, habría visto bloqueado su ascenso al trono papal
por los curiales (38 cardenales) y hasta por sus propios paisanos de Lombardía.
Una especie de
venganza, quizás, por el rechazo manifestado a Odilo Scherer, arzobispo de
São Paulo, y candidato predilecto de un sector de la burocracia cardenalicia, y
en particular, del círculo del ex secretario de Estado vaticano, Tarcisio Bertone. Lo que nadie explica
con claridad es cómo se produjo el ascenso fulminante de Bergoglio.
Los medios
aseguran que ya desde la primera
votación, el martes 12, el arzobispo de Buenos Aires recibió un buen número de
votos. Bergoglio, que había pasado totalmente desapercibido, tuvo al
parecer una intervención en una de las sesiones de las congregaciones generales
que causó impacto. Se refirió, el arzobispo de Buenos Aires, a la necesidad de
“purificación” de la Iglesia, dejando a un lado “la vanidad del poder”. A
partir de ahí, muchos cardenales no
europeos se habrían fijado en él, hasta el punto de otorgarle su voto. Scola,
por su parte, no obtuvo tantos sufragios como se suponía, mientras Scherer se
hundía estrepitosamente.
En la siguiente
votación, el apoyo a Bergoglio no dejó de aumentar, mientras Scola, se mantenía
con una cuota media-baja. A partir de un momento y gracias a la mediación del cardenal de Washington Donald
Wuerl, el bloque estadounidense, más el heterogéneo grupo
de los no europeos, se habría volcado en Bergoglio. En vísperas de la quinta votación, Scola, todavía dueño de un puñado
consistente de votos (unos 50), se habría retirado amistosamente para evitar
alargar el cónclave.
Los votos para
el cardenal Bergoglio se los habría proporcionado una alianza entre dos facciones enfrentadas, la del cardenal decano,
Angelo Sodano, y su lugarteniente, Giovanni Battista Re (este dentro de la
Sixtina), y la del actual camarlengo, Tarcisio Bertone, ambos dueños de
numerosos apoyos dentro y fuera de la curia.
Ningún cardenal
ha confirmado estas hipótesis con su nombre y apellido, pero muchos han
declarado que hubo un acuerdo casi inmediato. Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, fue el primero en hablar,
el miércoles por la noche, de la alegría general, y la salva de aplausos con
que los 114 electores saludaron el momento en que Bergoglio superó los 77 votos
(los dos tercios requeridos). “Luego
llegaron muchos votos más”, dijo. Un dato corroborado después por el
cardenal irlandés Sean Brady, que se
confesó, “sorprendido de que se llegara a un consenso tan rápido”.
No deja de
resultar curioso, sin embargo, que el
Papa elegido con al menos 90 votos sea precisamente el hombre que desafió la
hegemonía de Joseph Ratzinger en el cónclave de 2005. Como si la Iglesia
hubiera decidido enmendar aquella elección, explorando la otra alternativa. El
hecho de que este cónclave sea consecuencia de la renuncia de Benedicto XVI
hace más intrigante aún su conclusión. Aunque el nuevo Papa y el emérito son
opuestos en muchos aspectos, Bergoglio no ha dejado de mencionar a su antecesor
en todas sus intervenciones, siempre con referencias afectuosas hacia Benedicto
XVI.
Una renovación del cristianismo católico
La Iglesia Católica cuenta
con casi 1.200 millones de fieles en
todo el mundo, Más del 40% (423 millones) de ellos vive en América
Latina, el continente del que proviene Francisco I. Pese al
avance de las iglesias evangelistas, sigue siendo la región con mayor número de
católicos de todo el mundo. Tres de
cuatro latinoamericanos se consideran católicos.
Brasil, con 134
millones de fieles, sigue siendo el país con más católicos, seguido por México
(96 millones de católicos, 85% de la población) y Colombia (38 millones,
82% de la población).
Argentina, el país
del nuevo papa, ocupa el cuarto lugar en la región, con 31 millones de fieles,
o sea poco más del 75% de la población.
“Precisamente porque el
catolicismo está perdiendo terreno en la región, un Papa de aquí podría ser
un impulso para la fe”, dijo Virginia
Garrard-Burnett, profesora de Historia y Estudios Religiosos en la
Universidad de Texas en Austin a CNN México.
A pesar de la presencia de
católicos en América Latina, sólo el 17% de los cardenales electores provienen
de allí, según el Foro Pew sobre Religión y Vida Pública. Varios de ellos
jugaron un papel en la transición de sus países a la democracia.
La elección de Bergoglio corona
una etapa de acercamiento entre la dirección del catolicismo con Iberoamérica
que tuvo su otro hito en marzo de 2012 cuando Benedicto XVI realizó una visita a Cuba y México.
La noticia del primer papa de
América también fue vista como un avance por los gobiernos de la región.
Incluso el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, adjudicó la decisión a "la fortaleza y
vitalidad de una región que está crecientemente moldeando nuestro
mundo".
En Brasil, el país con más
católicos del mundo y que tenía a su favorito en el cónclave, el cardenal Odilo
Scherer, la Conferencia de Obispos (CNBB) afirmó que esta elección "vigoriza a la Iglesia en su misión de hacer
discípulos entre todas las naciones".
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